[175] LAS MERCANCIAS DE LA GLOBALIZACION
Parte I
Felipe Díaz Garibay
Semanario "Tribuna" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 6 de junio de 2010.
Para comenzar este apartado me gustaría ofrecer una explicación de lo que se puede entender por globalización.
La palabra “globalización” ha pasado a ser parte del vocabulario diario en todo el mundo y pareciera que todos entendemos su significado. Respecto a este tema se han publicado muchos libros, se dan debates académicos sobre el tema en muchos países, se dan encuentros internacionales en contra de la globalización como el Foro Social Mundial, aparecen políticos a favor y en contra, en fin, es un tema constante en todo el mundo.
El tema de la globalización, como lo conocemos hoy en día, es introducido en la historia reciente cuando en noviembre de 1989 se vino abajo el muro de Berlín, que dividía a Alemania en oriente (socialista) y occidente (democrática). A este evento le siguió el derrumbe del bloque socialista y la Perestroika en la Unión Soviética. Aquí quedo atrás la famosa Guerra Fría, que había comenzado después de la Segunda Guerra Mundial en los años cuarenta; y el mundo occidental sale triunfante de esa guerra ideológica entre el capitalismo y el comunismo. Aquí quedo atrás también aquella idea del primer, segundo y tercer mundos y se paso a un concepto que engloba un solo contexto aunque con distintos niveles de desarrollo, queda claro. Lo que es otra cosa, ahora tenemos un Norte rico y un Sur pobre.
Continuamos viviendo en un mundo dividido pero dentro de un solo mundo ideológico.
Pero, en sí, la globalización como proceso inicia en 1492 con el descubrimiento de América, y ello es algo que me tiene claramente convencido. Ahora vivimos, en efecto, una fase acelerada de este proceso que marca pautas importantes en el sistema de relaciones internacionales.
A principios de 1991 EE.UU. lidera la primera guerra contra Irak y se impone como la fuerza militar con más alcance y poder en el mundo. Aquí aparece otro concepto que precede al de globalización, el de “Nuevo Orden Mundial”, que para muchos académicos internacionalistas, entre los que me incluyo yo, significa, aunque me digan lo contrario una sola cosa: un nuevo reparto del mundo, en otro tenor, en otro orden, pero reparto al fin en aras de un proceso imperialista indetenible.
Este Nuevo Orden Mundial significa, entre otras cosas, la imposición de una ideología y un sistema económico (capitalismo de mercado libre) en todo el mundo: el capitalismo de la democracia liberal. Sus dos caras son: Una fuerza militar invencible en todo el mundo y un sistema económico de mercado sin límites. El mundo es convertido en un solo territorio, sin fronteras para el capital; ahora todos pertenecemos a una sola aldea, a un solo mundo globalizado, a un solo mercado. Aquella economía que crearon los países socialistas como alternativa a la capitalista desapareció (o fracasó) y se pasó a una economía global capitalista.
Lo cierto de todo es que, finalmente, el propio modo de producción socialista traía errores de origen, que aunque en la teoría fue explicado al detalle y se mostraba como benévolo en demasía, equitativo, igualitario, y con un sin fin de virtudes, en la aplicación se dieron cuenta que las cosas no resultaban tan sencillas y que, al fin de cuentas reitero, el modo de producción en comento traía consigo profundas inequidades y resultaba ya, en una fase tan avanzada del proceso globalizador, un tanto contrastante con la propia realidad de las sociedades donde el modelo era impuesto.
Así aparece Francis Fukuyama con su idea hegeliana del fin de la historia. Su tesis fue que así como el filosofo idealista alemán Hegel predicaba que el estado prusiano había llegado a su cúspide como el estado histórico ideal, ahora la democracia liberal del mundo occidental, que se imponía ante el comunismo y el totalitarismo, también llegaba a su cúspide y, por lo tanto, a su fin, a su orden ideal.
Fukuyama reconocía, sin embargo, que los conflictos continuarían en el mundo pero ya no al nivel ideológico intenso como el de la Guerra Fría. Se terminó la guerra ideológica y luego apareció otra guerra: la de las civilizaciones; y así aparece otro ideólogo de la democracia liberal y del mundo judeo-cristiano occidental, Samuel Hungtinton, profesor de Harvard University, anunciando el “choque de las civilizaciones”. Ahora la guerra es contra los que están mas allá del continente europeo y del mundo occidental, de otra cultura y religión: los países musulmanes del medio y lejano oriente y del Asia.
En nuestro continente americano el impacto de la caída del muro de Berlín y de los países socialistas fue el anuncio, por parte de las derechas y las burguesías, del fin de la revolución cubana y de su líder, Fidel Castro, a quien se le daba el apelativo de “Dinosaurio de Museo”. A Fidel Castro lo convierten en una figura revolucionaria fracasada del pasado, y se tocan las trompetas del fin de las economías de Estado y el fin del socialismo en nuestro continente. A la revolución cubana la consideran obsoleta. Cuba, además de soportar un bloqueo económico de décadas y varios años del “periodo especial”, enfrentaba una de sus crisis más intensas en su historia. En Miami llegó a hablarse de candidatos presidenciales y proyectos económicos capitalistas para sacar a una “Cuba libre” de la pobreza heredada del socialismo. Sin embargo, Fidel Castro y el pueblo cubano no se dieron por vencidos y resistieron. Hoy en día, aunque muchos no lo acepten y otros continúan condenando al sistema cubano, es el pueblo y el líder que más respeto reciben en el continente y de eso hablaremos la próxima semana. (Continuará).♦