Vocación Internacionalista

 

Paz y guerra, dos caras de la realidad internacional

Paz y guerra, dos caras de la realidad internacional

 

 

Producto del desgaste de la estructura psicoemocional del ser humano, que trae como consecuencia el desgaste también del entorno espiritual; gracias a la incongruencia dada entre lo dicho y lo efectivamente hecho, la dura manifestación de la historia se hace presente arrojada en el invariable acontecimiento, en el inmutable hecho, en el inhumano pasado y presente que a toda costa debe evitarse se proyecte al futuro: la guerra, que no es otra cosa que sinónimo de destrucción, la más cruda manifestación contranatura. Observada desde el punto de vista político, la guerra se ha hecho necesaria en diversos etapas de la historia humana, el objetivo fundamental ha sido la salvaguarda de intereses que, por regla, son los derivados del deseo desmedido de control y poder y, evidentemente de dominación del hombre por el hombre mismo.

 

1. El hombre y su "realismo político".

 

Ubicándonos en los tiempos recientes, hasta finales de la no lejana década de los 80´s, y principios de los 90´s del siglo pasado, hablar del sistema de relaciones internacionales obligaba a ubicarnos en la configuración de un sistema bipolar; ante la inevitable desintegración del mundo socialista, representado por la gran potencia soviética, las cosas tomaron otro matiz; aún cuando el actual gobierno ruso encabezado por Vladimir Putin ha tenido acercamientos trascendentes con el gobierno norteamericano al grado de manifestarle su apoyo abierto en la lucha emprendida contra el terrorismo mundial, a raíz de los acontecimientos suscitados en territorio estadounidense, en nuestros días claramente se constata cómo el planeta se debate en una lógica que no es ni de paz ni de guerra; muchas naciones -las más- disputan por ocupar una posición geopolítica, mientras que otras -las menos por tratarse de las más poderosas- lo hacen por consolidar sus hegemonías en tiempos convulsos donde reaparece el fantasma de la guerra, aún cuando para muchos analistas y académicos el tema del desarme había quedado totalmente superado y había perdido vigencia.

Vale la pena volver a cuestionarse ¿qué es lo que motiva al hombre a buscar su propia aniquilación en el marco de un afán desmedido de competencia sustentado en el aspecto pasional y competitivo -débil para entenderlo mejor-, del ser humano?; son estos aspectos que ampliamente detalla y aclara Hans J. Morgenthau en su famosa teoría de la "Real Politik" o "Realismo Político" que no es otra cosa sino la pretensión de justificar ante la opinión pública internacional y la propia comunidad internacional, claro, los afanes expansionistas adoptados por alguna potencia mundial en el diseño de su política exterior. Muchos hoy en día se cuestionan sobre la vigencia de esta teoría, como tratando de desconocer las pasiones que pudieran caracterizar la naturaleza del humano o los efectos que determinadas actitudes de éste pudieran tener en determinada etapa de la historia de la humanidad.

El "realismo político" visto tal cual es, o mejor dicho como su propio autor lo maneja, cobra vigencia a cada paso de la historia y parece tenerla eternamente; no así, no es tan bueno creer que no hay salida y aceptar siempre y para siempre -con una actitud enfermiza, nada valiente e injustificable ante todo- que el hombre es un ser provisto de pasiones y que el primero y último fin de su existencia son sus propios intereses; mejor puede resultar creer que lejos de ser un ser desprovisto de racionalidad,  al contrario, el hombre posee también entendimiento y raciocinio.

Así, intentar hablar alejados de la explicación del realismo político, de los dos fenómenos que han caracterizado la vida en la faz de la tierra, la paz y la guerra, no tendría sentido alguno en el contexto que he venido planteando; me he referido ya al conflicto y someramente lo he hecho con algunas de sus causas pero ahora preciso es profundizar en ello.

 

1.1. ¿Qué es el "realismo político"?

 

El realismo político ha sido, es y seguirá siendo vigente en cuanto a sus postulados teóricos mientras exista el ser humano sobre la faz de la tierra. Se ha dicho siempre que el hombre es un "animal político" y que por esa "simple" razón la política es un elemento inherente a su naturaleza humana; así, justamente, el realismo político adquiere y readquiere vigencia como teoría toda vez que "sostiene que la política, como la sociedad en general, está regida por leyes objetivas que tienen sus raíces en la naturaleza humana"[1] y creo que mayor verdad no podía haber sido planteada; los grandes teóricos de la política, como Maquiavelo, Bodino, Hobbes, Looke, Rousseau y Montesquieu, siempre hablaron de esa capacidad política que posee el ser humano -para unos dormida, despierta para otros- y a la que jamás habrá de renunciar ya que sólo habrá de depositar su confianza en alguien que lo dirija, pero solamente, nos dice, por ejemplo, Juan Jacobo Rousseau en su "Contrato Social".

Morgenthau explica claramente la importancia ancestral que se ha otorgado a la naturaleza humana "en la que se enraizan las leyes de la política /y que/ no ha cambiado desde la época en que las filosofías clásicas de China, la India y Grecia intentaron descubrir estas leyes";[2] sin embargo, con reconocer la existencia de la naturaleza humana y su predominio sobre la conducta de todo individuo no está en ningún momento descubriendo el "hilo negro" del asunto; tampoco lo hace cuando señala que "el principal poste de señal que ayuda al realismo político a hallar su camino a través del paisaje de la política internacional es el concepto de interés definido en términos de poder /y que/... sin tal concepto una teoría de la política, tanto internacional como interior, sería imposible".[3]

Lo novedoso de la postura de Morgenthau radica precisamente en el término asignado a su teoría del "realismo político", que supone aceptar la existencia de un mundo difícil cuya "realidad política está llena de contingencias y señala las influencias típicas que ejercen sobre la política exterior. No obstante, comparte con toda teoría social la necesidad de acentuar los elementos racionales de la realidad política; para un mejor entendimiento teórico, son estos elementos racionales los que hacen comprensible la realidad para la teoría. El realismo político presenta la construcción teórica de una política exterior racional que la experiencia nunca puede realizar por entero";[4] retoma así la racionalidad como elemento fundamental para el buen desarrollo de una política exterior; aquélla -la racionalidad- coadyuva en la minimización de riesgos y maximización de beneficios; de igual manera, otorga importancia primordial a la realidad que estructura el mundo y propone partir de ella para el mejor entendimiento de las vicisitudes mundiales.

