[199] DESENCANTO CIUDADANO
Felipe Díaz Garibay
Columna "Ventanas al Pensamiento", semanario "Vox Populi" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 3 de agosto de 2014.
En tanto el caldero político empieza a calentarse en el país y desde luego nuestra región no es la excepción, la percepción ciudadana, en su mayoría, es de profundo desaliento; con frecuencia me preguntan, y con frecuencia también me abordan para formularme una serie de cuestionamientos sobre los que destaca el cómo veo yo el panorama para las próximos comicios concurrentes por vez primera en Michoacán, qué opino de ciertas “figuras” que se aprestan para abordan el tren del protagonismo o cómo veo el futuro de tal o cual partido.
Y puede percibirse una actitud ciudadana que en infinidad de ocasiones ha sido confirmada por analistas del medio político y los razonamientos que circulan en la calle: la gente ya no sabe, como se dice de manera común, “ni qué ni con qué”.
Puede verse, con absoluta claridad, que la imagen que existe entre un buen número de ciudadanos es que las agrupaciones partidarias no son instituciones que propongan soluciones a los problemas nacionales porque sus dirigentes sólo piensan en intereses particulares. Esa situación observada desde hace ya varias décadas ha determinado que muchos mexicanos, de todos los niveles sociales, poco a poco hayan perdido la credibilidad en los partidos políticos y sus dirigentes.
La gente cree que nos partidos “ni han madurado ni se han fortalecido".
Y sin duda alguna un sistema político electoral como el nuestro tardará mucho tiempo en consolidar una cultura democrática entre los ciudadanos, aun cuando ésta se encuentre en las primeras líneas del alarde político, debido a que la gran generalidad de ciudadanos, involucrados y no en las redes políticas, perciben a los partidos como volátiles y sin credibilidad, de vida corta y la mayoría de ellos sólo nacen para las elecciones y desaparecen después, a no ser por otras fuerzas que han permanecido en la vida política de nuestro país por décadas enteras muy a pesar de la resistencia que en determinados momentos ha tenido el electorado hacia ellos.
Lo grave de todo es que, aunado a la tendencia actual de suprimir al Estado para imponer los condicionamientos del mercado con todo y sus inequidades y desigualdades, los partidos políticos son vistos ahora como las instituciones menos útiles para resolver los problemas del país, y es que en México éstos han llegado a constituir en algunos casos muy concretos verdaderos negocios familiares.
Son los intereses personales los que priman por encima de todo, dice la misma gente y escuché a un locatario de un mercado decir con claridad “…México, es el jardín de las delicias y todo es posible como a usted le oí decir una vez en uno de sus discursos, y pues acá cuando alguien quiere ser presidente decide fundar un partido, lo cual implica que los intereses nacionales queden en segundo plano y así no deben ser las cosas”. Una gente común, y con ello quiero decir que está dedicado a sus asuntos diarios y no está involucrado en temas políticos de ningún corte, está seguro de que los mexicanos que no votan han decidido actuar de esa manera en virtud de que las elecciones se han convertido en una competencia partidaria, sólo de grupos que buscan medir fuerzas y servirse a sí mismos, que está más animada entonces por intereses personales de los dirigentes, que por ofertas sociales que resuelvan los problemas de la sociedad.
El desaliento ciudadano va más allá pues en el campo prospectivo no le ven futuro a este tema, tienen claro también que ninguna reforma legislativa podría resolver el actual estado de cosas en México, ni en lo social, como tampoco en lo económico y menos aún en lo político; la gente sabe que la ley “se acomoda” -dicen- a los intereses de los grupos que actúan debajo de la mesa, porque ni siquiera se trata del interés de los diputados combativos sino de esas llamadas “mayorías parlamentarias” que sirven a intereses concretos.
La legislación electoral no escapa entonces a este supuesto y también sufre cambios en apego a los intereses partidarios con todo lo que ellos suponen y encierran.
Hoy en día la vieja figura que veía a los partidos como intermediarios entre la sociedad y el Estado se ha deteriorado por completo, y en ello ha tenido mucho que ver el hecho de que los partidos poco atienden ya en forma debida su crecimiento con base en parámetros que tomen en cuenta los liderazgos locales que trabajan en forma horizontal y resultan muy efectivos en la consolidación de los proyectos políticos de gran alcance.
En el preámbulo de una importante elección en nuestro Estado por ser la primera concurrente en su historia, y en el ámbito nacional también, se ve imposible el hecho de que todas las organizaciones participantes puedan hacer un compromiso por el verdadero crecimiento democrático y un importante esfuerzo por cambios internos y el fortalecimiento de las relaciones entre todas esas organizaciones para garantizar la estabilidad del sistema político nacional.
En tanto, pasados estos comicios, quizás tengamos que conformarnos con que:
Hoy, por un lado, infinidad de analistas políticos de diversas nacionalidades señalan que las elecciones que se realizan en diversas naciones del mundo están sepultando cada día más el sistema de partidos.
Y por el otro, muchos ciudadanos estamos ciertos de que el sistema de partidos a nivel global, es uno que ha provocado en los ciudadanos más dudas que certezas lo que pone bajo la lupa a las agrupaciones partidarias y bien vuelve a cuestionar a cada paso la efectividad de este medio como el “único” capaz de crear ciudadanía y fortalecer las líneas que marca la verdadera democracia.♦