[75] Intervención en la presentación de la segunda edición del libro “El Chaneque, la última llamada” del Biólogo Luis Macías Nava.
Casa de la Cultura de Venustiano Carranza, Michoacán, México, sábado 28 de junio de 2014.
“…Estos hombres no buscaron nunca ni la aprobación popular ni acaparar gran número de prosélitos. Son indiferentes a esas cosas, pues saben de sobra cuán pocos hay en cada generación, capaces de recibir la verdad, o de reconocerla si se les presentara. Ellos <<reservan la carne para los hombres>>, mientras que los demás <<dan leche a los niños>>, conservan sus perlas de sabiduría para los pocos elegidos capaces de apreciar su valor y de llevarlas en sus coronas, en vez de echárselas a los cerdos que las mancillarían y pisotearían en el cieno de sus chiqueros… <<Dondequiera que estén las huellas del Maestro, allí los oídos del que está pronto para recibir sus enseñanzas se abren de par en par>>. Y además, <<cuando el oído es capaz de oir, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría>>… El espíritu de persecución no ha muerto aún en la tierra. Hay ciertas enseñanzas… que, si se divulgaran, atraerían sobre sus divulgadores un griterío de odio y el desprecio de las multitudes, las que volverían a gritar de nuevo: ¡Crucificadlo!... ¡Crucificadlo!”
El Kybalion, obra escrita por Tres Iniciados
Con su venia ciudadanos Profesor Nicolás Cibrián González, Presidente Municipal; Biólogo Luis Macías Nava y Licenciada María de Lourdes Macías Maravilla, Directora de la Casa de la Cultura;
Señoras y señores;
Distinguida concurrencia:
Gracias por esta incomparable oportunidad que me brindan de poder estar aquí con ustedes esta mañana.
Acudo en esta ocasión, después de diez años de no hacer un pronunciamiento aquí en mi tierra natal, desde aquél domingo 12 de septiembre de 2004 en que iniciara una cruzada distrital por la democracia; lo hago ahora, y con un gusto especial, para comentar la segunda edición del libro “El Chaneque, la última llamada”, obra de mi entrañable amigo el Maestro Luis Macías Nava.
Al cerrar el libro, habiendo hecho una minuciosa y puntual lectura, pude constatar que sólo quienes conocen los caminos de la iniciación, aunados a la perspectiva científica que les brindan sus propias formaciones y lejos del morbo vulgar de la ignorancia, podrán comprender a cabalidad esta obra en su esencia y máxima connotación.
He leído, con profundo interés, la segunda edición de la obra literaria que hoy se presenta y de ella puedo obtener importantes conclusiones; siempre he creído que cuando las teorías no dan para convencer sólo basta esperar el flujo inequívoco de la historia para convencerse de los aciertos o errores que traen consigo los paradigmas impuestos, y es tal el caso de la infinidad de malogradas “políticas públicas” emanadas de los gobiernos ciegos e ignorantes que exaltan por encima de todas las cosas los vicios y denigran las virtudes, o de las leyes diseñadas debajo de la mesa y exentas de una adecuada técnica legislativa.
Esta obra, con una excepcional precisión enlaza y une sus conclusiones en la fusión de dos mundos que parecieran irreconciliables a la vista de las mentes cortas y las inteligencias estrechas: la realidad político-social manifestada en la visión de la clase en el poder y el veredicto del alto mundo espiritual.
Veo en ella que frente a la inconmensurable Creación Divina el hombre aparece también como creador, dejando tras de sí un reguero de formas físicas, construyendo y destruyendo cosas continuamente; también deja un reguero de formas astrales que son enseñanza y nos permiten definir las líneas propias de nuestro mundo astral, siendo así, que junto con nuestras propias creaciones energéticas podemos encontrar ahí a los "servidores", las energías beneficiosas de la naturaleza que, siendo nuestras ayudas, no hemos aprendido todavía a convocar ni a utilizar en su total plenitud en beneficio de causas supremas.
En esta obra, constato mi eterna convicción de que el mundo culto, el tangible entonces, sirve al hombre en la misma medida que éste le sirve al mundo oculto no accesible a cualquier mente; es este aspecto el que ha logrado enamorarme de la obra literaria que ahora comento.
Somos, así, el producto de una intención que nos ha hecho seres duales y a los cuales se nos exige encontrar los puntos de equilibrio; dicho de otra forma: hay que pactar con Dios o con el Diablo en tanto oponentes dialécticos que definen en su total connotación el mundo maniqueísta en que vivimos; este es el pacto que realizamos día a día con nuestra actitud y nuestro proceder. Si alimentamos el odio, la agresividad, la envidia, el rencor y la avaricia, pactamos con el diablo, y me refiero a los diablos del odio, la agresividad y el rencor creados por nosotros mismos, recibiendo por ello ciertos beneficios que siempre nos conducirán, de manera irrestricta, en el sentido de la densa materia y la fragmentación.
Si nos decantamos por el amor y la armonía recibiremos otro tipo de beneficio muy diferente, que nos encaminará hacia la iluminación espiritual y la conciencia, hacia la unidad, que es precisamente lo que desean las virtudes divinas. Todo depende, en efecto, del lobo que alimentemos en nuestro paso por la vida para el cumplimiento cabal de nuestras misiones.
