[53] Intervención en la ceremonia de instalación del Grupo de Amistad México-República Dominicana.
Salón de Sesiones de la Comisión de Relaciones Exteriores, miércoles 27 de febrero de 2008.
Señor Don Pablo Mariñes Alvarez, Embajador de la República Dominicana en México;
Señor Don Gerónimo Gutiérrez Fernández, Subsecretario para América Latina y El Caribe en la Secretaría de Relaciones Exteriores;
Señor Diputado Don Gerardo Buganza Salmerón, Presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Honorable Cámara de Diputados;
Compañeros Diputados, integrantes del Grupo de Amistad México-República Dominicana:
Disfruto en este momento la satisfacción de verlos aquí reunidos, ya que sin duda de entre los grandes acontecimientos que recogerá la historia, en honor y gloria de este honorable recinto legislativo, habrán de resaltar los esfuerzos que hagamos, en el ámbito de la diplomacia parlamentaria, por coadyuvar en el fortalecimiento de los lazos de amistad que nos unen y que hoy, entre nuestro país y la República Dominicana, se patentizan a través de la puesta en marcha de los trabajos de nuestro Grupo de Amistad.
Quiero reiterar que, para mí, es un altísimo honor participar en el proyecto de este Grupo parlamentario bilateral; tengo la certeza de que pocas tareas son tan dignas y elevadas como la de trabajar al servicio de los ideales de concordia, justicia y libertad que amparan nuestras naciones y que competen a la generalidad de las naciones del orbe.
Hoy por hoy, no será posible sustraer las problemáticas nacionales de la fenomenología que atañe a la perspectiva global.
Motivo de congratulación recíproca debe ser, en efecto, el advenimiento de esta asamblea; espero con ansia que los proyectos que han de presentarse a lo largo de los trabajos de este Grupo de Amistad, no sean pocos y su número, considero, sólo se ha de comparar con el ardiente afán que todos tenemos en cuanto a buscar, incansablemente, el progreso en la relación que nos une y el bienestar de nuestras naciones.
Hoy, en materia de política exterior la agenda para abrirle paso al futuro internacional ha cambiado de manera radical y ese es, quizá, el primer reconocimiento que estamos obligados a asimilar; por ello, este es, sin duda alguna, un momento clave para profundizar en cuanto a nuestra relación bilateral y el futuro que todos deseamos para nuestros respectivos países.
Problemáticas comunes nos competen, porque igual nos compete una vecindad regional sustentada en la identidad histórica.
Es el alma de los pueblos unidos el ideal común que tienen que perseguir todas las naciones de América y las distintas sociedades que en nuestro continente coexisten. La historia nos enseña que todas las naciones, para arribar al desarrollo y la verdadera civilización, han tenido que pasar por pruebas terribles y por dolorosos sacrificios superados siempre por la fe y por la unión entre sus hijos.
Es el caso de México y lo es dela República Dominicana que supieron, en su momento, oponerse al yugo del colonialismo imperial del momento.
Historia que se escribe en páginas marcadas por el sentimiento de libertad y de justicia; historia que fluye, para nuestros hermanos dominicanos, desde hace ya ciento setenta años en que viera rotas las cadenas de una dominación de más de tres siglos y, hoy día, veintisiete de febrero, celebre su engrandecimiento y su plena libertad, así como el valor de la lucha patriótica de los héroes de su independencia nacional, encabezados por Juan Pablo Duarte, que bien supieron dejar clara su indestructible resolución de ser libres e independientes, a costa de sus vidas y sus propios intereses.
Al grito de ¡Dominicanos! ¡A la unión! ¡Separación, Dios, Patria y Libertad!,la República Dominicana logró su independencia. No hubo entonces un solo dominicano que dudara en dar hasta su propia vida por su libertad nacional.
De igual forma, yo les digo esta mañana, que no hay un solo mexicano que no les reconozca como una patria hermana puesto que la defensa y el respeto debidos a la opinión de todos los hombres y a la de las naciones civilizadas imponen a nuestro continente deseoso de retomar y reivindicar nuestros lazos políticos, más ahora que nunca, la necesidad de mirarnos como un solo conjunto de vecinos y amigos.
Por eso hoy, al declarar mi lealtad y compromiso para con América Latina seguro de profesar la firme intención de ayudar a engrandecer nuestra relación bilateral y a consolidar nuestra hermandad americana, a dejar los caminos abiertos y preparados para que el éxito y el prestigio ya conseguidos por nuestras respectivas naciones, nos sigan acompañando en los años por venir y a potenciar la imagen de nuestra región como una tierra que, orgullosa de su pasado, busca su futuro en el fortalecimiento de la cultura, en el progreso, en el amor por la libertad y la justicia.
Porque creemos en la libertad y la justicia, propongo un foro que en el nivel de la región caribeña vele por la cooperación internacional. Es momento de acabar con los efectos de las dolorosas connotaciones que impone la realidad internacional actual donde persisten entornos que, a su manera y desde su influencia inmediata, también funcionan como prácticas de intolerancia y daño: en la manipulación informativa, en la confección de leyes injustas, en la indolencia de los sistemas de impartición de justicia, en las enormes corrupciones que el poder político alimenta y favorece, en la explotación laboral, en la transgresión del derecho y libertad, en la discriminación en cualesquiera de sus manifestaciones, en el criminal abuso de las mujeres y los niños, en el silencio cotidiano ante las injusticias contra las mayorías silenciosas.
Millones de ciudadanos en toda Latinoamericana, en efecto lamentan la ausencia de una visión global humanística porque resulta alarmante la acumulación de problemas sin resolver, la parálisis política, la mediocridad de los dirigentes políticos, carentes, justo ahora, de perspicacia y de visión de futuro y, en general, desinterés absoluto por el bien común.
Demasiadas respuestas anticuadas para nuevos retos, demasiadas demandas sociales insatisfechas.
Por ello, formulo votos para que las importantes tareas que este grupo de amistad realice a lo largo del tiempo que le queda a esta legislatura, sirvan para estrechar nuestros lazos y traer una confianza mayor entre nuestros pueblos que haga posible el inducir un nuevo orden en el ámbito latinoamericano, independientemente de los diversos enfoques que pretenden “ordenar” al mundo, debemos asumir que el mundo en sí es la encarnación del orden; somos precisamente los humanos en quienes recae la responsabilidad de ponernos de acuerdo con ese orden, respetarlo y buscar su vigencia en todo tiempo y espacio.
Ojala y hoy comience una nueva era que no tenga término, en que reine nuestra amistad como naciones latinoamericanas y en que el bienestar y la prosperidad de nuestros pueblos sean defendidos en unión recíproca, dando testimonio, más allá de nuestras fronteras nacionales, de que los lazos que nos unen, como región, son la expresión más sincera de nuestras convicciones y el reconocimiento del primero y más sagrado de nuestros deberes, como vecinos y hermanos.
América Latina debe hacer oir su palabra, por que cuando faltan las palabras, es cuando el estruendo del cañón con su estampido nos ensordece a niveles globales; es cuando los locos siervos de Marte hacen cantar a sus bombas su canción siniestra, cuando nuestro planeta entero sufre, impotente, porque la situación no nos permite ya la defensa de tantos inocentes.
Enhorabuena, ofrezco mis mejores afanes y voluntad para que los trabajos de este Grupo de Amistad cuya Presidencia me ha encomendado esta Cámara, para que las relaciones entre la República Dominicana y nuestro páis se fortalezcan desde la visión del trabajo parlamentario.♦