[207] SOBRE EL “RESCATE” PARTIDISTA
Felipe Díaz Garibay
Columna "Ventanas al Pensamiento", semanario "vox Populi" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 12 de octubre de 2014.
Las relaciones entre las dos grandes estirpes que conforman la sociedad humana, es decir gobernantes y gobernados, históricamente no han sido fáciles; desde San Agustín hasta Norberto Bobbio pasando por Georges Bourdeau, el problema ha sido tratado con profundidad y se ve claramente que, en tanto antagónicos, estos dos grupos han mantenido una relación poco convergente y sí cargada de contrariedades.
Han sido muchos los movimientos que en el ámbito de la historia humana se han suscitado con la bandera del reclamo a la injusticia; han sido y seguirán siendo tal vez mayores los resultados, ya que consigo han traído madurez, experiencia y cultura, y lo que es mejor han sembrado la semilla de la inquietud siendo capaces de proveer de elementos para escribir la historia. Así, podemos deducir con facilidad que es la participación política o el deseo de ésta lo que motiva más vivamente al hombre y, también, lo que arrastra a competir con sus semejantes en busca de posiciones. Pero también lo es que el hombre jamás estará dispuesto a renunciar a la posibilidad de ejercer el poder público o la representatividad política o el darse a sí mismo sus propios representantes por canales más democráticos y más participativos.
Pero, en la actualidad, son muchas las causas que llevan al hombre a mostrarse apático a la actividad política, a renunciar incluso a una membresía partidista. Hoy en día si vale la pena preguntarse sobre cuáles son las causas que mueven al individuo a firmar su cédula de filiación a un partido político, más lo vale el cuestionarse sobre las razones que llevan a éste a renunciar a esta membresía, a cambiar de bando como vulgarmente se dice o incluso a manifestarse públicamente y en las urnas en contra de una determinada organización política.
El punto clave en el desgaste de las estructuras partidistas se encuentra precisamente en la militancia; hoy, gracias a las posibilidades que brinda la cultura y la información, la sociedad tiene la oportunidad de formarse criterios propios que le ayuden a definir sus posiciones sobre todo en lo político.
Las reflexiones de muchos de los grandes pensadores políticos circunscriben su concepción del mundo en la naturaleza del hombre; para ellos ésta es inviolable y justamente en ella reside el aspecto soberano sobre todo en la relación que se presenta entre las dos grandes estirpes a que hacía referencia al inicio, es decir entre los gobernantes y gobernados. El atentar contra aquélla es sin duda el elemento que ha acompañado a las grandes manifestaciones que han repudiado a regímenes registrados por la historia como excelentes transgresores de los más elementales derechos humanos. Más que los regímenes de gobierno, los partidos políticos han caído en nuestros días en actitudes, parece mentira pero voy a decirlo así, totalmente apolíticas -porque no puede ser político lo que se opone al bienestar social y a la participación e inclusión de los cuadros que integran las sociedades y los propios partidos- y, es más, antidemocráticas en su desarrollo interno; no puede ser político y democrático lo que se aparta del sentir social y menos puede serlo quien niega las posibilidades a los con ese fin llevó consigo.
La triste historia es esa, muchos partidos políticos olvidan los altos cometidos que les dieron origen, naturaleza y razón de existencia, surgen con una actitud eminentemente electorera y no de convertirse en factores de cambio sino en un mero reflejo de la inercia; después, cuando creen haberse ganado el sentir social cambian las pautas, pero la historia nunca se detiene y sí actúa justa y determinante al grado de convertir a los otrora partidos políticos en sentida quimera; ese es el precio que se paga cuando el hombre cree, cuando se le convence de una causa que no es su causa, cuando se manipula su conciencia, su propia capacidad de raciocinio. Pero dura y estricta es la lección del tiempo cuando descubren que el individuo o los grupos sociales han tomado conciencia de clase de sí y para sí.
