Ideario

 

 

P

PARTIDOS POLITICOS

 

 Aunque en el campo de la Ciencia Política no podemos hablar de una teoría general de los partidos políticos, los estudios comparativos realizados a la fecha sí nos ofrecen parámetros de aceptable valor científico. Hablar de partidos políticos no es fácil, sobre todo si consideramos el aspecto complejo y cambiante del terreno social donde muchas veces los postulados emitidos quedan totalmente eliminados cuando al creer haber concluido la formulación de una teoría, surgen nuevos planteamientos, nuevas interrogantes que hacen necesario iniciar de nueva cuenta su discusión y tratamiento, dentro de otro ángulo y perspectiva.

 

 La Sección permite y facilita la afiliación política directa y nos apoya en la mejor organización de nuestra militancia, misma que posee una categoría especial pues ésta constituye el núcleo de los elementos de base y sobre ella descansan todas las actividades especiales del Partido sin excepción alguna; es precisamente la Sección la promotora de nuevas adhesiones, la voluntaria comprometida en las tareas arduas y difíciles, la propagandista espontánea, la más esforzada en la lucha electoral y, lo más importante, el vientre generador de votos; reconocer hoy su trabajo y proyección como estructura fundamental de nuestro instituto político constituye, más que moda pasajera, una actitud de elemental justicia.

 

 Porque la vía pacífica está abierta por nuestro régimen de derecho, la lucha personal o faccional no ha de crecer al amparo del descontento popular, ni la tarea ideológica debe ser confundida con la autodenigración; precisamente porque en México tenemos partidos políticos con doctrina y acciones revolucionarias, por ello, precisamente por ello, deberíamos estar a salvo de la confusión y el desorden.

 

 Hoy, vale la pena preguntarse si los partidos políticos son el mecanismo ideal para esta gran empresa, es decir si constituyen ya en nuestros tiempos la mejor de las alternativas para elegir y tener gobernantes verdaderamente comprometidos con los intereses generales de los pueblos que buscan gobernar. Bastante criticable en término resulta hoy la manera de hacer las cosas  de muchos partidos, incluso de México; su actitud cerrada al futuro en mucho desgasta a las sociedades, tanto como los vicios generados en sus estructuras que los hacen caer en una paradójica antidemocracia aún cuando en sus siglas ostenten ser democráticos, y prostituye la vida institucional del Estado moderno pues tal parece que la realidad social que viven, y es mas provocan, no les da el suficiente material para crear nuevas doctrinas, nuevos principios, nuevas plataformas electorales, nuevos fines, nuevas formas de creer y hacer la política; su férrea pasión por las viejas prácticas y los viejos y desgastados postulados les obliga a dar soplidos estériles a las cenizas, añoran el pasado y viven en él cuando en realidad deberían vivir el presente y añorar más lo ya vivido, lo que es desconocido para ellos y se inscribe en las líneas del impredecible futuro.

 

 Los partidos políticos del mundo deben olvidar las maquilladas y el paliativo, la sociedad es ya muy incrédula; estas tácticas no hacen más que profundizar las heridas; todos los partidos, sin excepción, tienen mucho que hacer pues vasto es el material que les ofrece el laboratorio de la vida. Los partidos políticos surgen de la necesidad de presentar opciones de participación política formal como canales de expresión y desahogo de la intuición y naturaleza política del ser humano y por ningún motivo deben convertirse en canales de represión, extorsión o divisionismo.

 

 No hay duda que cuanto más se identifica un partido político con los intereses comunitarios nacionales, más representa objetivamente la voluntad popular; pero también no hay duda que cuando más se aleja un partido político de esos intereses, más crece también la inconformidad y esa voluntad ganada se hace apática o incrédula y es, justamente, el momento en que más se interesa un partido político por mantener esa voluntad en sus aras mediante cualquier medio y a cualquier costo, sin tomar en cuenta que es más fructífero dejar una idea en una cabeza que una moneda en el bolsillo; no es lo mismo obtener la voluntad popular mediante el convencimiento real que obligarla a estar a base del manejo involuntario.

 

 Muchos partidos políticos en el mundo han caído en nuestros días ya en actitudes –parece mentira-, totalmente apolíticas, porque no puede ser político aquello que se opone al bienestar social y a la participación política de los cuadros que integran las sociedades y los propios partidos, no puede ser político y democrático lo que se parta del sentir social y menos puede serlo aquello que niega las posibilidades de participación a quienes con ese fin llevó consigo.