Una aportación novedosa de Morgenthau en su teoría del realismo político se ubica en el hecho de no cerrarse, con una actitud pesimista del mundo y el universo, a las posibles soluciones. Reconoce que vivimos en un mundo difícil en el que imperan los intereses definidos en términos de poder tanto en el nivel interno como internacional; sin embargo, no se cierra a una posible solución y eso queda claro cuando sostiene que "el realismo político no afirma que las condiciones en que actualmente se desarrolla la política exterior, con su extremada inestabilidad y la permanente amenaza de violencia en gran escala, no pueden ser modificadas";[5] excelente aseveración pues hay que considerar que tan realista es reconocer los problemas como reconocer que sí existen soluciones viables a éstos.

La teoría del realismo político propuesta por Morgenthau contiene elementos interesantes y dignos de consideración, por ejemplo, al sostener que "el realista político no desconoce la existencia e importancia de otros criterios que no son el político"[6] en efecto pues ningún criterio está por encima de otro, más que reconocer su existencia e importancia es necesario estar plenamente seguros de la complementariedad entre las aportaciones de cada criterio; él mismo lo plantea en términos sumamente claros ya que concibe a la naturaleza humana como pluralista toda vez que "el hombre real es un compuesto de ´hombre económico´, ´hombre político´, ´hombre moral´, ´hombre religioso´, etc. Un hombre que no fuese nada más que ´hombre político´ sería un animal, pues carecería por completo de prudencia. Un hombre que no fuese nada más que ´hombre religioso´ sería un santo, porque carecería totalmente de deseos terrenos"[7].

Efectivamente "la política internacional, como toda política, es una lucha por el poder. Cualesquiera que sean los fines últimos de la política internacional el poder es siempre la finalidad inmediata",[8] aunque, "no toda acción que lleva a cabo una nación con respecto a otra nación es de carácter político. Muchas de estas actividades son ejecutadas normalmente sin pensar en el poder".[9] Para el caso concreto del sistema de relaciones internacionales, desafortunadamente "la lucha armada como amenaza o potencialidad  es el factor material más importante para determinar el poder político de una nación". [10]

La afirmación de Morgenthau en el sentido de que "la lucha por el poder es universal en el tiempo y en el espacio y es un hecho innegable de la experiencia /pues/... a lo largo de la historia, con independencia de las circunstancias políticas, económicas y sociales, los Estados han luchado entre sí por el poder",[11] no me convence en su totalidad; es necesario considerar la posición geopolítica de cada país del mundo; además, esta aseveración tampoco debe ser pretexto para que una nación, cualquiera que ésta sea, se tome la atribución de intervenir en una u otras con la actitud nada legítima y nada justificable de salvaguardar su "interés nacional"; una cosa es la asistencia altruista y otra el querer obtener el mayor provecho con esa piadosa manifestación.

Es muy cierto que "en un mundo en el que una serie de naciones soberanas compiten y se oponen entre sí por el poder, la política exterior de todas las naciones ha de atender necesariamente a su supervivencia como exigencia mínima",[12] pero estos programas de política exterior en ningún momento deben contemplar la injerencia en intereses nacionales ajenos.

El "interés nacional" se compone, de acuerdo con Morgenthau, por intereses parciales de los grupos hegemónicos que actúan al interior de cada organización social[13] y los intereses planteados por el grupo en el poder que representan la generalidad nacional; este autor nos dice que para el caso de Estados Unidos, que reúne las características antes referidas, este país se ha hecho allegar de aquéllos elementos que le permitan imponer sus propios intereses sobre el resto del mundo; así, "se afirma con frecuencia que la política exterior de los Estados Unidos, no persigue otros objetivos que los de las Naciones Unidas que, en otros términos, la política exterior de los Estados Unidos es idéntica a la política de las Naciones Unidas"[14] y a la inversa, es obvio.

Al igual que la teoría del realismo político es vigente en nuestros días, también lo es el concepto de "interés nacional" expuesto por Morgenthau pues en él nos dice que éste "supone... un continuo conflicto y amenaza de guerra que habrá de ser minimizado mediante el continuo ajuste de los intereses en conflicto a través de la acción diplomática". [15]

Es válido aceptar el concepto realista de la política que en términos estrictos se ha expuesto, nadie puede ocultar ni negar las características que son propias a naturaleza humana, pero considero totalmente ilegítimo el hecho de que tanto éste como el de interés nacional sean utilizados como pretexto para implantar y consolidar hegemonías; menos aún debe aceptarse el que esta doctrina pretenda justificar, desde un enfoque teórico, el diseño de esquemas y principios de política exterior con afanes intervencionistas o de claro sometimiento; en estas condiciones el realismo político es totalmente vigente pero ello no significa que, visto y adoptado de esta manera, deba darse obligada e irrestrictamente, lo que en términos absolutos pretende obtener el concepto no sólo en su diseño sino en su adopción.

El caso concreto de los Estados Unidos de Norteamérica observa en este momento, y a raíz de los atentados terroristas sufridos en su propio territorio, una actitud diferente en el diseño de su política exterior, ahora parece adoptar un esquema completamente nuevo y eleva la lucha contra el terrorismo a la mayor de todas las prioridades; esta nueva política implica la formación de una renovada alianza antiterrorista con Rusia, China, India, así como con la OTAN y varios otros países dispuestos a colaborar, esta reciente alianza entre grandes potencias, indudablemente traerá como consecuencia un nuevo orden internacional con otras mecánicas, objetivos y prioridades que obligarán al sistema de relaciones internacionales, es decir al contexto general de las naciones, a adecuar sus programas, políticas y principios de política exterior a las condiciones y reglas que coyunturalmente sean exigibles.

 

2. Paz y guerra, dos fenómenos omnipresentes.

 

En nuestros días, hablar del sistema de relaciones internacionales obligadamente debe ubicarnos en la configuración de un sistema internacional cuya característica fundamental es el hecho de que se circunscribe en un estadío difícil, marcado por la presencia del fantasma de la ingobernabilidad y la inseguridad para poder establecer un futuro capaz de resolver la grave problemática que ya encierra a la gran generalidad de naciones del mundo, sobre todo en el terreno económico que al final de cuentas es el que provoca las más serias disidencias.