Aunque nos cueste comprenderlo, estamos inmersos dentro de este universo dual y Dios forma parte de nosotros. Por tanto, para bien o para mal, su fuerza creadora se manifiesta también en nuestros actos, mismos que deben encaminarse hacia la perfección pues ser seres superiores representa nuestra máxima encomienda.
Con el cuerpo de materia construimos este mundo y con los sentimientos ayudamos a la creación de mundos invisibles, pero parece que el ser humano no ha descubierto aún que lo que él llama exterior no es más que la consecuencia de una construcción interior y que quien mira no es el hombre, sino un observador a través de él que constituye ese componente misterioso de la conciencia universal única capaz de salvar al mundo y rescatarlo de sus actuales crisis.
La obligada e incesante lucha por la salvación del mundo, parte de concebir la Creación como un templo, y a todos y cada uno de nuestros actos como un ritual. Los templos estarán donde estén las almas dispuestas a emprender la batalla, y me refiero a esas almas que transforman su cuerpo en instrumento para el rito, para las ceremonias del alma en nuestro mundo. Ninguna acción humana, mis queridos amigos, tiene el menor valor si no es capaz de desencadenar una reacción espiritual, de modo que resulte eficaz en el mundo del alma.
El valor más importante no estará, entonces, en los actos o las palabras sino en la intención. La fuerza y el poder de nuestras acciones está en la intención que seamos capaces de imprimir al rito. Es así como funciona el ritual mágico realizado con singular maestría por Fulgencio en el corazón de la selva Lacandona para entregar a Alfredo las armas de la Luz. Y es así como no funciona casi ningún ritual de nuestra cultura decadente, en un mundo industrializado cuya intención está, a costa de lo que sea, en adquirir bienes de consumo, en generar un tipo de riqueza que, paradójicamente, empobrece cada vez más al espíritu del hombre, porque para ello es menester invertir todo el tiempo en busca de nada, en busca sólo del vacío espiritual. Es la auténtica adoración del becerro de oro y cuando uno quiere darse cuenta ya es demasiado tarde; se ha agotado el tiempo que habíamos soñado para disfrutar la vida en el descubrimiento de nosotros mismos.
Estar atentos a uno mismo es como atender al candil que nos permite iluminar el camino de retorno al hogar que, por supuesto, no está en la Tierra aunque se refleje en ella. Cada movimiento del cuerpo, cada expresión del rostro, cada gesto y palabra forman parte del ritual del alma, con el que se pretende atraer a las energías luminosas o, por el contrario, a las fuerzas de las tinieblas. El alma luminosa se acerca a la oscuridad del mundo para disipar las tinieblas y la ignorancia; el alma oscura, que abunda a nuestros pasos, se acerca a la luz para apagarla.
Su obra, entrañable amigo Luis, deja claras, bastante claras, estas reflexiones, me las confirma, me las recalca, me las imprime al alma como un tatuaje, y de manera extraña me identifica con ellas y con sus personajes a los cuáles asigna usted un rol, además de específico, clave en la concepción de una convocatoria muy bien armada, con lógica y con absoluta trascendencia y constituye línea esencial en la concepción de una nueva cultura ecológica y una nueva, también, disposición humana.
Queridos amigos, entrañables hermanos:
Los actuales retos de la humanidad son encomienda para los caminos de la iniciación. Me refiero a esas almas que aguardan silenciosas el cumplimiento de sus misiones y encargos del alto mundo espiritual; los habrá, entonces, en todas y cada una de las vasta ramas del conocimiento y habrán de operar creando y generando las grandes revoluciones científicas de los nuevos tiempos; habrá entonces un gran flujo de grandes paradigmas, consensos y disensos, acuerdos y ajustes previos al gran reacomodo que presupone esa última llamada que ya está dada.
Grandes y delicadas habrán de ser las encomiendas de las almas que ya han sido pasadas por el crisol; que han aceptado el reto y la responsabilidad del cumplimiento fincado en la humildad y el amor a la humanidad y la Creación entera. Alta y delicada es entonces la de Don Luis Macías Nava quien ha recibido la última llamada y emprendió el camino de su cumplimiento.
No somos, la Creación y nosotros mundos alternos, somos parte de una misma línea en constante evolución, parte de un mismo proyecto y de un mismo afán.
El Chaneque, está en cada uno de nosotros y actúa conforme a nuestra propia esencia y nuestro propio concepto del mundo.
Enol representa esa vocecita interior que nos dicta el sentido de nuestras propias acciones y de nuestra propia conducta.
Enol no es ni niño ni viejo, es un ser intemporal y es la marca de nuestra alma la que nos hace verle de tal o cual manera, es el sentido de nuestras acciones el que nos lo hace percibir y sentir cargado a determinado punto de la línea de polarización que rige nuestro universo.
No será necesario entonces ponernos la ropa al revés para escapar de la mirada de este extraordinario ser; lo que se impone es revertir, sí, pero nuestras erradas intenciones y acciones.
Con toda certeza, mis queridos amigos, mis entrañables hermanos, si tuviéramos a nuestro también hermano Enol frente a nosotros y le preguntáramos: “¿dime… tú eres real?… ¿ustedes los chaneques existen?", sin pensarlo nos respondería: “mejor pregúntense ustedes si existen como tales o son ahora el resultado de un afán superior que se ha convertido en pesadilla."
Quien tenga oídos que oiga.♦