[223] LAS NUEVAS FORMAS DE LA GUERRA
Felipe Díaz Garibay
Columna "Una voz en el silencio", semanario "Noticias Cuarto Poder" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 4 de octubre de 2015.
En mi largo camino por la vida pública no han sido pocas las oportunidades que he tenido de asistir a foros, encuentros, simposios, o cualquiera otra ocurrencia académica, diplomática o parlamentaria, para tratar un tema que, aunque para muchos ha perdido total vigencia, sigue aún en el escenario internacional: la guerra.
Y sobre estos innumerables esfuerzos, donde se debate a diestra y siniestra sobre las mejores fórmulas para “transformar” al mundo, puede decirse mucho sobre todo si a la par de las exiguas conclusiones, nada propositivas, nada claras, se reconoce que el fantasma de las armas viene a echar por tierra cualquier intención por firma y reacia que sea.
No hace mucho sentado a la mesa de una reconocida cadena restaurantera en la Ciudad de México, pasé casi largas cinco horas conversando con un destacado académico, y a la par embajador de un connotado país europeo en México. Me recalcaba algunas propuestas que yo había formulado en un encuentro sobre desarme relativo a armas convencionales en la ciudad de Ginebra hace poco más de diez años, justo uno antes de mi llegada a la LX Legislatura de la Cámara de Diputados; me decía le había sorprendido la forma en que concebía yo las nuevas guerras o, mejor dicho, la “nueva guerra” que desangra de distintos modos y en distintos tiempos y espacios al mundo de nuestros días. Hablamos esa tarde de las agendas diplomáticas europeas hacia América y otras regiones del planeta como Asía y África y nos detuvimos un poco más en ya referido tema del belicismo y de sus más fieles seguidores y, sobre todo, de los fines que persigue este proceso.
Me queda perfectamente claro, que las guerras actuales se han transformado de forma sustantiva. No se destinan a un término y su meta no es la paz en cualquiera de sus versiones. El proyecto de la guerra es hoy, para sus administradores, un proyecto a largo plazo, sin victorias ni derrotas conclusivas. Casi podría decirse que el plan es que se transformen, en muchas regiones del mundo, en una forma de existencia y cruel permanencia. Una de las razones para esto es que, con la progresiva pérdida de control sobre la economía global y el desplazamiento del epicentro del capital, la potencia imperial ve en la proliferación de las guerras su última forma de dominio. Para esta fase apocalíptica, los Estados Unidos vienen preparándose desde hace por lo menos dos décadas, con inversiones desproporcionales en la investigación científica y tecnológica así como en la industria bélica.
La guerra es, puedo decir con toda certeza, su último naipe frente a la pérdida progresiva de dominio.
Pero hoy la guerra aflora y se vuelve conspicua como la materialidad última e irreductible horizonte de toda política, es decir, como la política por otros medios, como la política como hoy la conocemos, como hoy la vivimos, y como hoy hemos sido testigo de ella.
La de nuestros días, la que hoy vivimos, es una guerra despojadora y lucrativa, sin principio y sin final, de la emergencia a la permanencia. Los templos de los pueblos derrotados ya no son soterrados bajo los nuevos templos construidos por los pueblos victoriosos; sus ruinas expuestas son el aparador en que se exhibe la potencia predadora del más fuerte.
En este nuevo escenario bélico mundial, las guerras de nuestro continente, por ejemplo, son de tipo no convencional, y hacen del mismo el espacio más violento del planeta en términos de guerras no libradas formalmente entre estados, aunque en éstas participen efectivos y corporaciones armadas estatales y no estatales. En este escenario se encuentran las ciudades más violentas del globo en términos de homicidios por cada 100.000 habitantes, San Pedro Sula en Honduras, por ejemplo, y desde los países más violentos donde destaca Brasil como el país más con once de las treinta ciudades más violentas del mundo, seguidos obviamente por México.
La guerra hoy se ha transformado e igualmente sus propios fines, y algunos especialistas en su historia comienzan a examinar su diseño y listar sus nuevas características.
La nueva guerra que se enfrenta en los escenarios mundiales responde a una nueva conflictividad informal y las guerras no-convencionales configuran una escena que se expande en el mundo y, en especial, en América Latina, con muchos rostros y desde distintas aristas que se resumen en distintos escenarios que afectan los entornos de la propia seguridad del individuo, y ahí están las realidades que todos conocemos, las guerras represivas para-estatales de los regímenes dictatoriales, con sus fuerzas para-militares o sus fuerzas de seguridad oficiales actuando para-militarmente; la represión policial, con su accionar siempre, ineludiblemente, en un registro estatal y en un registro para-estatal; el accionar represivo y truculento de las fuerzas de seguridad privadas que custodian las grandes obras; las compañías contratadas en la tercerización de la guerra; las así llamadas "guerras internas" de los países o "el conflicto armado" son parte de ese universo bélico con bajos niveles de formalización.
Las guerras de nuestros días y en la práctica, no tienen un comienzo y un final, y no ocurren dentro de límites temporales y espaciales claros.
Las llamadas “guerras mundiales” en los términos que las conocimos en los libros de historia han quedado atrás y sus modelos parecen ser vistos de manera totalmente fuera de vigencia, los escenarios ahora son más locales, van más allá a la parte intestina de las propias naciones aunque, cierto, en algunas regiones del mundo provocadas por interés diversos donde se busca ya no implantar hegemonías sino, de manera arbitraria y ante la pérdida de dominio, consolidar las ya existentes en tanto en otros contextos muchas naciones débiles apenas están buscando ocupar un espacio dentro de la geopolítica mundial.
Todos los fenómenos bélicos registrados en la historia de la humanidad han tenido fines distintos y entre ellos prima el del reparto de territorios, el del reparto del mundo; la nueva faceta globalizadora que hoy ataca de manera despiadada a la humanidad haciendo perder no sólo identidad a infinidad de naciones, sino provocando profundos conflictos al interior de ellas, presupone y lleva consigo la intención de desestabilizar bajo esquemas distintos y de acuerdo a los condicionamientos propios del modo de vida de cada una de las regiones del planeta.
La de hoy es la guerra desde otras visiones.
La de hoy es la guerra desde otros modos de entenderla y ejecutarla.
La de hoy es la guerra en aras, tal y como se diera en la primera y segunda mundiales, de un nuevo reparto del mundo y es una que ha empezado por descomponer internamente a las sociedades, atrás quedaron ya, y puedo afirmarlo con certeza, las amenazas de la destrucción masiva de las armas químicas y nucleares, hoy se enfoca todo a la llamada “convencionalidad” de la carrera armamentista y ha adquirido, sin duda alguna, uno de los matices más graves jamás escritos en la historia de la humanidad.
Nos vemos la próxima semana con la Gracia de Dios.♦