La carrera armamentista, por otro lado, hace lo que le corresponde;  desarrollada también por muchos países del mundo, principalmente los más industrializados y varios incluso con economías débiles, ha caído en la irracionalidad y pone como en antaño en grave peligro la coexistencia pacífica de los países del orbe, además de amenazar la paz mundial y la supervivencia humana.

Pese a los esfuerzos de la Organización de las Naciones Unidas en materia de desarme en un sentido general y completo, y bajo un control internacional, éste sólo sigue siendo una lejana aspiración para los seres humanos amantes de la paz. No obstante que tan importante organización internacional fue creada para la preservación de la paz y la justicia internacionales, su objetivo se ha visto frenado por intereses y posturas diversas; no así, y en medio de los intereses y de las pasiones, intenta enarbolar la ley y la razón como argumentos definitivos para el pleno logro de su cometido.

 

2.1. Las relaciones internacionales contemporáneas.

 

La lucha por el bienestar y el desarrollo no debe ser una competencia entre países, sino una empresa común de la humanidad en la que todos como especie deberíamos estar interesados sin distingo alguno.  Es una empresa que requiere la participación de la humanidad entera porque el destino de los más remotos seres humanos no es ajeno a ninguno de los otros habitantes de la tierra, así como tampoco debe ser indiferente a nuestros propios semejantes.

Alejada de estas consideraciones la realidad internacional que nos ha tocado vivir es absolutamente otra. Pero nuestra época no es la excepción, la historia de la humanidad está impregnada de guerras y conflictos, sólo que hoy las circunstancias son totalmente distintas, adquieren otro matiz dado el nivel de desarrollo de los pueblos, dado inclusive el grado de sofisticación, cada vez en aumento, de las armas que ahora se poseen y dado, sobre todo, el modo de organización que a raíz de la Segunda Guerra Mundial tomó el sistema de relaciones internacionales.

A pesar de que a finales de la década de los 80´s y principios de los 90´s en el siglo pasado, la bipolaridad del sistema internacional parecía ahogarse, la realidad actual parece ser otra en definitiva; el mundo entero se debate, como antes, en una lógica de inestabilidad. El afán imperialista no ha desaparecido dentro de los programas de política exterior de muchas naciones poderosas; ello, antes y ahora, nos ha conducido a vivir en un mundo donde "las violaciones al principio de no intervención siempre se quieren justificar con las supuestas intervenciones del bando contrario, o una ‘solidaridad’ disfrazada". [16]

La competencia desmedida entre potencias -grandes e intermedias- ha obligado a éstas a sostener en mayor o menor escala de desarrollo, una carrera armamentista sin control ni precedentes en la historia humana que tanto como la "guerra fría" coloca en un punto crítico nuestra existencia. Cierto es que aunque para muchos el tema del desarme estaba totalmente rebasado dentro del análisis internacionalista, ahora el destino del planeta sigue en manos de los que poseen armas nucleares y es evidente que son ellos quienes deben "tomar decisiones cruciales que impidan la catástrofe final. Son ellos los que tienen la responsabilidad de actuar conforme al objetivo de eliminarlas en su totalidad"[17] y asegurar, así, la paz y la seguridad internacionales.

 

2.2. La carrera armamentista como freno al desarrollo de los pueblos y grave riesgo para la paz y seguridad mundiales. La historia se repite día con día.

 

A poco más de cuatro décadas de lo que se pensaba sería el conflicto bélico más grave que enfrentaría el mundo, la humanidad entera parece encaminarse a conflictos cuyos efectos rebasan los experimentados con anterioridad e incluso los que alcance nuestra imaginación. El argumento del derecho inmanente de todo Estado a la legítima defensa de su seguridad nacional, basada en la supremacía militar, devino en el pretexto que permitió a las potencias alcanzar en los últimos años un desarrollo en tecnología de armamentos; sobre sus alcances (la destrucción en masa, los efectos climáticos y su costo para el desarrollo, entre otros), se ha hablado ampliamente. Pero, independientemente de que "la utilización de la militarización de la economía /además/ como una fuente importante que aporta ganancias a los monopolios alcanzó su mayor volumen en los años de posguerra"[18] es importante reconocer que ahora es mera y puramente hegemónica, es decir, persigue conforme a los múltiples vías  el control del planeta.

Hoy, pese al hambre, al analfabetismo, la insalubridad, el subdesarrollo, en conclusión las múltiples injusticias, cada cual hace lo suyo; países pobres se empeñan no sólo en acrecentar sino también en producir escandalosamente armamentos; nadie es ignorante ya que hay quienes mantienen fuertes erogaciones bélicas durante largos períodos, como ha ocurrido, por ejemplo, en muchos países del Medio Oriente, del Sudeste de Asia, de América del Sur y del Caribe, donde se perpetúa la pobreza, medida por el ingreso per cápita o por la disponibilidad de bienes y servicios básicos de sus habitantes. Solamente para mediados del año 2001, y de acuerdo a los resultados del Grupo de Alto Nivel comisionado por la ONU para analizar el problema de la Financiación para el Desarrollo, “el diagnóstico sobre el progreso mundial en el desarrollo económico y humano restablece que:

  • El ingreso promedio per cápita a nivel mundial es de 5 mil 709 dólares y el de los países en desarrollo es de 3 mil 102 dólares
  • El promedio de vida a nivel mundial es de 66 años y el de los países en desarrollo es de 64
  • El porcentaje de la población que vive con menos de 2 dólares al día es el 40% a nivel mundial
  • El 17% de la población mundial vive con menos de un dólar al día y el 26% en países en desarrollo
  • A nivel mundial, el 79% de la población es alfabeto y en los países de desarrollo es de 75%
  • En el mundo ocurren 54 muertes infantiles por cada mil nacimientos, en los países en desarrollo fallecen 59 en la misma proporción”.[19]

