[169] LIBRE PENSAMIENTO… ¿POR QUE?
Felipe Díaz Garibay
Semanario "EL Vigía de la Ciénaga de Chapala" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 9 de mayo de 2010.
“Oigo hablar mucho contra la libertad del hombre, y desprecio todos esos sofismas, porque, por más que un razonador trate de probarme que no soy libre, el sentimiento íntimo, más fuerte que todos los razonamientos, los desmiente sin cesar’ –Juan Jacobo Rousseau–”
Amables lectores, es mi mayor deseo a través de este artículo hacer algunas precisiones. Considero que me adelanté en la temática de mi nueva columna en este medio, que muy atinadamente dirige mi amigo de años, Don José Luis Arceo Gálvez, iniciando de lleno con un artículo sobre un tema concreto sin antes haber explicado el porqué del nombre de ésta.
Señoras y señores lectores, indudablemente los factores externos y ajenos a nuestros entornos tienen mucho que ver con nuestras decisiones pero, en realidad, es nuestro mundo interior el que, en definitiva, configura nuestro estado mental para después determinar la acción. Muchas libertades han sido reconocidas al hombre, incluso defendidas valerosamente por algunas iglesias e ideologías del mundo; se ha aceptado al hombre como poseedor de una libertad de albedrío, de una libertad religiosa, de una libertad civil, y de una política; pero existe una libertad, que por la fuerza que entraña su naturaleza poco ha sido defendida, a no ser por esos soñadores diurnos que envueltos en la capa de la lucha social, todavía creen que en el mundo las cosas pueden ser distintas: la libertad de pensamiento.
Algunas líneas del pensamiento filosófico, plantean que nosotros tenemos el sentido íntimo de nuestra libertad; siento que soy libre, como siento que existo. Siento en mí la libertad de seguir la voz del deber o los halagos de las pasiones. Es ésta una verdad tan evidente, que basta entrar dentro de sí mismo para convencerse de ella. Somos tan libres que podemos contrariar nuestros gustos, nuestros instintos, nuestros intereses, aún los más caros. El hombre, en la plenitud de su libre albedrío, lo sacrificará todo, sus bienes, su libertad, su familia, su vida, por la verdad que él no ve, por la virtud que contraría sus apetitos.
Es entonces el sentimiento íntimo el que define la libertad individual del hombre, es esa “verdad” que él no ve pero percibe, esa vocecita interior como dijera Gandhi, que nos hace visualizar el universo que nos rodea y, claro está, se convierte en la línea divisoria de nuestros conceptos y convicciones sobre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto; por ello, no debemos ignorar nuestro sentido íntimo de libertad ese que se origina y desarrolla en el seno de nuestro ser y nos hace crecer en el espíritu.
Por ello debemos desacreditar por completo, como pudo intuirlo Rousseau, a todos aquellos que niegan la posibilidad de ser libres y palpar nuestro sentimiento íntimo, que está por encima de todos los razonamientos, que nos reafirma día con día y a cada instante no la posibilidad sino la ineluctable realidad de que somos, absoluta y maravillosamente libres.
De hecho, además de la libertad de albedrío, las otras libertades enunciadas, la religiosa (facultad de poder cumplir, sin trabas todos nuestros deberes para con Dios), la civil o social (derecho de ejercer todos los derechos inherentes a la naturaleza del hombre sin verse reprimido por el poder o por sus semejantes) y la política (facultad de que tiene el individuo de intervenir en el gobierno de su país), tienen necesariamente, lejos de los tabúes o las siglas partidistas, las ideologías torcidas sustentadas en los extremos o los fundamentalismos, su origen y sostén en la libertad de pensamiento.
La libertad de albedrío es el eje rector de la conducta humana y permite al hombre esclarecer sus decisiones sobre hacer o no hacer algo, sobre creer o no creer, determina su conducta en sus relaciones civiles y, por supuesto, lo definen políticamente.
Por ser esencia, la libertad de pensamiento ha sido vista como algo demoníaco, y es que con ella el hombre puede ir más allá de parámetros establecidos y contraponerse a ellos en el momento en que se percate que ellos atentan contra sus íntimos sentimientos e íntimas ideas, contra su mundo interno o el de sus semejantes.
