[67] Intervención en la ceremonia de apertura de su muestra fotográfica “Reencuentros de mi Conciencia”.
Oficina de Enlace Ciudadano, Sahuayo, Michoacán, México, sábado 1º de agosto de 2009.
Señoras y señores;
Entrañables amigos todos de este Cuarto Distrito Electoral Federal del Estado de Michoacán, con cabecera en la ciudad de Jiquilpan:
Sean todos ustedes bienvenidos a esta ceremonia de apertura de mi muestra fotográfica “Reencuentros de mi Conciencia.
No hay tiempo que no se llegue ni plazo que no se cumpla y aquélla hermosa aventura, como muchos le llamaron, que empezó el martes 19 de abril de 2006, está prácticamente a unas horas ya, 720 para ser preciso, de concluir.
Tal y como ha sido anunciado a los medios de comunicación y a la opinión pública, cumplo con la primera parte del programa previsto para mi despedida de mi encargo como Representante de este Distrito ante la Honorable Cámara de Diputados.
Siento la nostalgia de tantos momentos vividos, de tantas circunstancias porque siempre me he llamado producto de mis propias condiciones históricas, de mis propias circunstancias para ser claro; a ellas me debo, en ellas he actuado, por ellas he transitado desde que vine al mundo hace ya cuarenta y ocho años y desde que tuve clara conciencia del rol que me correspondía jugar en esta existencia que traducida en un estilo propio de vida me ha significado entrañable experiencia, bella, pero también dolorosa; y no podría ser de otra manera pues los grandes cumplimientos implican el saber cargar la cruz con sapiencia, sabiduría, humildad que no resignación y una fortaleza tal que todo cuanto pase en nuestro camino por la vida debe quedar, como es mi caso, grabado como un tatuaje en nuestra alma y nuestro corazón.
Corresponde ahora a ustedes, a mi pueblo, a mi electorado, a los míos, evaluar mi paso por el Congreso de la Unión, en efecto por el Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos, en el seno de una Legislatura que está inscrita ya en las páginas de la historia nacional como una que marco el antes y el después en el desenvolvimiento institucional de una nación que se ha forjado a base de incansables luchas para definir su presente y su futuro.
Mi campaña fue un acto repetido de meditación y reflexión, de reafirmación de creencias y convicciones; de acercamiento al ciudadano y de convivencia respetuosa con mis adversarios; ella presentó al pueblo una opción política distinta, con tesis, propuestas y conceptos claros de la tarea legislativa y de la profunda connotación del servicio público y ofreció, en conclusión, soluciones reales y concretas a los problemas que, como innegable realidad, enfrenta el pueblo de México. Indudablemente fue este el factor decisivo que me dio la confianza, muy bien razonada, del electorado de mi Distrito que se identificó más con la campaña sencilla y de frente a él, y con ello obtener el triunfo en los comicios federales el domingo 2 de julio.
El rescate de la credibilidad ciudadana hacia partidos, instituciones y gobierno, así como la dignificación de la política a través del trabajo legislativo, fueron mis tesis centrales en un proceso electoral que siempre reconocí habría de marcar, lo reitero, el antes y el después en la historia contemporánea de nuestro país.
No hubo tiempo para treguas. Con un pequeño equipo de trabajo, eficiente en toda magnitud, recorrí incansablemente los catorce municipios de mi Distrito llevando el mensaje de mi instituto político, el Partido Acción Nacional, hasta los lugares más recónditos del Distrito; en efecto, siempre a pie, bajo el rayo del sol, la ráfaga del viento o las gotas de la lluvia, como candidato no conocí del desfallecimiento pues siempre supe que mi gente prefería al candidato humilde, al candidato sencillo que supo escuchar y nunca trajo consigo la única intención del cálculo de la plusvalía que podía darle el llegar a ser Diputado Federal.
Fue la mística de servicio lo que siempre me motivo, esencia que llevo conmigo gracias a la formación universitaria que me brindó la Universidad Nacional Autónoma de México en un área de formación que bien me brindó los elementos suficientes y necesarios para analizar la realidad de mi país y poder hacer de ella definido debate al interior del Congreso Mexicano.