Irracionalmente, la carrera armamentista llegó a convertirse en la causa-efecto de crecientes tensiones en la comunidad mundial, a las que en su momento llegaron también a sumarse las fricciones y ausencias de diálogo entre el Este y el Oeste; actualmente, pese a que parece haber desaparecido esa bipolaridad que pudo poner al mundo al borde del abismo, la carrera armamentista aún cuando se diga lo contrario sigue constituyendo una seria amenaza ya que en tanto "continúa desenvolviéndose en escala creciente, entraña una amenaza, cada vez mayor, a la paz y la seguridad mundiales. Constituye la causa principal de la desestabilización de la situación internacional, socava los éxitos alcanzados en la esfera de la distensión política, acrecienta el peligro de la guerra nuclear mundial y va acompañada de un ininterrumpido incremento de los arsenales bélicos, que ya en la actualidad son enormes".[20]

Lo que es importante mencionar y dejar bien claro aquí es el hecho de que el mismo desarrollo de la carrera armamentista, invariablemente ascendente aún en nuestros días, lejos de propiciar el clima de seguridad que tanto se ha buscado provoca que el equilibrio en el sistema de relaciones internacionales se ubique -o pueda ubicarse- en un punto verdaderamente frágil y, desde luego, repercuta en el desarrollo general de los pueblos.

Efectivamente, dada la incisiva miseria en que se encuentran inmersas muchas naciones del orbe, es preciso reiterar que "no existe nada más insultante que el derroche armamentista para un mundo donde las dos terceras partes de su población -estoy seguro-, vive en la pobreza; tampoco parece creíble que a la par con el dispendio económico, un gran número de hombres de ciencia dediquen sus esfuerzos a proyectos militares, en lugar de dedicar sus inteligencias a la solución de los graves problemas que aquejan a la humanidad"[21]. Lamentablemente, hoy la economía de guerra, que propicia una aceleración económica, pareciera ser la solución a la reactivación del desarrollo.

En tiempos en que debiéramos identificarnos más con la vida que con la destrucción, la carrera armamentista es vista como el gran negocio que no depara en emplear todas las coyunturas posibles para favorecerse con sendas plusvalías que en mucho superan a los costos de producción; es claro que esta industria "también hace lo suyo para provocar guerras y conflictos que consuman su producción, ya que hay países que obtienen pingües ganancias provocando luchas armadas, mientras se horrorizan cuando esto ocurre.

'Este aspecto histórico probado hasta la saciedad es el de las grandes economías de guerra, y así cuando hay una crisis productiva en una gran nación o en varias, surge de la nada el fantasma de la guerra y el aparato productivo se lanza al frenesí de crear bienes para que se destruyan de inmediato, con objeto de sustituirlos en forma reiterada, creando de esa manera la industria de la destrucción y de la muerte.

'Frente a esta realidad, el cinismo, el doble lenguaje y la aparente cerrazón de sus dirigentes siguen llevando a los pueblos al sacrificio y a la masacre, en una conducta que no podemos tolerar y que debe ser normada por los pueblos del mundo entero, que son las verdaderas víctimas, y no por las burocracias cómplices o encubridoras de sus verdugos, las cuales, hasta hoy, de nada han servido para castigar a los verdaderos culpables de las masacres..."[22]

Para darnos una idea de lo que representa el gasto armamentista, y en el contexto mexicano, uno solo de los llamados misiles “Tomahawk”, usados con gran preferencia por los Estados Unidos en sus operativos bélicos, “valuados en 9 millones 370 mil pesos, compraría aquí 50 mil 243 canastas básicas nutricionales, cuyo costo por unidad/día –en caso de que una familia de cuatro miembros pudiera adquirirlos-, equivale a 186 pesos con 149 centavos, según la Universidad Obrera de México. Esto significa que el precio de un “Tomahawk” bastaría para alimentar a una familia mexicana ¡durante 137 años y 7 días!”.[23]

Por todo lo anteriormente expuesto, el desarme se constituye como requisito fundamental para la paz y seguridad mundiales, así como alternativa para el desarrollo y la misma supervivencia humana. Desafortunadamente, a la fecha nada se ha hecho y con seguridad no se podrá hacer en muchas décadas más.  De nada han servido los grandes encuentros, las retóricas y buenas para nada mesas redondas -y apruebo el calificativo pues no salen de "su círculo"-, que por cierto tanto cuestan y además seguramente no son financiadas con recursos de sus promotores que sólo buscan la exhibición y el ridículo protagonismo, sino con recursos producto de la marginación de aquéllos que sí creen en la paz y esperan aún de ella.

Simposios van, reuniones y encuentros vienen y las conclusiones son las mismas y, es más, no siempre las hay pues decir que el fantasma de la desconfianza sigue presente o que la discusión sigue abierta no significa concluir; todos ellos son eventos para lucir, eminentemente personalistas, son pocas las estrellas y muchos los espectadores, los primeros por cierto muchas veces nada tienen que ver con la realidad histórica que vivimos y los segundos casi siempre se quedan estupefactos por tanta ineptitud o tanta fantochería. Desarme y más desarme, declaraciones y más declaraciones, fotos dando de comer a un niño desnutrido que jamás pensó aparecer en las primeras planas o en los "close up" de los más connotados noticieros, conmovedor de veras (¡vaya manera!), pero cínico para aquéllos que tenemos los pies sobre la tierra, ¿y lo demás?, amigo lector que ahora tienes mis notas en tus manos, te invito a que demos un vistazo a Somalia, Zaire, o Afganistán, por citar algunos, es más tal vez ni siquiera tengamos que ir tan lejos, donde pese a la presencia de "fuerzas multinacionales" hay hambre, hay muerte, hay también destrucción, todo gracias a la negligencia y la irracionalidad.

 

2.3. El desarme como prioridad.

 

A pesar de la enorme responsabilidad que tienen las potencias en la causa del desarme y en virtud de los efectos que en su seguridad, economía y capacidad de autodeterminación ha causado la creciente carrera armamentista en todos los países del mundo, el desarme ha dejado de ser un asunto que les competa de modo exclusivo a aquéllas. En la tarea del desarme estamos directamente involucrados todos los seres humanos y está de por medio nuestra supervivencia.

