[21] Intervención en el desayuno ofrecido al Lic. Octavio Campos Ortiz, Director General de Comunicación Social de la Secretaría de Seguridad Pública Federal con motivo de su onomástica, en el Salón Presidentes del Restaurante “Focolar” de la Zona Rosa.
México, DF, martes 19 de noviembre del 2002.
Entrañable amigo, Licenciado Octavio Campos Ortiz;
Queridos compañeros:
Agradezco infinitamente la enorme deferencia que han tenido con su servidor, al brindarme, de nueva cuenta, la oportunidad de dirigirme a alguien tan especial con motivo de su onomástica; y digo "especial", porque, pocos como él en el desconcertante ámbito de "lo público", saben conjugar la responsabilidad con el profesionalismo, la calidad pero, ante todo, con la humildad, la sencillez y, debo admitirlo, con la grandeza del espíritu.
Nada mejor que reunirse, así, en esta singular mañana otoñal a convivir con quien ha sabido guiarnos en una empresa nada fácil, y no lo es porque ser servidor público implica, más que tener visión de las cosas, entrega y un tanto la renuncia a aspectos de nuestra propia naturaleza humana para estar, lejos de mezquindades, codicias o artimañas, en la posibilidad de elevarnos al servicio de nuestros semejantes, razón única capaz de justificar nuestra existencia ante Dios, los demás, pero, fundamentalmente, ante nuestra enjuiciadora conciencia.
Probidad y esmero son los dos requerimientos esenciales de los servidores públicos de nuestros tiempos, probidad y esmero son, sin duda, las características más acusadas de la personalidad de este gran amigo nuestro que hoy nos ha convocado.
A lo largo de estos ya dos años en que hemos compartido un espacio y un compromiso, los integrantes de este equipo de trabajo, donde convergen sueños, encuentros, desencuentros, acuerdos, desacuerdos, cansancios, proyectos de vida, anhelos, frustraciones y también maneras distintas de ver la vida, creo que hemos hecho mucho por nosotros mismos y hemos dado cauce también a los impulsos de solidaridad entre nosotros; con limitaciones, pero también con la indiscutible voluntad de superarlas, hemos conseguido entre todos hacer de la Dirección General de Comunicación Social de esta nueva dependencia gubernamental, un entorno donde se refleja el interés por consolidar ante la opinión pública el nada fácil trabajo por demostrar a la sociedad mexicana un rostro distinto de los cuerpos preventivos que le brindan seguridad.
Altamente fructificante es el multifacético mundo que en nuestro pequeño espacio se vive; lejos de cualquier monotonía anacrónica, la Dirección General de Comunicación Social tiene vida, desde la apacibilidad, eficacia y lealtad de la Sra. Armando y varios voluntarios;Alicia Vázquez, incansable mujer de un extraordinario corazón, quien le ha acompañado en casi dos décadas de su desarrollo profesional, hasta la firmeza y reciedumbre del Lic. Gerardo Checa, el empuje de Raúl Tovar, la resolución, exactitud y dedicación de Fernando Cocoletzi, Isidro Pérez y Jorge Luis Hernández; el personaje elucubrador de Jaime Manzano; la experiencia de Julio Cárdenas;la prontitud de los equipos matutino y vespertino de síntesis, donde Jesús Toledo y su eficiente equipo roban horas al sueño para cumplir cabalmente con su deber, mismo que proyectan horas más tarde Mayté, Víctor, el espontáneo carácter de los equipos de fotografía y video donde Raúl, Francisco Arenas, Ramiro, Fernando, Manuel, Rubén, Miguel, Hugo y Mayolo, hacen de la realidad institucional memoria y testimonio que perdurará a través del tiempo; la sencillez y entrega de María Luisa, Blanquita, Claudia, Argentina y Guillermo; el carácter histrión e impasible de Jorge Herrera; la afable presencia de Zubenelgenubi, Eduardo Camacho, el Dr. Horacio Cortina, Lucía Díaz y Gonzalo Juárez;la incesante búsqueda de alternativas y soluciones del área administrativa encabezada por el Lic. Javier Noyola y donde también comparten preocupaciones el Contador Gerardo García, el doctor Rubén Obregón, Javier Fernández y Jorge Armando Sánchez; y la indiscutible prestancia de las guardias de fin de semana a cargo de José Luis y Juan Sánchez.
