[203] EL STATUS DE LA PRESENCIA DE MEXICO EN EL EXTERIOR
Parte 2 y última
Felipe Díaz Garibay
Columna "Ventanas al Pensamiento", semanario "Vox Populi" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 14 de septiembre de 2014.
La política exterior del régimen de Ernesto Zedillo fue de un eminente pragmatismo; se procuró no descontinuar del todo la línea tradicional de los gobiernos priístas, se avanzó en la firma de tratados de libre comercio (los firmados con Chile y la Unión Europea son los más relevantes) y dedicó buena parte de sus esfuerzos a profundizar la relación con Estados Unidos lo que trajo consigo que el recimiento tanto de importaciones como de exportaciones en la región de América del Norte fuera sustancial; ello no obsta para que entre ambas naciones se presentaran de manera eventual, como siempre ha sido de hecho, recriminaciones mutuas en los ámbitos de narcotráfico e inmigración. Fue precisamente en el régimen zedillista en que empiezan a presentarse los síntomas del alejamiento de América Latina. Comentarios irónicos de Fidel Castro al tenor de que “…los niños mexicanos conocían a Mickey Mouse mejor que a sus héroes patrios…” provocaron molestias en el gobierno, que comenzó a hacer declaraciones en torno a la falta de apertura política en Cuba. Tal actitud distanció a Zedillo de sus cuatro antecesores, que habían tenido muy buenas relaciones con el gobierno de la isla.
Destacan durante el mandato de Zedillo la firma del Tratado de Libre Comercio México- Costa Rica y la entrada en vigor el Tratado de Libre Comercio del Grupo de los Tres: México, Colombia y Venezuela. México continuó en el TLCAN y siguió adherido a la OMS que sustituyó al GATT, se integró el país a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico y se firmaron tratados de libre comercio con: Bolivia, Nicaragua, Chile, Israel, El Salvador, Guatemala, Honduras y la Unión Europea. Se realizaron negociaciones comerciales por lo que el país se convirtió en una de las economías más abiertas del mundo.
Entrado el nuevo milenio la historia de México habría de escribirse con matices distintos. Fue así que la apertura del sistema político mexicano permitió en el año 2000 la llegada de Vicente Fox a la Presidencia de México, sin mayoría en el congreso, algo que se dio por primera vez en 1997, y sin un plan bien establecido en materia de política exterior; integró un gabinete bastante heterogéneo que en algunos medios se llegó a conocer como “Gabinete Montessori” porque cada quien hacía lo que quería, creía lo que quería y tomaba las decisiones que mejores les venía en gana.
El régimen de Vicente Fox, carente de sensibilidad diplomática, ayuda a erosionar aún más la política exterior tradicional: rechazando el antiguo concepto de soberanía cerrada y defensiva, buscó una promoción activa a la democracia y los Derechos Humanos. Aunque cauteloso de siempre encauzar tal discurso a través de organizaciones multilaterales como las Naciones Unidas, ello no evitó desavenencias con otros países. El caso emblemático es cuando en 2002 México votó en la Comisión de Derechos Humanos a favor de revisar la situación en Cuba, cuando tradicionalmente se había abstenido. Ello, aunado al “comes y te vas” y a otros incidentes propició un severo enfriamiento de las relaciones con Cuba. Las relaciones con América Latina tampoco tuvieron buen destino. Declaraciones desafortunadas, excesos de ambición política y la carencia de una estrategia regional llevaron a que las relaciones con los países latinoamericanos vivieran momentos de crisis y franco distanciamiento.
La percepción que se tenía de México como un interlocutor de confianza pasó a una de recelo y desconfianza, debido a la clara prioridad que se dio a la relación con Estados Unidos. El inicio del sexenio era prometedor: las buenas relaciones entre los dos presidentes entrantes auguraban que México estaría entre las prioridades de los vecinos del norte. Sin embargo, con el 11 de septiembre muchos de los planes se vinieron abajo. Frente a un gobierno norteamericano enfocado en los temas de seguridad la administración de Fox no supo qué hacer. Los errores de Fox pueden achacarse, en lo específico, a un proceso de toma de decisiones descoordinado, a causa de un gabinete heterogéneo, y a la falta de conocimiento y experiencia política para llevar a buen término sus planes. Sin embargo, tomando en cuenta los otros factores de la política exterior, es importante notar que había limitantes que no podía saltarse: los tiempos del país en que un solo hombre mandaba habían terminado, un sistema económico abierto y notablemente integrado a América del Norte, y la permanente asimetría con los otros miembros de la región. Además, la coyuntura internacional del 11 de septiembre y la reacción de Estados Unidos también fueron determinantes para el fracaso de la política exterior mexicana. Por lo tanto en el Plan Nacional de Desarrollo 2001-2006 se reconoció que México debía incrementar competencias que le permitieran integrar cadenas productivas para participar en el comercio mundial, aspecto que no se logró en el sexenio y, debido a la dependencia que tenía México, estuvo en manos del petróleo y remesas de los migrantes.
Para cuando Felipe Calderón llegó al poder muchas de las condiciones anteriores seguían siendo las mismas. No obstante, el cambio de administración sí trajo consigo una forma distinta de gobernar y algunos cambios en lo relativo a las relaciones internacionales del país. Con un gabinete más homogéneo y con una figura de más bajo perfil a cargo de la SRE, Calderón se limitó a corregir los errores más notorios de Fox. Desde el inicio de su mandato intentó recomponer relaciones con América Latina, en especial con Cuba y Venezuela, sin embargo se notó claramente la tendencia a relevar a un segundo plano los asuntos externos y todo quedó en mero intento. La política exterior de bajo perfil del régimen calderonista bien puede atribuirse a que el gobierno se dedicó, casi de manera absoluta, a resolver asuntos internos. La “guerra contra el narcotráfico”, la crisis económica desatada en otoño de 2008, la epidemia de influenza, los intentos por conseguir la aprobación de las reformas estructurales, entre otras cuestiones, absorbieron la atención del gobierno, lo que puede considerarse como un error mayúsculo pues provocó que muchos de los problemas internacionales afectaran los intereses mexicanos o de mexicanos de forma más directa.
Los tiempos actuales en nada nos dicen que México pueda recuperar los importantes liderazgos que tenía en la región latinoamericana y la voz que hacía oir en otros foros internacionales; es claro que desde finales de la década de los 80’s la tendencia de la política exterior mexicana fue eminentemente economicista pues se hicieron a un lado importantes temas en nuestra agenda exterior que en otrora tiempos nos habían hecho ganar importantes espacios.
La voz de México se escucha poco en los grandes foros internacionales; muy atrás ha quedado la época en que nuestra presencia allende nuestras fronteras era tesis y doctrina. No es el caso, muy a pesar en que el discurso oficial se empecina en hacer creer a propios y extraños que la presencia mexicana en el exterior es fuerte y que incide por tanto en la configuración de grandes decisiones.
México tiene proyecto nacional y considero que el peor error que se ha cometido en materia de política exterior es cruzar nuestras fronteras para llevar un discurso plagado de intereses particulares u ocurrencias pragmáticas de un régimen, sin sentido, sin una línea conceptual clara y sí totalmente ajeno a los grandes intereses nacionales.♦