Ideario

 

 

L

LIBERTAD

 

 El sentimiento de nacionalidad y la preeminencia de los dogmas, impuestos y asumidos libremente, arrastran al hombre a creer que sujeto a un territorio o una idea debe limitar su pensamiento y espíritu a voluntades ajenas, arrastrándole al incuestionable conflicto existencial, a la competencia desencadenada y sin freno alguno por una creación que a todos por igual y de manera natural nos pertenece, cuando, en efecto, la verdadera libertad y la verdadera soberanía están, simple y sencillamente, en él mismo... precisamente... en su mente y en su espíritu.

 

 

LIBERTAD DE PENSAMIENTO

 

 Libertad de Pensamiento, no es delegar nuestro raciocinio a un libertinaje mal entendido, es convivir con los órdenes establecidos encaminándolos hacia niveles cada vez más justos pues la libertad sólo es posible en la justicia; es partir de Dios, bajo cualquier idea y concepto de El, en ese proceso de búsqueda de la Verdad; la religión, bajo cualesquiera creencias, y vivida como una plena relación con el Todopoderoso, es una necesidad para encontrar una felicidad más duradera en nuestro paso por la Tierra; la verdadera relación de amor con Dios, proyectada hacía los demás –es decir hacia nuestros semejantes-, nos hará posible ir en rescate de la magna obra de Jesús, ese hombre extraordinario cuya indiscutible presencia ha sido utilizada por el hombre para construir y destruir, que representa la plena manifestación del amor aquí en la tierra, la plena manifestación de esa virtud capaz de salvarlo todo aún a pesar de los grandes pesares.

 

 Un mundo con justicia nos hará entender la grandeza de pensar libremente, de libremente pensar, como paso inevitable y exigible para acceder a la más absoluta de las soberanías, que espera a ser vivida en el gran universo de nuestras mentes.

 

 Hasta hoy, mucho se ha hablado de la libre determinación de los pueblos aduciendo al hombre colectivo; pero poco se ha dicho de la libre determinación del hombre individual, y me refiero específicamente a la libre determinación de las ideas de ese hombre individual, a la libre determinación de su mente, de la dirección de los pensamientos que encierra su voluntad la que, en un sentido, nos mueve a hacer o no hacer una cosa y, en otro, se traduce en la libertad para obrar; el libre albedrío, que representa el propósito y la intención firme de realizar algo, la libre determinación para pensar y discernir nuestros pensamientos contenidos en nuestro “yo ontológico”.

 

 La libre determinación de las ideas, contraria a la imposición manipulativa de ideologías, tiene mucho que ver con la voluntad humana. La voluntad es, en sentido concluyente, la facultad de autodeterminarse, es la potencia que impulsa nuestras acciones; por ello, es muy opuesta a los instintos y movimientos reflejos, simples o condicionados por la presencia o intervención de un juicio consciente que delibera entra varias posibilidades y llega a una decisión; es la posibilidad de manipular el juicio consciente lo que nos permite entonces elegir entre el hacer bien una cosa o hacerla mal. La voluntad humana plantea el problema de la libertad o determinación de los actos humanos.

 

 El pensamiento humano es, por excelencia, un acicate elemental para la voluntad que, apoyada también en la imaginación y las ideas, desarrollará a plenitud la energía, el esfuerzo, la tenacidad y carácter necesarios para alcanzar las metas buscadas; son éstas las armas que dan a la voluntad la posibilidad de vencer los obstáculos infinitos que se le ponen en el camino a la liberación del espíritu que es el punto final del viaje que puede ofrecernos la libre determinación de las ideas y, también,  la más noble conquista que la voluntad le permite alcanzar al hombre; ello nos hará comprender la grandeza de la libertad manifestada en nuestras ideas, en nuestro pensamiento, en nuestra mente, espacio en el que se concentran todos los caminos y todas las vertientes de la verdadera soberanía, aquélla que no está sujeta a territorios y tiene bien claro que la libre determinación de los pueblos será plenamente posible cuando el hombre, ahora sí, determine plenamente a su vez la libertad de sus ideas. 

 

 La frase “Libre Pensamiento” se compone de dos palabras fundamentales e imperiosas; dos palabras trascendentales. De entrada, libre, es alguien que tiene la facultad para obrar y actuar de manera dichosa, porque no es un esclavo; es alguien que es independiente, que no está sujeto a opinión o mandado de otro, que tiene esfuerzo y ánimo para hablar lo que es dichoso para todos y para sí. Pensamiento es el producto de la mente que medita eficaz e intensamente, y permite al hombre discurrir y examinar con cuidado una cosa para dictaminar sobre ella.

 

 En términos sencillos y concluyentes, Libre Pensador es un ser humano completo; no infunde una idea con un ímpetu vigoroso; tampoco encauza sus creencias por un solo camino aunque sí es capaz de definirlos desde posturas plenamente asimiladas y con profunda convicción como producto del vasto universo que le brinda su análisis exento del marcaje que imponen las ideologías; Libre Pensador es aquél que tiene la capacidad para discurrir sin gritar ya que tiene los fundamentos para probar lo que dice; basa sus planteamientos en verdades y como se basa en verdades es un ser verdadero.

