Discursos

[3] Intervención en el Homenaje a la Profesora Juana Zendejas Solís, Directora de la Escuela Primaria “18 de Marzo”, de Venustiano Carranza, Michoacán, por sus 63 años al servicio de la educación.

  

Venustiano Carranza, Michoacán, miércoles 16 de mayo de 1990.

 

 

Entrañable amiga Juana Zendejas Solís;

 

Distinguidos miembros del Honorable Ayuntamiento;

 

Maestros y alumnos aquí presentes;

 

Coterráneos;

 

Amigos todos:

 

Agradezco mi participación en este encuentro que me invita a retomar dos temas que, además de apasionarme, me constituyen auténticas banderas de lucha por la importancia crucial que tienen dentro del desenvolvimiento histórico de las organizaciones sociales: la educación y el reconocimiento, humano y justo, a quienes con su entrega y lealtad coadyuvan en el fortalecimiento del modelo de sociedad a que aspiramos. Hablo de entrega, porque sin ella no es posible concebir las grandes obras y hechos y de lealtad porque esta es sinónimo de madurez, valía y la medida ideal para calcular la talla y dimensión del ser humano.

 

Educación, concepto no menos complejo que se nos ofrece como la máxima expresión de las libertades del hombre; instrumento de liberación, de democracia, de justicia y también de igualdad, que para el caso de nuestro país constituye el primer derecho social que consagra la Constitución General de la República y el  mejor camino para la realización de nuestros valores políticos.

 

La educación es el  medio fundamental para hacer efectiva la igualdad entre los mexicanos; pero, debemos aceptar que ésta debe estar profundamente ligada no solo al sentir y pensar del pueblo, sino, también, al proyecto de desarrollo integral de la nación. No basta la conciencia política, no basta el patriotismo entendido como emoción; si no se saben hacer las cosas, n o hay valores políticos que puedan instrumentarse; si no se tiene el dominio de la ciencia, de la técnica, de la tecnología, el patriotismo puede quedarse en sentimiento frustrado.

 

La educación es pues un instrumento de justicia social que permite dar movilidad a una sociedad democráticamente organizada. El México de hoy, sólo se explica por el gigantesco esfuerzo educativo de la Revolución Mexicana; inspirados en el texto de nuestro Artículo tercero Constitucional, precepto irreversible de nuestra filosofía política, es preciso afirmar que la educación debe ser democrática por los fines que se propone, por aquéllos a quienes atiende y por el carácter y arraigo de quienes la imparten.

 

En efecto, la concepción democrática de la educación mexicana supone la voluntad de formar ciudadanos, nacionales y libres, con vocación y sentido de fraternidad universal con todos los pueblos de la tierra. Cierto es que la educación debe ser nacionalista, esto es, debe de enseñar a los niños y a los jóvenes, al pueblo entero, el amor a la patria, pero totalmente alejada de hostilidades y exclusivismos frente a nación alguna, reafirmando los valores que nos han hecho una nación integrada que aún tiene que reconocer que hay segmentos de nuestra población que quedan pendientes por incorporar.

 

A través de la educación adquirimos conciencia y compromiso de nuestros deberes éticos. Ser capaces de asumir nuestras obligaciones y responsabilidades se logra con la educación del hogar y de la familia; pero, gran parte del enorme reto que representa el proceso educativo lo tienen los maestros de México con su participación activa y compartida, sin la cual no es posible concebir reformas o planteamientos de nuevas perspectivas para la educación nacional.

 

No hay fines políticos sin pedagogía para alcanzarlos, ni pedagogía que se justifique sólo en función de los fines que persigue. La unidad y los logros de la nación cuentan con la participación activa de los maestros mexicanos; ustedes representan al pueblo que ha tenido la oportunidad de educarse porque tienen también la oportunidad de educar a sus compatriotas.

 

El compromiso magisterial no es fácil, precisa de nuestra capacidad para establecer pactos y compromisos conjuntos; esos pactos y compromisos que enaltecen, los que son sembrados por las causas más nobles en las que creemos y a las que servimos. Nuestro pacto y compromiso, compañeros maestros, es con México y su educación, porque la educación de nuestra nación es primero.

 

La historia nos enseña que toda sociedad que progresa es una sociedad que se transforma. Las sociedades que se estancan, que se aferran a dogmas rígidos, que buscan sustentarse en pensamientos inflexibles, que no imaginan nuevas cosas para resolver nuevos problemas, son sociedades que tienden a debilitarse o a desaparecer.

 

México, es una sociedad viva y vigorosa porque ha vivido en un proceso constante de cambio social, en el que todos los sectores nacionales se han visto involucrados especialmente la mujer, que ha estado siempre presente en la vida nacional, principalmente como la base fundamental de la familia mexicana que, a su vez, es célula básica de nuestra estructura social.