 

 Producto del alejamiento, de los partidos, del verdadero sentir social deviene la ausencia de credibilidad y, con ello, muchas veces, el derrumbe institucional, ése que es necesario para inducir los cambios, para hacer posible la historia, para lograr que el mundo continúe; ése que es necesario para responder a las fracasadas y vanas pretensiones de quienes piden limosna de legitimidad. Los partidos del mundo, y de México también, deben darse cuenta de que sus militantes son algo más que simples miembros y que con ellos se forman los núcleos y elementos de base y sobre ellos descansan las actividades especiales de todos los partidos políticos; deben reconocer que son ellos los que les apoyan en las urnas en los momentos decisivos; así las cosas yo me pregunto incansablemente: ¿porqué?, pero no porqué tanto sucede, sino, ¿porqué tanto se tolera? 

 

 Los partidos políticos, tienen su razón de existencia. Yo me pregunto también: ¿cuál podría ser la otra, o las otras formas e organización política que  nos permitan elegir de menor manera a los gobernantes?; el antipartido también se ha manifestado como alternativa. Al hombre le caracteriza su alto espíritu gregario y político; hoy el mundo se convulsiona y se convulsionará más, claro está, yo les pregunto a quienes se tomen la molestia de escucharme esta mañana, aquí en Zamora, Michoacán, ¿vale la pena afiliarse, militar, dar el voto y creer en partidos que, de hecho, no hacen bien las cosas? Cada día el abstencionismo aumenta en proporción considerable en muchas naciones, qué pena, y digo qué pena porque entonces toda esa masa que en el mundo se abstiene, que en el mundo ha dejado de creer, que en el mundo ha dejado de esperar, debería saciar su sed de justicia, participación e integración, ¿cómo?, constituyendo, alejados de toda opción existente, una opción más sujeta a la primacía y grandeza que sólo da el libre pensamiento.

 

 Lo realmente preocupante hoy no es tanto el observar que cada vez es mayor el número de países que se hunden en la ingobernabilidad, sino realmente que no somos capaces de discernir en la confección de un nuevo pensamiento político acorde al siglo venidero en cada país, en cada pueblo, con base en su propia historia, pero no la pasada, la que ya es ceniza, sino la que estamos viviendo y haciendo día con día, en este momento inclusive; justamente en esto estriba la crisis existencial que hoy viven muchos partidos políticos en el mundo, es preocupante a grado tal que vale la pena preguntarse:   ¿acaso la realidad social que observan y viven, que es más provocan, no les da para crear lo nuevo, lo que inevitablemente debe venir si queremos que el mundo continúe?

 

 Lo cierto de todo es que la política existe para solucionar conflictos, esos que irremediablemente ofrece la nada sencilla convivencia humana, se nos presenta como un medio ideal para hacer un tanto más llevaderas las relaciones al interior de los grupos sociales. No obstante, la realidad se manifiesta distinta. Los partidos políticos surgen de la necesidad de presentar opciones de participación política, como canales de expresión y desahogo de la intuición y naturaleza política del ser humano, y por ningún motivo deben convertirse en canales de represión,  extorsión o disgregación social. 

 

 No hay duda de que cuanto más se identifica un partido político con los intereses comunitarios nacionales, más representa objetivamente la voluntad popular; pero, también, no hay duda de que cuanto más se aleja un partido de esos intereses, más crece también la inconformidad y esa voluntad ganada se hace apática o incrédula, y es justamente el momento en que más se interesa el partido político por mantener esa voluntad en sus aras mediante cualquier medio. No es lo mismo obtener la voluntad popular mediante el convencimiento real que obligarla a estar a base del manejo involuntario, valga decirlo; este es un fenómeno muy común en nuestros días y sobre todo en países u organizaciones sociales de baja o escasa cultura política.

 

 Pero, en la actualidad, son muchas las causas que llevan al hombre a mostrarse apático a la actividad política, a renunciar incluso a una membresía partidista. Hoy en día sí vale la pena preguntarse sobre cuáles son las causas que mueven al individuo a firmar su cédula de filiación a un partido político, más lo vale el cuestionarse sobre las razones que llevan a éste a renunciar a esta membresía, a cambiar de bando como vulgarmente se dice o incluso a manifestarse públicamente y en las urnas  en contra de una determinada organización política.

