[35] Intervención como Precandidato del Partido Acción Nacional a Diputado Federal Electo por el Principio de Representación Proporcional, en la Convención Distrital del Distrito 04 del Estado de Michoacán.
Casa de la Cultura, Sahuayo, Michoacán, México, domingo 11 de diciembre de 2005.
Señores Delegados Numerarios;
Distinguida militancia:
Sean mis primeras palabras en esta mi segunda intervención para aclarar algunos referentes sobre los sistemas electorales y, muy específicamente, del sistema de Representación Proporcional.
Indudablemente, un eje ordenador para poder evaluar los regímenes políticos, es el grado de aproximación o distanciamiento entre ellos y el ideal democrático; es decir, éste último sirve como parámetro para juzgar el funcionamiento y la propia dinámica de las instituciones y las prácticas políticas reales.
Y a muchos preocupa que la profunda interrogante de nuestros tiempos, en términos de sistemas electorales, sea concluir cuál es el mejor sistema electoral, es decir cual se ajusta mejor a los principios democráticos de soberanía popular y de representación política.
La Representación Proporcional cumple una función muy específica: permitir que los grupos minoritarios se vean representados en los órganos legislativos y de gobierno.
Para el caso de México, en el Congreso de la Unión conviven 300 diputados electos bajo un sistema de mayoría en distritos uninominales, y 200 diputados electos bajo la fórmula de representación proporcional distribuidos en cinco grandes circunscripciones plurinominales en los que se elige a 40 diputados en cada una.
En los sistemas de mayoría sólo hay un triunfador que se lleva todo mientras que los otros competidores no obtienen nada. Este sistema lleva consigo una inequidad muy clara pues sólo recompensa a quien obtiene el primer lugar, dejando sin representación a quienes no votaron por el triunfador y que en ocasiones constituye una gran parte de los electores totales.
Incluso, quienes obtienen los triunfos no siempre llegan con la debida representatividad pues a su voto cautivo suman el que conquistan mediante la componenda y la compra de conciencias a un bajo costo; cincuenta, cien pesos o un poco más es suficiente en nuestros días para mercar con la voluntad ciudadana.
La Representación Proporcional tiene un cometido pues ha servido para eliminar las distorsiones que introducen los sistemas de mayoría. La Representación Proporcional pretende crear en las asambleas una imagen lo más fiel posible de las distintas corrientes de opinión e intereses presentes en una sociedad plural y heterogénea como lo es, por ejemplo, la mexicana.
Sin embargo, los resultados políticos de los sistemas de Representación Proporcional no son fáciles de predecir debido a la multiplicidad de factores que actúan sobre ellos y que afectan su funcionamiento.
En nuestro país, fue el 30 de diciembre de 1977 cuando se promulgó la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales; la reforma electoral que promovía esta ley ofreció a los partidos de oposición nuevas oportunidades de participación e introdujo por primera vez el concepto de Representación Proporcional al Poder Legislativo.
Así empieza la historia de la Representación Proporcional en México donde a la par de la lucha por buscar que las minorías tengan posibilidad de representación, el procedimiento para la designación de este tipo de escaños ha incurrido en profundas contradicciones.
Unos partidos, las otorgan como dádivas a las grandes figuras como producto de pactos o regalías; otros más las asignan a individuos sin importar en sí la función que van a realizar dentro de los órganos de representación, el hecho es cubrir los espacios, verse representados aún cuando su presencia no tenga la menor relevancia. Se trata de pagar facturas políticas, de resarcir pecados, de calmar los ánimos, de dar una chamba, de exaltar a las “familias reales”; reprobable en todo término.
La Representación Proporcional tiene una importancia trascendental y no es menos o más importante que la Mayoría Relativa; las funciones para quienes acceden por ambas vías a un órgano de representación son las mismas. De ahí que tanto unos como otros corran el enorme riesgo de fallar a su país.
Los tiempos que vivimos, requieren de una tarea legislativa tenaz, no es poco y menos simple lo que está pendiente. Tampoco es suficiente la gana de hacer las cosas; cuando no se tiene la visión, la aptitud y la voluntad, cualquier intención por patriótica que parezca recae en la triste figura de un sentimiento frustrado.
