[222] LOS CAMINOS DE LA DEMOCRACIA. APROXIMACIONES A SU DEFINICION
Parte III y última
Felipe Díaz Garibay
Columna "Una voz en el silencio", semanario "Noticias Cuarto Poder" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 27 de septiembre de 2015.
El debate entre democracia directa, democracia representativa y democracia electoral debe abordarse desde una perspectiva básica: cómo pensar la democracia del nuevo siglo, la democracia que deseamos todos, sin excepción, los países del orbe.
Yo iniciaría este apartado, descartando dos opciones. La primera es el mantenimiento sin reformas sustanciales de los actuales modelos lo que probablemente equivale a aceptar su conversión en regímenes cada vez más oligárquicos, menos controlados, con tendencias cada vez más apegadas a un coste añadido de una disolución creciente de la ciudadanía social democrática. Es decir, la consolidación del dominio de una oligarquía liberal y la desaparición del ciudadano democrático. Probablemente, un régimen sometido intensamente a los grandes poderes económicos y, al mismo tiempo, impotente ante los proyectos populistas antiliberales que pueden seguir desarrollándose en el próximo futuro.
La segunda opción descartada es cualquier alternativa fundamentalista. Las propuestas del establecimiento de una democracia directa completa o el regreso a un régimen completamente representativo no son, desde mi muy personal punto de vista, fórmulas incapaces de afrontar las condiciones en que ha de desenvolverse la nueva democracia.
Frente a esas alternativas desechadas, la defensa de una radicalización de la democracia significa una propuesta de reforma política. Como tal propuesta debe someterse a determinadas condiciones. En primer lugar, debe adoptar un punto de partida pragmático y una finalidad radical. Es decir, una reforma que parte de la situación actual pero capaz de proponer y defender con alternativas sustantivas que combinen diferentes soluciones factibles, al menos a medio plazo, deseables y compatibles. Por otra parte, la condición básica de cualquier reforma política es que garantice igual o mejor las libertades y los derechos individuales que la situación anterior a la reforma propuesta, lamentablemente eso de pronto no tiene cabida en los debates o en las dictámenes.
El debate actual sobre la reforma política se encierra excesivamente en la discusión meramente electoral sobre las ventajas e inconvenientes del sistema proporcional o mayoritario, o las virtudes y vicios del presidencialismo versus parlamentarismo. En cambio, se hace a un lado la necesidad de una nueva relación entre los ciudadanos y las instituciones o de evitar que los poderes económicos contaminen y lleguen a dominar las decisiones políticas.
Posiblemente muchas personas preocupadas por estos temas propondrían una democracia electoral reformada.
Mi visión se centra en perseguir avanzar hacia una democracia libertaria que, tal y como la entiendo, es un régimen que combina aspectos de la actual democracia electoral, reintroduce contrapesos propios de la democracia representativa y asigna creciente protagonismo a nuevas formas de democracia directa.
Una propuesta de reforma de esa naturaleza debería cumplir tres requisitos: ser pragmática (partir de la realidad, estar abierta, estar dispuesta a aprender de la experiencia real), ser reformista (partir de cambios graduales en las instituciones existentes) y ser radical (pretender un cambio muy significativo del orden político existente).
La democracia puede y debe ser algo más que una mera elección cada tres, cuatro, cinco, seis o más años. Aunque en el horizonte político que podemos tener hoy en mente ese voto seguirá siendo fundamental, la intervención de los ciudadanos puede ser mayor y debe ir más allá.
Una democracia de ciudadanos libres y responsables necesita una participación en las tareas colectivas más completa y diversa. Del mismo modo, una democracia de ciudadanos libres y responsables tiene la finalidad de conseguir una sociedad capaz de garantizar a todos sus ciudadanos unos mínimos vitales que aseguren las condiciones para su libre desarrollo personal.
La sociedad tradicional concibe el mundo social como algo causado y determinado que sólo puede moverse por los caminos ya establecidos.
La imaginación democrática tiene la posibilidad de dotar de nuevos sentidos al mundo con base en los deseos, creencias y expectativas de una mayor autonomía. La interacción humana entre los valores de la sociedad tradicional que conocemos y la imaginación democrática puede expresarse mediante retroalimentaciones progresivas, generando un nuevo proyecto de reforma radical. Existe la posibilidad de un poderoso movimiento social hacia la democratización y la solidaridad, capaz de fomentar una acción renovadora mediante vectores creativos alimentados tanto de las fuerzas de la cooperación como de los conflictos permanentes en todos los sectores sociales. Un movimiento conciente de que sus defectos y virtudes dependen de las fuerzas sociales en juego.
Vale la pena dejar plenamente establecido, por último, que la democracia no consiste únicamente en una mera serie de instrumentos, mecanismos y procedimientos, es fundamentalmente un régimen político capaz de transformarse y de hacer posible una sociedad de ciudadanos libres, autónomos y responsables.
La democracia es una forma de organizarse para afrontar los problemas, pero efectuada por ciudadanos conscientes y no por oligarquías políticas o económicas. Eso en nuestros días ya no es posible y no lo será aún más conforme avancen los tiempos.
La democracia es el único régimen político capaz de organizar una sociedad libre y compleja.
Los demócratas son, esencialmente, personas que creen que un conjunto de ciudadanos libres y responsables decidiendo colectivamente son más eficientes, menos egoístas y menos ciegos que una élite de burócratas, tecnócratas y oligarcas que, por regla general, siempre se apartan de manera sustancial de los intereses de las sociedades, incumplen con los ideales de sus pueblos y decaen en los despreciables autoritarismos. Acaban con todo proyecto y hunden a la democracia en una perversión tal que, en definitiva, en la actualidad ya no es nada operante, ya no es creíble, ya no ofrece absolutamente nada.♦