[246] ¿EL MAYOR ERROR?... ABANDONARSE
Felipe Díaz Garibay
Retomado del texto “Así es la vida según Gandhi”
Parte 4
Columna "Una voz en el silencio", semanario "Noticias Cuarto Poder" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 3 de julio de 2016.
Sin lugar a dudas son muchas las heridas que pueden marcar la existencia de un ser humano y entre ellas puedo, ahora enumerar cinco de ellas que bien nos dejan profunda huella si es que nos ha tocado vivirlas y quiero referirme ahora a las que resumen en esencia los sufrimientos humanos: la herida del rechazo, la herida de la humillación, la herida de la injusticia, la herida de la traición y, la peor de ellas, la herida del abandono que nos propinan otros o de ése que nos imponemos a nosotros mismos.
En lo general hay que decir que la noción de abandono hace referencia al acto de dejar de lado o descuidar cualquier elemento, persona o derecho que se considere posesión o responsabilidad de otro individuo. El abandono puede ser utilizado en el ámbito legal o en diferentes espacios y situaciones de la vida cotidiana, conllevando algunos de los posibles abandonos mayor gravedad que otros. Si se lo entiende desde el punto de vista legal, el abandono siempre hará referencia al descuido de una persona o un bien a manos de otra; en este sentido, el abandono implica que otro individuo puede sufrir daño como consecuencia de tal acto de abandono y por tanto la situación debe ser resuelta de manera legal o judicial. En este orden podemos decir hablar de diversos tipos de abandono como lo es el de una propiedad, bienes, domicilio, familia, pacientes, niños.
Pero el abandono que ahora quiero referir es el de nosotros mismos, y que es producto de toda una serie de vivencias que nos arrastran, casi siempre, al más devastador de los miedos y a la más profunda de las inseguridades.
Es ver, sentir, palpar y experimentar que a nadie importamos y que en consecuencia la única salida es envolvernos en la capa del desaliento y la depresión para ver transcurrir el tiempo y la vida sin interés alguno sobre nosotros mismos, sin entender cabalmente que la vida es lucha, es guerra, es saber permanecer en ella dando a cada circunstancia su justa dimensión.
Y justamente el abandono del que hablo ahora no es del que podrían hablar muchas personas; me refiero, reitero, al abandono de nosotros mismos traducido en una actitud derrotista; a ése que nos impide enfrentar la batalla tal vez porque hemos llegado al final de nuestra energía de lucha y sin siquiera intentarlo decidimos por encubrir nuestras derrotas abandonándonos en el camino.
Y es que el verdadero abandonarse no va precisamente en contra de la lucha, el verdadero abandonarnos a nosotros mismos es la ausencia total de lucha, es ni siquiera intentar nada pasando de largo que la actitud básica de todo ser humano es, precisamente, la lucha y por ello mismo no debemos verla como un problema eminentemente personal; mucho nos ayudará, entonces, comprender que ella más que un problema debe ser una actitud humana y verla de esa manera nos mantendrá ajenos a las complicaciones y podremos así observarla, comprenderla y asumirla responsablemente.
Al inIcio de estas reflexiones refería yo algunos distintos tipos de abandono y esas formas hasta cierto punto pueden tener justificación pero abandonarnos jamás; debemos entonces saber distinguir muy bien entre lo que significan ambos contextos y me refiero a abandonar y abandonarnos.
¿Quién dijo que no es posible retomar la vida una vez traspasados los límites de lo soportable? Aunque suene trillado, debemos estar ciertos de que así como el sol renueva el día y así como las estrellas renuevan la noche inevitablemente, así nuestro cuerpo y mente actúan de igual manera.
Abandonar puede tener innumerables justificaciones, pero abandonarse, por lo que implica y supone, es cobardía, es no creer en la esperanza y que ella es la única capaz de darnos la fuerza necesaria para continuar nuestros caminos y más aún cuanto sentimos que nada es ya importante para nosotros.
Nunca debemos esperar que lo que deseamos venga a nosotros sin el menor de los esfuerzos; nada se nos da precisamente por añadidura y hay que buscar la manera de hilvanar eso que queremos añadir a nuestras existencias; tampoco nunca debemos sentir y creer que hemos perdido porque nuestros planes no alcanzan a cumplir nuestros anhelos pues cada vez que aprendemos algo nuevo sobre nosotros o la vida es claro que hemos avanzado. Por ello mismo no debemos hacer nada que disminuya nuestro propio respeto, el estar satisfechos con nosotros mismos es esencial para sentirnos contentos con la vida y con todo lo que nos rodea; reir y llorar, entonces, son experiencias que se complementan y que nos permiten vivir a plenitud sabiendo que podremos abandonar cosas en el camino pero nunca jamás abandonarnos a nosotros mismos y menos aún ante las peores circunstancias.
Que la vida no nos asuste; es preciso confiar que vale la pena vivirla con plenitud muy a pesar de sus horas adversas. Si nos cuestionamos con frecuencia su la vida es así, mejor sería percatarnos de si nosotros mismos la hacemos así. Estoy seguro, mis apreciados lectores que lo que realmente nos hace sufrir noes la vida en sí sino las expectativas que nos forjamos respecto de cómo debería ser el mundo o quienes nos rodean.
Sin duda alguna que el día que aprendamos a ver el mundo con calma y ojos serenos, nos daremos cuenta de lo que somos para el mundo y de lo que representamos para nosotros mismos; entonces sabremos que abandonarnos a nosotros mismos será el más grande de los errores.
Hasta la próxima si Dios nos da su Gracia.♦