 

 Producto del alejamiento de los partidos del verdadero sentir social, deviene la ausencia de credibilidad y con ello, muchas veces, el derrumbe institucional; ese que es necesario para inducir los cambios, para hacer posible la Historia, para lograr que el mundo continúe; ese que es necesario para llenar las fracasadas aspiraciones y vanas pretensiones de quienes piden limosna de legitimidad.

 

 Con el trabajo político deben sacudirse las conciencias, para crear al nuevo hombre, a ese que debe vivir el siglo XXI, para tener partidos políticos a la altura de las nuevas mentalidades, para ser institucionales por convicción o bien oposición plenamente razonada. 

 

 Nada más triste hay en el terreno del partidismo que un partido pierda el sentido real de su razón de existencia; esto es, que llegue a confundir sus tácticas, principios y convicciones doctrinales alejándose del espíritu que le dio origen. Una de las peores causas del debilitamiento de muchos partidos en el mundo es precisamente la práctica antidemocrática en su interior, cuando los líderes son incapaces de atender a su base y solamente la utilizan cuando mejor les viene en gana, y la mejor ocasión de ello es cuando se trata de acudir a las urnas o en su defecto a un acto público con el que se pretenda impactar a los opositores. 

 

 El problema de la falta de comunicación entre muchos dirigentes partidistas con sus bases no es para menos, y tan no lo es que ello constituye la causa del desmoronamiento y extinción de sus partidos.

 

 En nuestros días, la lucha de los partidos políticos no debe convertirse ni con mucho, en la lucha de todos contra todos, semejante a la de las bestias en plena selva. No debe ser la lucha que se resuelve siempre en favor del más fuerte o del más audaz. No debe ser tampoco la encaminada al objetivo esencial de sobrevivir. Pese a establecer lo actual y lo contractual, lo preciso e impreciso, lo justo y lo injusto, lo verdadero y lo falso o contemplar al mundo con una actitud maniqueísta, he de decir por último que en el terreno social y más específicamente en el de los partidos políticos, la discusión siempre por siempre, y mientras exista el hombre sobre la faz de la tierra, estará totalmente abierta.

 

 

PARTIDO ACCION NACIONAL

 

 Bella es la historia que envuelve al Partido Acción Nacional como organización política; en 56 años de vida institucional, arduo ha sido el camino, nada sencillo y nada fácil, pero retomando siempre la esencia que le dio origen, fincada en la inconformidad resultado, en palabras de Manuel Gómez Morín, de una acción gubernamental cargada de ayunos de ideas y acciones anárquicas; en una acción gubernamental que había socavado tanto las esencias nacionales que había sido capaz de concebir al pueblo como mera masa y a la Nación como un patrimonio del totalitarismo de Estado, a la persona humana, como simple unidad biológica capaz de regeneración y, al  bien común, como propiedad exclusiva privada, no de la clase proletaria, sino de la burguesía revolucionaria, vulgar y ostentosa.

 

 Hoy, en esta gran cruzada por la democracia, que realiza Acción Nacional por vez primera en este rincón del territorio mexicano, partimos de la consideración de que el curso de la historia, aunque señalado por condiciones dadas, depende en gran parte de la osadía de quienes se proponen actuar en función de fines históricamente viables; por tanto, en ella no incurrimos en la vana pretensión de intentar delimitar el curso probable de los acontecimientos futuros tan sólo con falsos planteamientos, la seducción de la mentira, de la intriga, del golpeteo, del ataque premeditado altamente viciado, hipócrita y amañado de grupos que sin conocer la profundidad de su autodenominación, se dicen “democráticos” y escudan sus perniciosos proyectos en la noble tarea de la comunicación social. 

 

 El Partido Acción Nacional es un creyente de la democracia, no ha caído nunca en la tentación de convertirse en un partido totalitario o dictatorial, o un partido entregado a grupos en contra de los grandes intereses de la Nación.  El Partido Acción Nacional es un demócrata convencido, por eso está en Baja California Norte, en Chihuahua, en Jalisco y en Guanajuato y, por eso mismo, Felipe Díaz Garibay está aquí.

 

 El Partido Acción Nacional, tiene conciencia histórica y sabe que el recuerdo de sus grandes luchadores sociales, desde Manuel Gómez Morín hasta Manuel de Jesús Clouthier, es remanso en la paz y fuego cuando peligra la democracia, sabe que ellos son callado dolor que templa y endurece su vida y le hacen resistir los infortunios. 

