Discursos

[49] Intervención en el Informe de Actividades de los Diputados Michoacanos integrantes del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional en la LX Legislatura del H. Congreso de la Unión. 

 

Salón Principal, Hotel Fiesta Inn, Morelia, Michoacán, México, sábado 29 de septiembre de 2007.

 

 

Saludo a mis entrañables compañeros diputados integrantes del Grupo Parlamentario del Partido Acción Nacional enla LXLegislaturadel H. Congreso dela Unión;

 

Saludo a la dirigencia estatal de mi partido;

 

Y saludo también a la distinguida concurrencia, servidores públicos estatales, municipales y ciudadanía de la ciudad capital de mi Estado.

 

La vida ese cauce doloroso y lleno a veces de desventuras, pero bello, que representa ese trance entre ser producto de nuestras propias circunstancias o ser el objeto de otros, nos enfrenta al inobjetable hecho de ser testigos y actores de nuestra propia historia; a enfrentar la adversidad natural y eventual que trae consigo el ser consecuentes con nuestras causas o perecer víctimas de la diatriba de quienes no han sido, ni serán, capaces de superar lo mucho o poco que aportemos a nuestros entornos.

 

Ser figura pública, ser representante popular, nos obliga a entregar pasión por lo que creemos y hacemos en consecuencia.

 

“Reinar es tarea, que los cetros piden sudor y del sudor teñido de las venas, que la corona es peso molesto que fatiga primero las fuerzas del alma, antes que las fuerzas del cuerpo”, decía Miguel Angel de Quevedo, dando fiel testimonio del enorme cometido de la representación y la encomienda pública.

 

Este informe representa el resultado de quien llego al Congreso de su país llevando consigo una visión del mundo, una apreciación de la realidad y la expresión de una circunstancia que se desprende de una cosmovisión que percibe un mundo en conflicto, un mundo que atraviesa por una crisis de alcances verdaderamente impredecibles; una crisis que impacta en la economía, en la ecología, en la política y desde luego en la cotidianeidad inmediata de la vida de los ciudadanos de todas las naciones. Por sus efectos y oscuros porvenires, es una crisis que nos exige, ya, una rigurosa interpretación de sus reales connotaciones.

 

Una crisis que ante su configuración, enmarcada en la equivocación y el desaliento, sólo espera ya la dura e inequívoca manifestación de la historia. Una crisis que descubre gobiernos ciegos e ignorantes, que ponen debajo del dosel la soberbia y entre prisiones la humildad; que lisonjean y encubren el abuso; que desprecian y denigran la virtud. Gobiernos que a la culpa colocan en el trono y la integridad e inocencia apremian con el grillete; que a la ignorancia autorizan y la sabiduría desacreditan. Gobiernos que, en aras de una “revolución” mal entendida, encubren ilegítimos intereses negando a sus pueblos las más elementales libertades.

 

En conclusión, una crisis que nos exige, ya, comprometer nuestros esfuerzos, nuestros mejores ánimos y alientos éticos por la paz y la transformación del mundo hacia una era de esperanza y amor por la vida.

 

Y es en ese tenor que he podido encauzar mi trabajo en una Legislatura que, por sus características propias, ocupa ya sendas páginas en la historia nacional. Bajo esa guía, ha sido necesario poner los mejores esfuerzos en las comisiones en que he podido ser testigo y actor de mi propia historia, en que he podido forjar mis propias circunstancias. Enla Comisiónde Relaciones Exteriores ha sido en busca de encontrar todos los mecanismos necesarios y suficientes para que México, mediante una política exterior seria y responsable, fortalezca su posición dentro del sistema internacional y haga valer su voz en los grandes foros internacionales; enla Comisiónde Asuntos Indígenas, para retomar el debate sobre un tema que me ha dado razón de esencia y existencia y que se sustenta en la imperiosa necesidad de dar a nuestros pueblos indígenas el trato que les haga entender que son parte de nuestro quehacer social y no solamente la carnada de la movilización política o el icono de fortalece el discurso corriente, demagógico y de revistas de quinta clase.

 

Seguro de la importancia de ir en busca del rescate de la credibilidad ciudadana, nos hemos enfocado a la solución de innumerables gestiones; a la fecha  240 de 270 solicitudes presentadas por ciudadanos, Ayuntamientos, instituciones educativas y organizaciones sociales. Han sido debidamente atendidas y resueltas estando pendientes solamente aquéllas que han desoído algunas autoridades federales, locales y municipales para quienes importa más el color que el compromiso conla Patria.

 

Amable concurrencia, compañeros diputados:

 

Vivimos tiempos convulsos que reclaman la integridad de nuestras acciones. Tenemos entornos que aún cuando parecieron haber sido superados a mediados del siglo pasado, ha cobrado nuevamente vigencia, en otros tiempos y en espacios diversos también: los vivimos en las atrocidades, donde no importan los fines ni los medios, donde solo vale aniquilar a los ciudadanos que no aceptan convertirse en esclavos y vasallos de imperios sanguinarios.

 

Pero hay otros entornos que, a su manera y desde su influencia inmediata también, funcionan como prácticas de intolerancia y daño: en la manipulación informativa, en la confección de leyes injustas, en la indolencia de los sistemas de impartición de justicia, en las enormes corrupciones que el poder político alimenta y favorece, en la explotación laboral, en la transgresión del derecho y libertad, en la discriminación en cualesquiera de sus manifestaciones, en el criminal abuso de las mujeres y los niños, en el silencio cotidiano ante las injusticias cometidas en contra de las mayorías silenciosas.

 

Decía Einstein que “la vida es muy peligrosa, y no por las personas que hacen mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa”.

 

Ofrezco mi mayor voluntad para compactarme en esfuerzos comunes, pero sólo en aquéllos que haciendo a un lado los vilipendios, los enconos, las envidias y los egoísmos, la maldad humana de propios y extraños para que nos entendamos mejor, sean capaces de justificar nuestro paso por el Congreso de la Unión y nos hagan exclamar el 31 de agosto del 2009, que llegará, ¡México, te hemos cumplido!