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[260] JOSE SANCHEZ DEL RIO, ESPERANZA DE INTERCESION

 

Felipe Díaz Garibay

 

 

Columna "Una voz en el silencio", semanario "Noticias Cuarto Poder" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 16 de octubre de 2016.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El pasado mes de junio, a petición del Director de este semanario, tuve la extraordinaria oportunidad de referir la corta existencia, pero gran obra, de José Sánchez del Río, cuya vida tuvo como único sentido la santidad.

 

Y decía yo que la santidad no puede ser explicada fuera del sendero de nuestros afectos que no es otra cosa que el camino hacia el anhelo por Dios. Sostuve, también, que los afectos tienen que ver no sólo con nuestras emociones sino también con nuestra propia mente y vienen a constituir disposiciones profundas y permanentes que determinan la dirección que toma nuestra vida y es así que a través de ellos, nuestros afectos reitero, expresamos nuestros deseos y mostramos a quien y a qué amamos logrando que éstos revelen la naturaleza  misma de  nuestro corazón y el sentido de nuestra existencia.

 

Sin lugar a dudas que José Sánchez del Río tuvo perfectamente claro cuál sería el cometido de su existencia y lo asumió responsable y cabalmente.

 

Y el suyo fue un destino marcado.

 

Su paso por la vida, y refiero una vida trascendente, como causa y efecto no puede encontrar otra explicación que la presencia de un extraordinario milagro, y lo es porque el suyo fue un camino, lo dije en aquélla ocasión también, que al recorrerlo le permitió amar como ama Dios y desear todo aquello que es santo y supo vivir un martirio que le hizo permanecer en un Dios santo y con ese Dios santo logró transformarse también a la semejanza de ese gran y extraordinario Dios.

 

En resumidas cuentas, la santidad de que ahora goza José Sánchez del Río, no es otra cosa que una profunda relación amorosa en la que su corazón arde, ahora más que nunca y tal y como lo hizo al recorrer el camino del martirio, con un amor de origen divino.

 

Grande y excelso el milagro que Dios opera a través de este singular sahuayense y como tal su sacrificio, porque lo fue, encuentra explicación sólo y fundamentalmente en el hecho divino. Qué mayor Gracia concedida por el Altísimo que aceptar su voluntad con amor que no sólo con resignación.

 

Ese es, sin duda, el camino más corto a la santidad, la manera más fácil de llegar al cielo, en palabras del propio santo.

 

Profunda huella deja en Sahuayo, y en nuestra región michoacana, la “Revolución Cristera” de México acaecida entre los años 1926 a 1929 y en la que el catolicismo fue objeto de todo tipo de vejaciones por parte del gobierno mexicano de la época  el cual actuó con una brutal violencia utilizando los más variados pretextos; en realidad lo que pretendían justificar era la persecución de la grey católica solo por el mero hecho de profesar su fe.

 

No es un mero acontecimiento. Por regla la historia se forja a base de acontecimientos convertidos en fenómeno y sus diversas interpretaciones dan por resultado el hecho histórico que trasciende a los tiempos y los espacios, pero el paso por el mundo de José Sánchez del Río, es un hecho histórico pero más es un milagro que define perfectamente el sentido de la fe, y me refiero a ese sentimiento que traspasa nuestro mero entorno de sentimientos para convertirse en el más profundo y sublime amor por Dios, nuestros semejantes y nuestras causas.

 

Un milagro es un hecho o suceso que nos sorprende pues no hay explicación posible para él desde las leyes físicas conocidas, trasciende a cualquier explicación racional, y por lo tanto su acaecer es atribuido en general a fuerzas sobrenaturales.

 

Lo milagroso ha ido cambiado con el tiempo a medida que la ciencia ha ido avanzando y encontrado respuestas desde la razón a lo que antes parecía trascendente a ella. La admiración que les causaba a los antiguos el sol, la luna  o los eclipses, hoy en día tienen una respuesta desde el campo científico, aunque todavía faltan respuestas para muchos fenómenos a los que consideramos por ello milagrosos.