No fui ninguna improvisación, ni resultado de una componenda, cochupo, arreglo entre grupos, amañada componenda y el menos aún el pago de una cuota de poder a cambio de “favores otorgados”; mientras mis compañeros opositores gozaron de las bendiciones de sus dirigencias, de las visitas de sus gallos presidenciales, yo supe entender el sentido del compromiso que traía en mis manos y supe responder a mi Partido, prácticamente solo, pero con la mirada serena y una sonrisa en los labios que bien supo decir a todos que yo iba por buen camino; siempre confié en mí, no tuve el menor empacho.
Mi triunfo, se debió a la plena identificación con los ciudadanos, por eso este triunfo pisó muchos cayos propios y extraños.
En ese tenor, y cierto de que la disidencia ciudadana se sustenta en ese distanciamiento entre el Estado y el ciudadano, he realizado una intensa campaña que no acabó el 2 de julio; apenas ahí iniciaba una etapa más y decisiva en busca de la consolidación del proyecto del Partido Acción Nacional y del Presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa.
Y justamente eso constituye esta muestra fotográfica, que me reencuentra con mi conciencia, la que me reclama algunas cosas y me reconoce otras tantas; me reclama quizás el no saber administrar mis pasiones cuando de defender mis ideas se trata, cuando de salvaguardar la esencia humana y la dignidad de la persona humana; ahí soy implacable, ahí me voy con todo y contra todo, incluso a cuestionar mi propios paradigmas y convicciones si es necesario porque reconozco que jamás, en lo personal, haría nada a un semejante que no desee que me hagan a mí.
“Reencuentros de mi Conciencia” es un mero recuento de algunos detalles, entre cientos más, es la muestra vivificante de lo que esta Representación pudo hacer durante los tres años que los representó en la Cámara de Diputados; hay muchas, muchísimas cosas más pero lo que ustedes podrán apreciar desde ahora y hasta el 29 de este mes, es solo una pequeña parte de un trabajo legislativo que bien supe asumir con responsabilidad y pasión, con entrega absoluta y con conocimiento de causa.
Para eso me formé en las aulas universitarias; para eso dejé un día, aquél domingo 21 de octubre de 1979 esta región, mi casa, mis padres, mi todo, para tomar al destino de frente, sin temor, con la única consigna de aprender y dar una aplicación distinta a mi esquema de formación para servir a los míos; jamás me movió otra causa; y en estos “Reencuentros con mi Conciencia”, sin duda alguna, ese es el aspecto que más ésta me aplaude y más rehace levantar la cabeza, salir a la calle y mirar a mi gente de frente, sin vergüenza aunque sí con los ojos quizás cansados a veces por la fatiga pero llenos de la esperanza de que un día este país pueda ser mejor.
Así actué en los encargos que me fueron conferidos en la Legislatura, tato por mi Grupo Parlamentario como por los órganos de Gobierno de la Cámara, es decir la Junta de Coordinación Política y la Mesa Directiva.
En mis Comisiones cumplí a cabalidad y obtuve la más profunda y excelsa enseñanza.
El trabajo realizado en la Comisión de Relaciones Exteriores, en tres años, me llegó a convencer de que en la historia de los hombres, como en la de las naciones, hay años, lustros, décadas, siglos y milenios que contienen hechos y cambios que deben considerarse como cruciales para su existencia.
Ahí constaté que la humanidad atraviesa por una crisis de alcances verdaderamente impredecibles; una crisis que impacta en la economía, en la ecología, en la política y desde luego en la cotidianeidad inmediata de la vida de los ciudadanos de todo el mundo. Por sus efectos y oscuros porvenires, es una crisis que nos exige, ya, una rigurosa interpretación de sus reales connotaciones. Es una crisis que ha hecho del mundo actual un yermo sembrado de inconformidad y divergencias, espacio propicio para el cultivo de la falta de concordia y abismos insalvables entre los discursos y los hechos. Una crisis que ante su configuración, enmarcada en la equivocación y el desaliento, sólo espera ya la dura e inequívoca manifestación de la historia.
