Publicaciones

[263] ¿LA MAYOR SATISFACCION?... EL DEBER CUMPLIDO

 

Felipe Díaz Garibay

 

 

Retomado del texto “Así es la vida según Gandhi”

 

Parte 20

 

 

Columna "Una voz en el silencio", semanario "Noticias Cuarto Poder" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 20 denoviembre de 2016.

 

 

 

“El verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino de qué lado está el deber”  -José Martí-

 

 
 

Los tiempos actuales que vivimos, los realmente convulsos tiempos que nos ha tocado enfrentar, parecen diluir en mucho el concepto del deber; muy atrás ha quedado ya esa sensación de respeto a los valores y principios entre los cuales el llamado “deber” es una especie de lazo que une dos ideas, dos espacios que ahora parecen reclamar mayor atención y mayor respeto también.

 

Los valores dan forma a los principios y podríamos decir que en sentido recíproco se complementan para dar paso al deber como esa especie de presión que la propia razón ejerce sobre nuestra voluntad, y así nos encontramos con ese llamado que a nuestro mundo interno nos dice que éste –el deber aclaro- y nos coloca en la disyuntiva de hacer o dejar de hacer algo, nos decimos a nosotros mismos entonces: “…por más que yo quiera hacer esto, debo hacer esto otro, porque la obligación moral me lo exige…”; para quienes tienen perfectamente claro lo que es el deber, en este orden de ideas éste aparece como algo irremplazable.

 

En nuestros días hablar del deber parece quimera. La propia adoración del becerro de oro a que se encuentra sometida la humanidad hace pasar de largo la importancia de que tiene el deber y su cumplimiento.

 

Por donde se le quiera ver, no existe mayor paz a nuestro espíritu que la certeza del deber cumplido. Es la más grande de las satisfacciones independientemente de los resultados que consigo traiga el haber puesto nuestros mejores afanes y esfuerzos en la ejecución de tan importante acción.

 

Pero entender el deber tiene mucho que ver con lo que entendamos sobre la naturaleza  humana de los demás y, desde luego, de nosotros mismos; el deber cumplido será así la proyección de lo que nosotros somos en esencia y nunca, pero nunca jamás, otra cosa.

 

Muchas preguntas giran entonces en torno a esto del deber cumplido y es un aspecto que aplica no sólo a quienes se mueven en los ámbitos del servicio público por ejemplo sino que es algo que nos aplica a todos por igual y en nuestra propia vida diaria; es una ley que es aplicable a todos los aspectos de nuestra propia vida; es un tanto como esa idea que invade nuestra mente y nos convence y nos hace estar seguros de que hemos sido capaces de concluir algo, de concretarlo, de haberlo hecho bien incluso las más mínimas cosas que tarde o temprano habrán de tener trascendencia en el tiempo.

 

Mis apreciados lectores, déjenme decirles que la satisfacción del deber cumplido es tranquilidad, alegría, equilibrio, bienestar y es esa característica tan especial que nos queda luego de haber hecho algo y, desde luego, de haberlo hecho bien independientemente de esos cansancios y todas esas consecuencias físicas que requieren el mejor de nuestros esfuerzos pero que nos genera algo a lo que puede definirse no sólo como las no  necesariamente ganas de volver y repetir sino, más bien y sobre todo, las ganas de trascender con lo que hemos hecho.

 

Dentro de nuestra propia conciencia se ha sembrado entonces un deseo crecimiento y progreso, ganas de evolucionar y traer con nosotros nuevos retos para afrontarlos con muchas más ganas que el anterior y con ello obtener muchos mejores resultados para nuestra inmediata y futura.

 

Me queda el convencimiento de que todo en la vida se trata de hacer las cosas por pasión, con gusto, dedicación e interés, y hablo de ese interés por recibir una remuneración y me quedo también con la consideración de que las remuneraciones más valiosas no son las precisamente las económicas. Y puede que suene a frase de cajón, o  a típico manejo del lenguaje para la superación personal, pero, en este caso no me refiero a esa  remuneración humana económica y superflua, sino a ese pago intangible pero satisfactorio que queda en nuestra propia conciencia y que nos hace aprender  a trabajar sin esperar qué tan lleno va a quedar después nuestro bolsillo sino en espera de esa sonrisa acompañada de esa característica mirada a los ojos que nos dice: “muy bien hecho, muchas gracias” y saber que con ello habremos de sentir esa paz de conciencia que sólo nos da la satisfacción del deber cumplido.

 

Nos vemos la próxima semana con la gracia infinita de Dios.