[148] EL ENTORNO ACTUAL DE UNA POBRE DEMOCRACIA
Parte III y última
Felipe Díaz Garibay
Semanario "Tribuna" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 3 de mayo de 2009.
Ahora bien de cara a unas ya de por sí difíciles elecciones el próximo 5 de julio, sobra decir que la mayoría de los mexicanos desconfía aún, y de qué forma, de la propia democracia mexicana, y para aquellos ciudadanos a quienes ningún partido logra convencer, porque no ven ya gran diferencia entre ellos, puede surgir la duda de qué es más pertinente y racional: anular el voto o simplemente abstenerse.
Ahí está el legítimo dilema.
Eso depende de varios criterios. Por un lado, está la concepción del acto mismo de votar: ¿es un deber cívico o un derecho político? Formalmente, son ambas cosas pero en la mente de cada individuo puede predominar alguna de las dos acepciones. Para quien considere que votar es esencialmente un derecho, y si ningún partido le llama la atención, puede serle atractivo simplemente abstenerse porque si para él es derecho votar, desde luego que también puede y debe serlo no acudir a la urna; estaría renunciando voluntariamente a ese derecho. No siente ningún resquemor cívico por ello.
Para quienes, en cambio, sufragar es un deber cívico (aunque no haya sanción legal si no se vota), puede haber un cierto “costo emotivo” de no presentarse a hacerlo. Pero si además ningún partido lo convence, la forma de resolver ese dilema es anulando el voto: habría cumplido con su deber cívico de votar. ¿Por quién? Por nadie, pero al menos el padrón registrará su presencia en la urna y el cargo de conciencia de no haberlo hecho no estaría con él. En numerosos países democráticos la boleta misma incluye un recuadro en que aparece la leyenda “ninguno” o algo parecido, lo que da al votante la legítima opción de rechazar inequívocamente a todas las ofertas partidarias a base de un “voto en blanco”. Sería bueno tener en México dicha alternativa en la boleta, pero los partidos harán lo que esté en sus manos por impedir o retrasar esa posibilidad. Mientras tanto, el equivalente al “voto en blanco” es anular la boleta cruzándola por completo.
Viene después como criterio la extensión y la naturaleza del rechazo. En principio, podría decirse que si éste se limita a los partidos (aunque abarque a todos por igual), pero no se desconfía del sistema electoral, sus reglas e instituciones, lo lógico y racional sería entonces presentarse a la urna y anular el voto. Ese acto no sumará el voto del elector en favor de ningún partido, según ha sido su voluntad, pero sin debilitar al sistema electoral en su conjunto. Pues un alto nivel de abstención puede también reflejar la debilidad o falta de credibilidad, no sólo en los partidos políticos sino en el proceso y en las instituciones electorales. Pero, por eso mismo, para el elector que haya dejado de confiar completamente en el sistema electoral, y no sólo en los partidos políticos, la forma más clara e inequívoca de expresar su posición sería absteniéndose mas que anulando su voto.
Sin embargo, en medio de las vicisitudes de nuestra historia en la que como lo demuestra la experiencia así como avanzamos también retrocedemos, quisiera también hacer un llamado a la ciudadanía a seguir participando en la construcción de la democracia en el país, pues la comunidad política ha de estar constituida para el servicio de la sociedad civil de la cual deriva. La sociedad civil ha de seguir profundizando en la generación de un proyecto capaz de constituirse en un marco para la justa y pacífica convivencia y para la superación de los enormes rezagos sociales que enfrenta el país mismos que a muchos parecen no importarles.
Vale más el protagonismo, el mareo por las cuotas de poder, la sinrazón y lo más triste de todo: el abandono absoluto de las grandes causas nacionales.
Y aunque pareciera que toda la profundización del proceso democrático recayera únicamente en los Partidos Políticos, la realidad es que tanto los gobiernos locales como los partidos de oposición, los empresarios, los intelectuales y, en sí, toda la sociedad mexicana, tienen el gran reto de hacerse cargo de la parte que le toca.
El inmovilismo político, o el ataque sin una propuesta alternativa viable, el incumplimiento de las obligaciones fiscales y el argumento económico como argumento de chantaje en la negociación de prebendas, deben verse como cosas del pasado y asumirse responsabilidades tanto como se exigen soluciones.
México, hoy más que nunca pasa por momentos de consolidación democrática y es labor de todos mantener, y en otros casos reconstruir, la libertad, la justicia y la paz, por el bien de tantos millones de personas que quieren seguir teniendo esperanza en que nuestra Nación aún puede ser un día verdaderamente democrática.♦
