Mensajes y comunicados

 

 

[1] Mensaje  en ocasión de su LX Aniversario

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mi  reconocimiento y gratitud a todas esas almas que a mi vida han aportado tanta enseñanza

 

Hay quienes se horrorizan cuando se ven al espejo y saben que los años les han alcanzado. Les asalta la desesperanza de ver que mucho han caminado y quizás reiteradamente han cometido el grave pecado de la omisión. No es el temor de ser viejos, me consta, es el arrepentimiento de ver que su vida ha avanzado mucho y no han hecho lo que debieron, mucho empezaron y mucho también dejaron a medias sin darse cuenta que Dios ha puesto en nosotros innumerables dones que debemos trabajar en beneficio de los demás, de lo contrario nos estamos robando a nosotros mismos.

 

Me queda perfectamente claro que en nuestra vida no hay mejor regalo y mayor satisfacción que la tranquilidad de conciencia. Y ella es una de mis mayores fortalezas.

 

No se trata, como dicen muchos en una reflexión de moda: “envejecer con dignidad”, no. Se trata de poner dignidad a lo que somos y con ello ser capaces de vivir haciendo caso omiso a los espejos y rediseñando nuestras vidas día con día.

 

Yo hoy cumplo sesenta años. Y no acabaría tal vez nunca de escribir esa biografía que tantas veces me han solicitado y acabo por aceptar que otros hagan. Siempre me he preguntado: "¿qué puedo decir de mí que sea interesante y que merezca la pena publicitar?" Y quienes lo hacen acaban por referir todo y nada y concluir que es difícil escribir una biografía de mi persona.

 

Sin embargo hoy, yo mismo, puedo hacer el mejor resumen de mi existencia y decir que vivir los años que ahora cumplo se dicen fácil pero representan a cualquiera el más grande de los retos, y es así porque llevar una encomienda sobre los hombros, una misión de vida asumida responsablemente desde muy temprana edad es solo para pocos; es algo que no se adquiere en ninguna etapa de nuestra existencia sino que va muy ligada a lo genético, a lo ancestral, a lo genealógico.

 

Me queda claro que soy un caso de excepción porque cuanto he sabido soportar. A mí se me enseñó a no evadir el dolor y menos el ajeno porque en saber entender a los que me rodean está fincado mi cumplimiento. Y así acepté llevar mi Cruz a imitación de mi gran Maestro. Fue así que acepté el camino de la iniciación desde muy temprana edad, y fue extraño como entendí perfectamente de lo que se me hablaba y cómo habría de vivir a partir de ese momento. Entendí claramente que ya nada sería igual y aprendí a ser feliz con todo y esa tarea que sin duda habría de fatigar primero las fuerzas del alma antes que las fuerzas del cuerpo.

 

Y así llego a este estadío de mi vida.

 

Sesenta años en los que, desde muy pero muy temprana edad, resolví ser yo y mis propias circunstancias, de saber que mi madre y yo estábamos luchando solos frente a un mundo hostil en el que se trataba de vivir o morir.

 

Sesenta años en los que la vida me ha enseñado, con dura mano, que aprender no solo es actitud sino voluntad absoluta de incidir en ella misma.

 

Sesenta años en los que mi escuela de vida, mis principios y mis valores, impuestos con disciplina y al tenor de una genealogía que no permitiría otra cosa, me exigió siempre aquilatar mi propia talla y darme cuenta para que podía servir y para qué no.

 

Sesenta años a los que llego, cansado cierto, pero resuelto a vivir el tiempo que me queda totalmente seguro de seguir viendo al mundo con calma y ojos serenos, muy a pesar que los ojos de ese mundo están inyectados de tanta maldad y tanta sangre.

 

Sesenta años a los que, definitivamente, arribo envuelto en ausencias siendo solo yo y mi propia historia, pero seguro de que sigo viviendo en un mundo en el que  la maldad es la regla y por ello mismo ha olvidado cualquier principio, cualquier formalidad, lo que provoca que la humanidad siga agonizando completamente amordazada por la barbarie. No observo otra cosa, no percibo algo distinto, es lo que vivo, es lo que veo.

 

Sesenta años en los que he sido víctima de las más grandes traiciones que, gracias Dios, no han modificado en nada mi esquema de creencias.

 

Todo ello para mí ha sido escuela y, hoy, solo puedo decir que acepto, por el resto de mis días, pocos o muchos lo que me da igual, procurar hacer honor a mi origen, a mi raíz, comprendiendo siempre el sentido de la enorme ventaja que me ha representado guardar mis distancias, y me refiero desde luego a esas distancias que debemos poner ante la frivolidad y el desvarío. He pisado los pantanos, conozco a los monstruos en sus entrañas.

 

Acepto ser siempre consecuente con la razón para la que fui formado y que es el sentido del deber y el compromiso que me hicieron entender tengo con la humanidad. Compromiso que he asumido responsablemente, sabiendo estar con quien debo y donde debo pero cuidando siempre las formas porque cabe son fondo y esencia y hacerlo no como un cualquiera que es cómo se comportan la mayoría de quienes se mueven en los ámbitos de lo público, por inseguridad, por mediocridad y en muchos casos por la ignorancia de no saber lo que son y lo que representan.

 

He resuelto vivir el resto de mis días procurando la contención, la pulcritud, aceptando mi fisonomía y mis condiciones físicas pues, como siempre lo he conocido, no soy un cantante pop o un actor de telenovela, y procurando siempre el cuidado gestual y una noble austeridad que me hagan no distraerme de mis encomiendas.

 

Se me formó en la fortaleza y en la forja de esa templanza que me ha hecho poder resistir cualquier embate y en aras de esa virtud hoy solo puedo decir: gracias por mi salud, gracias por mi bienestar, gracias por mi paz interior, gracias por mis sueños cumplidos y no, gracias por todo lo que me motiva, gracias por quien fui, gracias por quien soy y gracias por quien voy a ser no solo en el futuro terrenal sino más allá en la Galaxia de mi Padre.

 

Mi vida continúa hasta que la voluntad de Dios me la conceda, hay que seguir caminando en tanto llega el momento de mi partida donde se me evaluará no por la cantidad de cosas que en vida haya hecho, sino por la cantidad de amor que haya sido capaz de poner en ellas.

 

Al final de cuentas yo no seré responsable de lo que la historia diga un día de mí pues ella muchas veces es escrita con la pluma tomada en la mano de los contrarios.

 

Abrazo con el alma a todos los seres sinceros que por mi vida han pasado. Dios les bendiga eternamente, les llevaré conmigo hasta el fin mismo de todos los tiempos.

 

Deus vult.

 

Felipe Díaz Garibay

 

 

San Pedro Cahro, Michoacán, México, viernes 23 de julio de 2021

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