Ideario

 

 

E

EDUCACION

 

 Educación, concepto no menos complejo que se nos ofrece como la máxima expresión de las libertades del hombre; instrumento de liberación, de democracia, de justicia y también de igualdad, que para el caso de nuestro país constituye el primer derecho social que consagra la Constitución General de la República y el  mejor camino para la realización de nuestros valores políticos.

 

 La educación es el  medio fundamental para hacer efectiva la igualdad entre los mexicanos; pero, debemos aceptar que ésta debe estar profundamente ligada no solo al sentir y pensar del pueblo, sino, también, al proyecto de desarrollo integral de la nación.

 

 La educación es pues un instrumento de justicia social que permite dar movilidad a una sociedad democráticamente organizada.

 

 Creo en la educación y la cultura, en esas tareas que surgieron como ambición para emancipar a todos los mexicanos en José Vasconcelos; que con el deseo de lograr un gran avance alfabetizador y hacer universal nuestra cultura se convirtió en afán en Jaime Torres Bodet y compromiso de profundidad democrática en Jesús Reyes Heroles.

 

 Creo en la educación porque ella es la que nos ha dado cultura histórica y cultura política; porque es la que nos permite, precisamente, vislumbrar las mejores formas de hacer política, actividad esta última que debe elevar al hombre al servicio de sus semejantes.

 

 Gran razón tuvo Vasconcelos en convertir la educación y la cultura en ambición propia para emancipar a todos los mexicanos; excelente visión la de Jaime Torres Bodet que tuvo el afán de lograr un gran avance alfabetizador y hacer universal nuestra cultura; no menos visionaria la propuesta de Jesús Reyes Heroles para quien la educación se tradujo en compromiso de profundidad democrática. Hoy, ante el advenimiento de tiempos históricos totalmente distintos, en los que la ignorancia y la ceguera cultural parecen formar parte de una revuelta reaccionaria que tiende a reforzar las relaciones de dependencia e imponer modelos de desarrollo puramente neocoloniales, resulta imprescindible el ofrecer a la ciudadanía, por respeto a su propia naturaleza humana, nuevos esquemas de formación cívico-política que sean capaces de transformar el esquema mental del individuo y le hagan entender de mejor manera todo aquello que como ente pensante le concierne directamente; una nueva cultura política conlleva la imperiosa necesidad de encontrar el recto y justo concepto del hombre para poder llegar al recto y justo, también, concepto de la política.

 

 Educación para transformar, esa es la consigna; cultura para ejercer la praxis política es lo imprescindible.

 

 Siempre he manifestado que la educación es imprescindible para el desarrollo de los pueblos, y para el caso de México es el gran instrumento de justicia social y lo que permite brindar oportunidades a las nuevas generaciones.

 

 La educación cumple con una función dinámica trascendental: la de ser instrumento y agente de transformación; es un amplio proceso de formación social, a través del cual hombres se informan sobre el medio en que viven, sobre su historia presente y pasada, al mismo tiempo que se capacitan para utilizan dicha información con el fin de conocer su realidad e influir sobre ella.

 

 A través del proceso educativo, los individuos adquieren un conjunto de conocimientos, normas, ideales, costumbres y habilidades que constituyen la herencia cultural de la sociedad en que viven. La educación sirve de apoyo a la práctica democrática, a la actualización de los valores de un sistema de vida fundado en la libertad, la justicia, el respeto a los derechos y a las libertades de los demás, la solidaridad y la convivencia pacífica con todos los pueblos de la tierra.

 

 En México, el interés por la educación democrática y popular, que se nutre de los valores universales y promueve, al mismo tiempo, la afirmación de nuestra propia identidad, está profundamente arraigado en nuestra historia contemporánea. Tenemos, así, que a partir de 1910, los ideólogos del movimiento revolucionario vieron con toda precisión la necesidad de sustituir la educación para minorías privilegiadas, propias del régimen dictatorial, por una educación para todos los mexicanos, renovada en su forma y contenido.

 

 Hoy, debemos descartar la idea de que el costo de la educación, el sueldo de  los maestros o el mantenimiento de la infraestructura educativa es un simple gasto corriente; la educación constituye una de las más altas y rendidoras inversiones humanas; es más, se ha demostrado, recientemente, que un sistema educativo mal concebido es  una de las fuerzas más poderosas de concentración del ingreso y de la injusticia social; un sistema educativo racionalmente estructura, por el contrario, tiende a redistribuir las oportunidades sociales y, en consecuencia, las posibilidades de acceso a mejores niveles de vida y bienestar.

  

 

ESCUELA TECNOLOGICA AGROPECUARIA NUMERO 116

 

 Faltarían las palabras para manifestar hoy aquí, como ex alumno de la Escuela Tecnológica Agropecuaria Número 116, la profunda emoción que siento de ser quien tenga la oportunidad de dirigirme a la población de este municipio, a mis maestros y mis compañeros ex alumnos, con motivo del inicio de los festejos del XXV Aniversario de la fundación de nuestro plantel educativo.

