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[149] LOS ALCANCES DE LA TECNOLOGIA EN EL AMBITO EDUCACIONAL, ¿Y LA IDENTIDAD NACIONAL?

 

Felipe Díaz Garibay

 

Semanario "Tribuna" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 10 de mayo de 2009.

 

 

 

Siempre he defendido los alcances de mi tesis educacional.  En tiempos en que todo mundo se queja de la situación que prevalece no solamente en nuestro país sino en muchos otros del planeta; en tiempos de una globalización irreversible donde se globaliza –valga decir- no solamente procesos, formas, convicciones, actitudes, conceptos, paradigmas, costumbres, crimen, terrorismo, etc., las naciones del mundo se debaten en múltiples procesos que buscan, por un lado, defenderse de las actitudes hegemónicas y, por otro, intentar ocupar una posición dentro de la nueva configuración geopolítica y del sistema de relaciones internacionales.

 

Vivimos insertos en un proceso anacrónico que bien afecta de manera determinante el sano desenvolvimiento de las sociedades del planeta. El problema no es sencillo; está de por medio, digámoslo así, el destino de la propia humanidad y es por esta razón que ella busca acondicionarse a los requerimientos de los nuevos tiempos. Empresa difícil.

 

Se habla de  nuevos procesos administrativos, de reforma del Estado, de dar nuevas variantes al trabajo político, de inducir cambios en las actitudes ciudadanas y de los propios gobiernos, de reducir la delincuencia que azota como flagelo apocalíptica a la humanidad entera, de combatir epidemias, se habla, en conclusión, de crear un nuevo hombre para los siglos venideros.

 

Pero poco se habla de transformar los procesos educativos, la esencia de las nuevas formas de “enseñar”, de educar, de formas conciencias, de preparar a ese hombre del futuro.

 

Siempre he estado convencido de la enorme necesidad de reestructurar el paradigma educacional mexicano; de inducir profundas reformas en este ámbito que sean capaces de dar al pueblo de México la educación que necesita, por elemental dignidad, por fundamental respeto.

 

Pero he de decir que, en lo personal, la multicitada y mundialmente afamada Alianza para la Calidad en la Educación, no me ha convencido del todo. Y es así porque ese tipo de cuestiones deben tratarse de cara el pueblo de México, quizás del magisterio comprometido con el destino nacional, pero no precisamente con organizaciones sindicales que han dejado tanto que desear.

 

Mas que reforma política -que de alguna forma viene solamente a redefinir las reglas del interjuego de los factores reales de poder y no necesariamente en pro del interés nacional sino de los de los liderazgos que se mueven en su seno-, lo que nuestro país necesita es una profunda reforma educativa que venga a revertir muchos de los tantos problemas anacrónicos que nos aquejan. No es posible crear el ciudadano del futuro, si no se le imparte una educación verdaderamente actualizada pero que considere las reglas básicas de la convivencia social.

 

El proceso parece tedioso, y para algunos quizás fuera de contexto, pero hay que ir al fondo del problema, que en verdad constituye un verdadero obstáculo para el desarrollo de nuestro país.  No se trata de copiar modelos ajenos, menos aún de redefinir la historia nacional o los procesos de enseñanza cívica. Tampoco se trata de llenar los espacios educativos de equipos de cómputo que al final de cuentas no serían usados para fines verdaderamente sociales.

 

Se trata de conjuntar los procesos, es decir, esencia educativa con procesos tecnológicos. Sólo así podríamos vislumbrar de mejor manera el México del futuro.

 

Aún cuando se ha exaltado la premiación a maestros y alumnos, en el sentido del conocimiento y buen manejo de la tecnología, el problema no está en que el alumno mexicano conozca el complejo mundo del software, sino en que éste se una a un proceso educativo con verdadero alcance social y completa y absoluta identidad nacional. 

 

Ello por ahora parece simplemente imposible.

 

Los procesos educativos deben contemplar la esencia de los pueblos donde son ejecutados, donde éstos se aplican y donde, al final de cuentas, tendrán sus máximos efectos.

 

En México, parece haberse olvidado eso.  Las nuevas sociedades presuponen una convivencia entre nacionales globalizadas donde parecen perderse las identidades, donde parecen crear a un individuo sin sentido del rumbo que debe tener el pueblo y la nación donde convive y alterna con sus semejantes; se han hecho a un lado elementos primordiales, yo diría que determinantes, en los procesos educativos: el sentido de nacionalidad, el amor y el respeto por los valores nacionales, el respeto al propio semejante, al entorno ecológico, a las propias instituciones y a la crucial visión del futuro.

 

Es bueno, desde luego, que el mexicano conozca de tecnología, indudablemente, pero lo sería más si se le enseñara la mística que representa el hecho de formarse bajo perspectivas acordes a los propios requerimientos de nuestro país entre los cuales, una reforma educativa, es ya verdaderamente urgente.