[218] LOS PARTIDOS POLITICOS Y LAS PREGUNTAS SIN RESPUESTA
Felipe Díaz Garibay
Columna "Ventanas al Pensamiento", semanario "Vox Populi" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 15 de febrero de 2015.
Ha quedado evidenciado a lo largo de la historia mundial, y sobre todo la mexicana, que tanto los partidos de derecha como los de izquierda, siempre han buscado de manera simultánea el poder y defienden la libertad, cada uno a su manera. Unos buscan proteger a la sociedad de un modo cuestionable mediante una economía centralizada, cerrada y fiscalizadora, tal y como lo hacen los de tendencia izquierdista, Mientras los otros buscan cuidar a los ciudadanos bajo la primicia de que la calidad de vida del pueblo es directamente proporcional al estado económico de la nación y, por ende, se caracteriza por una economía abierta donde el mercado es el único que rige las pautas para que la misma crezca.
Ahora bien, en los convulsos tiempos que vivimos, nadie puede erigirse en el mejor juez para decidir o enunciar qué sistema es el mejor, de hecho a lo largo de la historia de la humanidad hemos evidenciado la creación de muchos partidos políticos, algunos con tendencias izquierdistas pero sin llegar a ser marxistas, también ha tenido lugar la creación de partidos netamente marxistas, otros de centro, derecha y ultraderecha sin pasar de largo los más radicales en cada uno de las direcciones citadas.
Lo cierto del caso es que para nosotros los mexicanos es muy sencillo y fácil, siendo de cualquier línea doctrinaria o ideológica hacer virar a los partidos hacia las direcciones más inimaginables, tal parece que todo depende de la clase de intereses que se juegan en cada coyuntura para definir los modos y las formas con que saldrán a la calle a presentar sus propuestas al sorprendido y resignado electorado.
Definitivamente, las tendencias en nuestro país, experiencia que también se vive en otros del mundo y sobre todo latinoamericanos, son en el sentido de que los partidos políticos se crean siempre como producto de una causa negativa o un encono de los líderes al interior de otros partidos o de organizaciones sociales inconformes por algún o algunos aspectos de la realidad que viven adoptando las más radicales posturas; es por ello que, hoy por hoy, todos nos preguntamos si verdaderamente los políticos llevan consigo sinceras y honestas intenciones para con las sociedades donde actúan.
Queda claro, entonces, que muchos partidos surgen y aparecen en la escena política nacional no para satisfacer una nueva tendencia de buscar algo mejor sino, por el contrario, se crean por divisiones entre los dirigentes de los partidos de donde surgen y en busca de satisfacer, de manera exclusiva, intereses personalistas o de grupo.
Lo anterior lleva a concluir a muchos, sin lugar a dudas, que estos partidos políticos pertenecen a un mismo ideal, algunos más radicales, otros más moderados pues estos partidos nacen con una patología en sus entrañas, una patología putrefacta y es una enfermedad que hace que, sin importar cuál sea la intención del partido, el color o su visión todos están consumidos por ese gran monstruo llamado “interés personal”.
Tal parece que la línea en nuestros días, la que delatan las acciones de muchos políticos es el estar al pendiente del incremento de sus arcas personales en lugar de buscar mejorar las situaciones de sus lastimadas naciones y queda claro que no será hasta que la sociedad modifique su manera de pensar, y entender que los primeros que tenemos que cambiar, para que nuestros países mejoren, somos nosotros mismos.
En nuestros días la única pregunta que se formulan las sociedades es: ¿habrá realmente un partido político lo suficientemente bueno como para que nos gobierne de la mejor manera? Es una pregunta sin respuesta que lo único que deja es el sabor amargo de la duda y la desesperanza de encontrar realmente el mejor método para elegir, también, de la mejor manera a nuestros gobernantes.
Nadie podrá negar que en su esencia, que ya no en su praxis, los partidos juegan un papel fundamental a niveles de cualquier sistema y al nivel del electorado; en su definición mínima, los partidos políticos son aquellas organizaciones que presentan candidaturas alternativas para ocupar cargos públicos.
Los partidos no sólo deben representar las aspiraciones ciudadanas y reflejar las escisiones sociales, sino que también estructuran la agenda política y dan forma a la fisionomía política de un país. Grande y delicado entonces es su cometido pues en resumen desde que estos surgen y hasta los momentos cumbre que marcan los grandes auges de su existencia, el partido político es visto como la institución que viene a unificar los poderes separados del gobierno y trae coherencia al proceso de formulación de políticas públicas. Pero, hoy por hoy, esto parece haberse diluido; las sociedades se encuentran muy molestas ya con el sistema de partidos.
No me queda la menor de las dudas de que en un sistema institucionalizado de partidos políticos éstos gozan de un alto nivel de legitimidad como instituciones fundamentales para el desempeño de la democracia. Sin embargo, los convulsos tiempos que vivimos, marcados por profundas desigualdades e inequidades, donde el propio Estado parece verse marginado ante los intereses del mercado, la realidad es definitivamente otra.
Esa deslegitimización que hoy sufren los partidos, contrario a lo que pudiera pensarse, ocurre no solamente en países donde no ha habido una tradición de partidos altamente enraizados en la sociedad, como son Brasil y Ecuador y los países Centro Americanos. Ocurre también en sistemas de partidos fuertes, notablemente en Venezuela y Colombia por ejemplo y, desde luego, en México donde la siempre se ha hablado de una “profundísima tradición democrática”.
Ante este vendaval de deslegitimización, surgen las ahora llamadas “candidaturas independientes” que se han alzado como alternativas a estructuras políticas desprestigiadas. En ellas, casi por regla, los políticos independientes suelen ser políticos antiguamente ligados a los partidos que, al buscar ventaja electoral, se han sumado a la crítica de los partidos contribuyendo así al proceso de deslegitimización no sólo de los partidos sino de todo lo político; pero es que no les queda otro camino ante la carencia de respuesta de parte de los partidos a los grandes proyectos nacionales.
Es importante destacar que aún partidos políticos fuertemente organizados y con larga trayectoria política se han visto notablemente reducidos. Se puede observar que en aquellos casos donde sistemas de partidos políticos fuertes han procurado usar sus ventajas para construir mecanismos de exclusión de otras fuerzas políticas para beneficiar a sus propias clientelas, los partidos han sido castigados por fuerzas sociales que se han sentido excluidas.
Creo que, para cerrar, es claro precisar que la interpretación que se hace de las condiciones actuales que viven los partidos políticos trasciende más allá en la práctica, dejando de lado todo lo que teóricamente sobre el tema pueda argumentarse. La realidad está en que, desafortunadamente, todo partido político se concentra en los procesos electorales sólo con el fin de obtener voto y así poder ocupar un puesto público, y ganar y conservar al final de cuentas un status que jamás apostarán a perder.
En tanto, la pregunta de si responderán o no a la expectativa social quedará, siempre por siempre, sin respuesta alguna.
Nos vemos la próxima semana si la Gracia de Dios me lo permite.♦