Publicaciones

[193] EL INCIERTO DESTINO DEL MUNDO

 

Felipe Díaz Garibay

 

Columna "Ventanas al Pensamiento", semanario "Vox Populi" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 15 de junio de 2014.

 

 

 

En atención a la amable invitación del Doctor Tarsicio Amezcua Sánchez, Director de este semanario, es que me di  a la tarea de encontrar y dedicar un espacio de tiempo y la manera de poder colaborar con él; tener, una vez más, la extraordinaria oportunidad de dar a conocer mi punto de vista sobre diversos temas que bien pueden constituir importante apoyo para quienes les gusta elucubrar en el vasto mundo del periodismo y la comunicación social.

 

La visión que habré de presentar en esta nueva etapa, y atendiendo a mis inquietudes como investigador académico de tiempo completo, debe tener un punto de partida y de él tomar las consideraciones y líneas de análisis en el tratamiento de mis temas.

 

Haré mucho caso del rigor académico y metodológico pues sin ellos no es posible hablar de un periodismo más científico, de mayor utilidad y capaz de crear conciencia social que es el cometido fundamental de la ciencia de la comunicación social en la que, obligadamente, confluyen elementos y aportaciones de otras como la Historial el Derecho, la Ciencia Política, la Economía, las Relaciones Internacionales, la Medicina y todas las demás ramas del propio conocimiento. No es posible, bajo ninguna condición, hacer aportaciones dentro del periodismo y la comunicación social sin el obligado apoyo que lleva consigo la interdisciplinariedad de nuestras existencias.

 

Es preciso entonces, partir de una visión global del mundo que vivimos, entender nuestro entorno real para poder ir aterrizando en temas diversos; ante esta exigencia habré de entender y considerar que en el marco del advenimiento de los tiempos que vivimos, de los inciertos tiempos que a las actuales generaciones nos ha tocado vivir, bien vale parar un poco nuestra carrera de vida y preguntarnos a nosotros mismos cuál puede ser el destino del mundo o, mejor dicho, cuál es el escenario posible que aguarda a las sociedades actuales y sobre él ir con todo en el planteamiento de nuestras reflexiones, en este caso de las mías propias.

 

Y debo partir retomando la innegable consideración de que nuestro mundo está en crisis en todos los órdenes, como innegable lo es también que los economistas, políticos y sociólogos no son optimistas en cuanto al futuro que nos aguarda; no se puede ser optimista con los escenarios actuales; algunos  incluso apuntan hacia un trágico empeoramiento de la situación mundial, que puede desembocar en una catástrofe con todo lo que ella implica y puede traer consigo.

 

Otros, sin ser catastrofistas, afirman que los más de seis mil millones que habrán de habitar la tierra tampoco disfrutarán de una calidad de vida mejor ni tendrán ningún seguro de felicidad. Es claro que hoy por hoy vivimos en la Era de la incertidumbre. Y es preciso reconocerlo a la par de ir en busca de las grandes explicaciones y escenarios mejores en el mundo, de dar un vistazo a las consideraciones que plantea la utopía que aunque bien tiene algunos aspectos de validez científica también, es cierto, nos lleva a niveles de subjetividad que a veces nos hacen creer en mundos irreales, imposibles, difíciles de lograr; pero las condiciones actuales en que se desenvuelven las sociedades de la llamada “modernidad”, han rebasado también los escenarios difíciles, aquéllos que al menos nuestra generación creía imposibles.

 

Este es un mundo en crisis, en el cual prepararse para hacer la guerra, desde cualquier visión bien sea internacional o meramente localista, es más importante que alimentar a la mitad de la población mundial que sigue desnutrida o alfabetizar al casi 30% de los seres humanos que no saben leer ni escribir aun cuando los optimistas gobiernos del mundo manejen datos en contrario. 

 

Un mundo que gasta un millón de dólares cada minuto en asuntos bélicos o con fines de implantar y consolidar hegemonías y controles, es evidentemente un mundo en crisis.