Quienes se dedican hoy a la producción y adquisición de armamento "tienen la responsabilidad de poner fin a sus ensayos nucleares como un paso significativo encaminado a contener la carrera de armamentos nucleares... tienen la obligación especial de iniciar /y reiniciar cuantas veces sea necesario/ un proceso de desarme nuclear mediante la cesación inmediata de sus ensayos nucleares"[24] que tan graves consecuencias han traído para el entorno ecológico y conservación del planeta. En efecto, hoy, "para la humanidad contemporánea no existe /o mejor dicho no debe existir/ otra tarea más seria y apremiante que la de poner fin a la carrera armamentista y alcanzar el desarme real. De la solución que se le dé a este problema global depende la paz y  la seguridad internacionales".[25]

No existe la menor de las dudas que en un momento como el nuestro, críticamente caracterizado por la ausencia de acciones que pudieran dar efectivamente frutos y que parece provocar el retorno a los esquemas de tensión mundial característicos del período de Guerra Fría, se hace necesario emprender un nuevo esfuerzo que facilite una real negociación y un acuerdo sustancial entre los países poderosos -a la par potencias nucleares-, además de todos aquéllos países que poseen no sólo este tipo de armamento, sino también del orden químico y bacteriológico pues  en nuestros días, la cantidad y tipo de armas existentes, así como los efectos reales -no posibles- de éstas sobrepasan, en mucho, a las bombas atómicas utilizadas en Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945.

 

2.4. El período de posguerra y la creación de la Organización de las Naciones Unidas y los organismos especializados.

 

2.4.1. ¿Qué es la Organización de las Naciones Unidas?

 

Hablar de la Organización de las Naciones Unidas, nos hace reflexionar sobre el surgimiento del organismo mundial que, a mediados del siglo pasado, años nació entre las cenizas aún vivas de la Segunda Guerra Mundial, en un momento en que se puso fin a esta contienda a consecuencia del poder dantesco de las armas nucleares que fueron arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki durante los primeros días del mes de agosto de 1945, y que obligaron a la capitulación incondicional de Japón.

Al conocer el fin de la guerra todo el mundo se desborda en una singular alegría y en un ambiente de optimismo. Había que reestructurar el sistema internacional, había que impregnar de un nuevo matiz las relaciones internacionales en su conjunto; había que dar vida a ese nuevo organismo cuya función se circunscribía en proporcionar la ayuda suficiente y necesaria para facilitar "el papel y las funciones de los diferentes tipos de actores que interactúan en el seno del sistema internacional". [26]

Empezaba una labor nada fácil, ardua y de gran alcance, que pretendía dar a la civilización mundial un sentido capaz de alentarnos a existir y luchar por su consolidación. Había motivos de sobra para sentir y pensar que la humanidad se vería transformada a la sombra de esta nueva organización multinacional. Sin embargo, la dura realidad comenzó, poco a poco, a desvanecer los sueños; muy pronto se puso de relieve el desencanto; poco a poco también se fue fomentando el pesimismo. La tendencia que hoy se observa en el nuevo contexto internacional no es nada alentadora.

Todos sabemos que a causa de los múltiples antagonismos, ilógicos e inconscientes, que se suscitan a raíz de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo el que se diera tan encarnizado y amenazante entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, y los que hoy toman parte en la escena mundial, colocan al planeta entero en un camino que puede conducirle al desastre; todos vemos que nuestro mundo, que en su mayoría busca la seguridad, sólo se deteriora cada vez más con el aumento desmedido del gasto armamentista de muchos países; todos sabemos, ahora, que desde que se diera fin a la segunda conflagración mundial en 1945, no ha habido momento alguno en que no se presenten distintas situaciones en los ámbitos regionales que ponen en grave peligro la paz internacional. ¿Cuáles son entonces las funciones de la Organización de las Naciones Unidas?, ¿cumple este organismo internacional real y eficazmente con los fines para los que fue creado?, ¿su acción representa una auténtica garantía para la seguridad mundial en nuestros días? Veámoslo más claramente.

A raíz de la Segunda Guerra Mundial, por sus consecuencias y panorama devastador tanto en lo físico como en lo político, económico y social de los países que participaron en ella, sin olvidar desde luego los efectos nocivos que tuvo en el contexto general de las naciones, existían razones muy poderosas que pesaban en el ánimo de la humanidad como para alentar el optimismo; dos guerras mundiales habían desolado al orbe durante la primera mitad del siglo XX y todo el mundo tenía muy fresco el recuerdo de la segunda; se tenía, además, la experiencia de la vieja sociedad ginebrina y se trataban de evitar al máximo sus errores.

Lo importante ahora, era que los Estados medianos y pequeños tendrían mayor ingerencia en la elaboración de la Carta que la que tuvieron en la redacción del Pacto de la Sociedad de Naciones. Lo fundamental, también, era que la paz ya no se concebía como un problema exclusivamente político, sino que había que apuntalarla con la cooperación en los aspectos económico, social, cultural y humanitario y mediante el respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos; ahora el uso de la fuerza y hasta la amenaza misma se señalaban como incompatibles con los propósitos de la nueva organización; ahora había que buscar la universalización y evitar el ejemplo de una liga que nunca dejó de ser propiamente europea.

Pero en la planeación del nuevo sistema internacional, ubicado en la posguerra, el aspecto predominante es el económico. Los casi siete años de guerra debilitaron a los países participantes en ella repercutiendo, como es lógico, en el ámbito económico de todas las naciones del mundo. Se ha afirmado siempre que mientras la autonomía económica no se haga presente difícilmente podemos hablar de autonomía política, y, por ende, de soberanía.