 

 El Partido Acción Nacional reconoce que el futuro se edifica en todo tiempo, que se hace en las horas favorables, cuando el sol esplende, pero entiende que más se fragua en las adversas. En el Partido Acción Nacional sabemos vivir esas horas, sabemos que hacer de ellas tiempo que favorezca a las generaciones que vengan requiere de grandeza. En Acción Nacional hemos conocido horas de toda especie, y las seguimos viviendo, pero sabemos vivirlas, sabemos vencerlas, sabemos convertirlas en sol que brille para las generaciones que vengan, Acción Nacional tiene esa grandeza.

 

 

PARTIDOS POLITICOS OPOSITORES

 

 Sean bienvenidos los partidos opositores a la contienda electoral, les respetamos su derecho de mexicanos de expresarse y disputar el poder; les reconocemos su derecho de criticar nuestros errores e inclusive de aprovecharse de ellos, pero no les aceptamos su afán de desacreditar, ello no es política y aunque digan que en este terreno todo se vale, se equivocan, esa creencias es la peor falta de respeto con que se ofende a la sociedad e incluso a la propia política; el maquiavelismo y el mismo realismo político suenan ahora ya totalmente contractuales.

 

 Yo creo en el respeto para quienes pensando distinto a nosotros, a través de partidos políticos, nos disputan la confianza del pueblo; creo también en el respeto para aquéllos que, pensando distinto a nosotros, no han querido organizarse en torno a nuestras filas. Rechazo, por principio, la infalibilidad doctrinal o electoral; admiro la urbanidad en las relaciones políticas pues ella es requisito para la convivencia pacífica.

 

 Hay oposición que surge en el descontento y oposición con ideas contrarias a las manifestaciones de programas políticos pues no, indefectiblemente, se tiene que formar parte de un partido político para mantener un desacuerdo en la conducción de proyectos nacionales.

 

 

PARTIDO REVOLUCIONARIO INSTITUCIONAL

 

 La modernización del Partido Revolucionario Institucional, debe ser consideraba, creo, como una etapa más de la reforma política de México, como la continuación del proceso de revolución institucionalizada iniciado en 1929 por el General Plutarco Elías Calles, susceptible de adecuaciones a las circunstancias que los distintos momentos históricos exijan; intentar evadirla, resulta necio e inaceptable pues ya no es posible adoptar actitudes desinteresadas que ponen en grave riesgo la estabilidad político-social de nuestro país y nuestra persistencia como organización política. 

 

 Ser miembro del Partido Revolucionario Institucional constituye un orgullo y un auténtico privilegio; ser leales a sus principios implica, a la vez, lealtad a las clases que lo crearon a base de incesante lucha. La lealtad es uno de los valores que más distinguen al ser humano, es muestra de valía, de honradez y de grandeza; es al fin de cuentas unidad de medida de la talla del ser humano.

 

 Dadas las condiciones actuales, en que se desenvuelve el contexto político nacional, el esquema de acción del Partido Revolucionario Institucional debe contemplar, como punto de arranque, las bases de nuestra estructura partidista, tanto como eliminar de raíz todos aquéllos atavismos, que además de inoperables, son nocivos a la vida del Partido.

 

 La lucha personal o facciosa no ha de crecer al amparo del descontento, ni la tarea ideológica puede ser confundida con la autodenigración. Tenemos doctrina y acción revolucionaria, por ello, precisamente por ello, deberíamos estar a salvo de la confusión y el desorden. En el Partido Revolucionario Institucional, no caben proyectos alternativos. 

 

 El verdadero priísta es un revolucionario, no un ser domesticado; es un militante digno,  no un abyecto; es un luchador social, no un provocador. El priísta cree en la democracia no en la dictadura, busca la justicia en todas sus manifestaciones no la desigualdad; también busca el desempeño de posiciones porque sabe que sólo actuando se transforma la realidad; sabe, al mismo tiempo, que para transformar la realidad se requiere la acción política organizada y colectiva, por ello, debe entender la disciplina como responsabilidad razonada y libremente asumida.