Una crisis que descubre gobiernos ciegos e ignorantes, que ponen debajo del dosel la soberbia y entre prisiones la humildad; que lisonjean y encubren el abuso; que desprecian y denigran la virtud. Gobiernos que a la culpa colocan en el trono, y la integridad e inocencia apremian con el grillete; que a la ignorancia autorizan y la sabiduría desacreditan. Gobiernos que, en aras de una “revolución” mal entendida, encubren ilegítimos intereses negando a sus pueblos las más elementales libertades. En conclusión, una crisis que nos exige, ya, comprometer nuestros esfuerzos, nuestros mejores ánimos y alientos éticos por la paz y la transformación del mundo hacia una era de esperanza y amor por la vida.
Desde ahí visualicé un mundo que enfrenta problemas con connotaciones diversas, un mundo donde el terrorismo se entiende como una vía que se exalta con alarmante vehemencia para la solución de los conflictos y donde de pronto parece que la diplomacia ha sido desplazada por formas cada vez más sofisticadas de demostrar el poderío y el afán de dominio en las que, desde luego, el soldado y el policía ratifican su posición fundamental.
Los múltiples foros que atendí, me hicieron entender que el genocidio, que pareció haber sido superado a mediados del siglo pasado, ha cobrado nuevamente vigencia, en otros tiempos y en espacios diversos también: lo vivimos en las atrocidades, donde no importan los fines ni los medios, donde solo vale aniquilar a los ciudadanos que no aceptan convertirse en esclavos y vasallos de imperios sanguinarios. Pero hay otros entornos que a su manera y desde su influencia inmediata también funcionan como prácticas de intolerancia y daño: en la manipulación informativa, en la confección de leyes injustas, en la indolencia de los sistemas de impartición de justicia, en las enormes corrupciones que el poder político alimenta y favorece, en la explotación laboral, en la transgresión del derecho y libertad, en la discriminación en cualesquiera de sus manifestaciones, en el criminal abuso de las mujeres y los niños, en el silencio cotidiano ante las injusticias contra las mayorías silenciosas.
Con una visión plural, compartí espacios con otras ideologías, coincidiendo en temas cruciales. La realidad del mundo de nuestros días se tiñe de oscuridad; los niños asesinan y son asesinados. Cada vez más, innumerables Estados se ven sacudidos por casos de corrupción política y económica. La convivencia pacífica en nuestras ciudades se hace cada vez más difícil por los conflictos sociales y raciales; de nueva cuenta toman importante escena en el sistema internacional las ideologías extremas y los fundamentalismos.
Es así que cuando faltan las palabras, es cuando el estruendo del cañón con su estampido nos ensordece a niveles globales; es cuando los locos siervos de Marte hacen cantar a sus bombas su canción siniestra, cuando nuestro planeta entero sufre, impotente, por que la situación no nos permite la defensa de tantos inocentes.
Siempre asumí que existen factores externos que llegan a influir de manera determinante en la política exterior de un país, por ello mantuve una relación respetuosa y atenta con los cuerpos diplomáticos acreditados en nuestro país conforme lo establecieron las reglas de la diplomacia parlamentaria, el encargo de mi Comisión y las encomiendas de los órganos de gobierno de la Cámara.
En la Comisión de Asuntos Indígenas, supe que no bastaban las buenas intenciones y los protocolos sustentados en la atención con paliativos. Supe que era necesario ir al fondo del problema y dar dignidad a nuestros hermanos indígenas procurando defender su entorno de tradiciones pero, a la vez, brindándoles los más elementales satisfactores. La tarea no fue fácil, todavía existen grupos que se resisten a resolver el problema de fondo pues encuentran en nuestras regiones interculturales la carnada ideal para los temas electorales para inducir esquemas de explotación, de humillación y de burla.
Nuestra Revolución, carente del rediseño social de México, arrastra todavía consigo el lastre del incumplimiento con nuestros hermanos aborígenes y mestizos.
No es el México ideal, no al menos el que se propugna a veces en ciertos discursos desgastados y rebasados ya por los mismos tiempos.
Viví con pasión y entrega mi paso por la LX Legislatura, y estos “Reencuentros de mi Conciencia” son el fiel testimonio de ello.
