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[158] A PROPOSITO DEL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS

 

Parte V y última

 

Felipe Díaz Garibay

 

Semanario "Tribuna" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 6 de diciembre de 2009.

 

 

 

Ante la imposibilidad expresa de haber llevado a cabo una, podríamos decirlo así, Reforma del Estado Mexicano lo más seria posible, era obvio que el tema indígena por más que se le hiciera para un lado y otro al interior de las comisiones; por más que los patrioteros trasnochados hicieran alarde de sus frustrados principios, que se hablara de tanta soberanía y tanta libertad, de tanta solidaridad y justicia, de igualdad y no recuerda ya que tantas y tantas cosas, no fue posible aterrizar en una propuesta sólida de ni siquiera en su más mínima expresión sobre cuál sería el futuro de los pueblos indígenas de México.

 

Se habló de realizar una “Reforma-del-Estado-Indígena”, así en esos términos, yo bien hubiera podido separar (tal y como lo he hecho en estas líneas) las cuatro palabras que conformas ese “atrevido” e “iluso” título y permítanme que les diga, apreciables personas que se toman el tiempo para leerme, que francamente fue de dar lástima, percatarse que en este tema, como en otros desde luego, la realidad nacional nunca importó.

 

Como siempre, pudo más el estúpido protagonismo de tantas “figuras públicas” que la realidad social que impera en las calles de México y allá en los cerros y parajes, a veces inhóspitos, donde se debaten nuestros pueblos indígenas.

 

Pero bueno, eso qué importa si en este país violar las Leyes y muy especialmente nuestra Constitución así como hacer caso omiso de las necesidades de los pobres, pues no es un pecado, nada que ver, más bien es una costumbre y una tradición.

 

Es indudable que los pueblos indígenas siguen y seguirán luchando,  por el reconocimiento de sus derechos plenos consagrados en la Carta Magna; en diversos documentos, proclamas y declaraciones de los pueblos indígenas y sus organizaciones, se ha dicho que es necesario avanzar hacia la Refundación del Estado Mexicano pero con su propuesta viva.

 

El tema indígena se ofrece como uno que habrá de ser polémico todavía en los años futuros y será así porque los pueblos indígenas no sólo perciben que se diluyen en el proceso de globalización del planeta sino que parece que ya no son prioridad en los discursos de los partidos políticos y si alguien piensa en contrario, que me lo demuestre y con gusto lo debatimos.

 

En América, el  movimiento indígena parece empezar a dispersarse y desorganizarse, sin posibilidades en el corto plazo de erigirse en un actor social unificado y fuerte, capaz de poder insertarse en las nuevas coyunturas para tratar de incidir con su propia agenda y no la que les es impuesta por quienes buscan subyugarlos.

 

Los pueblos indígenas no pueden ser solamente carnada electoral; el indígena es un ser digno y por ende libre; en efecto, el indigenismo es institución, ideología, etnología, sociología rural, movimiento y doctrina social, no es modo de vida aislado producto de un vasallaje impuesto por costumbres provenientes de más allá de nuestras fronteras; tampoco es un momento histórico producto de sus propias circunstancias; el indigenismo es presencia intemporal, porque es tiempo y espacio vigente.

 

Los pueblos originalmente americanos viven bajo un pacto forzado que, históricamente, no se ha tenido el coraje y la determinación de superar. La esperada “nueva civilización” producto del “encuentro de dos mundos”, nunca se dio y la conformación de una verdadera sociedad pluriétnica y multicultural ha sido negada sistemáticamente en todas las Américas, bajo una relación con los pueblos indios que se mantiene, hasta nuestros días, en términos de injusticia y desigualdad.

 

Hoy, los indígenas mexicanos deben ver de frente, porque deben saberse mexicanos de primera, porque deben asumir plenamente su libertad individual y su libertad personal; pero, sobre todo, asumir con toda entereza y con el suficiente valor, la inviolable integridad de su naturaleza humana y la grandeza de sus legados aún en tiempos en que cuesta trabajo ver los ojos del mundo cargados de tanta maldad y tanto egoísmo, de tanta desigualdad y tanta injusticia, de tanta mentira y tanto dolor, pero sobre todo de desesperanza porque la democracia ya no dice tanto, es más… ya no dice nada a los desprotegidos y a los que menos tienen.

 

¿Qué está por venir?

 

Me ajusto al veredicto del tiempo.