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[173] LA CURIOSIDAD MATO AL GATO… LA SOBERBIA ACABA CON LOS PARTIDOS

 

Parte III y última

 

Felipe Díaz Garibay

 

Semanario "Tribuna" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 30 de mayo de 2010.

 

 

 

Hoy en día, entre otras tantas y tantas cosas, los partidos han perdido credibilidad porque es difícil que alguien pueda pensar en la seriedad de una oferta cuando por el ánimo del triunfo electoral es posible que en el momento de la elección, esa oferta se vea sacrificada o sustituida  por la del partido más diametralmente opuesto a ella.

 

Si se trastocan los procedimientos para seleccionar a los candidatos y se termina de hecho la distinción entre partidos para dejar todo en el impulso solitario por conquistar el poder a toda costa, es evidente que el sistema deja de tener sentido porque los partidos salen sobrando y sólo queda la lucha descarnada, salvaje, sin reglas y oportunista para ver quién dispone de dinero y contactos en los medios que le permita ganar una candidatura y luego ocupar una posición política importante, sin más compromiso que con aquellos que lo llevaron al triunfo.

 

Las componendas, la famosa encuestología que no es otra cosa que la imposición disfrazada, los arreglos entre grupos, subordinan las normatividades internas de los propios partidos, los entornos legales incluso, a las decisiones de las dirigencias. Ahí empiezan los problemas, ahí mismo los malos gobiernos, justo antes de iniciarse.

 

La militancia es rebasada y su opinión poco  o nada puede importar pues “los de arriba” decidirán siempre por ella y habrán de exigir la disciplina cuando ellos nunca la toman en cuenta y jamás sustentan sus decisiones en ella.

 

Así como no hay pena que dure cien años ni cuerpo que la aguante, yo les digo que no hay partido político que pueda sobrevivir a estas conductas.

 

Debo admitir que la razón fundamental de la crisis existencial que ahora viven los partidos políticos, en buena parte del mundo, se fundamenta en esa maldita soberbia que les arrastra al olvido de sus militancias, al alejamiento de sus bases las que sólo les son útiles en las movilizaciones electorales, pero  no necesariamente en las decisiones trascendentales. Pero algunos dirán que sí, que en las convenciones, que en los consejos y no sé en cuanta cosa mas y yo opino lo contrario; todos esos son procesos a modo, hechos a imagen y semejanza de quien desea obtener los mejores resultados y ello en nada se parece a la democracia.

 

Los partidos políticos del mundo  deben darse cuenta de que sus militantes son algo más que simples miembros, y que ellos tienen una categoría especial; deben entender que con ellos se forman los núcleos de los elementos de base y sobre ellos descansan las actividades especiales de todos los partidos políticos sin excepción; y lo que es más, deben aceptar que son ellos los que en las urnas les apoyan en los momentos decisivos; así las cosas, yo me pregunto incansablemente ¿por qué?, pero no  ¿por qué tanto sucede?, sino ¿por qué tanto se tolera?

 

Una de las características más acusadas del quehacer político es su disponibilidad para responder a las expectativas de las grandes colectividades. Los partidos políticos tienen en sus manos la oportunidad de influir en el cambio de mentalidad, en el cambio de actitudes y aptitudes, es más, de los seres humanos; no se trata sólo de triunfar y olvidarse de todo, fundamentalmente de aquéllos que están siempre prestos a apoyar con su voto.

 

El trabajo partidista debe ser permanente para lograr transformar la superestructura, es decir, la mentalidad de las nuevas generaciones; las doctrinas deben ser acondicionadas y despojadas de dogmas, para ser capaces de penetrar en la conciencia social, para ayudar al hombre en su desarrollo y crecimiento espiritual, aspecto este último que, quiérase o no, se ve reflejado en lo político; lamentablemente, hoy estos dos elementos están totalmente separados, confundiéndose el verdadero sentido de lo esencialmente político.

 

Con el trabajo político deben sacudirse las conciencias, para crear al nuevo hombre, a ese que debe vivir el siglo XXI, para tener partidos políticos a la altura de las nuevas circunstancias, para ser institucionales por convicción o bien oposición plenamente razonada, para responder efectivamente a la democracia.

 

Pero dejemos lo de la democracia.

 

Claramente debemos aceptar que más importante que disentir sobre la democracia es hacerla, y justamente en ese proceso hacedor de la democracia los partidos políticos del mundo entero lo tienen todo: la responsabilidad de practicarla, el compromiso de exigirla, la oportunidad de vivirla y, lo que es más, el deber de ofrecerla y respetar sus legítimos resultados.

 

Nada más triste hay en el terreno del partidismo que un partido pierda el sentido real de su razón de existencia; esto es, que llegue a confundir sus tácticas, principios y convicciones doctrinales alejándose del espíritu que le dio origen. Una de las peores causas del debilitamiento de muchos partidos en el mundo es precisamente, además de la indeseable soberbia, la práctica antidemocrática en su interior, cuando los líderes son incapaces de atender a su base y solamente la utilizan cuando mejor les viene en gana, y la mejor ocasión de ello es cuando se trata de acudir a las urnas o en su defecto a un acto público con el que se pretenda impactar a los opositores.

 

Cuanta cosa habrá de enseñarnos el futuro en materia de partidos. Altamente aleccionadoras sin duda alguna.

 

Cuantos imperios habrán de derrumbarse y cuanta soberbia acabará por destruirlos.

 

Por ahora les saludo, les agradezco el tiempo que se dan para leerme y les dejo la reflexión de San Mateo:

 

“Cuídense de esos mentirosos que pretenden hablar

por parte de Dios. Vienen a ustedes disfrazados de ovejas,

pero por dentro son lobos feroces. Ustedes los

pueden reconocer por sus acciones, pues no se

cosechan uvas de los espinos ni higos de los cardos.

Así, todo árbol bueno da fruto bueno, pero el árbol malo

da fruto malo. El árbol bueno no puede dar fruto malo,

ni el árbol malo dar fruto bueno. Todo árbol que no da

Buen fruto, se corta y se echa al fuego.

De modo que ustedes los reconocerán

por sus acciones” (Mt 7.15-20).