De esta forma, "el predominio del sistema económico internacional y las relaciones económicas internacionales como determinantes principales de la política internacional, es evidente, por ejemplo, dentro de las relaciones entre países industrializados del centro y los de la periferia dependiente y subdesarrollada".[27] Es por ello que la Carta de la Organización de las Naciones Unidas retoma este fundamental aspecto y es en este sentido, también, que "la economía política es así el instrumento de estudio por excelencia de la realidad internacional. El sistema económico internacional y las relaciones económicas internacionales adquieren de esta forma su verdadera dimensión y aparecen cada vez más como los determinantes fundamentales de la política internacional",[28] lo que obliga a que la Organización de las Naciones Unidas integre organismos especializados como "el Fondo Monetario Internacional y la Banca Internacional o el Banco Mundial".[29] El primero busca, entre otras cosas, "promover la cooperación monetaria internacional; facilitar la expansión del comercio internacional... evitar las devaluaciones competitivas"[30], mientras que el segundo "fue instituido en Bretton Woods para complementar las actividades del Fondo Monetario Internacional".[31]

Para cumplir de mejor manera su cometido, la Organización de las Naciones Unidas cuenta con "agencias especializadas de todas clases para coordinar el conjunto de sus actividades",[32] ellas son:

  • La organización Mundial de Comercio (OMC), que entró en funciones en 1995 en sustitución del Acuerdo General Sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT), que funcionaba desde enero de 1948 como único instrumento multilateral de normas sobre comercio internacional. La idea central de la OMC es liberalizar el comercio mundial y establecerlo sobre una base segura, contribuyendo así al crecimiento económico y al desarrollo y bienestar de los pueblos del mundo, al establecer normas y disciplinas para la conducción del comercio mundial;
  • El Alto Comisariado de las Naciones Unidas para Refugiados, UNHCR, encargado de promover la protección de los refugiados;
  • La Agencia Internacional de Energía Atómica, IAEA, encargada de promover el empleo de la energía nuclear para fines pacíficos;
  • La Asociación Internacional de Desarrollo, AID, encargada de promover el desarrollo económico de los países miembros mediante financiamientos menos gravosos que los préstamos convencionales;
  • El Banco Internacional para Reconstrucción y Desarrollo, BIRD, fundado en 1945, mismo que tiene como finalidad promover el desarrollo económico de los países miembros a través de la asistencia técnica y préstamos directos a los gobiernos o empresas con garantía gubernamental;
  • Las Comisiones Económicas, encargadas de estudiar los problemas económicos de cada región y recomendar políticas para solucionarlos;La Conferencia de las Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo,  UNCTAD, encargada de desarrollar políticas coordinadas que aceleren el desarrollo económico de los países afiliados;
  • La Corporación Financiera Internacional, IFC, que auxilia a los países miembros menos desarrollados suministrándoles capital de riesgo sin garantías del gobierno y para lograr el crecimiento de la productividad privada;
  • El Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola, FIDA, encargado de financiar proyectos de desarrollo agrícola con el objetivo principal de lograr la producción de alimentos en países menos desarrollados;
  • El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, que promueve el bienestar del niño en todo el mundo y ayuda a la infancia desamparada, especialmente en los países en desarrollo;
  • La Organización de Alimentación y Agricultura, FAO, que ayuda a los países a que aumenten su producción de alimentos y mejorar su distribución;
  • La Organización Internacional de Aviación, ICAO, que desarrolla las técnicas de la navegación aérea internacional y ayuda en la planeación y perfeccionamiento del transporte aéreo internacional;
  • La Organización Internacional del Trabajo, OIT, que promueve modelos decentes de vida, condiciones satisfactorias de trabajo y salario y oportunidades adecuadas de empleo, así como desarrollar normas laborales internacionales y ofrecer asistencia técnica a los gobiernos;
  • La Organización Marítima Internacional, IMO, que promueve la cooperación sobre cuestiones de navegación internacional, controlar la contaminación marítima y proteger el equilibrio de la fauna marítima;
  • La Organización Meteorológica Mundial, OMM, que ayuda en mejorar el intercambio de informaciones metereológicas y sus aplicaciones;
  • La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, WIPO, que promueve la protección de la propiedad intelectual a través de tratados multilaterales, abarcando los derechos autorales artísticos como la propiedad industrial, marcas registradas, etc.;
  • La Organización Mundial de la Salud, OMS, que dirige y coordina trabajos internacionales en el área sanitaria;
  • La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura, UNESCO, que busca ampliar las bases de la educación en el mundo así como llevar los beneficios de la ciencia a todos los países y fomentar el intercambio y la divulgación cultural;
  • La Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial, UNIDO, que ayuda en la industrialización de los países en desarrollo a través de la asistencia directa y de la movilización de recursos nacionales e internacionales;
  • El Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas, PDNU, que busca incentivar la capacidad de producción de los países en desarrollo, a partir de sus recursos naturales y humanos;
  • La Unión Internacional de Telecomunicaciones, ITU, que busca incentivar la cooperación mundial en el uso de las telecomunicaciones, promover el desarrollo técnico en ese sector y armonizar las políticas nacionales en esa área, y
  • La Unión Postal Universal, UPU, que busca unificar la política postal, garantizar la libertad de tránsito para el correo, arbitrar disputas en ese sector y promover el desarrollo de los servicios postales.

Aun cuando en teoría la ONU al interpretar y aplicar los artículos de la Carta en actuaciones de conflicto debe tomar una posición neutral y debido a que la sede de la Organización se encuentra en la ciudad de Nueva York, su funcionamiento ha sido motivo de serias críticas pues presuntamente "beneficiado por el apoyo de la mayoría de los miembros de la ONU, los Estados Unidos utilizan la Organización dentro de la prosecución de sus intereses nacionales".[33]  Ello puso siempre en plan de duda el buen desarrollo e imparcialidad de la Organización sobre todo en el período de la Guerra Fría y la cúspide del conflicto entre las dos superpotencias que bipolarizaron, durante casi medio siglo, el sistema de relaciones internacionales;  además, a pesar de que las naciones en vías de desarrollo -mal llamadas "Tercer Mundo"-, están ampliamente representadas en la Organización y tienen -por ser mayoría-, una "voz preponderante en el Consejo Económico y Social",[34] son los intereses de las grandes potencias occidentales quienes dictan la línea a seguir, es decir, "los instrumentos de intervención de que los dota la Organización -PNUD, CNUCED- dependen, para su buen funcionamiento, de las contribuciones de países desarrollados".[35]

 

2.4.2. El papel de la Organización de las Naciones Unidas en nuestros días. ¿Y el desarme y la paz?

 

No cabe la menor de las dudas que al crear la ONU se pensó, por muchos, que se tenía una organización mundial resuelta y capaz de preservar al planeta lejos del fantasma de la guerra y de fomentar entre los Estados relaciones de amistad fundadas en el principio de "igualdad de derechos". Es bien sabido que un mundo pacífico es el objetivo supremo de las Naciones Unidas; sin embargo, desde su fundación vemos que ha habido un sinnúmero de guerras más cuyas víctimas superan por mucho las habidas en la Segunda Guerra Mundial.

