[220] LOS CAMINOS DE LA DEMOCRACIA. APROXIMACIONES A SU DEFINICION
Parte I
Felipe Díaz Garibay
Columna "Una voz en el silencio", semanario "Noticias Cuarto Poder" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 13 de septiembre de 2015.
Interesante de verdad resulta observar los mecanismos que en estos días se desarrollan dentro de la práctica política. El proceso electoral recientemente desarrollado en México, donde de concurrieron diversas fórmulas de elección en varios estados como en el nuestro, ha revelado de por sí múltiples facetas que bien podrían llevarse a la mesa de discusión pues ponen en serio dilema el sentido mismo de la democracia.
En lo personal me dejó muchas enseñanzas y el pleno entendimiento de que las nuevas formas de ejercer la actividad política requieren, ya, de educar al ciudadano pero no sólo al ciudadano común sino en general, y me refiero a los mismos candidatos y, desde luego, a las autoridades electorales.
Los procesos electorales son el entorno ideal, aún cuando muchos piensen lo contrario, para fomentar una cultura ciudadana más firme y de cara a los nuevos tiempos. Pero la realidad dista mucho de este cometido.
Los procesos electorales, entonces, no son sólo el momento para elegir a un determinado representante, ellos son, y lo digo con toda certeza, uno de los espacios que mayores oportunidades ofrecen a las organizaciones partidistas y candidatos de orientar y educar a su electorado. No existe otra forma, creo, que pueda justificar el paso de un partido o de un candidato por una determinada región, bien sea de una entidad federativa para el caso de México o de la generalidad del país.
En la construcción de la democracia la educación es elemento indispensable para la formación de una ciudadanía que debe, por derecho y obligación, participar en forma libre, racional y responsable en el desarrollo de los todos los procesos democráticos; no existe otra forma de lograrlo.
La formación ciudadana implica el fomento de una cultura política que estimule la participación cívica y civilizada, así como el respeto a los derechos humanos, a la diversidad cultural y a los grupos minoritarios, en los ámbitos público y privado y en un marco de justicia y libertad. Para ello, es tarea esencial de la educación política, bien sea en los ámbitos formal o informal, proveer a la población del conocimiento de los principios que dan forma a la democracia, sus valores, su evolución histórica, así como de habilidades y destrezas que estimulen su disposición a participar y a involucrarse de manera decidida en los asuntos públicos.
Ese es el sentido mismo de esta serie.
Dentro de las formas actuales de ejercer la actividad política, hay que valorar las posibilidades de una extensión, profundización y radicalización de la democracia; no se trata de una reflexión sobre sus "promesas incumplidas" en los tiempos pasados, sino de intentar abordar las posibles propuestas políticas para una dar a la democracia el valor que necesita, es decir, abordarla en su máxima expresión.
Las sociedades se asientan en un conjunto de valores tales como la igualdad, la libertad y la justicia; esos valores, son significaciones imaginarias sociales que abren una interrogación permanente sobre la mejor forma de organizar la sociedad y que contienen una significación central representada en el proyecto de la democracia.
La igualdad, la libertad y la justicia son valores abiertos, siempre sometidos a nuevos intentos de expresar el sentido de la democracia misma.
La democracia es el proyecto político que intenta hacer efectivas la igualdad y la libertad y no otras cosas.
El origen etimológico de la palabra democracia (demos: pueblo, kratos: poder) expresa completamente su significado. La democracia es el poder del pueblo, es decir, aquella forma de gobernar en la cual es el pueblo quien gobierna. Pero, desde la antigüedad, también significa algo más, la democracia es el régimen de la libertad y de la igualdad de derechos entre los ciudadanos. Es decir, un régimen político donde gobierna el pueblo pero no identificable con la dictadura de la mayoría, porque es el gobierno de la autolimitación, en el cual el ejercicio del poder debe respetar las libertades de todos, en el cual se contemplan tanto los derechos de las mayorías como los de las minorías. Mucho ojo.
La democracia es un régimen, pero también un conjunto de procedimientos de decisión donde el pueblo –en sentido estricto el conjunto de ciudadanos- juegan un papel de enorme determinación. No podemos reducir la democracia a los procedimientos, pero tampoco olvidar que necesita y exige de técnicas de decisión, de procedimientos y de instituciones concretas, de modos específicos y de formas precisas.
Históricamente no hay un régimen democrático puro. En realidad de la polis griega a nuestros días solamente podremos hablar de una historia de las experiencias de democratización que es muy distinto. Una historia política que es el producto de esas experiencias y de las luchas revolucionarias que las hicieron posibles. Por tanto, para cada etapa histórica vivir en una democracia ha significado fundamentalmente lo mismo, es decir, tener libertad frente a lo que en cada época representa la negación de la libertad y de la igualdad.
De acuerdo con el sentido usual de las palabras, vivir en regímenes democráticos quiere decir, fundamentalmente, que los regímenes occidentales no son totalitarios, que vivir en la Europa del año 2011, por ejemplo, es esencialmente distinto a haber vivido en la Alemania de Hitler, la China de Mao, la España de Franco, la Camboya de Pol Pot o la Cuba de Fidel Castro. Son esquemas y circunstancias totalmente distintas, experiencias diferentes, sustancialmente alejadas de lo que, también y como otro ejemplo, podemos vivir en nuestro propio país donde, digan lo que digan, el estado de cosas no ha cambiado mucho en varias décadas.
Esa construcción pragmática del sentido de la democracia no es algo privativo del siglo pasado ni del que ahora vivimos. La historia de la humanidad está cargada de experiencias, de modos de vida que bien pueden aportar innumerables datos no solo a la definición sino al sentido mismo de la democracia a efecto de establecer el diseño de su propio futuro. Cada cual vive entonces la democracia como mejor le parece, como mejor la entiende, como mejor quiere verla o, en definitiva, como mejor le convenga y ese no es el caso.
Tenemos entonces un primer punto de llegada. La concepción de la democracia existente siempre se construye más como un concepto de oposición a algo, que como adecuación entre una realidad y un ideal. Entendemos por democracia existente el producto de las experiencias históricas concretas de lucha por la libertad y la igualdad y de oposición al dominio y a los regímenes que no han sabido responder a sus pueblos de manera efectiva a sus reclamos y legítimas exigencias.
Las afirmaciones anteriores ponen pues de manifiesto el hecho esencial de que los distintos regímenes democráticos han sido radicalmente diferentes entre sí, han tenido y tienen instituciones diferentes y conceptos distintos de la ciudadanía, fines distintos es más. Quizás sea útil efectuar un recorrido por ellos, preguntándonos por lo que cada uno de ellos aporta para una agenda de la democracia del siglo XXI. (Continuará)♦