 

Es un mundo en crisis, no solamente por los problemas de la contaminación, falta de alimentos, paro, injusticia social, pérdida de los derechos humanos, miedo a una guerra nuclear, incremento de la población toxicómana, sino mayormente por las grandes crisis internas que afectan directamente a la vida de  los hombres y mujeres que las sufren.  Crisis de familia, de identidad, de moralidad.  Crisis de fe, de esperanza.  El orgullo, el egocentrismo y la envidia están muy por encima del amor y del “usted primero”.

 

Este es un mundo en crisis, donde proliferan las ofertas de evasión y escapismo más extrañas.  Hay catalogados más de cinco mil libros sobre el suicidio.  En Francia, por ejemplo, circula un manual donde se ofrecen 160 maneras distintas de quitarse la vida.  Se dice que el suicidio es hoy más frecuente que el asesinato o ha alcanzado los mismos niveles.

 

Sectas, ocultismo y negocios  para mitigar la soledad, la depresión y el aburrimiento se ofrecen diariamente en el mercado de los grandes desengaños.

 

Parto entonces, desde este momento, de una apreciación personal del mundo que me rodea, que me convence que el mundo entero se encuentra en crisis pues la geopolítica actual no me enseña otra cosa; que las incertidumbres y los problemas se multiplican y complican en todas partes, de un modo u otro y en mayor o menor escala y que hay países que por sus situaciones actuales, como el nuestro por ejemplo, se convierten cada vez más en polvorines.

 

Parto de la consideración de que el panorama futuro no es nada alentador; que hay crisis de valores, ruptura de regulaciones, problemas económicos, grave profundización de los antagonismos y de que las acciones y reacciones violentas se multiplican por doquier; de que los países se están convirtiendo en lugares donde la armonía, comprensión y tolerancia dejan mucho que desear.

 

Parto de la consideración de que hay países que no son otra cosa que viveros de división, de violencia, de desunión, de guerra, de destrucción, de injusticia, de intransigencia, países que ya fueron sacudidos con anterioridad por la crisis o que han vivido eternamente en ella.

 

Parto de la consideración de que todos somos diferentes, pero que tenemos que saber administrar nuestras diferencias y encontrar la manera de unirnos en un bien común; de que hay que aprender a ser solidarios, a tolerarnos y vivir en humildad pues se avecinan tiempos duros; de que hay que volcar nuestra ayuda a aquéllos países que llevan sufriendo ya muchísimos años dentro de un escenario de crisis eterna.

 

Sería ideal entonces que todos enterráramos tanto la codicia exagerada como el potenciar de manera excesiva nuestros intereses personales y sectarios y transmutáramos la envidia por la caridad, el fanatismo por la tolerancia, el egoísmo por el altruismo, el racismo por el humanismo, el individualismo por la solidaridad y trabajáramos bajo esquemas de mayor unidad.

 

¿Qué nos espera entonces?

 

¿La esperanza o la desesperanza?

 

Las crisis y los problemas son ya irreversibles.  Pero no son de hoy.  La auténtica paz y libertad se perdieron en el momento en que se perdió la comunión con Dios y con nuestras propias esencias, con nuestras propias identidades y se intentó vivir y ser “como dioses”, ahí estuvo, está y estará siempre el gran error humano. 

 

Desde entonces, amigos lectores, como siempre lo he reconocido desde mi propia postura en los escenarios académico y político, “no hay paz en el mundo porque no hay paz en el corazón del hombre”.

 

Y de ahí devienen muchas, si no es que todas, las causas de los enormes problemas que enfrentamos.

 

Es así que con este nuevo esfuerzo comunicacional entonces, juntos, ustedes y yo, yo y ustedes, habremos de recorrer por un vasto mundo temático, amplio e inagotable, dejando claro que estaré siempre en la mejor de las disposiciones de profundizar, con el estricto rigor académico y metodológico, para dar respuesta a cualquier inquietud que me fuere planteada; viajaremos por un sinfín de escenarios que a todos, a mí que escribo y a ustedes que se tomen la molestia de leerme, nos habrán de ofrecer especiales aportaciones y la enorme posibilidad de aprender juntos.

 

Hasta la próxima semana.