[259] ¿LA RUTA MAS RAPIDA?... EL CAMINO RECTO
Felipe Díaz Garibay
Retomado del texto “Así es la vida según Gandhi”
Parte 17
Columna "Una voz en el silencio", semanario "Noticias Cuarto Poder" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 9 de octubre de 2016.
“Pórtate bien”, nos dicen nuestros padres… “Espero sigas el camino mejor”, nos recalcan nuestros maestros… “Deseo que tu vida vaya por el mejor camino”, nos dicen nuestros mejores amigos o aquéllos que nos quieren bien.
Pero hablar del “camino recto” es sin lugar a equivocaciones uno de los más grandes dilemas que puedan enfrentar quienes lo encargan y recomiendan pero, más aún, quienes tienen que buscarlo, encontrarlo y transitarlo. Los convulsos tiempos que vivimos ofrecen las más abruptas versiones de esa ruta de vida que no cualquiera encuentra y quienes lo encuentran parecen seres sacados de otra dimensión, parece que ahora puede más el dolo y la falta grave, el atentado al orden y las buenas formas así como el trastocamiento de los principios y nos encontramos con un mundo en el que, de pronto, parece no haber opción.
Pero no existe en sí el camino recto, yo más bien diría que existe el camino del hombre recto, y he ahí que cambian mucho las cosas.
Previo a escribir esta nota consulté con tres personas de distinta edad, una joven, una en edad madura y una más de la tercera edad y he de decirles que noté en los tres una confusión exacerbada al responder, en conclusión les fue imposible pues los tres coincidieron en una cosa: “…depende de lo que uno piense que es la rectitud y lo correcto…” Constaté entonces la idea que llevé desde un principio y antes de tenerles frente a mí, y que es el hecho de saber que no hay camino más duro en esta vida que el recto camino de lo correcto y que, en efecto, tiene mucho que ver de la idea o concepto que tengamos nosotros mismos sobre lo que es la rectitud; no hay situación más difícil para alguien que tomar la decisión correcta y actuar en consecuencia, es mucho más fácil encontrar excusas, las escucha uno a diario y en todas latitudes.
Lo que siempre pasamos de largo y nunca recordamos es que en el fondo sabemos y tenemos perfectamente claro qué es lo correcto y nos traicionamos a nosotros mismos siguiendo otros caminos.
Las traiciones a nosotros mismos serán nuestras más fieles compañeras en conciencia y nos perseguirán siempre, por toda la vida; traicionarnos a nosotros mismos nos hará que en cada vistazo en un espejo esas traiciones nos sean devueltas una a una.
Nos podremos equivocar, somos humanos, se puede vivir con un error pero no con una traición que nosotros nos hagamos, valga redundar, a nosotros mismos. Son esa clase de acciones las que nos introducen en los caminos equivocados y las que nos arrastran a cometer los más graves errores en nuestras vidas.
Pero claro, ¿qué es lo correcto?, esa quizás es una de las preguntas más difíciles que se pueden hacer, aunque sinceramente la respuesta es quizás de las más fáciles. Desde mi muy particular punto de vista lo correcto es la decisión que se toma sinceramente, atendiendo a nuestros verdaderos afectos y me refiero a los que se mueven en aras de nuestra autenticidad como personas y una vez que hemos eliminado de la decisión nuestros miedos y egoísmos.
Si hemos sido capaces de eliminar y hacer a un lado nuestros miedos y egoísmos con toda certeza que la ruta más rápida será el camino recto, y no me refiero a las distancias entre dos puntos pues en ese sentido el camino más corto entre dos puntos no siempre es la línea recta; el camino recto como la ruta más rápida denota a esa manera de vivir la vida con claridad y certeza sobre lo que queremos conseguir, verlo claramente e ir hacia ello; sin lugar a dudas esta actitud es altamente positiva porque nos impulsa a la acción que es algo que no debemos perder jamás.
Ser consecuentes con nuestros más nobles deseos nos habrá de llevar a un proceso de vida donde las equivocaciones y los desvaríos no serán nunca los responsables de nuestros fracasos y, menos aún todavía, de esas acciones que nos lleven a traicionarnos a nosotros mismos aceptando hechos o modos de vida contrarios a nuestros principios.
Seguir el camino recto no implica, ciertamente, ir más rápido o por las rutas más cortas, pero sí estar ciertos de no alargar esas agonías que llevan consigo primero no hacer lo correcto y, segundo, no tener el valor de reconocer aquéllas partes en que nos hemos realmente equivocado lo que, ciertamente, nos conducirá por una ruta errada en la que los desaciertos serán siempre reincidentes y nos arrastrarán a los umbrales de la intranquilidad de conciencia.
Hasta la próxima si Dios nos lo permite. Les abrazo con afecto.♦
