[231] POLITICA EXTERIOR PARA LOS NUEVOS TIEMPOS
Felipe Díaz Garibay
Columna "Una voz en el silencio", semanario "Noticias Cuarto Poder" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 6 de diciembre de 2015.
Profundo y no menos interesante ha resultado la discusión en torno al diseño de la política exterior que México debe seguir en estos momentos. Es claro que en ello ha habido importantes encuentros y desencuentros porque, en efecto, no pocos han aceptado, por fin, que ha sido la carencia de un proyecto diseñado desde adentro el que debe primar más allá de nuestras fronteras.
El análisis se centra ahora en encontrar no solo los mecanismos sino ver cuál será la región del planeta que habrá de ser prioritaria en nuestra agenda de política exterior. Difícil sin duda alguna.
Los contextos y escenarios no son difíciles de predecir. Por un lado encontramos la justificación de ese empeño economicista en el diseño de nuestra agenda diplomática iniciado en el régimen de Miguel de la Madrid en el hecho de que fue por las cuestiones de la negociación de la deuda externa que nuestra vida exterior tuvo que reposar en una visión meramente económica. Por otro, el hecho de que ha faltado que nuestro proyecto nacional sea el que vaya a la mesa de la negociación bilateral y multilateral.
Otro aspecto importante, que muchos destacan y en que por cierto no pocos niegan su importancia, es el hecho de que México perdió espacio geopolítico que ahora es necesario rescatar; pero aquí salta el mayor de los cuestionamientos: ¿por dónde habrá de darse ese rescate? Hay coincidencias en que será la región latinoamericana la que marque la pauta del rescate de un liderazgo que parece haberse perdido; pero también las hay en el sentido de que es hacia la región Asia-Pacífico por donde debe encaminarse el trabajo internacionalista; sin embargo, es preciso aclarar que no debe abandonarse la posibilidad de una agenda global; México no puede sustraerse, y no ahora, y ahora menos que nunca aclaro, de los vaivenes propios del sistema internacional; no sería sano y sí repercutiría enormemente en el desarrollo de una sana y acertada vida diplomática acorde a los nuevos tiempos.
Y es que nuestro país puede ir más allá, debe ir más allá en el tratamiento de sus temas exteriores; y pueden ser muchos los beneficios que pueden obtenerse incluso lejos de considerar que nuestra posición es débil y que ella puede darnos amplios márgenes de negociación internacional.
Es buen momento para trabajar más allá de nuestras fronteras con una visión de mayor certeza y precisión aún cuando hay quienes creen que las condiciones en que llega al poder el actual régimen no han sido del todo favorables para hablar de una consolidación interna que pueda darnos reciedumbre en los grandes foros internacionales.
México vuelve, paulatinamente, volver a hacer sonar una voz, apenas quedita, en el contexto internacional, y suele ser normal que al principio de este tipo de caminos las cosas parezcan confusas; en el ámbito internacional nada está escrito; el mundo cambia día con día, minuto a minuto y todo cuanto sucede allá y acullá nos determina e influye de tal manera que nos obliga a tomar medidas internas en muchos sentidos con el fin de buscar los equilibrios tan importantes en el diseño de un buen proyecto de política exterior.
Lo que si es cierto es que nuestro país debe encaminarse por un camino que le lleve a aplicar sus principios de política exterior consagrados en el alto rango constitucional, donde la esencia del respeto irrestricto a la libre autodeterminación de lo pueblos es tarea clave, y lo que es más, en ese tenor la prudencia en el propio lenguaje diplomático será primordial para que México se gane el respeto internacional, incluso de aquéllos que buscan implantar hoy por hoy modelos altamente contrastantes que han tenido importantes sesgos históricos y los seguirán teniendo en el futuro inmediato.
América Latina vive momentos excepcionales, y debemos ver la región como el espacio ideal para encaminar nuevas formas de entender la vida diplomática mexicana; pero sin partidizar el análisis puesto que ello solamente conduciría a un falaz estudio, a una equivocada consideración de la realidad latinoamericana y, por ende, de la misma mexicana. El inicio debe darse justo acá, y México debe definir si será actor primordial en América Central, en la del Sur, en la del Norte o servir de puente entre la potencia norteamericana y el resto de naciones del continente.
Aún cuando la batalla se centra en tomar el liderazgo continental, resulta indispensable que México logre importantes espacios sobre todo frente a aquéllos que consideran que han encontrado el modelo que será la panacea en tiempos en que las propias condiciones económicas deben tomar ya otro rumbo.
Los modos de producir han tomado ya caminos distintos y con toda certeza el populismo es la medida menos idónea para lograr esas estabilidades internas, tan necesarias en nuestros días para dar una cara de fortaleza y de autoridad en los foros que aguardan para el desarrollo de las grandes discusiones, a esos foros que necesitan no solo de la experiencia y el cúmulo académico, sino también del argumento conciliador y con una visión de verdadero futuro, y sobre todo de un futuro en que debe visualizarse un mundo más justo y más libre.♦