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[226] BREVE HISTORIA SOBRE LOS LIDERES DE OPINION

 

Felipe Díaz Garibay

 

Columna "Una voz en el silencio", semanario "Noticias Cuarto Poder" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 25 de octubre de 2015.

 

 

 

Uno de los temas que mayor controversia ha causado en los últimos tiempos, en el vasto e interdisciplinario campo de la comunicación social, es el de la generación de líderes de opinión, y es que los hay de todos colores, sabores, tallas, mentalidades, formaciones, expectativas y, claro, intereses. Y es un tema que causa controversia justamente porque su presencia ante la sociedad deja mucho que desear, sobre todo si se toma en cuenta la forma en que buscan orientar o crear conciencia en ella.

 

Es obvio que los líderes de opinión responden no a intereses colectivos, más bien sus reflexiones van dirigidas de manera exclusiva a intereses de clase, no es nada nuevo.

 

Su incursión en los medios los hace convertirse en comunicadores, aun cuando no profesen esa formación; muchos han tenido que pasar por un largo camino en el mundo de la investigación académica o periodística para ser lo que son; otros, no tanto. Basta simplemente que hayan encontrado un buen “padrino” o que sepan decir las cosas como nadie las ha dicho, por supuesto de una manera que para ellos es sincera pero que no deja de ser vulgar, o que hagan desplantes a quien les venga en gana frente a cámaras o micrófonos.

 

Con tristeza debemos admitir que en nuestros días hay pocos verdaderos líderes de opinión; existen los serios, podemos decir que los sensatos, y por qué no, los inteligentes, pero también los hay mercenarios e incapaces que jamás debieran abrir la boca. A muchos de ellos seguramente Alighieri les hubiera reservado un buen espacio para referirlos en su Divina Comedia.

 

 

El líder natural

 

Hablamos mucho de los líderes de opinión, pero poco de aquéllos que teniendo como enseñanza la escuela de la vida, el trato con “los de abajo”, delimitan sus líneas de conocimiento y acción, natural, auténtica, podríamos decir que genuina; ellos influyen de manera determinante al interior de sus comunidades y como tales son respetados, escuchados. Mueven las conciencias sociales con una facilidad extraordinaria, su palabra cuenta, y mucho, para sus múltiples seguidores; son los guías naturales de esas masas que en países como México abundan y aguardan ser testigos y actores de sus propias historias.

 

Ellos no aparecen en la televisión, en la radio o en prestigiadas publicaciones -que por ser tales muchas veces son las más “vendidas” entre el público receptor-, o al menos no con frecuencia, me atrevería a decir que casi nunca; no emplean un retórico y florido lenguaje, no, ¿quién pudiera imaginar eso? Sus únicas herramientas son la extraordinaria recepción de una realidad viviente que les lacera cada día su úlcera de inconformidad y, sin duda, las miradas de desesperanza de quienes le rodean.

 

Ellos influyen de manera directa en el comportamiento de sus comunidades, pues de cerca, y como actores, son testigos también del acontecer de sus pueblos; tienen la enorme ventaja de vivir la realidad y no solamente interpretarla.

 

 

El líder “creado”

 

Las coyunturas requieren de manera evidente de la presencia de líderes de opinión que analicen, interpreten y propinen información digerida a las sociedades; de ahí el enorme riesgo que representa la presencia de figuras de la comunicación que no entienden con claridad el sentido de sus quehaceres  y, ya en la escena, desvirtúen el sentido del cometido que les ha sido conferido.

 

Muchos líderes de opinión surgen de la nada, los medios están a la caza, no importa quién sea ni cómo se maneje, siempre y cuando garantice audiencia; es más, muchos ni siquiera se imaginaron en sus vidas estar frente a una cámara, un micrófono o un teclado. ¿Los resultados? Olvidemos el mal diseño o conducción de programas, pensemos en las repercusiones en los variados públicos  receptores.

 

 

Las tendencias en los líderes de opinión

 

Resulta que ahora muchos líderes de opinión no pierden el tiempo, poco conocen de la cortesía o las buenas formas en sus transmisiones o tratamiento de ciertos temas; hay que decirlo todo a costa de todo, no importan los costos no sólo económicos sino incluso sociales; hay que desprestigiar, hay que desvirtuar realidades, hay que exigir la talla en las figuras públicas, ¿acaso todos ellos las tienen?; hay que ir a veces a los extremos callando y difundiendo lo torcido, lo que mal se ha interpretado; hay que pactar en todo caso, hay que negociar con números antes de decir las cosas.

 

¿Quién es un verdadero líder de opinión? Valdría la pena pensar en ello cuando desde el origen tenemos tantos detalles bastante criticables en término: tenemos al comunicador pirata, al comunicador corrupto; al comunicador sin ética,  que cargado de tendencias, abusa de su condición de tal; tenemos al comunicador de inteligencia estrecha que hundido en la ortodoxia, no sabe de la apertura que exigen los nuevos tiempos. No saben, quizás, que el mundo en que vivimos no espera ser creado, sino simplemente redescubierto.

 

 

El nefasto vedetismo en los líderes de opinión

 

Las actitudes adoptadas por muchos líderes de opinión –y me refiero en esta ocasión a los prepotentes de los cuales parecen estar llenos los medios-, que creen tener un auditorio cautivo que soporta todas sus sandeces  y expresiones producto de su enanismo mental e inteligencia estrecha, los hacen sentir los “dioses” omnipotentes, las figuras magnánimas, los perdonavidas que ocultos en el disfraz o la cara de la hipocresía, creen tener la varita de virtud capaz de ser la línea divisoria entre lo verdadero y lo falso, lo justo y lo injusto.

 

Pero ellos poco se ven en el espejo de su realidad, donde son solamente un puñado de defectos, ignorancia y, a veces, vulgaridad que resuena en el sentir de las sociedades que, ahora, se debaten en la búsqueda de verdades, aliento; poco se ven en el espejo de sus propias vidas, fuera del cual, y cuando les alcanza el infortunio, solamente llorarán su soledad y recordarán esos mecánicos aplausos que, por inercia, les fueron propinados en otrora tiempos, de esos que pescaron por decir no precisamente lo indecible –porque dentro de la comunicación social no debieran existir los secretos-, sino por manifestar sus halagos o diatribas en aras, exclusivamente, del cumplimiento de los sendos contratos firmados con las empresas que les acogen y patrocinan, de “esas” que les gusta alimentar sólo el morbo de la ignorancia.

 

Jamás me preguntaría por qué ese tipo de programaciones, donde nefastos líderes de opinión son los protagonistas, se permiten dentro de determinadas legislaciones o empresas, ¡por Dios!, en un mundo tan desigual y raro como en el que vivimos, donde todo es posible, saldría sobrando cualquier argumento al respecto.

 

Yo más bien me cuestionaría: ¿por qué un auditorio que merece respeto y no ser testigo de tanta basura, soporta tanto? Preferible apagar el televisor, cerrar el periódico,  cambiar de estación de radio o, en definitiva, atender más a nuestro sentido común, expresión  más íntegra y hermosa de los procesos de conocimiento.

 

Nos vemos la próxima semana si Dios nos lo permite. En tanto les dejo a través de esta nota mis afectos mayores y un sincero abrazo.