Me he propuesto continuar en la defensa de mis causas y de mis banderas de lucha; sin ellas la figura pública no encuentra justificación alguna ante la historia de sus pueblos. Es un compromiso con mi conciencia pero, sobre todo, con todos ustedes.
Así estaré hasta la conclusión de mis días; cuando esta materia deje de serme útil y mi espíritu busque la verdadera libertad, hasta que llegue el momento de dejarlos para siempre, de ir a mi galaxia, más allá del tapete cósmico, para ser evaluado con el suficiente rigor con el que fui traído a este mundo.
Es la regla, la asumo a plenitud.
Los “Reencuentros de mi Conciencia” me dicen muchas cosas; ahí están los triunfos, ahí los dolores, ahí las tribulaciones, ahí los vilipendios de que he sido objeto, las ingratitudes, las traiciones, todo, absolutamente todo lo que, de verdad, me hace feliz y es así porque si algo pude constatar en esta hermosa experiencia, que muchos me decían no era para mí porque habría de endurecer mi corazón, es que en verdad todavía puedo amar, a pesar del abandono, a pesar de la soledad, del frío o del calor, de la enfermedad, del desencuentro, del desamor y a veces de la incomprensión.
Esa es la lucha diaria que nos hace fuertes en cualquier adversidad, esos son los grandes detalles que hacen de cada vivencia un aspecto inolvidable y digno de ser vivido; los que hacen mágica la vida y cada momento que ella contiene; por ello no habré de permitir que nada, ni nadie, ni el intrépido ladrón o el sagaz traidor rompan con la magia de este momento de estar frente a ustedes, ahora, justo cuando casi acaba la función y el telón está a punto de ser bajado, para apagar las luces del gran salón de teatro y quede yo, solo en el escenario para darme cuenta de que, en efecto, ahí soy y seré siempre solo yo y mi eternidad.
Estoy profundamente agradecido con los catorce Municipios que integran de mi Distrito; igual con Venustiano Carranza que con Sahuayo, Jiquilpan, Villamar, Chavinda, Tangamandapio, Jacona, Tocumbo, Cotija, Tingüindín, Marcos Castellanos, Régules, Pajacuarán y Briseñas. A todos ellos y a ustedes les dejo el mejor de mis recuerdos.
Y quiero dejarles algo más todavía. Pero para ello les contaré brevemente una historia.
Hubo una vez una mujer que deseó toda su vida ser madre; las tribulaciones de la vida le hicieron quedar sola después de su primer matrimonio y así en segundas nupcias Dios le dio la enorme oportunidad de tener un hijo; pasaron los años, a ese hijo le dio amor, protección, principios, formación, fortaleza y otras innumerables virtudes; fueron felices, bastante podríamos decir, ella se preocupó mucho por la formación de su hijo y hacerle entender que la vida implicaba cumplimientos, misión, entrega y amor a pesar de sus dolores; ese hijo creció con un esquema de convicciones universales, con defectos y virtudes como tantos pero con una característica esencial: no había cosa que no hiciera en la que no pusiera el amor en su máxima expresión; y era así que para cada día de su santo o de las madres, su hijo se acercaba y le daba un enorme abrazo al que ella respondía: “hijo me has dado el abrazo más grande del mundo."
Pasaron los años y ella tuvo que irse, dejando a su crío en el desamparo total, hundido quizás en la más profunda de las soledades y fue así porque todo aquél hermoso campo florido que él tenía a su alrededor se convirtió en un desierto, lo dejó muy solo jugando en el patio de la vida, más , sin embargo, el sacó fuerzas de donde pudo, recordó sus enseñanzas, el sentido que ella misma le forjó en torno al trabajo y la lucha por los demás y, ese hijo, un día, el domingo 2 de julio de 2006, fue electo Diputado por este Distrito, y está frente a ustedes.
Y justamente lo que hoy quiero dejarles a ustedes es eso, lo que a mi madre, a ella sí, hacía muy felíz, y se trata, en efecto, del abrazo más grande del mundo.
Gracias por tanto, que Dios les bendiga siempre.♦