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[261] ¿LA SENSACION MAS GRANDE?... LA PAZ INTERIOR

 

Felipe Díaz Garibay

 

 

Retomado del texto “Así es la vida según Gandhi”

 

Parte 18

 

 

Columna "Una voz en el silencio", semanario "Noticias Cuarto Poder" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 6 denoviembre de 2016.

 

 

 

Alguna vez, y no hace mucho tiempo, encontré por ahí una revista en el asiento de un avión donde había una colaboración de alguien que hablaba de la “paz interior”, y daba toda una serie de recetas, medidas, pasos, modos, formas y demás, para “conseguir la paz interior”; me quedó claro después de haber leído y releído el artículo que no es posible establecer ningún recetario que nos ayude a obtener la paz interior cuando lo único que hacemos es hacer la guerra hacia enfrente de nosotros.

 

Reza el dicho común y con gran razón que “quien siembra vientos cosecha tormentas…” y gran razón tiene este apotegma y lo refiero en esta ocasión porque tengo y me queda claro que la paz interior sólo es posible si estamos bien con lo que y con quienes tenemos a nuestro alrededor.

 

La paz interior mis queridos lectores no es otra cosa que esa paz que supera toda comprensión.

 

Sin lugar a dudas uno de nuestros primeros descubrimientos que encontramos cuando emprendemos el camino de la superación es la guerra que mantenemos con nosotros mismos, esa guerra que nos impide cualquier cosa, todo de hecho, que nos conduce al fracaso, a la frustración y, al final del camino y aun cuando la vida nos haya colmado de grandes éxitos y realizaciones, nos conducirá a percatarnos de cuán pueril pudo haber sido nuestra existencia. La guerra que mantenemos con nosotros mismos nos hará estar siempre estar en guerra con otros.

 

Esa guerra que libramos con nosotros mismos hace que nos enfademos por nuestros errores, que  estemos resentidos por nuestras debilidades, que nos resistamos a hacer realidad nuestras aspiraciones más elevadas, que envidiemos lo que otros tienen y, desde luego, que nos enfrasquemos en la comisión de las más terribles faltas.

 

De pronto queremos progresar en todas las áreas de la vida, obtenerlo todo fácil, nos gusta la fama, la riqueza, el poder, pero no nos gusta su precio.

 

Sin lugar a dudas la resolución de estos conflictos estriba en el discernimiento claro de lo que ellos significan y ello nos lleva ineludiblemente a la paz interior. Pero no es sencillo, y no lo es porque la paz interior es el conocimiento de que todo está bien, la compresión de que Dios mismo lo tiene todo bajo control, aun cuando nuestro mundo parezca a punto de explotar, la paz interior sólo nos llega cuando nos apartamos mental, emocional y espiritualmente, y a veces físicamente, de los embrollos mundanos, de los conflictos o de nuestras responsabilidades mal comprendidas incluyendo a seres despreciables que nada aportar a nuestras vidas y a nuestros mundos internos; la maldad ajena, si la atendemos de manera indebida nos arrastra a una inestabilidad tal que no merece ser vivida, nos aleja entonces de la paz interior.

 

La paz interior se convierte en una realidad cuando trasladamos nuestro centro desde los problemas que no podemos resolver hasta una visión más elevada de compresión de los porqués de todo cuanto nos rodea y acontece; es entonces que verdaderamente trascendemos y en ese proceso dejamos caer todo lo que no nos pertenece como lo es la tristeza, las frustraciones, los complejos, las frustraciones, los malos sentimientos y es entonces cuando gozamos de la gran dicha que nos queda: la paz.

 

Mis queridos amigos, si es nuestro deseo recorrer con éxito el camino que nos lleve a la paz interior, tendremos que desmontar muchos, si no es que todos, los obstáculos personales que nos atan e impiden alcanzar el verdadero crecimiento y verdadera felicidad, y me refiero a nuestros miedos al futuro, las lamentaciones por nuestros pasados, los rencores enconados en nuestro corazón y las malas costumbres que, con mucha frecuencia, nos imponen seres inmundos que nada tienen que hacer en nuestros entornos de vida.

 

Tenemos que aprender a descubrir entonces que el viaje completo a la paz interior significa que también tenemos que superar los baches de la envidia, los desvíos de la impaciencia, las calles sin salida de la terquedad y los puentes helados de la rigidez. Pero no debemos nunca parar nuestro viaje; el viaje hacia la paz interior no se realizará si estamos estacionados, aferrados, atados a todo eso que no nos conducirá a ningún lado y hará que nuestro carro de vida esté varado por siempre y para siempre sin llegar a ningún lado.

 

Nos vemos la próxima semana con la gracia infinita de Dios.

 

En tanto les dejo el más grande de los abrazos.