Publicaciones

[201] EL DESGASTE PARTIDISTA A LA ALZA

 

Felipe Díaz Garibay

 

Columna "Ventanas al Pensamiento", semanario "Vox Populi" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 17 de agosto de 2014.

 

 

 

Y de nueva cuenta en el mundo político mexicano, alguien diría que dentro de la picarezca política mexicana, aparecen en escena los escándalos protagonizados por quienes, en definitiva, no tienen el menor empacho en seguir manchando las organizaciones políticas a que pertenecen; sin duda alguna, y ello me queda más que claro, los terribles escándalos en que se han visto envueltos innumerables líderes políticos deja clara la fatal degradación que sufren las instituciones en el “país de las maravillas”.

 

No haré escarnio de asuntos y conductas privadas porque, finalmente, ello sólo vendría a alimentar los estúpidos egos de quienes hacen a un lado los fines supremos de la política para poner por encima sus debilidades humanas y sus bajos principios.

 

Quiero referirme de nueva cuenta, y lo seguiré haciendo hasta el cansancio, a las razones por las cuales los partidos políticos han ido perdiendo credibilidad ante la maltratada sociedad mexicana, aunque quiero dejar nuevamente claro nuestro país no es la excepción.

 

Algo pasa a los partidos, aunque yo más bien diría que a sus nefastos líderes. Si bien es cierto que el partido ha sido considera por infinidad de tratadistas como la mejor de las vías para la elección de nuestros representantes, con el objetivo fundamental de amortiguar un poco el terrible conflicto histórico que existe entre gobernantes y gobernador como estirpes irreconciliables, también lo es que, hoy por hoy, el concepto que empieza a cobrar fuerza es el del propio antipartido.

 

El tema de los partidos y las elecciones, entonces, constituye un tópico toral en el desarrollo de la teoría política; infinidad de estudios se han vertido en torno a ello y hasta ahora, me atrevo a afirmarlo, no se encuentran explicaciones, modos, formas, entornos que puedan decirnos qué sucede con la propia conducta humana; se aprecia que todo ha ido más bien en franco retroceso. Y lo que falta.

 

La desilusión y la desconfianza por políticos ineficaces e incapaces han aumentado de tal manera que han producido frustración, ira y, en consecuencia, un abierto rechazo a la política por parte de los ciudadanos, que al ver el nivel de corrupción institucional se desilusionan de aquellos que desean ostentar el poder siempre.

 

Es el caso de México.

 

Podríamos enumerar no una, sino infinidad de motivos para tratar de comprender esta situación de decepción general hacia la misma política, sin embargo, hoy puedo referir tres que, en el caso de los partidos, constituyen el punto de partida en el proceso del desgaste institucional que llevan consigo:

 

a.- La desaparición de una base ideológica.

b.- La excesiva influencia de los medios masivos de comunicación, y;

c.- Corrupción política.

 

Es probable que si salimos a encuestar a los mexicanos y a solicitarles su opinión respecto a los partidos políticos, una mayoría considerable afirmaría que la razón por la cual han perdido la esperanza en los partidos políticos y consecuentemente en sus miembros es debido a que estos han fracasado en las oportunidades que han tenido de gobernar.

 

Los partidos políticos son creados, o se supone que así debe ser, con el fin de contribuir de una forma democrática a la determinación de la política nacional y a la formación y orientación de la voluntad de los ciudadanos, así como a promover su participación en las instituciones representativas mediante la formulación de programas, la presentación y apoyo de candidatos en las correspondientes elecciones, y la realización de cualquier otra actividad necesaria para el cumplimiento de sus fines ha sido un rotundo fracaso dentro de la vida política de infinidad de naciones del mundo.

 

La principal tendencia de los partidos políticos es durar y consolidarse, y su finalidad última y legítima es obtener el poder mediante el apoyo popular manifestado en las urnas; lamentablemente para ellos, el pueblo lucha y reclama su derecho de ser bien atendido y que las promesas ofrecidas en época de campaña se cumplan a cabalidad. No es el caso.

 

La llamada “cosa pública” debe ser rescatada por el ciudadano y más hoy cuando el punto importante es que los movimientos sociales buscan por sobre todas las cosas transparencia y eficacia, razón por la cual realizan una supervisión del desempeño de sus gobernantes. Esta labor de fiscalización promueve la eficiencia, el respeto a la legalidad y la transparencia, valores de gran trascendencia para la salud de la democracia y de cualquier sistema político, más aún ahora en que por ya no decir más la vida institucional de muchos partidos políticos se encuentra en total estado de putrefacción.

 

Si vivimos teóricamente bajo un sistema democrático, lo más apropiado seria que debiera existir mutua aceptación y complementariedad por parte de los gobernantes a los gobernados. De no ser así ninguna reforma por más calado que diga tener podrá responder a las grandes expectativas sociales y sólo abrirá más las brechas de la desigualdad. Al tiempo vamos.