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[248] ¿LA DISTRACCION MAS BELLA?... EL TRABAJO

 

Felipe Díaz Garibay

 

 

Retomado del texto “Así es la vida según Gandhi”

 

Parte 6

 

 

Columna "Una voz en el silencio", semanario "Noticias Cuarto Poder" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 17 de julio de 2016.

 

 

 

El trabajo es la expresión más acabada de las capacidades del hombre, porque realmente el hombre se convirtió en humano cuando comenzó a utilizar sus manos para ser productivo. De esta manera podemos entender por “trabajo” a la acción humana a través de la cual el hombre es capaz de perfeccionarse a sí mismo, a la par que perfecciona la realidad física.

 

Es claro que sin el trabajo el hombre no mejora en humanidad. Esto es: trabajar es en cierta manera añadir al mundo más perfección, trabajar es perfeccionarnos como seres humanos y perfeccionar lo que nos rodea y a la par nosotros mismos debe constituir sin lugar a dudas la más bella razón que nos dé razón de esencia.

 

Sólo el hombre es capaz de modificar la naturaleza, no sólo para su propio beneficio sino también para expresar su creatividad e individualidad y para percatarse de cuán grande es la razón de su propia existencia. Y así ha sido a través de las distintas etapas del desarrollo de la humanidad.

 

En la antigüedad, el hombre se ocupó de tareas relacionadas con su propia supervivencia, su trabajo le permitía alimentarse él y alimentar a toda su familia. Con el devenir de los tiempos, los seres humanos comenzaron a colaborar entre sí y se fueron agrupando para trabajar juntos y asegurar la supervivencia de todo un grupo.

 

La agricultura permitió al hombre hacer una vida sedentaria, su sustento ya no dependía de la caza o de la recolección de frutos; de esa forma pudo controlar la hambruna que le exigía trasladarse de un lugar a otro en busca de alimentos. Controló el fuego y el frío y construyó viviendas y fue así que la vida sedentaria hizo que se fueran formando los primeros conglomerados urbanos como lo fueron las tribus, fratrias, clanes y hordas. El trabajo de los artesanos fue el que dio origen al comercio y la aparición del dinero dio lugar al surgimiento de una sociedad clasista; ser artesano era una tarea creativa que además tenía el objetivo de satisfacer una necesidad, mediante la elaboración de un producto.

 

Con la revolución industrial, el hombre se convierte en un engranaje más de la máquina y es confinado a trabajar a la vera de una línea de montaje, colaborando para la producción en serie y, por lo tanto, para la generación de grandes plusvalías.

 

En otro orden de ideas, la burocracia lleva al hombre a ocupar puestos de trabajos administrativos, confección de documentos, facturas, cartas, planillas, etc., que generalmente no tienen ningún significado para él o sirven, al final de cuentas, para generar beneficios a grupos muy específicos pero tal vez no para las grandes colectividades o generar bien común.

 

El hombre vende su fuerza de trabajo y no importa la tarea que realice si la paga es buena y justa, mientras los jóvenes eligen carreras rentables para tener todo lo que el dinero puede dar sin saber cuál será el trabajo que tendrá que realizar, a veces, para el resto de sus vidas; la carencia de adecuados sistemas de orientación vocacional y sus propios a veces torcidos les arrastra a decidir por senderos de formación a veces equivocados.

 

En estos tiempos, en los convulsos tiempos que nos ha tocado vivir, veo con frecuencia que el hombre busca trabajo y no siempre lo encuentra; veo también que algunos trabajan largas jornadas, y aun cuando lo hacen para satisfacer sus elementales necesidades, su trabajo no siempre tiene sentido para él; se han sometido a un rol, una función,  que les brinda una buena remuneración pero que no tiene significado alguno para él.  Por fuera ha logrado cumplir el sueño del hombre común: tener lo que necesita y vivir cómodo sin altibajos, pero por dentro no sabe quién es y no quiere pensar, refugiándose en alguna de las tantas adicciones que existen para calmar su necesidad natural de ser él mismo. Tal vez está ausente de encontrar el verdadero sentido de la vida.

 

En estos tiempos, también, me he podido percatar de que el aparente buen standard de vida en países altamente desarrollados no hace al hombre feliz; veo con tristeza que la tasa de suicidios aumenta en proporción directa a la eficiencia de la organización social, que considera que la satisfacción de las necesidades materiales es la aspiración de todo ser humano. Y no dudo que ellas sean importantes, pero pasan de largo que se ha olvidado de sí mismo y de encontrar razones para imprimir amor a todo lo que hace, desde luego su trabajo.

 

Es la insatisfacción que trae consigo  haber olvidado que el valor más importante no está en los actos o las palabras sino en las intenciones y el haberse sumergido en un mundo industrializado cuya intención está, a costa de lo que sea, en adquirir bienes de consumo, en generar un tipo de riqueza que, paradójicamente, empobrece cada vez más al espíritu del hombre; ése es el sentido que, de manera exclusiva, muchos han dado al trabajo y no precisamente el de mejorar en humanidad.

 

Aprecio, también, en muchos semejantes que han perdido las razones para luchar. Veo que las parejas se separan, las mujeres se independizan y se hacen cargo de sus hijos. La familia tradicional se convierte en familia atípica y en una institución casi decadente.

 

Tanto el hombre como la mujer no sólo han perdido su rol esencial sino que también han perdido el sentido del trabajo y de la vida.

 

Tengo claro, ahora y entonces, que ha llegado el momento en que el hombre como especie asuma la responsabilidad de su vida, se encuentre a sí mismo y recupere la dignidad humana como individuo único en su trabajo y en su vida diaria. Será su desafío ser capaz de evaluar sus circunstancias, aceptarlas y trascenderlas, comprometerse con sus decisiones sin miedo y atreverse a desarrollar su potencial creativo creyendo sólo en él mismo y en lo que es capaz de hacer por sí y por otros, para lograr ser un día seres superiores.

 

Aunque el trabajo sea negado en nuestros días a innumerables sectores sociales arrastrándolos a debatirse en la desesperanza, es cierto que sin trabajo el hombre no mejora en humanidad, el trabajo entonces viene a constituir no sólo un derecho sino la más excelsa forma de lograr  los más grandes afanes pues él habrá de ser siempre sin duda la distracción más bella pero, también, un modo de refrendar siempre nuestra dignidad y la expresión más amplia de la libertad y la justicia.

 

Pero antes, y por encima de todas las cosas, valdría la pena llegar al recto y justo concepto del propio hombre, para llegar al recto y justo concepto del propio trabajo.

 

Si buscáramos el sentido real del trabajo encontraríamos sin lugar a dudas en él el más grande sentido a nuestra propia vida y a la trascendencia que ella implica.

 

Nos veremos la próxima semana con la Gracia infinita de Dios.

 

Les abrazo..