Es lamentable que en las últimas dos legislaturas no se haya decidido nada trascendente; que no se haya podido crear ningún tipo de consenso, excepto para dilatar la reformas y cambios estructurales que le hacen falta al país; mientras tanto, la situación de la población se sigue deteriorando cada día que pasa y sin acuerdos políticos. Fueron más las disensos que lo consensos; fue más la desunión que imperó en lo que, en nuestro país, se denomina el “Congreso de la Unión".
En la “Torre de Oro” como les ha dado en llamar a muchos al Palacio Legislativo de San Lázaro, han sido otros los intereses que se han dado cita en él; parece mentira que no puedan dejar de lado sus aspiraciones personales en pos de la búsqueda de una solución a esta crisis que nos aqueja y que empieza a tomar un carácter de monumental; es vergonzoso ver como se rompe la palabra empeñada; es insultante escuchar interminables discursos vacíos de contenido; es desesperante, sí, la falta de patriotismo de nuestra clase dirigente.
El hambre y la malnutrición no esperan. La enfermedad y el desamparo tampoco. Nuestros representantes no pueden darse el lujo de dilatar la toma de decisiones críticas para iniciar el proceso de recuperación de nuestro pueblo. Deberían estar dialogando las 24 horas del día si fuese necesario, hasta acordar las políticas a seguir y ponerlas en marcha de inmediato.
Debemos devolver el honor a muchas de nuestras instituciones; la irreverencia, la frivolidad, el histrionismo, el espectáculo, se han apoderado de los magnos recintos en que debería imperar la razón, la madurez, la política en el sentido estricto; en realidad parece que ahora se apuesta más a ver qué resultado darán las políticas acordadas una vez que se han roto los acuerdos; absurdo en todo sentido.
En política, es preciso respetar a nuestro pueblo pero más respetarnos a nosotros mismos.
En una democracia es normal que no se esté de acuerdo en el enfoque a tomar con cada política de Estado, pero en estos momentos es imperioso que nos concentremos en las coincidencias y dejemos de lado los desacuerdos para más adelante, cuando tengamos tiempo para discutirlos si es que tienen sentido. Ahora debemos enfocarnos en la búsqueda de una política apropiada para la emergencia que nos asfixia. Debemos romper este círculo vicioso de la eterna discusión sin resultados concretos, este sinfín de reuniones que no conducen a nada, ese malgasto de recursos que sólo se destinan para la exhibición personal y el protagonismo estéril o para la consecución de proyectos personales.
Tiene que haber puntos mínimos de coincidencia que podamos implementar sin más pérdida de tiempo.
La gente no puede esperar más para ver qué pasa con su vida. Es irresponsable por parte de los dirigentes, y más de los legisladores, la falta de acción. Fomentar la debilidad de un gobierno en un momento de crisis como la que vivimos es, lisa y llanamente, la más burda traición a la Patria pues impide su progreso. Esos señores que están en las sombras –aunque algunos muy a la luz pública y son conocidos de todos-, entorpeciendo cada paso del gobierno, deben ser presentados al pueblo como lo que son: oportunistas y aprovechadores, la clase de gente que nuestro país no necesita para salir adelante. Vaya cosas, ahora resulta que también hay quienes propugnan con alarmante vehemencia “gobernar” desde el Congreso con menoscabo del equilibrio entre poderes; no cabe duda asistimos a una época donde México corre el riesgo de retornar a los esquemas absolutistas que tanto daño han hecho a las naciones del mundo.
Quienes salgan electos en las Convenciones Distritales, deben prepararse para la contienda electoral y si son electos Diputados para la batalla legislativa; deben prepararse para llegar inmersos en los principales problemas del país y puedan impulsar y defender las propuestas de cada instituto político; deben prepararse para ser capaces de generar los acuerdos con otras fuerzas políticas y lograr la aprobación de las reformas que necesita el país y no ser solo diputados “levantadedos”; deben lograr que sus esfuerzos redunden en verdaderos logros para la tan sentida sociedad mexicana.
México espera resultados.
Estamos en una carrera contra el tiempo y es necesario que asumamos la responsabilidad que nos toca. Debemos actuar ya, sin dilación y sin titubeos. Debemos actuar aún si las decisiones que reclama la hora implican dar incluso la vida misma, ése es el verdadero amor a la patria, la verdadera justificación de nuestras existencias ante la historia y ante los ojos de nuestras propias conciencias.
¡El tiempo corre y la paciencia de un pueblo tiene límites!♦