 

 

PAZ

 

 Si vivimos en un mundo que debe liberarse en muchos aspectos, no debemos ver la liberación en la industria mundial de la destrucción, como tampoco en la utilización de fondos para promover la guerra; no debemos ofrecer la libertad en la distribución consternadoramente desigual de los recursos de nuestro mundo; debe haber liberación y usar la ciencia y la tecnología para la paz y el desarrollo y no para la guerra; la libertad debe asegurar una distribución más justa de los recursos mundiales de manera tal que todos los habitantes del mundo tengan alimentos, vivienda, salud y fundamentalmente educación, elemento este último único y esencial para retroceder en la penosa carrera de las armas y de los otros tantos anacronismos que hoy ya nos afectan y parecen no tener solución.

 

 Nuestra apreciación de la realidad actual debe enriquecerse y ampliarse exigiéndonos una rigurosa interpretación de la crisis contemporánea; una crisis que ha hecho del mundo actual un agar sembrado de inconformidad y divergencias donde entre lo dicho y lo hecho existe una sola cosa: profunda diferencia; una crisis que ante su configuración enmarcada en la equivocación y el desaliento sólo espera ya la dura e inequívoca manifestación de la Historia; en conclusión, una crisis que presupone, desde Hiroshima, la posibilidad y la probabilidad de la destrucción de la vida; una crisis que plantea, desde Nagasaki, el sometimiento de la ciencia a la destrucción; una crisis que corrobora desde Bosnia-Herzegovina el desaliento humano; una crisis que demuestra, desde Zaire y Somalia, el imperio de la carencia de valores; una crisis que nos reitera desde las Torres Gemelas de Nueva York el grado de desquiciamiento humano; una crisis que nos recalca desde Afganistán la urgencia de transformar al mundo; una crisis que nos exige, ya, darlo todo por la paz.

 

 

PENSAMIENTO POLITICO

 

 Lejos del tabú de las siglas, colores o fronteras, mucho debe  preocuparnos el destino del pensamiento político en el mundo; muchos teóricos, como también muchos políticos y partidos -de los pocos serios que existen ya en estos días-, continúan sujetos a atavismos lamentables que han hecho que la ciudadanía no se sienta representada por ellos; las maquilladas a los cuerpos teóricos existentes han traído pocas novedades, pocos nuevos planteamientos y han hecho que las estructuras e instituciones políticas se debiliten a grado tal que no responden ya al sentir de las sociedades, arrastrando a muchos pueblos del mundo a la desconfianza y la apatía por lo político. La realidad social que vivimos y, que es más, provocamos, debe permitirnos diseñar esas nuevas ideas y teorías que vengan a fortalecer nuestros principios, doctrinas, ideologías y prácticas, para dar estructura mental al hombre que debe existir en los nuevos tiempos que no debemos esperar más porque ya  los estamos viviendo.

 

 En su diseño, el nuevo discurso político debe retomar la esencia humana; en tiempos de globalización y tantos enfoques virtuales que llevan a aceptar incluso al asambleísmo electrónico como vía para legitimar poderes –aún cuando éste representaría una perversión de la democracia-, política y espíritu deben ir profundamente de la mano; en razón de que “lo político”, independientemente de enfoques disciplinarios,  es todo lo que incumbe al hombre, es decir a  ese ente capaz de tener pensamiento e ideas; el discernimiento, planteamiento y ejecución de sus afanes, debe realizarlos poniendo, en absoluta armonía con su espíritu,  todo su talento al servicio de sus semejantes.

 

 Vale la pena arriesgarse a rescatar la esencia de los temas filosóficos que han dado cuerpo a la teoría política y que han permanecido si no ocultos si relegados, con toda premeditación y para justificar ilegítimos afanes, por los enfoques meramente técnicos y empresariales; es momento de hacer política a partir de la consideración de que el hombre no es un ente virtual, sino que es un ser no solo material sino que también posee, innegablemente, mente y espíritu.

 

 

POLITICA

 

 Parece que en política ya no tienen cabida los sueños, sólo “lo posible”.

 

 Hay que hacer hoy política más allá de la visión de los grupos excluidos, más allá de los temas de moda; todo el trabajo, hoy, debe tener un proyecto político.

 

 Hoy, en política, no podemos decir que hay temas pasados de moda o anquilosados puesto que las desigualdades persisten y los problemas siguen vigentes; decir entonces que hablar de ellos, por venir arrastrándose de tiempo atrás, es anquilosamiento, no tiene validez alguna.

