Discursos

[9] Intervención en la presentación de la Monografía Municipal de Venustiano Carranza, Michoacán: “Ensayo Histórico y Estadístico de Venustiano Carranza y su Municipalidad”, del Ing. Francisco Gabriel Montes Ayala en el “Salón Candilejas”.

 

Venustiano Carranza, Michoacán, sábado 24 de agosto de 1991.

 

 

Honorable Ayuntamiento de Venustiano Carranza, Michoacán;

 

Señor Ingeniero Francisco Gabriel Montes Ayala, mis anticipadas felicitaciones;

 

Coterráneos, amigos todos:

 

Formulo antes que otra cosa, mi más profundo agradecimiento por permitir expresarme ante ustedes en una ocasión, por cierto muy esperada por mí y muy especial para este mi pueblo, para esta mi tierra, para este mi rincón predilecto, para esta porción del universo y la creación que me constituye raíz y compromiso.

 

Hoy, esta mañana veraniega, vale la pena que retomemos un elemento fundamental que como especie nos determina y que, además, constituye el centro medular del desarrollo de los pueblos: la historia.

 

Hablar de historia, es hablar del recuento sistemático de eventos que otorgan cultura, identidad y fortaleza a los pueblos que la gene, la viven, la proyectan hacia dimensiones futuras y es más, la defienden. Historia pasada, la historia present pero al fin de cuentas historia, donde se entrelazan los tiempos, donde el principio y el final parecen perderse. Historia, bella intromisión del destino.

 

De poco se puede aprender más que de un rico proceso histórico como el pueblo mexicano del que, afortunadamente, somos producto, parte y, desde luego, actores. Enseñanzas para hoy y para mañana podemos extraer de nuestro pasado, siempre y cuando no se vea con un criterio de generalización o de elemental superficialidad, siempre y cuando a la pasión o emoción con que lo veamos, acompañemos serenidad y comprensión. Así, veremos a nuestros grandes constructores complementando entre sí, realizando una obra que se ensambla y continúa, y muy por encima, en su acción perdurable, de lo que podría ser afanes personales.

 

La perspectiva histórica permite comprender lo que a los contemporáneos, oa los miopes que todo lo atribuyen a la anécdota o apetito personal, escapa.

 

No así, la historia debe contar, presumiblemente, con coincidencias y divergencias. La historia sólo se explica y adquiere sentido como oposición y lucha de contrarios; unos y otros hacen la historia; los unos sin los otros carecen de función. La historia como instancia de valoración y memoria de un pueblo, conciencia de sí mismo e impulso en el presente para el futuro, no se explica ni se entiende linealmente. Dentro de la historia no se trata de conciliar lo irreconciliable, no se trata tampoco de abjurar o reducir el modo de pensar que hayan tenido o tengan unos y otros; se trata, fundamentalmente, de aceptarla, porque ésta siempre actúa y nunca se equivoca.

 

Somos un pueblo con su propio lenguaje social y político; hablar de grandezas es referirnos a sucesos y biografías que han servido de normas y guías a nuestra existencia cotidiana; qué mayor grandeza que la de actuar con valentía y dedicación ciudadana. Perder nuestra raíz cultural nos llevaría a dejar de ser mexicanos; abandonar el cauce de nuestra historia rompería con nuestros principios.

 

Para llegar hasta lo que hoy somos, ha sido necesario el esfuerzo sostenido de varias generaciones de mexicanos. A todos ellos, a los que combatieron con las armas de la inteligencia o de la palabra precursora; a los que hicieron fructificar en leyes la sangre vertida en los campos de batalla; a los que arrebataron el poder al opresor para institucionalizar la vida política de México; a los que mantuvieron firmeza, patriotismo y decisión frente a las agresiones imperiales; a los que preservaron en el propósito social ante la confusión que amenazaba con dividir al frente de la insurgencia; a los mandos revolucionarios que tuvieron la lucidez política de renunciar a la fuerza para dar paso a las instituciones; a los soldados del ejército revolucionario que, surgidos del pueblo, combatieron la dictadura y la usurpación y que con patriotismo indiscutible pusieron después de sus armas al servicio de las instituciones, las leyes y la democracia; al trabajo del campesino, del obrero, del intelectual, del empleado, de mis queridos y siempre defendidos maestros; al pueblo que se manifiesta en las urnas abiertamente en busca de opciones legítimas, viables y acordes a nuestros tiempos dando sendas lecciones a aquéllos que pidiendo a gritos democracia, cuando la ven manifiesta le sacan vuelta; en fin, a los constructores del México moderno, rindo hoy, mi humilde homenaje, porque han sabido hacer historia. al pueblo que se manifiesta en las urnas abiertamente en busca de opciones legítimas, viables y acordes a nuestros tiempos dando sendas lecciones a aquéllos que pidiendo a gritos democracia, cuando la ven manifiesta le sacan vuelta; en fin, a los constructores del México moderno, rindo hoy, mi humilde homenaje, porque han sabido hacer historia. al pueblo que se manifiesta en las urnas abiertamente en busca de opciones legítimas, viables y acordes a nuestros tiempos dando sendas lecciones a aquéllos que pidiendo a gritos democracia, cuando la ven manifiesta le sacan vuelta; en fin, a los constructores del México moderno, rindo hoy, mi humilde homenaje, porque han sabido hacer historia.

