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[210] LAS VENTAJAS DEL HAMBRE

 

Felipe Díaz Garibay

 

Columna "Ventanas al Pensamiento", semanario "Vox Populi" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 2 de noviembre de 2014.

 

 

 

Sin duda alguna el problema del hambre en el mundo toma hoy connotaciones profundas. Hasta no hace muchos años era un problema que lo podíamos atisbar muy lejano, del otro lado del océano, específicamente en el continente africano, y llegamos a pensar que eso no sucedería jamás en México cuando en realidad detrás del encanto provinciano y de los pueblos mágicos, estábamos inmersos en un problema alimentario de magnitudes incalculables.

 

Mientras muchos de nosotros venderíamos nuestras almas por conseguir la pastillita mágica que nos permitiera hartarnos de birria, antojitos, churros, comida placera, chorizo y huevos fritos sin aumentar de peso y, claro está, sin incrementar los niveles de colesterol, existen 800 millones de personas en el mundo que se van a la cama todas las noches sin probar alimento alguno y casi la misma suma padecen obesidad. Y es claro que en alguna parte de los diarios de circulación nacional como en otros periódicos a lo largo y ancho de Europa y Estados Unidos, habrá algún artículo, algún anuncio sobre las grandes obsesiones dietéticas de los hombres y mujeres de los países ricos: ¿cómo adelgazar?, ¿cómo mantener la mejor figura? Y, desde luego, ¿qué hacer para no comer tanto?

 

Vivimos en un mundo de abundancia. En nuestros días se dice que se produce comida para doce mil millones de personas, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cuando en el planeta habitan alrededor de los siete mil millones, lo que nos dice que comida hay entonces para todos, pero resalta la gran interrogante: ¿porqué una de cada siete personas en promedio en el mundo pasa hambre?

 

El hambre, al que deben enfrentarse cada día 800 millones de personas en promedio, no es una fatalidad a la que casi la mitad de la humanidad esté predestinada. Es resultado de la injusticia y de la violación del derecho fundamental de toda persona a disponer, en todo momento, de alimentos en cantidad y calidad suficiente que le permitan vivir una vida digna y saludable.

 

Resulta inconcebible que en un mundo donde la producción agrícola mundial podría ser suficiente para alimentar al doble de la población mundial, la cifra de personas que pasan hambre se ha incrementado en ya casi más de 1.000 millones durante los últimos 3 años.

 

El alza de los precios de los alimentos en el mercado internacional ha sido la principal causa de este incremento, pero las causas que provocan el hambre son numerosas y complejas: políticas comerciales injustas, pobreza, falta de acceso a agua potable, situación de discriminación de la mujer, desastres naturales, violencia y conflictos armados o pandemias, son algunas de ellas.

 

Podría pensarse que la incompetencia o corrupción de los gobiernos de los países más pobres, es la causa principal del hambre en un sin fin de naciones del orbe y se piensa bien. Y es que en nuestro maltratado país las cosas se ven desde aristas distintas donde el problema adquiere connotaciones profundas. Y lo son porque no hace mucho le oí decir a una destacada figura pública que “…el hambre son votos cautivos muy necesarios para lograr los grandes triunfos electorales…”

 

Entendí entonces que el hambre no es una fatalidad inevitable que afecta a determinados países, sino que las causas del hambre son políticas y aunado a ello bien vale preguntarnos ¿quiénes controlan los recursos naturales que permiten la producción de alimentos?, ¿a quienes benefician las políticas agrícolas y alimentarias?, vivimos tiempos en que los alimentos se han convertido en una mercancía, y quien tiene con qué los compra y quien no se queda con el estómago vacío; la función principal de los alimentos, que es garantizar al ser humano mejores condiciones de vida, ha pasado a un segundo plano ante la inmensa gama de intereses de los grupos que detentan el poder político en nuestro país.

 

Y los viejos cuentos de la subsidiaridad quedan en el olvido pues si la masa humilde y desprotegida, por sus condiciones propias que está de más enumerar aquí, es la carnada ideal para lograr los grandes triunfos electorales por su incapacidad de analizar e imposibilidad de razonar debidamente su decisión, será mejor mantenerla ahí cautiva y a la espera, añorando los tan esperados cambios que al fin de cuentas constituirán el manto  ideal para envolverla y convencerla cada determinado periodo de que sus verdugos serán siempre la mejor de las opciones.

 

La fórmula perfecta está en dar pescado cuando hay hambruna pero no enseñar a pescar cuando no la hay. Y es que el mejor momento para que aquélla se presente es, justamente, los escenarios electorales, ideales para envolver conciencias y medrar con el hambre ajena.

 

Elucubrar sobre las razones y causas del hambre está de más; el problema alimentario en México no es nada nuevo, ha sido tratado en altos foros internacionales llevando sólo el discurso oficial, haciendo notar que el nuestro es un país preocupado por los suyos y que el asunto del hambre preocupa a todos, pero no son claros en decir que sí preocupa pero sólo en tiempos electorales, y preocupa en la medida de calcular con cuántos pobres y hambrientos se podrá contar para cada proceso electoral pues ellos son carne barata que con una mísera cantidad de comida, a lo más un plato de arroz, una torta o como en el caso de mi Municipio un solo plato de pozole será suficiente para  lograr el voto cautivo de familias enteras.

 

El problema del hambre queda sin solución. El que un día antes o el mero día electoral se alimente de esa manera a grandes masas no es ir al fondo del problema, resuelve el fin de las bestias sedientas de poder pero jamás el de las grandes mayorías silenciosas que se ofrecen como mansos corderos para tener activas las ahora llamadas “casas amigas” donde el voto clonado es el fin, o el de los socorridos “carruseles” practicados por todos los partidos o el de tantos y tantos nuevos métodos de fraude implementados con el aval silencioso, claro está, de la propia autoridad electoral sea del nivel que fuere.

 

A diario escucho el clamor de pequeños infantes pidiendo de comer a sus padres al pasar por domicilios de mi comunidad y me parecen la expresión  más dolorosa. Aunado a las reflexiones que expongo en esta colaboración me queda claro que no habrá entonces voluntad para resolver el problema alimentario en nuestro país. Constato que desde el viejo Sistema Alimentario Mexicano (SAM) lopezportillista hasta la famosísima Cruzada Nacional contra el Hambre de diseño peñista, solo se han buscado medidas coyunturales tendientes a hacer notar a los grandes sectores hambrientos quien tiene el poder y el mando, y quien puede quitarles o no el hambre y, por ende, qué tienen qué hacer para poder tener un plato de comida, que no su vida resuelta.

 

Encima está un proceso electoral al que asistirán grandes intereses, que no grandes causas y en ese marco oí decir “…el hambre son votos…”, me quedé callado y pensé en lo doloroso que es que mientras unos pensamos en la solución, otros piensan en las ventajas que puede traerles consigo el provocar e incrementar este terrible mal que en nuestro país y muy cerca en nuestras comunidades avanza silencioso, acallado, esperando solamente… un día electoral.