 

Pero el milagro es un estado de conciencia del individuo que tiene su sustento en la fe misma y de ella, la fe aclaro, dependen la proporción y dimensión que demos a lo que vivimos como algo extraordinario.

 

Profundo y extraordinario es entonces el milagro que hace Dios a nuestra región a través de un santo que nace, vive y muere en ella pero, lo más trascendente aún: en ella se ha quedado como la más grande esperanza de intercesión.

 

Pocas veces nos detenemos a tratar de entender el sentido y los alcances de la intercesión; sabemos que a través de la historia de la humanidad han existido santas existencias cuyas obras han trascendido y han sido reconocidas desde los ámbitos de nuestra propia Iglesia y han sido colocados como vidas ejemplares capaces de poder ser el mejor enlace entre Dios y los seres humanos; evidentemente Dios está en todos y por todos pero, hay que decirlo, no esos “todos” son capaces de acercarse a él mediante el acto de piedad; la oración tiene alcances inimaginables y las vidas ejemplares que son reconocidas en el plano de la santidad han dedicado gran parte de su vida a orar y pedir a Dios también por quienes no lo hacen; ese es el sentido de la intercesión que se proyecta incluso más allá del plano en que vivimos.

 

La intercesión es rogar o mediar por otro; es la acción llena de voluntad de una persona que toma el lugar de otra, o se pone en su lugar, para suplicar defender el caso de ésta guiado sólo por el amor y la misericordia; es buscar el bien del otro, interviniendo a su favor para conseguirle un beneficio; es tener un corazón capaz de amar a grado tal que lleva a alguien a postrarse o reunirse con la intención de hacer una petición a favor de alguien, de algo o de alguna causa específica.

 

Y Dios busca entre las huestes mortales a quienes son capaces de interceder, y  lo hace de manera tal que elige con estricto sentido a esas vidas que pueden representar ese vallado o ese cerco que sirva de protección y defensa: busca Dios entonces, sin distingo de género o de raza, a un hombre, una mujer, un niño, una muchacha o un muchacho, que haga ese vallado protector.

 

Y buscó una persona que hiciera vallado, es decir, que hiciera un muro de protección e intercesión y encontró en Sahuayo a José Sánchez del Río, como ha sabido encontrar a otros miles sobre la faz de la tierra y a través de cada época y momento histórico.

 

Encontró a José Sánchez del Río como ese intercesor para hacer vallado y ponerlo en la brecha a favor de la causa humana.

 

Que no nos quepa ni la menor duda de que los santos y todos los que han muerto para el mundo ya no pueden rezar; es un gran error pensar que  Dios no permita que el amor de los santos siga viviendo al rezar por sus seres amados, no debemos olvidar jamás que nuestro Padre es Dios de vivos y no de muertos y como lo admite el libro del apocalipsis en su Capítulo 5, versículo 8:  "Los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Tenía cada uno una cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos".

 

El cristiano cuando reza por otro o a un santo, su oración es en Cristo y no pensando que Cristo no tiene nada que ver en la oración. Nuestra oración no excluye jamás la mediación de Cristo como tampoco la de quienes, como José Sánchez del Río, están más íntimamente unidos con Cristo y han consolidado más firmemente a toda la Iglesia en la santidad. No me queda la menor duda siquiera de que nuestros santos no dejan jamás de interceder por nosotros ante el Padre, presentan por medio del único mediador entre Dios y los hombres, que es Cristo Jesús, los méritos que adquirieron acá en la tierra como los que lleva consigo este santo sahuayense  que fraguó en cada paso que dió con los pies desollados en su camino de martirio.

 

La solicitud fraterna de nuestros santos ayuda en mucho a nuestra debilidad humana y su mediación es real  y verdaderamente fuerte ya que ellos viven la Gloria de estar con Cristo en los Cielos y es esa Gloria que tenemos a nuestro alcance si les llevamos en nuestro existir como el más grande de los ejemplos.

 

Que San José Sánchez del Río bendiga eternamente a su pueblo y a quienes confiamos en su intercesión y conocemos de su protección y favores.

 

Les dejo un abrazo salido del alma.

 

Que Dios les guarde.