[144] EL MEXICO QUE ESTA PENDIENTE
Parte VI y última
Felipe Díaz Garibay
Semanario "Vox Populi" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 25 de junio de 2008.
La penúltima parte de esta serie (publicada el domingo 16 de marzo de 2008) fue, sin lugar a dudas, una síntesis de aquéllas causas que han provocado la polarización en nuestro país y que, al final de cuentas mucho tienen que ver en la definición de líneas futuras en el campo de la decisión pública, en las áreas de la vida política de México.
Y es así porque, pude llegar a la conclusión de que vivimos en una sociedad polarizada, donde lo político toma de pronto cauces inesperados y donde, también, quienes deciden no siempre lo hacen pensando en el bienestar general de la nación.
En efecto muchas decisiones se toman de esta forma y prima en esa decisión el encono, la gana de no hacer nada por México y, lo que es más grave aún, el deseo de truncar cualquier proyecto que vaya en beneficio de las grandes colectividades y de la definición, desde una visión más a futuro, de nuestro proyecto nacional.
Hoy por hoy, independientemente de lo que digan quienes se oponen al desarrollo del país y que desde luego sirven a otro tipo de intereses que se encuentran incluso allende nuestras fronteras, es de todos bien sabido que el país debe emprender ya grandes cambios estructurales. Justamente de esos que desde el régimen de Miguel de la Madrid Hurtado fueron anunciados y que nunca se fue consecuente con ellos.
Desde la década de los ochenta eran urgentes, casi treinta años después son insoslayables.
Sin reformas, futuro incierto
El debilitamiento de la productividad en una economía termina manifestándose en una pérdida de competitividad.
Los círculos virtuosos que conducen al progreso se gestan cuando la productividad crece ininterrumpidamente y ello abre nuevas oportunidades de inversión. En el transcurso los salarios reales se elevan y el empleo se amplia dando lugar a un mayor bienestar material. Los círculos viciosos que traen estancamiento se generan en sentido inverso, aunque la simetría no es exacta. Es mucho más difícil dar lugar a un circulo virtuoso y mantenerlo que inducir una espiral negativa. Siempre ha sido más sencillo destruir que construir.
De no lograrse los acuerdos que permitan instrumentar las reformas necesarias para elevar la competitividad de México, el desarrollo del país no se presenta demasiado halagador.
Inevitablemente, un escenario sin las reformas estructurales de segunda generación desembocará en un crecimiento lento y menos incluyente.
Con una competitividad decreciente las empresas en México paulatinamente perderían penetración en los mercados resintiéndose sus ventas y su producción. De ello se derivaría una menor capacidad para contratar personal y planes de inversión más modestos.
Al bajar el empleo y las utilidades la siguiente espiral del círculo recesivo se concretaría en el estancamiento del ahorro y en la imposibilidad de financiar un mayor volumen de inversión. Ello, a menos de que se opte por la temeraria idea, como ocurrió en Argentina no hace muchos años, de recurrir en forma masiva al endeudamiento externo.
En la última vuelta de la tuerca podría ocurrir el fortalecimiento de las tendencias conducentes a una mayor polarización. O sea, el caldo de cultivo idóneo para la perpetuación de una situación de no reformas y de un crecimiento económico insuficiente.
Estamos hoy en una democracia.
Nuestro sistema para lograr acuerdos se percibe ahora diferente.
Pero hoy más que nunca estamos en posibilidad de ser dueños de nuestro destino. Hoy más que nunca los errores o los aciertos se deberán a nuestra capacidad para marcar y forjar un camino de progreso hacia el futuro. Hoy más que nunca tenemos que sacrificar algo del presente por un mañana más brillante. Hoy más que nunca tenemos que unirnos para construir el México que deseamos para nuestros hijos y para quienes más adelante vengan.♦