La frase “Libre Pensamiento” se compone de dos palabras fundamentales e imperiosas; dos palabras trascendentales. De entrada, libre, es alguien que tiene la facultad para obrar y actuar de manera dichosa, porque no es un esclavo; es alguien que es independiente, que no está sujeto a opinión o mandado de otro, que tiene esfuerzo y ánimo para hablar lo que es dichoso para todos y para sí. Pensamiento es el producto de la mente que medita eficaz e intensamente, y permite al hombre discurrir y examinar con cuidado una cosa para dictaminar sobre ella.
En términos sencillos y concluyentes, Libre Pensador es un ser humano completo; no infunde una idea con un ímpetu vigoroso; tampoco encauza sus creencias por un solo camino aunque sí es capaz de definirlos desde posturas plenamente asimiladas y con profunda convicción como producto del vasto universo que le brinda su análisis exento del marcaje que imponen las ideologías.
Libre Pensador es aquél que tiene la capacidad para discurrir sin gritar ya que tiene los fundamentos para probar lo que dice; basa sus planteamientos en verdades y como se basa en verdades es un ser verdadero.
Queda claro que cuando alguien sabe de qué habla no encuentra razón para levantar la voz; por ello, quien impone una creencia, y más aún con gritos y alardes protagónicos, no solamente viola la libertad de los subordinados, también viola su propia libertad. Por ello, un Libre Pensador jamás se dejará imponer creencias, pero tampoco impondrá las suyas propias, las planteará con la libertad que le da razón de esencia y existencia pero, por sobre todas las cosas, será respetuoso y tolerante con los juicios y las creencias ajenas.
Si queremos entonces ubicar el punto de partida del libre pensar, tenemos que en la Libertad de Pensamiento el sobre qué pensar es, en efecto, libre; pero el cómo hacerlo, no; el pensamiento tiene también sus leyes, empezando por la lógica y terminando por la búsqueda de la verdad y el bien común; pensar libremente significa, también, pensar bien y exige el uso de la voluntad pero, sobre todo, del entendimiento.
Los nuevos tiempos requieren partir de una nueva concepción de las cosas; requieren de urgar en el interior de nuestro intelecto para producir líneas de pensamiento distintas, apegadas a esa realidad de la que somos testigos y actores protagónicos; no tenemos que ir en busca de irrealidades porque vivimos en un mundo que simplemente espera ser redescubierto.
En esa actitud de redescubrir las cosas, de ser congruentes con la realidad que vivimos, es que debemos encaminar nuestro raciocinio y nuestra manera de pensar y crear; no hay otro camino, no se trata de descubrir los hilos negros de la temática que incumbe al individuo como unidad y colectividad, se trata de ir más allá en la redefinición del propio mundo.
Libertad de Pensamiento es que cada cual vea hacia su mundo interno y en él encuentre y descubra las respuestas a tantos cuestionamientos que sobre la conducta de otros se hace; es partir de la libertad actuando con justicia, es llegar al honor de la existencia que no es otra cosa que la dignidad manifestada en su máxima expresión. Y justamente, el honor de la existencia no es posible sin justicia ni libertad; el honor sólo se logra cuando proyectamos nuestro ser en otros y aceptamos que lo único que podrá justificar nuestra existencia será el entregar toda nuestra razón, talento y energía por las grandes causas colectivas; ello es posible si pensamos libremente y no por el simple hecho de oponerse sin razón, sino de pensar con libertad sobre los aspectos anacrónicos que hacen difícil la existencia humana; sin duda alguna el aspecto más fascinante del Libre Pensamiento es que nos permite derribar muchas barreras y nos obliga a buscar siempre el mejoramiento de todo, desde ópticas muy variadas, actuales y apegadas a la esencial humanidad del individuo.
Y es así que mi columna, entonces, intentará aportar razonamientos sobe diversos temas pero desde una óptica libre, abierta al mundo y apegada a la posibilidad de defender mi propia verdad.♦