 

 La justicia es la vertiente moral del hombre, es el fundamento de una comunidad y, sin ella, ninguna comunidad humana podría subsistir; la justicia no es sólo la unidad del Estado en sí mismo o del individuo y del Estado, como tampoco el acuerdo del individuo con la comunidad. El individuo debe respetar la libertad que hay en cada hombre y someter la suya propia a la norma justa, pero sólo si es verdaderamente justa, y al respeto no sólo a sus superiores sino, también, a sus inferiores si lo son, lo que no es sino una visión más del comportamiento ante la libertad que es, como se ha dicho con insistencia: capacidad para elegir, y elegir sólo es posible bajo el influjo del conocimiento lo que indica que entre más analítico, sensato, observador y conocedor es el individuo, es más libre.

 

 El concepto Libre Pensamiento puede ser confundido con los principios básicos de la anarquía que, en esencia y de acuerdo con la idea general  conocida sobre sus quehaceres, busca el desconocimiento de la estructura estatal; ello puede arrastrar a reflexionar a quienes no han sentido la necesidad de pensar libremente a asumir que ello lleva consigo la idea de desacreditar por completo al Estado y que seguir esta línea de conocimiento y praxis social implica el incurrir en el desorden total.

 

 El Estado, si se le quiere ver así, es un “mal necesario”. El Libre Pensamiento no actúa con la intención de crear desorden, él tiene su origen en la mente y parte de la razón y el orden; por lo tanto, no hay duda que cuando hay desorden no hay libertad posible. Los nuevos tiempos requieren partir de una nueva concepción de las cosas; requieren de urgar en el interior de nuestras neuronas para producir líneas de pensamiento distintas, apegadas a esa realidad de la que somos testigos y actores protagónicos; no tenemos que ir en busca de irrealidades porque vivimos en un mundo que simplemente espera ser redescubierto.

 

 Libertad de Pensamiento es que cada cual vea hacia su mundo interno y en él encuentre y descubra las respuestas a tantos cuestionamientos que sobre la conducta de otros se hace; es partir de la libertad actuando con justicia, es llegar al honor de la existencia –la dignidad en su máxima expresión-, el que no es posible sin justicia ni libertad; el honor sólo se logra cuando proyectamos nuestro ser en otros y aceptamos que lo único que podrá justificar nuestra existencia será el entregar toda nuestra razón, talento y energía por las grandes causas colectivas; ello es posible si pensamos libremente y no por el simple hecho de oponerse sin razón, sino de pensar con libertad sobre los aspectos anacrónicos que hacen difícil la existencia humana; sin duda alguna el aspecto más fascinante del Libre Pensamiento es que nos permite derribar muchas barreras y nos obliga a buscar siempre el mejoramiento de todo, desde ópticas muy variadas, actuales y apegadas a la esencial humanidad del individuo.

 

 

LIDERAZGOS

 

 Los liderazgos actuales, lejos de tener un fin sustentado en la gran causa que representa el trabajo en pro de la humanidad, buscan solamente el protagonismo; estar pero para sí mismos nunca para los que tienen frente a sí; realmente se encuentran tan alejados dé la humanidad y de los que dicen representar que éstos se han visto en la necesidad de crearlos en su imaginación.

 

 Por ello, el hombre no tiene que sujetar su confianza en la carne mortal que busca seducirle para perderle; hay muchos demonios disfrazados de corderos que rondan a nuestro paso buscando a quien devorar; a ellos hay que vencer, ¿cómo?, confiando en la voluntad suprema del Omnipotente, del Único, de la Verdad Absoluta y después en nosotros mismos antes que en cualquiera otro que abra su boca para envolvernos en su labia traicionera y maldita; luego, es necesario proyectar esa confianza en obras que demuestren a nuestro semejante la profundidad de los alcances que pueden lograrse cuando la voluntad y el raciocinio son autónomos y cuando se está convencido, también, de que dentro de todos nosotros duerme el más grande de los líderes, capaz de prescindir del anómalo control que tratan de imponerle aquéllos que desean tener no sólo nuestra confianza sino nuestra conciencia para manipularla, someterla y destruirla.

 

 El liderazgo que debe surgir en cada uno de nosotros será capaz de darnos la visión necesaria y suficiente para configurar nuestros esquemas de vida, creencias y acción concreta; seguros de que con él podremos complementar más aún el complejo universo de propuestas que requiere hoy ya la humanidad para enfrentar los nuevos tiempos. 

 

 Así, el hombre debe olvidarse de crear líderes ficticios, irreales, de novela o cine; él mismo es su mejor líder; él posee la capacidad suficiente para proponerse, dirigirse, conducirse y plantear sus verdades, las que siempre debe manifestar en alta voz y en extenso; ha de tener consigo esa seguridad que debe darle el sentirse y saberse vivo, saberse sujeto a un proceso de convivencia del que es parte vital, porque los demás esperan lo mejor de él; ese liderazgo propio se finca y sustenta en que el humano se dé cuenta y acepte, por sobre todo,  que por el hecho de haber nacido y poseer la vida, grande es de por sí el compromiso que tiene ya con la humanidad a la que debe enseñar a tener la confianza en sí misma para encaminarse por una nueva senda, de absoluta renovación y verdad; debe saberse, en conclusión, comprometido con esa misión que trae consigo y que debe cumplir cabalmente aquí en la tierra. 

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