[177] LAS MERCANCIAS DE LA GLOBALIZACION
Parte II
Felipe Díaz Garibay
Semanario "Tribuna" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 13 de junio de 2010.
Retomando el tema de la globalización, podemos observar que en Latinoamérica, a ese nuevo orden mundial, se le dio el nombre de Neoliberalismo (nuevo liberalismo) y con el llegaron las privatizaciones (o ventas) de los servicios y empresas del Estado a compañías extranjeras o a los ricos criollos. Se privatizan las comunicaciones, la electricidad, el agua, la salud y otros servicios que eran administrados por el Estado.
Esa fue la receta del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional: Privaticen (entiéndase vendan todo lo que se pueda) o no hay crédito. Los presidentes de turno (y creyentes en este evangelio de la economía de mercado libre y de las privatizaciones) vendieron y robaron lo que pudieron. Con el Neoliberalismo aparece también en casi toda Latinoamérica una nueva cultura de presidentes y políticos corruptos que sacaron provecho de sus puestos, y otros que tuvieron que huir de sus países con millones de dólares en sus cuentas en el exterior.
Arnoldo Alemán de Nicaragua fue enjuiciado y sentenciado a cárcel domiciliaria por malversación de fondos públicos, o ladrón no común. Le hicieron una auditoria cuando era candidato presidencial y tenia menos de doscientos mil dólares en capital propio, y al terminar su presidencia tenia varios millones en sus cuentas y otros millones que todavía el gobierno nicaragüense buscó por todos lados, o por lo menos eso se dice.
Alberto Fujimori salió del Perú como de película dejando una crisis de estado, desempleo y pobreza en su país. Sin embargo, era un modelo de presidente, tan ingenioso que se dio un auto-golpe para poder continuar gobernando. Carlos Salinas de Gortari, el profeta de la modernidad en México, se fue al exilio por algún tiempo y su hermano a la cárcel. Los casos son muchos y no se pueden mencionar aquí, pero si a la década de los ochenta se le llamo “la década perdida”, a la de los noventa se le debería de haber llamado, “la década de la corrupción y la impunidad”.
En enero de 1994 se inicio oficialmente el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, conocido en inglés como NAFTA. Carlos Salinas de Gortari anunciaba la entrada de México a la modernización y al “Primer Mundo”. Pero, en realidad, este tratado fue para el beneficio de los capitalistas y las grandes corporaciones transnacionales dispuestas a conquistar nuevos mercados.
Con acciones como estas se preparó un nuevo reparto del mundo y desde luego México está en el paquete de ambiciones del imperialismo.
Salinas también anunciaba que los mexicanos ya no tendrían que salir rumbo al Norte en busca de mejores oportunidades. Pero a los pobres, indígenas, campesinos, y obreros no se les tomo en cuenta y continuaron saliendo rumbo al Norte a buscar los dólares porque estos no llegarían a México, a buscar mejores oportunidades y a ser carnada del maldito imperialismo yanqui y de su policía fronteriza.
Tres cuartos de los 12 millones de indocumentados en este país son de origen mexicano.
Todos los presidentes de México, en su momento, expresan y gritan a los cuatro vientos el haberse convertido en “abogados de sus paisanos” radicados en el vecino país del Norte. Pero la frialdad con la que tratan a veces ciertos temas de interés en la agenda migratoria o bilateral con los Estados Unidos, deja claro que lejos de ser lo que dicen ser, o lo que pretenden demostrar inútilmente en el discurso oficial, no es precisamente el ser los ángeles protectores de sus connacionales, por amor al prójimo, o amor a los pobres, sino porque tal parece saben que sin esos miles de millones de dólares que llegan en remesas a México, la economía mexicana sufriría un severo golpe.
Así fueron terminándose aquellas promesas heredadas de la Revolución Mexicana de pan, tierra y libertad que hacían todos los candidatos presidenciales y que hoy, en fechas de festejar el tan cacaraqueado “Bicentenario” suena hueco, sin credibilidad, vacío, suena a burla al mexicano pobre y desprotegido para acabar pronto.
Pero bueno México es el país se las emociones efímeras, esas que da el ganar un partido de fútbol a un equipo extranjero, esa que dan el vitorear a líderes criminales, el sumarse a causas mediáticas y absurdas, en fin.
En el año 2003 se inició un proceso en que se involucra Centroamérica y República Dominicana, se trató de un tratado de libre comercio con EE.UU, proyecto al que se le dio el nombre de Tratado de Libre Comercio de Centro América y Republica Dominicana, en inglés se conoce como DR-CAFTA cuya adopción se concretó en el 2004 y entró en vigor en el 2006. Este tratado contiene las mismas promesas que hubieron en México, se hacen en estos países y sus ciudadanos pobres y de clase media, al igual que los mexicanos, continúan saliendo de sus países con rumbo al Norte en busca se esos dólares que van a mejorar las vidas de sus seres queridos, y a continuar manteniendo las economías nacionales. Ahora, como lo dice Franz Hinkelammert, “las gallinas se organizan para que se las coma el zorro”.
A principios de 2007 un grupo de parlamentarios coreanos acudió a la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, de la que yo formaba parte, a solicitar les contáramos de la experiencia mexicana en materia de tratados de libre comercio porque, según dijeron, Estados Unidos les estaba invitando a realizar un proceso así.
Qué bueno que, en lo personal, fui totalmente claro, y les advertí de las inequidades y trampas de este proceso.
Volvamos a la globalización, otra vez. Con el nuevo evangelio de la economía de mercado libre y de las privatizaciones, entiéndase globalización, las Pizza Hut, los Burguer King, los McDonnald’s, y otras comidas rápidas y ricas en grasa, colesterol, y carbohidratos pasan a formar parte de las ciudades latinoamericanas, aumenta el desempleo y se profundiza la pobreza en toda Latinoamérica. “Ahora ya no tenemos que ir a EE.UU. para disfrutar lo que tienen los norteamericanos”, me decía una señora muy contenta aquí en Sahuayo; se refería a esos negocios.
En muchos hospitales públicos de Latinoamérica se recortaron los presupuestos y ya no hay suficientes sabanas, camas, aspirinas y otros instrumentos básicos para atender al público. Los enfermos, en su mayoría pobres, tienen que llevar sus propias sabanas, se dan paros laborales de médicos y enfermeras en muchos países. La salud pública entra en crisis. La educación pública básica y superior pierden fondos sin precedentes. Miles de maestros se van a huelgas en otros países. Los precios de la electricidad, del servicio telefónico, del agua, y otros servicios básicos se incrementan sin precedentes. (Continuará).♦