 

 La política, compañeros y amigos, no es una actividad reservada solamente a una clase o a un grupo; podemos hacerla todos día con día; sería aberrante que solo los grupos económicamente fuertes, por el simple hecho de serlo, se reserven la atribución de ejercerla; sin distingos de clase, raza, color, credo, fisonomía o posición social, todos, absolutamente todos, podemos, es más debemos, hacer política. 

 

 En nombre de la democracia, yo les saludo; yo les saludo en este sencillo encuentro al que asisto gracias al derecho constitucional que me asiste de participar políticamente, pero que me invita reflexionar sobre esa actividad que es inherente al ser humano y que, por ello, no deja de crear coincidencias y divergencias, encuentros y desencuentros, odios y efectos y que somete a los más crueles instintos que pueden caracterizar a la conciencia humana: la política, práctica que en nuestros días parece constituir el elemento de más profunda discordia cuando en realidad su concepto precisa de otro esquema de ideas, de aquél que debe buscar los puntos de unión más que la dura separación de los humanos en momentos en que el mundo requiere de enfrentar los grandes problemas que nos acechan con unidad, con visión y lejos de todo aquello que de falso envuelve y posee la mente humana.

 

 Debemos concebir el cambio como un proceso permanente contenido en la lucha constante exenta de actitudes pasivas y enmarcada en un nuevo concepto de esa área científica interdisciplinaria que tiene como fin único el hombre, su organización, modo de vida, fines y su preservación como especie; de esa tarea que podemos desarrollar no solamente desde los círculos del gobierno sino, también y fundamentalmente, en nuestra vida cotidiana pero desde una óptica libre de prejuicios o de oportunidades de participación: la política.

 

 Entendamos a la política, como un proceso que exige la participación abierta, y libre de pasiones, en todos los ámbitos relacionados con nuestras sociedades actuales. Sólo de esta manera podremos justificar el alto cometido moral de la política, alejado de aquéllas concepciones que la sitúan como un simple juego electoral, la lucha por el poder, o el sofisma de “el arte de gobernar”.

 

 Bienvenida la participación política, bienvenida la lucha electoral, pero sean también bienvenidas la paz y la concordia y la auténtica cultura política, aquélla que educa, aquélla que forma, no aquélla de destruye y desprestigia en suma la actividad política; sépase  bien que mientras no lleguemos a conocer y aceptar nuestras actitudes y aptitudes difícilmente podremos llegar a conocernos y mientras no nos conozcamos difícilmente podremos llegar al recto y justo concepto del hombre y sin él, jamás conoceremos el recto y justo concepto de la política.

 

 Hoy, el político debe buscar la justificación y el reconocimiento; esa justificación y ese reconocimiento que sólo se ganan cuando hacer política nos eleva al servicio de nuestros semejantes.

 

 La política, que presupone toda una gama de conceptos, aciertos, desaciertos, convergencias, divergencias, consensos y disensos,  es un elemento inherente a las organizaciones sociales y, en nuestros días, requiere de maneras distintas de conceptualizar nuevas formas de relación social, nuevas formas de convivencia; la política no debe ser competencia desencadenada y desordenada; política es unión, cohesión de muchas partes sin olvidar la esencia, sin hacer a un lado la premisa fundamental que debe caracterizar la vida en sociedad y que es justamente el bien común, es decir, lo que atañe a todos, al conglomerado social en su conjunto; esto es: la política debe desarrollarse bajo una percepción que conciba la existencia del todo unido sin prever, jamás ya, la inexistencia o mutilación de una de las partes.

 

 

POLITICA EXTERIOR DE MEXICO

 

 Nuestro país participa en diversos organismos de cooperación internacional, seguro de que el bilateralismo se proyecta en el surgimiento de nuevas formas de sujeción Norte/Sur, en las que los lazos del colonialismo reviven disfrazados de modernidad y colocan a los países más pobres en extrema debilidad durante cualquier negociación solitaria.

 

 

PROCESOS ELECTORALES

 

 Hoy, las campañas políticas deben ser instrumento que sea capaz de patentizar nuestra independencia política, a la vez que fortalecer nuestro nacionalismo y profundizar en la igualdad entre los ciudadanos, tanto como ampliar la democracia en todas sus legítimas expresiones. Deben ser un acto repetido de meditación y reflexión, de reafirmación y creencias, convicciones y de las voluntades revolucionarias; en nuestros días, pues, las campañas políticas no deben ser solamente la presentación de candidatos, menos aún el escenario propicio para la exaltación de personalidades; ellas, ahora, deben presentar al pueblo opciones política que ofrezcan soluciones reales y concretas a los problemas que, como innegable realidad, enfrenta el pueblo de México. 

