DEMOCRACIA

 

 La democracia valora y permite la diversidad de corrientes ideológicas, es decir, hace posible la diversidad de corrientes políticas que luchan por ganar el consenso popular; requiere pues, la formación de una mayoría y reconoce la función de las minorías. En ella no solo se admiten las coincidencias sino, también, las divergencias.

 

 La política no se hace a gritos, y menos aún con la crítica infundamentada e injusta. La política como tal, tiene como base y punto de partida la realidad misma; realidad que remontada a la historia, retoma el pasado como experiencia, experiencia que nos ayuda a corregir errores; retoma el presente como el momento oportuno para aplicar lo corregido y preciso; y, el futuro, para tener una visión de lo que en realidad queremos ser, del rumbo que habremos de tomar y de los objetivos que deseamos alcanzar.

 

 La política no es un juego electoral simplemente; no es un mecanismo en busca del poder; menos aún sirve para cumplir los designios de un hombre o de un grupo o de una clase; la política tiene designios morales más elevados. La política –sobre todo la democracia- parte del principio filosófico de establecer un nuevo sistema de vida.

 

 En la política no sólo se gobierna, también se administra, se guía, se conduce y se atienden los intereses y necesidades generales no sólo de la comunidad política, sino también del pueblo, pues éste deposita su confianza en sus dirigentes en el momento mismo de elegirlos; y es precisamente en él –en el pueblo- donde reside la soberanía.  En la política, no solo deben expresarse las exigencias, las demandas deben considerarse como algo merecido.

 

 Aunque gramaticalmente democracia es sinónimo de intervención del pueblo en el gobierno con el objeto fundamental de mejorar sus condiciones de vida contenidas en su proyecto de ésta, lo cierto es que para comprenderla mejor es preciso situarla como instrumento ideal para penetrar en la verdadera significación de las formas de gobierno en lo que a su funcionamiento efectivo se refiere.

 

 El perfeccionamiento de la vida democrática, como mandato constitucional y como valor fundamental de la sociedad mexicana, reclama revisar y renovar permanentemente las normas y procedimientos que regulan la participación del pueblo en la vida política y la integración de la representación nacional y estatal para fortalecer y preservar la voluntad del electorado.  Nuestro sistema, prácticas y procedimientos democráticos son perfectibles; para escuchar opiniones de los diversos sectores de la población michoacana y para debatir nuestras propias concepciones a la luz pública, es que seguramente se han convocado estos foros; estoy convencido de que ellos permitirán exponer y debatir opciones de renovación.

 

 Los sistemas electorales no pueden ser producto de la adopción de modelos ajenos. Son, por el contrario, natural resultado de la cultura, las prácticas, la experiencia y la manifestación de las fuerzas políticas de cada país y en cada momento de su historia. En tal virtud, el desarrollo y perfeccionamiento de los mecanismos electorales se fundamenta en tales prácticas y experiencias y solo fundado en ellas se puede lograr su cambio, su transformación y su avance.

 

 Consolidar la democracia, avanzar en ella, perfeccionarla, es acción que se funda en el consenso mayoritario y se refleja en la creación de nuevos instrumentos legales. Consolidar la democracia significa reconocer que la renovación político-electoral ha producido en México cambios cualitativos en su sistema político y que a la renovación político-electoral le sucede la renovación de todas las manifestaciones democráticas del país. Consolidar la democracia significa reconocer en el Derecho el instrumento de legitimación de todo poder público y tener la voluntad política para ubicar a la observancia de la legalidad constitucional versus anticonstitucionalidad; al respeto a la diversidad versus antidemocracia; al diálogo razonado versus dogmas inflexibles, actitudes petrificadas y obsoletas, inteligencia estrecha y enanismo mental; la competencia pacífica entre opciones legítimas versus caminos fácticos divorciados sustancialmente de cualquier orden jurídico; y, al acatamiento de la voluntad y el mandato populares manifestados a través del voto, versus caprichos sustentados en la irracionalidad política.

 

 Como forma de vida, la democracia ha provocado grandes controversias y los más grandes empeños; desde tiempos inmemoriables se ha hecho presente en el actuar de las organizaciones sociales; sobre ella se han hecho múltiples estudios y emitido los más variados y complejos juicios; de hecho, los grandes conflictos intragrupo que registra la historia encuentran su motivo precisamente en el rompimiento de relaciones entre los integrantes de las colectividades a causa de la violación o transgresión de los derechos más fundamentales del individuo; así, entonces, gramaticalmente democracia es sinónimo de intervención del pueblo en el gobierno con el objetivo fundamental de mejorar sus condiciones de vida contenidas en la conformación de su proyecto de ésta.

 

 

DESARME

 

 Pese a los esfuerzos de la Organización de las Naciones Unidas en materia de desarme en un sentido general y completo, y bajo un control internacional, éste sólo sigue siendo una lejana aspiración para los seres humanos amantes de la paz. No obstante que tan importante organización internacional fue creada para la preservación de la paz y la justicia internacionales, su objetivo se ha visto frenado por intereses y posturas diversas; no así, y en medio de los intereses y de las pasiones, intenta enarbolar la ley y la razón como argumentos definitivos para el pleno logro de su cometido.

