Publicaciones

[180] PARTIDOS EN CRISIS, CRISIS DE PARTIDOS


Felipe Díaz Garibay

 

Semanario "El Vigía de la Ciénaga de Chapala" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 27 de junio de 2010.

 

 

 

Los convulsos tiempos que vivimos, que dan material de sobra para hablar de múltiples temas de carácter político y social, nos están marcando pautas inimaginables en otras épocas de la historia reciente de México. Y es que enfrentamos serias y profundas contradicciones donde el tema de los partidos políticos es, hoy por hoy, uno que bien debería mantenernos ocupados en virtud de que, para el tema de estudio de la ciencia política son uno de los caminos recomendados para elegir de la mejor forma a los gobernantes, que no el único desde luego, y para el caso de nuestro país, el  único posible de conformidad con la legislación vigente.

 

Sin lugar a dudas, para el caso de México, el tema de los partidos políticos constituye ya en estos momentos, una profunda paradoja, es decir un proceso que encierra mas contradicciones que aciertos. Lo que pude haber imaginado a principios del presente siglo, cuando me encontraba yo terminando de escribir mi recopilación de temas políticos “Testamento Político: Notas para la Liberación del Mundo”, donde dediqué el Capítulo 6, justamente a los partidos políticos, no es nada comparado a lo que en estos momentos puedo percibir dentro de la vida política nacional.

 

Y me refiero a la presencia de partidos totalmente desgastados, con liderazgos que bien dejan mucho que decir al análisis político; los frecuentes y terribles escándalos en que se han visto envueltos ciertos “líderes” partidistas, dejan por demás clara esta aseveración.

 

Dicen que en política siempre “hay listón de donde cortar” pero lo que ahora vivimos no deja opción alguna. Y lo digo yo que concientemente milito en un partido político, que concientemente me he enredado en los avatares políticos.

 

Hoy mismo, todas esas organizaciones que dicen llamarse “partidos políticos” (y cuidado con la definición porque partido y más político es otra cosa),  viven una profunda crisis en su seno y se ven prácticamente incapaces de poder dirimir y procesar sus profundas, ya para algunos, diferencias internas. Ello es una terrible paradoja en los nuevos tiempos si consideramos que prácticamente está totalmente superado el sistema de partido único y podríamos decir que consolidado el sistema de partidos.

 

Algunos partidos han escuchado ya la campana que anuncia el cuarto para las doce y todavía no han podido darse cuenta si en verdad son partidos gobernantes, donde han sido electos y ejercen el poder público, o si son simples convidados de piedra, piezas testimoniales de las principales acciones de sus propias administraciones; en otros más no hay claridad de rumbo, existen luchas sin cuartel que bien podrían llegar a contaminar el ámbito nacional; otros tantos, después de haber quitado prácticamente de sus cúpulas la llamada “nomenclatura de ex presidentes” tienen, por un lado, la tentación de reeditar maximatos y caciquismos, otorgar votos calificados a voces del pasado, algunas de ellas nefastas y de negra memoria para la vida nacional y apuestan con todo al retorno del autoritarismo vertical que tan letal fue, en términos de credibilidad y legitimidad, para esos partidos; apuestan con todo a conducirse en las líneas de la monarquía electiva.

 

En ángulos inversos, está la exigencia de dar el paso definitivo a las democracias internas y dejar a las militancias horizontales el destino de los partidos. Democracia interna que no quiere decir lucha fratricida, sino procesos transparentes que decanten en una unidad ideológica y doctrinaria, unidad en torno a principios, en un proyecto claro de nación. Sólo quimeras.

 

No es la primera vez que toco el tema de los partidos político pero sobre ellos, lo que se hace urgente, insisto, no son los acuerdos cerrados de grupos y cúpulas, no las sumas de dedos, sino la unidad con una elevada carga ideológica y doctrinaria.

 

No lucha por el poder por el poder mismo, sino lucha por valores, causas y programas.

 

¿Lo entenderían algún día?

 

Pero hay elementos ominosos que siempre advierten y dejan perfectamente manifiesto que los procesos internos para la definición de candidaturas no están exentos del riesgo de desembocar siempre en descalificaciones y la ofensa personal, más que en la propuesta ideológica y programática. No es eso lo que le conviene a ningún partido y mucho menos a México.

 

Yo me pregunto insistentemente, después de observar gobiernos ineficaces y agotados, impacientes por bajar cortinas sexenales y trienales, incapaces de dar respuesta a las demandas que han conducido en muchos lugares a las llamadas alternancias, después de observar que los mexicanos están esperando propuestas articuladas de políticas públicas en lo político y en lo social, en lo económico y en lo cultural, para dar certidumbre a éstas y las nueva generaciones, yo me pregunto ante estas realidades, ¿qué sigue ahora señores líderes y representantes de los partidos políticos nacionales?

 

Hacia allá debe dirigirse el debate, hacia la búsqueda de soluciones para los grandes problemas nacionales, no hacia la descalificación y el fratricidio. Para muchos partidos que lo han tenido todo está en juego su propia sobrevivencia como organización política y el ser víctimas del descrédito y la incredulidad ciudadana. A la pérdida del poder quizás un día no lejano habrá de sumarse, también, la pérdida del partido.

 

Triste, pero habrán de ser en fin páginas para la historia. Hasta la próxima.