 

 Tratar el tema de lo eminentemente electoral debe hacernos pensar que para su discernimiento es necesario retomar toda una gama de conceptos y reflexiones. En su tratamiento se entrelazan, inevitablemente, múltiples teorías que han sido vertidas por las ciencias sociales: valiosas aportaciones hace la Teoría del Estado, la de los Partidos Políticos, el Derecho, la Economía, la Ciencia Política, la Historia, y no menos importante deja de ser la que nos ofrece la propia experiencia. No obstante, existe una teoría que repercute hondamente en el tratamiento de la temática electoral: la teoría del cambio social, toda vez que “lo electoral” constituye una razón de Estado y el obligado aspecto que erige a una sociedad que se transforma constantemente renovando sus cuadros de dirección y gobierno como fiel testimonio de la forma en que se conduce a su interior la movilidad política. 

 

 Elegir, es sinónimo de búsqueda de opciones viables al proyecto de vida de toda nación formal y legítimamente constituida. Elegir, es sinónimo de cambio y oponente dialéctico de la aceptación de pautas anacrónicas establecidas y aceptadas por sola inercia. Elegir, es sinónimo de “Contrato Social” en los términos planteados por el mismo Juan Jacobo Rousseau. 

 

 Los procesos electorales constituyen un permanente ejercicio democrático en todas sus partes; democracia al interior de los partidos; democracia en la emisión del voto; democracia en la lucha ideológica; democracia en el ejercicio de los mandatos que el pueblo haya conferido.

 

 Una campaña política es trabajo permanente, que no solo se realiza en los procesos electorales, una campaña política no consiste en exaltar las personalidades de los candidatos, sino sobre todo en presentarle al pueblo las opciones que ofrezcan soluciones concretas a los problemas que confrontan las grandes colectividades. 

 

 Yo creo en las campañas hechas para dejar huella histórica, no en los recorridos turísticos ni en las concentraciones acarreadas: mi campaña se dirigió siempre a los habitantes de cada comunidad y he de decir que nunca me falto auditorio, siempre me dirigí  a ellos con la palabra porque todavía creo en el discurso político y jamás delegaría yo esa facultad que Dios me ha dado de poder dirigirme a mis semejantes al claxon de un automóvil o una camioneta.

 

 Resumiendo y para dar más forma y cuerpo a nuestro análisis, Rousseau deja mucho muy claro que los jefes producto del "Contrato Social” ejercen el poder a nombre del pueblo, del cual cada uno de los individuos ha otorgado parte de su libertad y su poder para que el gobierno lo tenga en demasía; sin embargo, el pueblo es el dueño de ese poder y puede, en un momento dado, modificar los términos del Contrato y restringir o variar el poder entregado a los jefes que sólo son depositarios de él; justamente aquí, es donde se encuentra la esencia de esta magna obra que en los tiempos actuales cobra y recobra plena vigencia; esa modificación a que alude Rousseau de los términos del "Contrato Social" se da precisamente en los procesos electorales, es decir, en las urnas.

 

 El hombre jamás renuncia a su facultad de decidir, de gobernarse a sí mismo; sólo confía y deposita su confianza y parte de su libertad en su gobernante, es decir en su dirigente, pero esa delegación de confianza en ningún momento constituye renuncia absoluta; el pueblo observa, debe darse cuenta y emitir su juicio ante los desaciertos y equivocaciones de quienes dicen o creen tener su voluntad plena en las manos; poco hoy se habla de esto, ya tal vez por temor, tal vez por resignación o imposición de la desesperanza; pero sea lo que fuere gobernantes y gobernados del mundo sépanlo bien: en la urna se contrata y en la urna también, hoy por hoy, se emiten o deben emitirse ya, los más severos  juicios políticos, aquéllos por los que la historia aguarda vigilante para escribirlos en sus delatantes páginas.

 

 

PROGRESO

 La historia nos enseña que toda sociedad que progresa es una sociedad que se transforma. Las sociedades que se estancan, que se aferran a dogmas rígidos, que buscan sustentarse en pensamientos inflexibles, que no imaginan nuevas cosas para resolver nuevos problemas, son sociedades que tienden a debilitarse o a desaparecer.

  | A | | D | E | F | G | H | I | J | L | M | O | P | R | S | U | V |