[198] PROSPECTIVA PARTIDISTA
Felipe Díaz Garibay
Columna "Ventanas al Pensamiento", semanario "Vox Populi" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 20 de julio de 2014.
Sería inacabable la intención de tratar el recurrente tema de los partidos políticos y más aún en nuestro país donde recientemente tres de ellos han obtenido el registro oficial ante el Instituto Nacional Electoral (INE) y uno que otro, por ahí, a punto está de perder su registro por razones no tanto ajenas a su funcionamiento y que bien encuentran la contundente explicación en sus propias conductas. Amén de enumerarlas, no le encuentro caso pues son de todos conocidas, o al menos sí lo son en demasía para quienes militan en ellos.
La sociedad en sí, y no es un caso exclusivo de México, se encuentra descontenta con este tipo de organizaciones que dicen expresar el pluralismo político y concurrir a la formación y manifestación de la voluntad popular y dicen, también, ser un instrumento fundamental para la participación política. De nueva cuenta concluyo que bien vale la pena plantearse cuál es el futuro de los mismos, o si es que pueden ser sustituidos por algo diferente.
No faltan todavía quienes arguyen que los partidos políticos son imprescindibles para el recto funcionamiento de la democracia pluralista. Y si este es su fin silenciar sus abusos constituye, sin lugar a dudas un craso y fatal error. En mis ya varios años dentro de la escena pública, como estudioso de la misma y como actor en algunos momentos, he podido convencerme que la partidocracia restringe la libertad y daña el bien común aun cuando muchos lo pregonen y digan perseguirlo por encima de cualquier otra cosa y sea columna vertebral de su esquema doctrinario. Mayor mentira no he podido escuchar jamás.
Los partidos serán necesarios en tanto cuanto sean capaces de reconstruirse a sí mismos, pero no tanto en la estructura de sus grupos y el reparto de las cuotas de poder entre ellos, sino en sus esencia, en sus fines, en sus conductas, en sus maneras de practicar su cometido democrático e incluyente; la sociedad debe participar de manera organizada en política y si bien el partido se ofrece como el mejor de los canales también es cierto que existen otras vías, figuras ahora ya existentes en marco jurídico mexicano, que podrían ofrecer caminos de mayor acercamiento ciudadano y clarificar muchas de las dudas e inquietudes que sobre la participación política tiene el ciudadano, sobre todo aquél que no está afiliado a ninguna de estas ya casi malogradas organizaciones.
Es peligroso que el ciudadano no se involucre en política, o que al menos aquéllos que tienen la intención y la voluntad de hacer nuevas propuestas no lo hagan. Si los partidos son ya poco funcionales a la democracia y a las aspiraciones sociales y los ciudadanos se recogen en su aislacionismo en una actitud autista dejando que las cosas sucedan sin manifestar su sentir, se corre el grave riesgo de convocar con ello la aparición de los fascismos que, por ejemplo en la Europa del Siglo XX surgieron gracias a la descalificación que se hizo de los partidos y al acallamiento de la voz ciudadana lo que favoreció, por todos los vértices, las acciones de Franco, Salazar, Mussolini o Hitler quienes aprovecharon el desprestigio popular de los partidos y la apatía ciudadana para imponer sus dictaduras totalitarias. Aunque, bueno, el funcionamiento actual de muchos partidos en nuestro país adoptan este esquema de manera natural gracias a la desmedida ambición de los grupos que se disputan a su interior los espacios y no les hace falta el tendencioso descrédito pues ellos mismos se lo ganan de la manera más sencilla.
La vida política nacional enfrenta ahora entonces la disyuntiva de que quienes militan en partidos políticos exijan que se democraticen los mismos, denunciar sus abusos y evitar que su vida institucionalizada se sustente en el dispendio que sólo presupone los grandes despilfarros.
Está de más que sea reiterativo en el hecho de referir que más del 90% del gasto de los partidos políticos, igual que el de los sindicatos filiales a ellos, proviene, no de las cuotas de sus afiliados, sino de subvenciones públicas directas o indirectas. Con el dinero de los impuestos, los partidos políticos pagan edificios innecesarios, opíparos sueldos a sus dirigentes, ferraris, relaciones afectivas, suntuosidades tumultuosas y mítines multitudinarios sin otro objetivo que la más descarada propaganda de sus líderes y la promoción de sus faraónicas figuras.
Creo que será muy distinto si los partidos se reinventaran, si se democratizaran internamente, si se denunciaran sus abusos, si contuvieran sus despilfarros, si se impide que sigan colocando de manera exclusiva como empleados públicos a sus simpatizantes y amiguetes, a los que amamantan con delectación. Sería bueno se les negara cualquier subvención pública directa o indirecta y exigirles desde el marco de la ley que gasten sólo lo que ingresan por las cuotas de los afiliados, más, tal vez, el porcentaje adicional que en la declaración de la renta los ciudadanos espontáneos y de “buen corazón” voluntariamente quisieran aportar.
Cuando alguien me comenta frases como “todos los partidos son corruptos”, “todos son iguales” o “no sirven para nada”, a menudo pregunto a mis interlocutores si ven alguna otra alternativa. Y retorno a mis propias interrogantes y me cuestiono entonces a mí mismo: ¿Es concebible hoy día un sistema democrático que renuncie a los partidos políticos? ¿Son los partidos políticos la menos mala de las herramientas para llevar a cabo la democracia? Y si los partidos fueran sustituidos por otra institución, ¿cuál podría ser ésta?
Pero resalta una respuesta ineluctable: el ciudadano quiere verse realmente representado, el ciudadano desea ver resueltas sus elementales expectativas, el ciudadano quiere ser escuchado y, lo más importante aún, el ciudadano está realmente harto de la conducta de muchos partidos y sus liderazgos y como siempre lo he reconocido: “…la paciencia de los pueblos tiene límites…”
Algo habrá de pasar entonces en breve tiempo y la historia nos habrá de dar las mejores lecciones.♦