Con la exención de halagos o diatribas, todo ello, y aún más, es su equipo de trabajo, y aquí lo tiene. Todos somos uno. En aras de causas comunes, y sin resentimientos estériles denotativos de la inteligencia estrecha y el enanismo mental, no es posible entender el trabajo del equipo con la mutilación de una de las partes; usted ha sabido siempre, con extraordinaria sensibilidad, armar sus rompecabezas institucionales y, jamás, me consta, pondría una pieza clave para dar forma a los ojos, por más similares que tenga, en las manos o en los pies.
Lejos de cualquier vana nostalgia debo decirle, que determinante ha sido la enseñanza que, en lo personal he tenido a su lado; respeto, consideración, deferencias, invaluables apoyos y calor fraternal los guardo en mi corazón como prueba fehaciente de que tengo y tendré en usted, aquí y más allá, no a un amigo porque en tiempos de globalización y tanta virtualidad la connotación de la amistad quizás sea ya muy limitada, yo más bien diría que a un invaluable amigo para, como dijera Machado, “hacer camino al andar”.
La vida, ese bello pero duro cauce de encuentros, desencuentros, esperanzas y sueños frustrados, desamores, soledades, poesía y canción, nos enfrenta a la disyuntiva de superar las adversidades o ser consumidos por ellas; por regla, el objetivo siempre escapa de nosotros; mientras mayor sea el progreso, mayor la comprensión de nuestra falta de mérito; la satisfacción reside en el esfuerzo, no en el resultado, estoy convencido de que plenitud de esfuerzo, es plenitud de victoria.
Superar las pruebas es altamente meritorio pues ello refleja la talla y dimensión del ser humano, vivir las adversidades lo es más aún que vivir los momentos cuando el sol esplende, aquí hemos sabido vivir unas y otros; en esa mística, en ese camino es que debemos transitar en este nada fácil momento que vive nuestra nación; esa es la senda a través del cual los mexicanos debemos visualizar un país, y un mundo, distintos: la que enaltece los valores universales de defensa y promoción de los derechos fundamentales de la persona; la que procura el bien común desde la convicción de que el bienestar individual debe ir unido al bienestar colectivo; la que fomenta el respeto y el aprecio por los otros y por sus ideas, aunque sean distintas de las nuestras; la que considera la paz indisolublemente unida a la libertad ya la justicia; la que lamenta como el propio sufrimiento ajeno y trabaja generosamente para aliviarlo; la que sabe que vivir con plenitud e intensidad, implica ser testigos y actores de nuestra propia historia.
Servir a nuestro país, desde cualquier trinchera, desde cualquier posición, por humilde que esta sea, debe hacernos sensibles ante nuestros semejantes, sobre todo ante quienes están ávidos de justicia en cualquiera de sus expresiones; la enseñanza que nos brinda el ser servidores públicos debe impregnarnos de sabiduría pero también de bondad; como decía Gandhi: “la bondad debe unirse a la sabiduría.La mera bondad no basta. Se debe conservar el sutil discernimiento que acompaña al valor espiritual y al carácter. En una situación crucial debemos saber cuándo hablar y permanecer en silencio, cuándo obrar y cuándo evitar la acción ”.
Don Octavio Campos:
El aprendizaje diario en el área a su digno cargo, es enseñanza que fragua una especial manera de servir, una especial manera de visualizar el compromiso con los nuestros, con nuestro país y con nuestros connacionales pero, fundamentalmente, con ese modelo de nación al que aspiramos, legítimamente, todos los mexicanos. Aquí, es usted nuestro Quijote, nosotros su Sancho Panza que le seguimos hacia donde el capricho de la pluma cervantina, manifestada en el destino incierto, desee llevarnos, hasta molinos y monstruos, hasta la fantasía misma de vivir siendo nosotros mismos.
Reciba usted en este día tan especial nuestro más profundo reconocimiento, nuestras más sinceras felicitaciones y un abrazo fraternal. ♦