Ideario

 

 

J

JESUS

 

 Jesús es esencia en tanto supo evolucionar y re-evolucionar el desenvolvimiento de la historia humana. Jesús es presencia. En tanto fantasía, mito o realidad, figuración humana o compañero de época para quienes con él alternaron, jorobado o erguido, feo o bello, alto o bajo de estatura, como quiere vérsele de acuerdo a la diatriba de sus detractores o el halago de quienes en él creemos, fue una realidad viviente cuya obra, por ser lo que fue, ha traspasado tiempos y espacios. Jesús es potencia porque en tanto enviado del Altísimo poseyó una alta preparación y marca espiritual y vivió y convivió en un mundo que le da proyección al futuro infinito.

 

 Cierto es que ha habido grandes equivocaciones en la manera de creer, concebir y aceptar a Jesús, pero independientemente de ello, Jesús fue una realidad viviente, un ejemplo único, una forma especial, una manera sui generis, un hombre de hombres.

 

 Hoy cuando los dogmas desvirtúan, cuando las falsas concepciones de la Única Verdad arrastran al hombre a la duda, es necesario, independientemente de las posturas ideológicas y religiosas, aprender a vivir una relación con Dios que es Jesús y con Jesús que es Dios, buscando estar en El y que El esté en nosotros; no basta con creerlo, afirmarlo, divulgarlo, sentirlo, conceptualizarlo y es más aceptarlo, lo que hace falta es vivirlo y proyectarlo hacia los que nos rodean entre los que se encuentran tantos débiles de espíritu que no han sabido y no saben sufrir o soportar la prueba y la adversidad; hace falta ver en la Cruz de Jesús un proyecto de vida en cuyos cuatro puntos cardinales todo es posible porque, sin barreras, desde ellos se domina la fundamentalidad del universo; hace falta ver en la Cruz de Jesús, también, un instrumento de liberación y nunca jamás un instrumento de dominio; hace falta imitar el acto señero de Simón de Cirene y ayudar a tantas materias débiles a cargar con sus pesadas cruces, pues seguro estoy de que entre más pesada esté la carga nuestro paso será más firme y menos expuestos estaremos de caer en la equivocación o el desvarío, y más huella dejaremos en esta penosa, pero bella, experiencia que es la vida. 

 

 Hace falta, hoy más que nunca y desde cualquier vertiente religiosa, ir en rescate del movimiento de Jesús.

 

 Lo sorprendente es que en la actualidad la figura de Jesús es aprovechada para los intereses de clase, y no es posible que ciertas "congregaciones religiosas" esperen de sus adeptos, seguidores, discípulos o "consagrados" determinadas características, me refiero no solamente al cálculo de su peso en oro sino incluso ciertas cualidades físicas (¡!), amén de considerar su apertura mental o espiritual o su capacidad para sostener un liderazgo no religioso, sino fundamentalmente espiritual, que es el que reclaman los nuevos tiempos. Su proceder delata a esas organizaciones oscuras que nada tienen que ver con el verdadero trabajo crístico, bajo una concepción sostenida en las exigencias de los tiempos actuales; con actitudes prepotentes, absolutistas, ¡fariseas diría Jesús!, se autofacultan para ser línea divisoria entre lo verdadero o lo falso, lo justo y lo injusto, para humillar y despreciar a quienes buscan servir en la obra del Altísimo pero que de acuerdo a sus procesos selectivos no reúnen los esquemas requeridos; queda claro que el ser pensante no agrada mucho a la religión. Cuanto habrán tocado la niña de los ojos del Eterno y del Jesús mismo con esas actitudes.

 

 

 JUSTICIA

 

 Hace falta una profunda reforma estructural a los sistemas de justicia, para ello, no hacen falta más leyes nuevas, en el cumplimiento irrestricto de las existentes están muchas de las soluciones.

 

 

JUSTICIA SOCIAL

 

 ¿Qué debemos entender por justicia social? ¿Es acaso algo tan simple como justicia distributiva o redistributiva? Creo que ha llegado la hora de reinventar el contenido del concepto. Creer que la justicia social implica la redistribución de la riqueza revelaría miopía política e histórica. Necesitamos más riqueza y, por eso, hemos de tener cuidado de no limitar las posibilidades de generarla. Tenemos, también, que evitar destruirla por dogmatismos económicos, como en la década pasada. El nuevo Estado que debemos construir no puede pues reducir la aspiración a la justicia social a un simple "quitarle a los ricos para darle a los pobres". El nuevo Estado debe ser el socio minoritario y el gerente de bienestar de todos aquellos mexicanos o extranjeros, grandes o chicos, que generen riqueza en México. El nuevo Estado tiene que entender, entonces, la justicia social como la permanente búsqueda por mayor equidad entre las oportunidades de todos los mexicanos vistos desde todas las formas posibles de la marginación: El Distrito Federal contra el resto del país; hombres contra mujeres; jóvenes contra adultos mayores; hispano hablantes contra no-hispano hablantes; católicos contra no católicos; entre otras.