El despotismo siempre ha sido motivo de perdición de regímenes políticos, amén de considerar a las tristes figuras de líderes partidistas o estadistas que se creen serlo todo, tener al mundo en sus manos y hacer de él lo que mejor les plazca; ¿se duda?, consultemos a un Luis XVI, a un Anastasio Somoza, a un Manuel Antonio Noriega, a un Ferdinando Marcos, o mejor esperemos preguntárselo a otros tantos que forman o pronto formarán parte de los caídos a causa de sus "sabias actitudes". Siempre por siempre el despotismo de los gobernantes hacia los gobernados ha irritado a los pueblos provocándole úlceras de inconformidad y, en consecuencia, los obligan a hacer rodar coronas.
En nuestros días, pese a la lección histórica, las actitudes prevalecen; parecen ser una variable permanente y obligado requisito para la convivencia humana. Y los partidos políticos que debieran promover el respeto a la naturaleza humana, a los más elementales derechos del hombre, caen en ellas y la transparente estructura que lo ofreció todo se vicia, se cierra y hace que la militancia, que los seguidores, que la fuente generadora de votos no sea más que una masa que les hace acrecentar más su vedetismo alimentando un ego arrastrado, marcado por la inmoralidad y la deshonra.
Las cúpulas, con actitud de "perdonavidas", luchan y compiten entre sí por las posiciones; la masa, desinformada, humilde y desprotegida por naturaleza, apoya por inercia pues ella constituye el sostén de los partidos y no puede mirar a los ojos de la cúpula, ella es sagrada, es divina, pobre alma que ose hacerlo, pobre de aquél que mire a los ojos de un dirigente con actitud de reclamo; ellos son los intocables, ellos poseen los santos aposentos a los que no cualquiera por fiel que sea a su partido puede tener acceso, ¿entonces quién?, cualquiera que vaya a ofrecer loas, oro, incienso mirra y, desde luego, toda clase de placeres y frivolidades; los demás son sólo eso: los demás y no representan nada a menos que se trate del momento de estar frente a la urna.
Producto del alejamiento de los partidos del verdadero sentir social, deviene la ausencia de credibilidad y con ello, muchas veces, el derrumbe institucional; ese que es necesario para inducir los cambios, para hacer posible la historia, para lograr que el mundo continúe; ese que es necesario para llenar las fracasadas aspiraciones y vanas pretensiones de quienes piden limosna de legitimidad.
Hoy en día, entre otras tantas y tantas cosas, los partidos han perdido credibilidad porque es difícil que alguien pueda pensar en la seriedad de una oferta cuando por el ánimo del triunfo electoral es posible que en el momento de la elección se recurra a todo, que las reglas salgan sobrando y se decaiga en lucha descarnada, salvaje, sin reglas y oportunista para ver quién dispone de dinero y contactos en los medios que le permita ganar una candidatura y luego ocupar una posición política importante, sin más compromiso que con aquellos que lo llevaron al triunfo.
He podido ver de cerca a todos los partidos en la forma de ejercer sus propios conceptos sobre la democracia, he estado dentro de uno y debo admitir que conocí al monstruo en sus entrañas, y hasta ahora yo no he visto otra cosa que la descrita en las líneas que anteceden.
Hace apenas unos días, oí decir que "grandes figuras" irán con todo al "rescate" de ciertos partidos entre ellos el que tuve la oportunidad de representar en el Congreso Mexicano, vaya afán; me pregunto ¿con qué autoridad moral si han sido los artífices de sus grandes fracasos? En los convulsos tiempos que vivimos, en que la ciudadanía ha perdido ya toda esperanza y, desde luego también, la confianza en tantos liderazgos, es prácticamente imposible tan pretensión cuando sólo se buscan intereses personales y de grupo.
Sin duda alguna que "rescatar" un partido en nuestros tiempos implicaría el enorme reto de tener la absoluta voluntad para lograr la plena identificación con los intereses ciudadanos y, a la vez, un decidido y completo cambio en tantas actitudes cosa que veo sencillamente imposible. Lo cierto del caso es que el poder ya se les fue de las manos, y dentro de los abismos de la ilegitimidad ya todo es imposible.
En fin. Ojalá que les reditúen sus insanos "esfuerzos". Hasta la próxima si Dios nos lo permite.♦