 

Las nuevas etapas de nuestro desarrollo han incorporado a la mujer a otras actividades que requieren de un planteamiento novedoso y sistemático. El magisterio, representa una de las pocas profesiones que nunca ha estado vedada para la mujer y tal vez por eso sea la ocupación que más ha dignificado al sexo femenino.

 

Fueron las maestras rurales quienes mantuvieron viva la llama del movimiento revolucionario. Las profesoras normalistas se preocuparon por legalizar la situación de la mujer y, como justo triunfo de su causa, fue una maestra la que ocupara por vez primera un lugar en el Congreso de la Unión: María Lavalle Urbina.  Todas las maestras mexicanas han de recordar la fundamental y hermosa tarea que tienen en tanto guías y conductoras de la  niñez y de la juventud. Conviene no olvidar que la mejor enseñanza se da a través del ejemplo, el que encuentra su base en la dedicación, la entrega y la lealtad. La labor de Juana Zendejas Solís, en tanto mujer educadora, es ejemplo de vocación y amor por México y debe servir de pauta para quienes los intereses personales o de grupo están por encima de las causas.

 

Porque es su convicción y naturaleza, Juana Zendejas Solís, cumple los deberes que contrajo con su país desde aquél año de 1927 cuando ocupa su primera plaza en Santiaguillo, ahora Aquiles Serdán, en el Municipio de Zamora, después de su gran cruzada por la superación sustentada en el sacrificio. Con pasión y compromiso desde 1950 ha formado generaciones enteras de nuestro pueblo y bien lo señala en su divisa; a ella se incorpora también otra forma de aludir a esa pasión de servicio: la oriundez de la que siempre ha tomado enseñanza; raíz, que es esta tierra michoacana con lo que vale y abarca.

 

Merece el reconocimiento que sólo se gana cuando la conducta obedece a los actos; es decir, a lo que pregona en el salón de clases ante las miradas inocentes y llenas de vida, ilusiones y esperanza de los miles de niños que ha tenido frente a ella; cuando hay consecuencia entre la palabra y el comportamiento; cuando el ser maestra principia por ser ejemplo. En ella ética, compromiso y razón de ser, van de la mano.

 

La conocí hace 22 años, cuando con un cuaderno de veinte centavos y un lápiz en la mano, feliz porque ahora aprendería a leer y podría descifrar los múltiples recortes de periódicos que archivaba en ese tiempo, me condujera mi madre hasta la Escuela Primaria “18 de Marzo” a iniciar un proceso de formación que no concluirá sino hasta mi muerte. En esos años, mucho ha caminado; lo ha hecho del único modo que practica, del que define la educación  genuina, tan diferente de la codicia y la artimaña; con modestia frente al pueblo que educa; con ideales e ideas que no declinan; con la frente en alto y la conducta recta que no se desvía.

 

De paso ágil y mirada serena, para ella la edad es mero formalismo; de recia convicción religiosa, para Juana Zendejas Solís, los principios están primero que el seguimiento de modas anacrónicas ajenas a su autenticidad; sonríe poco y lo hace con moderación, porque sabe que las letras sólo entran, se captan y aprenden cuando la flexibilidad no está presente.

 

De esta manera, derecha, ha dedicado su esfuerzo a quienes nacen, viven, trabajan y desean aprender y ser en esta porción del territorio mexicano. Se ha desempeñado en su encargo conjugando el talento y la experiencia; con orgullo, le reconozco las distinciones que, en su largo andar, le ha redituado el producto de su esfuerzo.

 

Profesora Juana Zendejas Solís:

 

Ha servido usted con probidad y esmero; ambas cosas se exigen recíprocamente, no basta una sola; las dos reclama el pueblo; esas virtudes tiene su desempeño.

 

Creo en la educación y la cultura, en esas tareas que surgieron como ambición para emancipar a todos los mexicanos en José Vasconcelos; que con el deseo de lograr un gran avance alfabetizador y hacer universal nuestra cultura se convirtió en afán en Jaime Torres Bodet y compromiso de profundidad democrática en Jesús Reyes Heroles.

 

Creo en la educación porque ella es la que nos ha dado cultura histórica y cultura política; porque es la que nos permite, precisamente, vislumbrar las mejores formas de hacer política, actividad esta última que debe elevar al hombre al servicio de sus semejantes.

 

Hace 22 años cruzamos la primera mirada en la formación de filas de mi grupo. Hoy 22 años después, reciba usted el humilde homenaje de un michoacano que ve en el universo su casa; en México a su país, su causa y mayor bandera de lucha; y, en Venustiano Carranza, Michoacán, su raíz y máximo compromiso.