 

 La pise por vez primera, recuerdo ahora, una mañana lluviosa del mes de agosto de 1973, hace ya 24 años; acudí a buscar mi ingreso. Su construcción apenas empezaba: mezquites por doquier, charcas de agua transparente en las que circulaban, si la memoria no me falla, ranas, culebrillas y una que otra lagartija que nos daban el primer “hola” de bienvenida. Chiquillos por todos lados, acompañados de sus abnegadas madres la mayoría; entre ellos, yo, con mi fiel compañera a mi lado, ella, que me dio la vida y el mayor de ejemplos, María Guadalupe, mi madre; mi boleta de sexto grado signada por una ejemplar maestra, Juana Zendejas Solís, aún directora de la Escuela Primaria “18 de Marzo” y una copia de mi acta de nacimiento expedida por el Juez del Registro Civil.

 

 La Escuela Tecnológica Agropecuaria Número 116, me recibía unas semanas después; su entonces directora,  su eficiente y tenaz directora, Elisa Rodríguez Vera, nos daba sus palabras de bienvenida; iniciaba yo, junto con varios compañeros de mi pueblo natal y la región, mis estudios secundarios, lleno de ilusiones, lleno de sueños, cargado de esa pasión que mes propia cuando de aprender se trata.

 

 Créanme, de veras, que ahora que recuerdo mi paso por aquélla Escuela Tecnológica Agropecuaria Número 116, una escuela humilde, para campesinos según el concepto gubernamental que le dio origen, sector del que orgullosamente provengo, tengo y siento la extraña necesidad de pedirle al tiempo que vuelva.

 

 

ESPIRITU

 

 En el espíritu del hombre encontramos el entorno más genuino y auténtico de su naturaleza, encontramos el origen primero de todo, esa chispa de que Dios le ha proveído para poseer sensibilidad, inteligencia y, también, libre albedrío, puesto que el espíritu es tan libre que posee la facultad de determinarse por su propia elección, de hacer una cosa de manera preferente a otra, de obrar el bien o de hacer el mal. Es el nivel espiritual el que hace al hombre permanecer por siempre en la creación como parte integrante de todo un proceso mental que el Todopoderoso ha dado a su Universo creado, que es imperecedero, perenne, eterno como la razón que él tuvo para dar forma a todo cuanto observamos y no podemos observar; es decir lo que tenemos frente a nosotros y lo que está más allá de las galaxias y aún más allá y es así porque, justamente, el “hombre” como tal está programado para existir a través de los tiempos, para perpetuarse en la inmensidad de la mente del Único quien no hizo las cosas para destruirlas sino para que siempre existan, para que siempre sean.

 

 La naturaleza del espíritu pide una existencia que no tenga fin, debe sobrevivir al cuerpo, a la materia, y no dejar nunca jamás de existir. El espíritu es inmortal puesto que está creado a imagen y semejanza de Dios para ser capaz, así como él, de conocer, de amar y de obrar libremente y así como Dios es inteligente, nuestro espíritu es inteligente; así como Dios es eterno, nuestro espíritu es inmortal; ello denota su grandeza porque Dios es tan inmenso que está presente en todas las partes y en todas las cosas, y todo entero en todos los sitios del mundo, así también nuestro espíritu está presente en todo nuestro cuerpo y todo entero en todas y cada una de las partes anatómicas que El anima; el espíritu es, entonces, la imagen viva de Dios.

 

 El espíritu es una cosa, algo que aunque es inmaterial, puede sentirse, puede  manifestarse y es una realidad que subsiste sin necesidad de estar en otra para existir; el espíritu es un ser vivo y su estado inmaterial jamás le impedirá poder ser, poder estar, poder existir como tampoco podrá impedirle que pueda conocer, querer y, lo que es más, obrar independientemente de la materia porque tiene como característica primordial ser inextenso,  indivisible, puesto que no tiene ninguna de las propiedades sensibles de la materia, y lo más maravilloso aún: ser una chispa de la luz divina de quien todo lo pudo hacer.

 

 Si un ser produce actos espirituales, independientes de la materia, él mismo, el hombre material, debe ser espiritual independientemente de la materia; de ahí que la felicidad futura debamos crearla ya, y ahora, y sólo será posible obtenerla actuando con respeto y apego a la amplia y profunda trascendencia del espíritu, en el que están todas las explicaciones y todas las verdades y también el verdadero sentido de la felicidad, la pasajera de esta vida y la eterna en los confines del secreto de la llamada “muerte”, misma que sólo es posible lograr cuando somos capaces de saber apreciar la vida en su máxima dimensión pero sobre todo cuando asumimos sin límites la existencia de los demás.

 

 Hablar del espíritu como fuerza, origen y punto de partida para la comprensión de las verdades que rigen al mundo y al hombre mismo no es tarea fácil; en efecto, hasta hoy, y ahora más que nunca, no hemos sabido potenciar nuestros innatos valores internos que han permanecido adormecidos por tanto y tanto materialismo. La visión del mundo actual, la “Welltanshaung”  como dijera Carlos Marx, es para muchos poco halagadora; el mundo, o la gran mayoría de él pide una sola cosa en nuestros días: paz para poder vivir, paz para poder seguir siendo, paz para preservar la creación, pero ahora como condición permanente e inequívoca, la paz del mundo no podrá ser lograda sin la paz para nuestro propio ser individual.