Actualmente, con una visión crítica de la problemática mundial, debemos aceptar que en este mundo de creciente interdependencia pero también de bloques y en el que las violaciones al principio de no intervención siempre se quieren justificar con las supuestas intervenciones del bando contrario, o de una "solidaridad" disfrazada, no sabe uno realmente cuando el conflicto, originalmente limitado, vaya a adquirir proporciones mundiales.

En realidad en cuanto a la ONU se refiere, a su funcionamiento y logro de sus objetivos, hay mucho que desear. No obstante que una de las tareas básicas de este organismo mundial es promover el progreso y elevar el nivel de vida de los pueblos, así como realizar la cooperación internacional en la solución de problemas de carácter económico, social, cultural o humanitario, la meta parece cada vez más distante. Ahora más que nunca, y lo vemos y sabemos a diario por los medios de comunicación, muchas naciones se ven afectadas adversamente por decisiones ajenas. Las medidas que adoptan unilateralmente algunos países, haciendo caso omiso de los efectos nocivos que puedan producirse en otros, sólo debilitan la cooperación económica y perjudican el desarrollo general de los pueblos. Observamos, en efecto, un panorama nada halagador en el mundo  de nuestros días; parece que la cooperación internacional, en lugar de fortalecerse, acusa un serio retroceso.

Pese a que desde un principio el desarme ha sido uno de los principales objetivos de las Naciones Unidas y según se ha dicho, quizás como esfuerzo, haya sido la actividad más constante de la Organización, los gastos militares siguen en ascenso tanto como la sofisticación del armamento y la astronómica cantidad que alcanzan cada año se ve, siempre, rebasada por la cantidad que a ello se destina al año siguiente.

Aunque la Organización de las Naciones Unidas manifestó su posición respecto de las armas nucleares, desde su Primera Resolución adoptada el 24 de enero de 1946 y obtuvo significativos logros en su Primera Asamblea General Extraordinaria dedicada al desarme, realizada en 1978, en el sentido de crear el Departamento de Asuntos de Desarme, es necesario destacar que en la Segunda Asamblea Extraordinaria sobre la materia realizada en 1982 no hubo, en realidad, acuerdos sustanciales como tampoco los hubo en años posteriores.

Organizaciones independientes han encaminado importantes esfuerzos en materia de desarme, independientemente de las acciones de las Naciones Unidas, entre las que destaca la efímera organización internacional Parliamentarians Global Action (antes Parliamentarians for World Order) que propusiera la Iniciativa de Paz de los Cinco Continentes signada por los Primeros Ministros y Jefes de Gobierno de Argentina, Grecia, India, México, Suecia y Tanzania en mayo de 1984 y que para verificar el avance de sus diferentes acciones llegó a realizar varias reuniones: la primera en Nueva Delhi, India el 28 de enero de 1985; la segunda en Ixtapa, México, los días 6 y 7 de agosto de 1986; y la tercera y última más conocida en Estocolmo, Suecia, los días 21 y 22 de enero de 1988 que llegó a motivar a la opinión pública sobre el delicado y determinante tema del desarme e influir de alguna forma en acciones tomadas al respecto por parte de algunas naciones.  De pronto la luz de la motivación o el interés sobre el problema parece apagarse, la producción de armas continuó su curso, su tráfico siguió siendo un negocio generador de excelente plusvalía.

Realmente, "la proliferación de armas nucleares es desafortunadamente una realidad, se requiere de grandes esfuerzos a todos los niveles posibles para poner fin a este aterrador proceso... mediante la participación en las negociaciones de los miembros actuales y los potenciales del creciente *club nuclear*".[36]

En materia internacional, y específicamente en el tema de desarme, la situación toma hoy una connotación distinta, por ello, al hablar de "negociación" entre los "grandes" se debe partir del entendimiento de que "ni una gran conferencia ni una serie interminable de pequeñas conferencias significan negociación. Negociación significa razonar juntos, continuamente, en todo nivel, más que ocuparse de intercambios de retórica, más que negociar acerca de negociar. Significa desprenderse de los temores y odios histéricos originados por los dogmas y las actitudes petrificadas que se enraizan en el status quo".[37] ¿Esto es realmente posible?, ¿podremos saber, desde una óptica futurista, cuál será la conducta de las grandes potencias mundiales? En este caso, mejor es dejar que la historia nos dé su veredicto, pues cuando la teoría no da para convencer sólo nos  resta esperar por el curso de aquélla para reafirmar o desechar lo que hemos planteado y replanteado en el análisis y estudio académico una y otras veces más.

Hay que reconocer que en el horizonte mundial nuestra época es turbulenta. Vivimos tiempos de desajustes, de intransigencias e intolerancias; épocas de ambiciones desatadas; de maniobras que no tienden sino a aumentar la potencia propia, con menoscabo de la independencia de los demás y de sus oportunidades de desarrollo. Son épocas de egoísmo inconmovible que no concibe la colaboración sino como un pretexto para alcanzar ventajas unilaterales. Es momento, en fin, de que los países del orbe -y sobre todo las superpotencias- se encasillan en sus propias conveniencias y, ciegos ante las necesidades del mundo, se afanan en pos de conquistas que los engrandezcan a costa de los otros miembros de la comunidad internacional, a costa, incluso de la misma supervivencia humana.

Pero debemos reconocer, también, que la Organización de las Naciones Unidas no es la culpable de este panorama en verdad desolador; lo fuera, tal vez, si se tratara de un gobierno mundial o de un super Estado, lo que jamás será posible dadas las características propias de cada nación del orbe, circunscritas en costumbres diversas, historias distintas, conceptos opuestos, modos de vida heterogéneos, visiones del mundo contrarias y creencias exacerbadamente plurales; podemos concebir, sí, el sistema de relaciones internacionales como una "totalidad" en la que se vele por el interés general de los países que lo componen, pero no de un "sistema político universal" en el que la globalización se traduciría en la absoluta sumisión de los débiles como esencial y poco seductora característica, jugaríamos nuevamente al irrepetible juego del siervo y el señor feudal.