 

 

JUVENTUD

 

 Invito a los jóvenes a tomar conciencia de nuestra realidad y postura como ciudadanos. Uno de los mayores desafíos del presente consiste en que nuestra sociedad sea capaz de integrar la fuerza creadora de las nuevas generaciones a las grandes tareas nacionales.

 

 El sector juvenil de nuestro instituto político /PRI/ tiene un papel de auténtica vanguardia pues, en tanto generación nueva, se perfila hacia el tiempo futuro, instancia en la que habrá de desarrollar su proyecto de vida. 

 

 Si damos un vistazo a la historia del desenvolvimiento del sector juvenil de México, vemos que hay un gran debate en torno a la participación política de la juventud. Uno de los objetivos principales de esta gran confrontación teórica y práctica, es el reconocimiento o negación del rol de la juventud como sujeto histórico; es decir, la definición de si y cómo la generación de los jóvenes juega un papel activo dentro del sistema de fuerzas sociales contemporáneas.

 

 Hasta los cincuentas, la sociedad tiene una visión idílica de la juventud, cuya característica más relevante era la integración; su paso de la juventud a la edad adulta se esperaba pacífico; la aparición de los primeros síntomas del descontento juvenil denominado por los adultos “rebeldía sin causa”, empezó a erosionar esta concepción que se derriba estrepitosamente en los sesentas; la característica fundamental de los jóvenes a partir de esta década es la del cambio social.

 

 Ya en los sesentas los jóvenes plantearon la exigencia de la fidelidad a los valores que se les pregonaban y que no se cumplían; las propias estructuras de la época no son capaces de atender las exigencias juveniles y reaccionan cancelando sus expectativas automáticamente. México no fue la excepción a la inquietud juvenil; la década de los sesentas en nuestro país es escenario de conmociones políticas; recordemos el movimiento del magisterio, el movimiento médico y el propio movimiento estudiantil de 1968 a partir del cuál la sociedad mexicana se percata de la fuerza del  joven dentro de las decisiones políticas.

 

 Pese a ello, la historia de la integración política y social de la juventud ha seguido por largo tiempo pautas autoritarias y de marginación que se inician desde la familia como estructura jerárquico-lineal, se refuerzan por la actuación de los medios de comunicación de masas que desalientan la participación e introducen en los jóvenes valores que carecen de identificación nacional, y que se agudizan ante la insuficiencia de opciones y canales de expresión con los que el joven se identifique plenamente.

 

 Por largo tiempo los jóvenes han encontrado muchas veces como respuesta a sus inquietudes, por su inexperiencia para canalizarlas, el autoritarismo y la represión de ahí que busquen fuera de los canales institucionales y partidos existentes, otras formas de organización, tales como las famosas bandas y pandillas que actúan en las grandes metrópolis mexicanas e inclusive en ciudades y poblaciones medias; en esos espacios, el joven sí cree encontrar un sentido de pertenencia e integración y viabilidad de respuesta a sus expectativas.

 

 Las luchas de los jóvenes convergen con las de la sociedad en general: empleo, educación, salud, pero adquieren su carácter específico por la condición de marginalidad que les ha conferido la sociedad, etiquetando su participación en los distintos niveles como de inexperta, irresponsable o intransigente.

 

 Es necesario que nuestro Partido /PRI/ reconozca en la juventud a un grupo con demandas específicas; este reconocimiento tendrá que generar un cambio en la actitud del Partido hacia sus organismos juveniles. Es necesario conferir al movimiento juvenil una mayor autonomía que permita su participación en la toma de decisiones que afectan a nuestra sociedad, sea en el terreno cultural, económico o legislativo, solo por mencionar algunos.

 

 Pero la incorporación de los jóvenes a las tareas políticas debe pasar por una adecuación de los medios de educación política de cuadros vista como educación formal. Esto significa un cambio en la óptica del trabajo juvenil en lo que a formación teórico-política se refiere, trabajo que tradicionalmente ha venido realizando el Partido por medio de sus programas de capacitación política. Si entendemos como juventud una etapa de preparación para la vida adulta, la función del Instituto de Capacitación Política en el ámbito nacional y del Centro de Capacitación Política en el estatal, en la formación política de los jóvenes, no sólo nuestros militantes, sino todos  los jóvenes potencialmente simpatizantes del Partido, se convierte en un mecanismo fundamental para el trabajo juvenil del Partido.

 

 Las nuevas generaciones de México, especialmente aquéllas que hemos tenido acceso a las aulas universitarias, tenemos un gran compromiso con nuestra patria, fallar sería traición. Nos encontramos en la disyuntiva de ser factores dinámicos de cambio o reflejo de la inaceptable inercia.  Nuestras gargantas jóvenes –porque lo son- no deben jamás hacer eco a las voces y llamados de quienes con tomas de palacios municipales, cierre de carreteras, huelgas de hambre e interpelaciones majaderas a la alta envestidura presidencial, desprestigian la política; debemos tener ojos, oídos y mente siempre alertas para descubrir y conocer los trucos de esos ilusionistas y comprender lo desarraigado de su espectáculo.

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