[151] LA PROSPECTIVA Y EL DISEÑO DEL FUTURO, EL DISCURSO AUSENTE EN LAS CAMPAÑAS POLITICAS
Parte I
Felipe Díaz Garibay
Semanario "Tribuna" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 31 de mayo de 2009.
A través de la experiencia histórica, en la que he podido observar, y vivir otras tantas el desarrollo no de una sino de múltiples campañas políticas, he podido dame cuenta que poco caso se ha hecho al pronunciamiento a favor del diseño del futuro; podrá haberse mencionado el término pero, en esencia, a la hora de la verdad, las cosas poco han podido cambiar. Efectivamente las propuestas van a lo efímero a lo que resulta en la ocurrencia de muchos candidatos, a lo que podría “convencer” al ciudadano para que vote a favor de determinado partido; pasa la elección, llega la hora del ejercicio de los cargos y nada cambia, paliativos y más paliativos, algo así como el vaso de agua que quita la sed de manera inmediata pero… ¿y después?
La propuesta hueca no lleva a ningún lado, si al caso saca del trance al candidato a quien le cuestionan determinadas cosas y como el buen mago se saca de la manga una respuesta que calma el ánimo social pero eso es todo. Lo trascendente queda en el total olvido; o les pasa lo que al “buey limón” que sale reculando del potrero y no llega a ningún lado.
Pero, ¿cuál es la importancia que tiene el diseño del futuro desde la ejecución de una campaña política? Dicen los que saben que un mal gobierno empieza justo antes de iniciarse y buena razón tienen. Y justamente el recorrido político-electoral constituye el momento en el que todos pueden obtener, con gran sensibilidad, la información suficiente y necesaria para tomar decisiones, indudablemente la mayor de las decisiones que bien podrían repercutir en el mejoramiento de los anacronismos actuales, es aquélla que toma en consideración el punto al que queremos llegar, entiéndanse las aspiraciones legítimas por el diseño de una sociedad que habrá de proyectarse hacia tiempos futuros, los que requieren también de una apreciación clara desde el propio presente. Veámoslo.
1. La seducción de conocer el futuro.
El conocimiento del futuro es una inquietud que ha motivado a infinidad de generaciones a entregarse a una incesante búsqueda de su significado, orientaciones, ubicación temporal y contextual, así como las posibilidades reales de lograrlo en los términos en que ha sido imaginado. Magos, pitonisas, genios, brujos, dragones y espíritus, toda una gama de personajes hacen su aparición en la ficción y en el mundo real cuando de saber lo que nos espera se trata; conocer el futuro siempre ha sido seductor para los humanos. Pero las cosas para el hombre se complican más en la medida en que él no se conforma con la antelación de los eventos futuros, sino que intenta moldearlos, darles forma y trabajar sobre ellos a su conveniencia; jamás se conformará con un pensamiento o una idea sobre el futuro sino que intentará un obrar sobre él, cambiar sus rumbos en claro reto a eso que todos llamamos destino.
Todo ello es válido en la medida en que, como humanos, deseamos conocer nuestra ubicación dentro de la proyección temporal de lo que llamamos “futuro”, de lo que está delante de nosotros, ahí aguardando, ofreciéndonos al azar como única posibilidad de definir sus efectos en tanto éste, el azar, regula prácticamente la mitad de nuestras acciones, aunque es necesario recalcar que la otra mitad, podrá ser regulada por nuestra racionalidad, es justo aquí donde entra a la escena la prospectiva como disciplina que intenta contribuir en hacer más racionales las decisiones estratégicas en todos los aspectos de la vida humana.
2. La prospectiva en el marco del futuro.
Aunque muchos se oponen, por desinterés o temor a conocer las posibilidades del futuro, en la actualidad la necesidad de anticiparnos a los hechos es ya insoslayable más aún en tiempos en los que pocos dudan de la posibilidad de prever el futuro y de influir sobre él. La prospectiva busca alejarnos de esa insana resignación de ser capaces de construir nuestro futuro pues, cualquiera que sea la escuela en que estemos afiliados, la prospectiva representa un intento más del hombre por agregar racionalidad a sus decisiones ya que incorpora la predicción siempre deseable en tanto parte de la realidad. Como proceso, la prospectiva parte de la realidad y retoma de ella las armas estratégicas que le producen sus procedimientos, la representa, la analiza con instrumentos disponibles, presenta los futuros factibles, así como el futuro deseado, selecciona el futuro y lo lleva al campo de la inducción o aplicación sobre la realidad, misma que tiene, bajo cualquier concepto, que verse afectada.
3. En el mundo actual, cargado de anacronismos, ¿es posible la prospectiva?
Aún cuando existen en la prospectiva instrumentos metodológicos serios, capaces de sustentar predicciones sólidas sobre bases racionales sustentadas en el rigor científico, ésta tiene limitantes y la mayor de ellas es, justamente, el diseñarse en el futuro, es decir en un espacio temporal que aún no existe en sentido estricto pues como categoría mental el futuro sólo existe imaginariamente en el presente; la prospectiva nos lleva a establecer cómo serán las cosas bajo el esquema de las alternativas propuestas pero no garantiza el consenso, menos aún en sociedades plurales como la nuestra. La prospectiva no debe marginar las aportaciones de la ciencia histórica; por el contrario, debe considerar ciclos históricos cercanos para entender las conductas y tendencias del pasado inmediato, es decir de aquél que no está tan “manoseado” aún por la sensibilidad de las plumas y la tinta, o impactado por las concepciones torcidas, las interpretaciones tendenciosas o las ideologías; al hablar de ciclos históricos cercanos, refiero a esos de los que, por ejemplo, el pensador francés Louis Althusser habla y los ubica, incluso, en lo que sucedió hace un minuto, para él existe otra historia, en presente, la que se está haciendo, que está abierta a un futuro imprevisto, aún no consumado y por lo tanto aleatorio que no se puede prever. Es lo que permite pensar la apertura del mundo hacia el acontecimiento y también hacia toda práctica viva, incluyendo la práctica política; así entonces, por sobre todo lo dicho y no dicho, lo escrito y no escrito, lo olvidado y lo recordado, determinante es para el humano ver su historia diaria, la que hace paso a paso, aquélla que se antoja capaz, como lo plantea Jorge Luis Borges, de “hacer de la historia del hombre tiempo que convierte en uno el presente y la eternidad”.♦