 

 Del caos actual de la humanidad, debe emerger la verdadera sublimación en razón del resurgimiento de la búsqueda espiritual, enfocada desde vertientes de pensamiento verdaderamente libres, única vía posible en nuestros días para recuperar la senda que hoy ya parece perdida y que nos permitiría poder encontrar el verdadero sentido de la vida, hacer más fecunda nuestra existencia y lograr la verdadera trascendencia, no la protagónica, vana, servil e incongruente, sino aquélla que es capaz de dejar la huella necesaria para justificar nuestro paso por la tierra. (TP-9)

 

 

ESTADO

 

 El fenómeno del Estado ha causado históricamente serias controversias y grandes debates; altamente criticada ha sido su permanencia por el materialismo histórico que lo define como un órgano de represión, control y dominio por parte de la clase detentadora del poder y hacia los gobernados; la línea contrapuesta lo entiende como la máxima expresión en las formas de organización social, como la ideal para hacer preservar la convivencia y evolución sociales.  Lo cierto de todo es que al Estado lo encontramos en todo el desenvolvimiento de la vida social y tropezamos con él a cada paso y aunque su surgimiento marca fuertemente el proceso de diferenciación entre gobernantes y gobernados, su presencia se hace necesaria pues como lo intuye Eduardo García Maynez, no es posible concebir a una organización social sin una voluntad suprema que la dirija.

 

 No obstante el Estado de nuestros días, que está ya plenamente conceptualizado, es una estructura que ya se les ha escapado y se les ha ido muy lejos a los ciudadanos; aunque difícil es negar su eficacia, entendida en el sentido puro de su concepto natural que pudiera justificar su existencia, hoy más que nunca parece un elemento inserto en nuestro tiempo y nuestro espacio como proveniente de otra dimensión, o mejor dicho como el oponente dialéctico de la unidad y el bien.

 

 La omnipresencia del Estado parece ya inútil y es precisamente su funcionamiento, caracterizado ya por la ineficacia no solamente para proveer de lo necesario a los representados sino, incluso, para justificar y legitimar su permanencia respetando el sentir mismo de la naturaleza humana, lo que marca las grandes incredulidades y las grandes disidencias, aquéllas que hacen que el individuo deje de tener confianza en su gobierno que al final de cuentas  no es más que el fiel reflejo de la estructura estatal y una de sus partes fundamentales. En nuestros días parece que poco preocupa el replantear la democracia en la idea del Estado que aunque plenamente conceptualizado hoy, reconozcámoslo, mal funciona; todo ello sugiera interrogantes: ¿el Estado gobierna para el mismo Estado que ahora está más que fraccionado y personalizado?, ¿gobierna para las mal llamadas “grandes mayorías” que son, más que el territorio, las banderas o los  himnos, las que dan vida, movimiento y razón de ser a un Estado?; lo triste y lamentable de todo es que el Estado, como estructura y como la  mejor forma de organización social, hasta hoy conocida, mal funciona en el seno de varias decenas de países del mundo y no porque el Estado sea malo en sus fines y objetivos que naturalmente le dieron origen, sino porque con el paso de los años, los lustros, las décadas y los siglos, el hombre mismo en su afán de dominio, tanto lo ha viciado, tanto lo ha prostituido.

 

 Hoy, el discurso político se inscribe en el clásico intercambio de retórica, fría, hueca y sobre todo irrisoria; todos se refieren a la integración económica, al libre comercio, a la necesidad de combatir la pobreza extrema, a la urgencia de abatir el crimen organizado, como condiciones para garantizar la gobernabilidad en los países del orbe; pero no se refieren a la necesidad de replantear la democracia a efecto de hacer vigente el fin y el objetivo de un Estado que aunque plenamente conceptualizado hoy mal funciona; todo ello sugiere interrogantes: ¿gobernar para quién y para qué?, ¿para el mismo Estado que ahora está más que fraccionado y personalizado?, ¿o para las grandes mayorías que son, más que el territorio, las banderas o los himnos, las que dan vida, movimiento y razón de ser a un Estado? Lo triste del caso es que el Estado, como estructura y como la mejor forma de organización social hoy mal funciona y no porque sea mala en sus fines y objetivos que naturalmente le dieron origen, sino porque con el paso de los años, los lustros, las décadas y los siglos el hombre mismo, en su afán de dominio, tanto lo ha viciado.

 

 

ESTADO DE DERECHO

 

 Es una verdadera vergüenza que en un Estado de Derecho, como se dice que es el nuestro, se tome la Ley como un mero instrumento para proteger y socavar fines obscuros e ilegítimos, como letra que se interpreta de mil maneras para ajustarla a los requerimientos de aquéllos que bien son la vergüenza de nuestro país, bien sean “servidores públicos” o los que se dicen ser “legisladores”.

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