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[247] ¿LA RAIZ DE TODOS LOS MALES?... EL EGOISMO

 

Felipe Díaz Garibay

 

 

Retomado del texto “Así es la vida según Gandhi”

 

Parte 5

 

 

Columna "Una voz en el silencio", semanario "Noticias Cuarto Poder" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 10 de julio de 2016.

 

 

 

En más de una ocasión, bien sea en entrevistas, discursos o alguna colaboración periodística, he referido que los tiempos actuales nos obligan a mirar al mundo de frente, con calma, con serenidad y con ojos serenos, aun cuando los ojos del mundo estén hoy inyectados de tanta maldad y tanto egoísmo.

 

Siempre he estado cierto, como tal vez muchos de ustedes, que la causa de muchos males es el indeseable egoísmo. Y es que no podemos ser egoístas involuntariamente o por mera omisión. Él se finca en los términos de una de las más reprobables conductas humanas.

 

Alguna vez leyendo a Miguel Ángel Fuentes pude percatarme de que, en realidad, el egoísmo es lo contrario del verdadero amor. El amor nos hace salir de nosotros mismos y nos hace darnos a lo que amamos transformándonos en la cosa amada, en cambio el egoísmo nos tiene como centro de todas las cosas a nosotros mismos y hacemos que todo convenga para lo que nosotros queremos.

 

Por eso el egoísta no se sale de sí mismo sino que todo lo que haga será buscando su propio interés y el de nadie más.

 

El término egoísmo hace referencia al amor excesivo, e inmoderado aclaro, que una persona siente sobre sí mismo y que le hace atender desmedidamente también su propio interés. Por ello al egoísta no le importa en lo absoluto el interés del prójimo y rige sus actos de acuerdo a su total y absoluta conveniencia.

 

El concepto en sí proviene del término ego que es, de acuerdo con los aportes de la psicología, la instancia psíquica mediante la cual un individuo se hace consciente de su propia identidad y se reconoce como yo; el ego es aquello que media entre la realidad del mundo que nos rodea, los impulsos del sujeto y sus propios ideales. EL egoísmo, por lo tanto, es un concepto totalmente opuesto al altruismo; éste último –el altruismo aclaro- habla de sacrificar el propio bienestar, o al menos restarle importancia, por ir a buscar el beneficio de los demás, es decir, buscar el bien ajeno antes que el propio.

 

El egoísmo es una actitud tan reprochable como natural en el ser humano, que todos hemos demostrado alguna vez y nos ha afectado de infinidad de formas. A menudo solemos reprocharlo en quienes nos rodean sin darnos cuenta cuando lo mostramos nosotros mismos y lo hemos asumido como una actitud que bien rige nuestra manera de vivir, pues lo más difícil es ejercer de juez de uno. Pero, ¿por qué somos egoístas?, ¿de dónde viene esa actitud qué no podemos evitar y que deberíamos aprender a controlar? La respuesta que tengo que mostrarte el día de hoy te sorprenderá y te hará reflexionar, en especial si uno de ustedes que ahora me leen se siente identificado con todo lo que hasta ahora he descrito.

 

Hay varios factores y situaciones que pueden desencadenar las actitudes egoístas, y tienen que ver tanto con aspectos de carácter genético como, también, con sucesos que nos pueden ocurrir o han ocurrido en nuestras vidas.

 

Dentro de las razones genéticas, algunas aportaciones realizadas por expertos sugieren que este es un defecto y sugieren adicionalmente que el egoísmo no es más que un instinto de” protección y supervivencia”, después de que el ser humano se haya tenido que adaptar a un mundo en extremo competitivo.

 

Pero yo agregaría otros tres factores que bien tienen que ver con el modo de vida que hemos llevado y con la experiencia de nuestra propia existencia. Y aquí está el que yo llamo “sentimiento de inferioridad” donde ser egoísta se ve como una conducta protectora de quienes sienten una gran debilidad y arrastran innumerables complejos aún no resueltos donde destaca la inseguridad que juega en este orden de ideas un papel muy importante y tiene que ver con el excesivo celo sobre un objeto o incluso una persona, lo que demuestra que quien cree tener posesión sobre ellos siente también un enorme miedo de perderlos, por lo que su primera reacción es tratar de acapararlos.

 

Un segundo factor adicional a la parte genética es la “influencia de nuestros entornos”, donde el egoísmo viene a ser una conducta aprendida. Hay que recordar que todo aquello que miramos, escuchamos y absorbemos en nuestros primeros años de vida es prácticamente lo que llega a definirnos como personas y suele ser común que un niño al que no se le enseña la importancia de compartir y que también ve restringidas las muestras de afecto, se forme la idea de que si quiere algo habrá de conseguirlo sin esperar mucho de los demás. Esto le hará recelar de quienes le rodean mientras va creciendo y favorecerá una actitud de desmesurado interés sobre sí mismo. Ahí están la familia, la escuela, el grupo de amigos y el tipo de información que damos a nuestros hijos desde temprana edad o al que le permitimos tengan acceso mediante los medios de comunicación bien sean escritos o audiovisuales.

 

El tercer factor adicional, y ultimo, lo constituyen las “expectativas de la sociedad”. Generalmente a todos, y más en nuestros tiempos donde adorar al becerro de oro es la línea que rige las conductas de muchos seres humanos y de diversos grupos sociales, se nos ha enseñado desde chicos que poseer bienes materiales y dinero debe ser nuestra máxima aspiración en la vida. Conseguir un buen trabajo y cumplir con lo que se espera de nosotros fomentan un espíritu de competitividad que a menudo causa más daños que satisfacciones; queda claro que aquello del “trabajo en equipo” no es más que mero discurso y no lo más relevante.

 

La sociedad de nuestros días no le brinda mucha importancia a las necesidades afectivas pero si a cubrir las materiales.

 

Mis apreciados lectores, el egoísmo desmesurado es un camino sin retorno hasta la absoluta infelicidad, pero no todos son capaces de darse cuenta, debido a que hacerlo significaría romper con todas las barreras que se han impuesto a sí mismos y que bien definen su estilo propio de vida.

 

En un mundo de tanta apariencia, inmerso en la simulación, en el que se dice que se hace sin serlo o hacemos de manera fingida y sólo para que otros lo vean, en un mundo donde pasamos de largo frente a la necesidad y el dolor ajenos, en un mundo donde lejos de ser pilar que sostenga somos catapulta que destruye destinos ajenos, yo te pregunto a ti que ahora me lees: ¿en qué posición juegas en la vida?

 

Nos vemos la próxima semana con la Gracia infinita de Dios..