La Organización de las Naciones Unidas sólo es lo que sus miembros quieren que sea, y es ahí donde los seres humanos de todas las naciones, de todos los continentes, de todo el mundo, debemos luchar para que se le permita desempeñar el legítimo papel que le corresponde en el mantenimiento de la paz y en la consecución de la justicia internacional.

Los actuales momentos que vivimos exigen que la organización rediseñe sus funciones, pues su presencia parece ya carecer del poder suficiente y, en momentos, se observa con claridad cómo carece de poder suficiente como para influir sobre la realidad que  vivimos la que, desde cualquier perspectiva, amerita, ante la presencia de nuevas guerras, la recomposición geopolítica del mundo ya que ellas están transformando, y de qué manera, la correlación de fuerzas dentro del sistema internacional.

Si vivimos en un mundo que debe liberarse en muchos aspectos, no debemos ver la liberación en la industria mundial de la destrucción, como tampoco en la utilización de fondos para promover la guerra; no debemos ofrecer la libertad en la distribución consternadoramente desigual de los recursos de nuestro mundo; debe haber liberación y usar la ciencia y la tecnología para la paz y el desarrollo y no para la guerra; la libertad debe asegurar una distribución más justa de los recursos mundiales de manera tal que todos los habitantes del mundo tengan alimentos, vivienda, salud y fundamentalmente educación, elemento este último único y esencial para retroceder en la penosa carrera de las armas y de los otros tantos anacronismos que hoy ya nos afectan y parecen no tener solución.

Nuestra apreciación de la realidad actual debe enriquecerse y ampliarse exigiéndonos una rigurosa interpretación de la crisis contemporánea; una crisis que ha hecho del mundo actual un agar sembrado de inconformidad y divergencias donde entre lo dicho y lo hecho existe una sola cosa: profunda diferencia; una crisis que ante su configuración enmarcada en la equivocación y el desaliento sólo espera ya la dura e inequívoca manifestación de la Historia; en conclusión, una crisis que presupone, desde Hiroshima, la posibilidad y la probabilidad de la destrucción de la vida; una crisis que plantea, desde Nagasaki, el sometimiento de la ciencia a la destrucción; una crisis que corrobora desde Bosnia-Herzegovina el desaliento humano; una crisis que demuestra, desde Zaire y Somalia, el imperio de la carencia de valores; una crisis que nos reitera desde las Torres Gemelas de Nueva York el grado de desquiciamiento humano; una crisis que nos recalca desde Afganistán  e Irak la urgencia de transformar al mundo; una crisis que nos exige, ya, darlo todo por la paz.

 

Notas

[1] Morgenthau Hans J. La Política entre Naciones, una Teoría Realista de la Política Internacional. En Hoffman Stalney H., "Teorías Contemporáneas sobre las Relaciones Internacionales", Madrid, España, Editorial Tecnos, 1963, pág. 86.

[2] Ibid, pág. 86. /Enfasis personal/.

[3] Ibid, pág. 87. /Énfasis personal/.

[4] Ibid, pág. 89.

[5] Ibid, pág. 90.

[6] Ibid, pág. 93.

[7] Ibid, pág. 94.

[8] Ibid, pág. 95.

[9] Ibidem.

[10] Ibid, pág. 96.

[11] Ibid, pág. 100. /Enfasis personal/.

[12] Morgenthau Hans J.  Otro Gran Debate: el Interés Nacional de los Estados Unidos. En Hoffman Stanley, Teorías Contemporáneas…, pág. 107.

[13] Cfr. Con Silva Michelena, José, Política y Bloques de Poder…Op. Cit..

[14] Morgenthau, Hans J. Otro gran debate..., pág. 111.

[15] Ibid, pág. 113.

[16] Baruch, Bernard. La Guerra Fría. En Orozco, José Luis, “El Testimonio Político Norteamericano: 1890-1980”, Tomo II, México, Secretaría de Educación Pública-U.N.A.M., 1982,  pág. 134.

[17] Declaración de Estocolmo. En Comercio Exterior, B.N.C.E., Vol. 38 No. 2, México, D.F., febrero de 1988, pág. 167.

[18] Faramazián, R. El Desarme y la Economía. Moscú, Editorial Progreso,  pág. 183. /Enfasis personal/.

[19] Alcántara,  Liliana y Ochoa,  Jorge Octavio. Exponen a ONU plan antipobreza. México, D.F., El Universal,  29 de junio del 2001, pág. 13.

[20] Faramaziám, R. El Desarme…, pág. 4.

[21] Díaz Garibay, Felipe. Cooperación y Conflicto en las Relaciones Internacionales. En el Curso Propepedéutico 1988 de la Maestría en Relaciones Internacionales, México, D.F., Facultad  de Ciencias Políticas y Sociales de la U.N.A.M., 25  de junio de 1988, pág. 8.

[22] Gertz Manero, Alejandro. Pueblo Masacrado. México, D.F., El Universal, 19 de septiembre del 2001, Sección A,  pág. 30.

[23] Cerda Ardura, Antonio. La guerra que falta contra el hambre. México, D.F., Revista Siempre, 7 de noviembre del 2001, pág. 29.

[24] Declaratoria de la Reunión del Grupo de los Seis. En Comercio Exterior, B.N.C.E., Volumen 36, No. 8, México, D.F., agosto de 1986, pág. 665. /Enfasis personal/.

[25] Faramazián, R. El Desarme…, pág. 3. /Enfasis personal/.

[26] Holly, Daniel A. LÓNU, le systeme économique internationale. En Philippe Braillard, Théories des Relations Internationales, Paris, France, Collection Thémis, PUF, 1977, pág. 362.

[27] Ibid, pág.  357.

[28] Ibid, pág. 356.

[29] Ibid, pág. 364.

[30] Ibidem.

[31] Ibidem.

[32] Ibid, pág. 368.

[33] Ibid, págs. 369-370.

[34] Ibid, pág. 371.

[35] Ibidem.

[36] Declaratoria de la Reunión del Grupo de…, pág. 664.

[37] Mills, C. Wright.  La reconquista de la razón. En Orozco,  José Luis, El testimonio Norteamericano…, pág. 172.