[145] ¿CUOTAS DE GENERO O CAPRICHOSAS CUOTAS DE PODER?
Felipe Díaz Garibay
Semanario "Tribuna" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 12 de abril de 2009.
Cuantas cosas se ven en nuestros tiempos en política. No me parece raro si se recurre a las leyes naturales que atienden al concepto que entiendo a esta actividad desde un enfoque nada humanista, que todo lo permite y bajo cuyas reglas todo es posible: acuerdos, desacuerdos, coincidencias, divergencias, “amarres”, “cochupos”, simulaciones y, desde luego, traiciones
En política siempre me he inclinado por la equidad y la igualdad de condiciones en todo, siempre he procurado la justicia en cualesquiera de sus acepciones y manifestaciones –porque en mi larga vida he sido víctima de terrible injusticias y también fatales traiciones-, pero en materia de cuotas políticas, cuotas de género o como quiera llamárseles apelo, en definitiva, a lo que dispone nuestra Constitución a la cual ninguna Ley es superior, que dispone que el hombre y la mujer son iguales, y ser iguales no significa regalar espacios por razón de genero, o cualquier otra clase de “compromisos”, sino dejar que tanto las mujeres como los hombres compitan bajo las mismas condiciones y consigan sus metas a base de esfuerzo y ahínco.
Desde hace algunos meses es recurrente escuchar en los medios masivos de comunicación, así como observar en diversos artículos de los diarios de circulación nacional, afirmaciones e interrogantes en cuanto a los derechos, sobre todo de las mujeres, para acceder a cargos de elección popular.
Las cuotas de género, más conocidas como cuotas de participación por sexo o cuotas de participación de mujeres, son una forma de acción cuyo objetivo es “garantizar” la efectiva integración de mujeres en cargos electivos de decisión de los partidos políticos y del Estado. Es una medida de carácter compulsivo, que obliga a incorporar mujeres en listas de candidaturas o en listas de resultados electorales.
Sin embargo, no son pocas sus limitaciones y errores frecuentes, entre los cuales, el más importante es que solamente garantiza cantidad y no calidad. Justamente por ello es preciso considerar que las cuotas suponen una violación a la verdadera equidad entre mujeres y hombres al hablar de candidaturas puesto que si bien garantizan el mismo numero de hombres y mujeres como candidatos, no resulta en todos los casos en contar con los mejores opciones de cara a los representados. Para que se consiga esa participación equitativa y sean electas mujeres que aporten a la profundización de la democracia y al bienestar de la población, este mecanismo debería de estar acompañado de múltiples y diversas acciones que lo permitan sin embargo, hasta ahora solo se ha limitado a marcar la regla de 1 x 1 y no una valoración a fondo sobre las características de todos los candidatos y su verdaderos meritos.
Hasta ahora, las cuotas de género son una desviación radical de las concepciones de democracia representativa existentes. ¿Por qué? Porque intenta, según esta perspectiva, socavar la importancia de los derechos individuales y de lo que denominamos ciudadanía responsable.
La llamada lucha por la equidad de género, con un trasfondo ideológico, tendente a promover una dialéctica que enfrente a hombres con mujeres, más que promover la plena incorporación de la mujer en los asuntos públicos, empaña el verdadero reconocimiento al talento, a la capacidad y a la trayectoria notable de muchas mujeres, cuyo trabajo ha sido de una enorme valía en distintos ámbitos: político, económico, científico, etc. La lógica de las cuotas de género es, entonces, discriminatoria tanto para las mujeres como para los hombres. No hay otra lógica.
Las posiciones de mando, no sólo en el ámbito político, sino en las empresas y en las instituciones de toda índole, deben ser ocupadas por las personas más capaces y más experimentadas para la labor a desarrollar. Dejar en reserva un porcentaje de plazas en una institución para garantizar la supuesta paridad, es menospreciar la capacidad y el talento y sustituirlo por la condición de género, tanto para mujeres como para los hombres, indudablemente.
Cuando muchas de estas mujeres son cuestionadas por su trabajo, apelan a su condición de género para decir que las críticas provienen de voces machistas que buscan cerrar el paso al progreso de las mujeres. Lo anterior no es, de ninguna forma, equitativo. Ningún político en cualquier país, podría argumentar para defenderse de sus críticos que es hombre y padre de familia y que se está fraguando una conspiración para echarlo del gobierno por su condición de varón. Creo que es fundamental que más mujeres se impliquen en la política, pero no como fruto de una graciosa concesión, sino por su talento, visión y, eso sí, de una profunda calidad humana y una objetiva igualdad de oportunidades.
En general, que se atienda el tema de género a través de la cuota, tal como está planteada, no es garantía de que se atiendan las necesidades o intereses de las mujeres, más bien responde a otras circunstancias inocultables, al menos ya no para mí. No alcanza con agregar mujeres para lograr una igualdad sustantiva, es en el equilibrio entre ideas y presencia que podemos empezar a pensar en un sistema representativo más justo.