 

México, en conclusión, es un país que debemos, los de ahora, a todas las generaciones que nos han formado. Cada una ha hecho lo suyo; ha hecho principalmente lo que es el valor fundamental: formar una nación, preservar su independencia, formar su ideología política, formar sus instituciones. México es un país con recia historia política; esa recia historia política la han hecho todas las generaciones de mexicanos: la generación de Hidalgo y de Morelos, la generación de Vicente Guerrero, la generación de los liberales: de Juárez, de Gómez Farias, de Zarco, de Melchor Ocampo y de Ponciano Arriaga ; hay pues un entreveramiento y una secuencia continua entre las generaciones de los mexicanos.

 

Este es el genio histórico y el genio político del pueblo de México. Nosotros no debemos destruir lo que nos antecede; nosotros debemos apoyarnos en el pasado y en el presente para poder asumir nuestra responsabilidad frente al futuro. Somos un pueblo mestizo que se siente orgulloso de sus raíces indígenas y que no solamente las toma como historia, sino las toma como presente.

 

Lo que hoy, esta mañana, nos reúne aquí, es justamente ello: hacer historia, hacer un recuento del pasado de un municipio joven, de un pueblo que con sacrificio y tenaz caminar ha sabido transitar en el largo trayecto de su proyecto de vida; con sus héroes, muchos anónimos, con sus campesinos de de donde orgullosamente provengo, con sus maestros, con sus mujeres y jóvenes, con sus niños, con sus animales de trabajo, Venustiano Carranza tiene historia y lo que hoy conoceremos es el producto del esfuerzo de alguien cuyo trabajo solo se traduce en una frase: amor por su gente, amor por sus raíces.

 

Estimados amigos:

 

La historia de México no es muro ni resistencia a las tendencias innovadoras, como ocurre en otros países; no incita a guiarse simplemente por los precedentes ni predica la inmovilidad y el acatamiento o sujeción a lo dado, al suceder por el mero suceder.

 

Lejos de ello, nuestra historia, nuestra bella historia, aguijonea y estimula para luchar por el cambio, para animarse de recia voluntad transformadora y enfrentar las realidades negativas. No es, en ningún caso, la apología del vencedor, o mejor dicho, del triunfador que ve su victoria. En nuestra historia tenemos, por igual, hombres que vieron convertirse en leyes o en realidades las ideas por las que lucharon y hombres que, sucumbiendo por ellas, no alcanzaron a verlas imperar. En la historia, tienen igual validez la posición de los vencidos como la de los vencedores.

 

En México, ni caemos en el fetichismo histórico, ni nuestro pasado no esclaviza a rutinas fijas ya métodos estereotipados.

 

La historia de nuestra patria, si a algo nos invita, es a usar la imaginación, a prescindir de todos los límites que tratan de represar las sanas inquietudes espirituales; es una historia para construir incesantemente un futuro mejor, no para estacionarse en momentos superados o susceptibles de ser superados.

 

La historia no es pasado muerto; es el pasado vivo que actúa en nuestros días conformando nuestro pasado al igual que el presente, en las luchas que libramos o dejamos de librar, configura el futuro. Y si algo es la historia, es el vínculo dialéctico, la liga estrecha y fructífera entre pasado, presente y futuro. Por esta razón, creo que sin perspectiva histórica no hay política posible, que sin saber lo que ayer se hizo, ignoramos lo que hoy debemos hacer y lo que mañana debemos lograr.

 

La historia es pues elemento consustancial a la existencia del hombre como especie sobre la tierra, su grandeza como disciplina científica, y como práctica, debe conducirnos a un punto crucial que ya no tiene espera: el reencuentro del justo y recto concepto del universo y la creación.

 

Mis más sinceras felicitaciones.