 

 

DIOS

 

 La creación es el principio y el fin de todo, ella no se ha hecho a sí misma; no es obra de la caprichosa casualidad; en efecto, la casualidad no existe y no puede producir absolutamente nada; ella es una palabra inventada por el individuo para ocultar su ignorancia y justificar un hecho cuya causa ignora. Así, Dios, por sobre todas las cosas, es el Espíritu Creador que todo lo ha hecho, de ahí que no debamos la existencia a ningún ser visible de la creación, porque somos inteligentes, libres y, por ello mismo, superiores a todos los seres desprovistos de razón; como una piedra no puede producir una planta, una planta no producirá un animal, y asimismo, un animal tampoco producirá un hombre.

 

 La existencia de Dios, como verdad absoluta, es entorno irrefutable; si nos cuestionáramos sobre cuál es el origen del primer ser viviente de cada especie, tendríamos que remontarnos hacia tiempos y espacios inconcebibles para el alcance de la mente humana, de generación en generación, para llegar, inevitablemente, a un primer creador que es, justamente, Dios, causa primera de todas las cosas, que ha puesto, la creación entera, al servicio de los hombres y de todos los seres que la integran y le dan forma. Así, el hombre existe y ello demuestra la existencia de Dios; en efecto, la existencia del hombre inteligente y libre es una prueba más que decisiva de la existencia de Dios; es obvio que un ser que piensa, reflexiona, raciocina y quiere, no puede provenir sino de una causa inteligente y creadora que es, simplemente, él: sí, Dios, quien “ha puesto” el espectáculo maravilloso de la creación materializada al servicio del hombre racional.

 

 Hablar de Dios sin lugar a equivocaciones, es uno de los temas que más contradicciones y desacuerdos ha provocado en la historia de la humanidad; la razón estriba en que, justo él, es el centro y objeto de la fe religiosa; es fácil comprender que en tanto eje de una creencia y una fe, los humanos lo conciban y acepten desde diversas ópticas por lo que existen dos variables inamovibles en este sentido: Dios es tan diferente a los seres humanos que debe ser considerado, en esencia, como un misterio más allá de la capacidad de comprensión humana; la mayoría de filósofos y teólogos suponen que es posible un conocimiento de Dios, aunque limitado y, por esa razón, han formulado diferentes concepciones de él aunque sólo en términos de atributos divinos así como trayectorias para su conocimiento.

 

 Dios es una verdad absoluta que precisa de aceptación, esa es la puerta de acceso a su conocimiento; de ahí parte todo.

 

 A través de la historia humana, la concepción de un mundo maniqueísta, es decir, la existencia del bien y el mal, ha hecho que muchas guerras, revoluciones y matanzas sean desarrolladas por movimientos religiosos y sectas invocando, malamente, el nombre de Dios para vencer al maligno, a la bestia, al anticristo o a los enemigos potenciales de ciertas religiones del mundo; la verdad es que el trasfondo de estos movimientos han llevado consigo claros fines de control hegemónico y expansionismo; nadie duda en este sentido de que los líderes religiosos de cada época de la historia humana han tenido siempre muy claros los fines que persiguen y que muchas veces no son, precisamente, la propagación de una fe sustentada en el amor y la paz del mundo.

 

 No existe grupo que “mate en nombre de Dios” que no sea peligroso para la humanidad entera. Aun cuando existan grupos de liberación nacional con fines claros y definidos y causas justas no tienen razón alguna para, en nombre del Creador, asesinar a diestra y siniestra para ejercer presión sobre los Estados o los gobiernos de éstos; pero también los hubo y hay que buscaron y buscan ejercer presión sobre la conciencia humana, éstos son mucho más peligrosos aún.

 

 Gracias a Dios, al que intentamos conocer, a ese ser superior que es capaz de entretejer los hilos visibles e invisibles del telar cósmico, es que existe en cada uno de nosotros una conciencia superior que va más allá de la conciencia común; por ello los extremos y fundamentalismos religiosos no tienen razón de ser; de aquí surge la imperiosa necesidad de combatir los fanatismos de todos los signos más aún aquéllos que llegan al terrorismo; la historia humana está llena de estos acontecimientos que nos permiten visualizar cuán desgastados están los principios en los hombres, y no es posible concebir que alguien dedique sus años de existencia a planear actos que impliquen nuestra propia muerte y la de miles de personas. No es precisamente la pobreza o la opresión, como muchos han intentado demostrar, la razón por la cual infinidad de grupos y organizaciones cometen actos injustos y sanguinarios contra la humanidad; ellas no son otra cosa que fallas biológicas y mentales, locura manifiesta, que arrastran al hombre a hacer lo indecible.

 

 La Biblia, la Torá, el Corán, la Mishná, el Talmud, las Vedas y otros tantos libros sagrados, deben ser instrumentos de liberación espiritual y nunca de dominio. Como católico, convencido de mi religión y mi relación propia con Dios, desde esta visión que tengo del mundo, me parece inaceptable que a dos mil años del mensaje de Jesús de Nazareth, todavía sigamos destrozándonos en su nombre.

Ideario

 

 

D

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