En este sentido, ¿Qué justificación tiene una medida compulsiva como las cuotas de genero?, si las mismas lejos de equiparar a mujeres y hombres rompen el principio de igualdad establecido en nuestra Constitución Política, en los párrafos primero y tercero del artículo1º, en cuanto a que dicho ordenamiento jurídico determina que, queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional, el genero, la edad, las discapacidades, la condición social, las condiciones de salud, la religión, las opiniones, las preferencias, el estado civil o cualquier otra que atente contra la dignidad humana y tenga por objeto anular o menoscabar los derechos y libertades de las personas, de igual forma arremete en contra de lo dispuesto en el primer párrafo del numeral 4º, que dispone la igualdad entre el hombre y la mujer, y por ultimo rompe con el espíritu dispuesto en el artículo 35 del mismo cuerpo jurídico en cuanto al derecho político de votar y ser votado en igualdad de condiciones.
¿Es deseable que haya más mujeres en política? claro que si, el problema es cómo hacerlo sin que esto resulte en un abuso basado simplemente en el genero, esto debe cumplirse mediante los mecanismos pactados desde nuestra Carta Magna, a través de los principios de equidad e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.
Me queda claro que en México, el asunto de la equidad de género tiene líneas verdaderamente torcidas.
Creo que el tema de la igualdad tiene que ser introducido en términos coherentes y funcionales. Ya que si bien, México tiene un problema de baja representación política de las mujeres, la cuota puede o no ser la solución, lo que si es un hecho, es que no va a haber una solución inercial a este problema; es decir, no va a ser dejando todo como está evidentemente, hay que buscar una solución política, que puede ser esta u otra, pero no se puede esperar que inercialmente y por el simple paso del tiempo las cosa se resuelvan. No, ni para este tema ni para muchos otros. La política existe para eso. La política cuando es buena tiene capacidad de acción sobre la sociedad, cambia las sociedades, si no es mejor dejar entonces que las sociedades se gobiernen a sí mismas.
Quería cerrar con dos últimas reflexiones. La primera con respecto al tema de la igualdad. Mecanismos como la cuota suponen un trato desigual. Hay dos maneras de conseguir la igualdad. Podemos discutir si es deseable, pero supongamos que cierto grado de igualdad es deseable en una sociedad. Hay dos teorías sobre cómo alcanzar la igualdad: la igualdad de oportunidades, dar a todos las mismas oportunidades, y la igualdad de resultados o las dos combinadas: les damos a todos las mismas oportunidades, pero si llegado el momento son desiguales, siempre podemos corregir.
México es un país que ha trabajado con ambas teorías, ha implementado políticamente algunas cosas tendientes a asegurar una igualdad de los resultados, precisamente porque se sabe que el trato igual a los desiguales reproduce la desigualdad. Por más igualdad de oportunidades que demos, si dos personas salen de puntos de partida muy distintos, asegurarles un trato igual no va a permitir que se emparejen en la carrera, lo que verdaderamente los hará iguales, es su esfuerzo y capacidad, más que un numero de 50 x 50.
No cabe la menor duda que muchos mexicanos y mexicanas no aprobamos esta ideología. No podemos seguir permitiendo que se use una terminología indefinida metida dentro de medias verdades que atenta en contra de los principios de la verdadera democracia, no es posible dejar de lado las cualidades de un candidato, su trabajo, desempeño, perfil, su simpatía con la gente, la verdadera lealtad a los partidos que los acogen, sea hombre o mujer porque ya no cabe en los números establecidos por una cuota.
No hay nada más aberrante, ilegítimo. La máxima expresión de la desvergüenza y la sinrazón.
Estoy seguro que la naturaleza honesta y muy sensible de la mujer, se debe aprovechar en beneficio del país, pero no para regalarle ciertos espacios en franco abuso de su condición de ser.
¿Dónde está entonces la igualdad de condiciones tan reclamada en las últimas décadas? ¿Dónde el discurso, oficial y de tantas organizaciones sociales, que ya taladra los oídos de propios y extraños?
Muchas mujeres de amplia capacidad y probada vocación política han demostrado, de mil formas, que saben, al igual que muchos hombres, ganarse los espacios sin recurrir al pedimento de limosna de legitimidad. En la medida en que todos respetemos los espacios independientemente si es hombre o mujer, en esa medida vamos, verdaderamente, a crecer como sociedad.
Me viene a la mente mi partido, donde el asunto de la equidad no tiene entornos muy claros y bien lo coloca en posición de serio cuestionamiento en tiempos en los que se supone la democracia ha tenido ya profundos avances.
La distribución de cuotas de poder, en la forma en que se hace en nuestro país escapa, en definitiva, a toda lógica democrática.
¿O no?♦