[138] PAZ Y ESPIRITUALIDAD, LA UNICA SALIDA
Parte II
Felipe Díaz Garibay
Semanario "Tribuna" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 27 de enero de 2008.
Carrera armamentista, sistema internacional y globalización
La carrera armamentista desarrollada por muchos países del mundo, principalmente los más industrializados y varios incluso con economías débiles, pone permanentemente en grave peligro la coexistencia pacífica de los países del orbe, además de amenazar la supervivencia humana y así, en este contexto, la Organización de las Naciones Unidas aparece con una insalvable posición de debilitamiento que nada ha podido hacer en el duro tema del desarme, en un sentido general y completo y bajo un control internacional convirtiéndose éste, así, en una lejana aspiración para los seres humanos amantes de la paz.
En nuestros días, hablar del sistema de relaciones internacionales obligadamente debe ubicarnos en la configuración de un sistema internacional, cuya característica fundamental es el hecho de que se circunscribe en un estadío difícil, marcado por la presencia del fantasma de la ingobernabilidad y la inseguridad para poder establecer un futuro capaz de resolver la grave problemática que ya encierra a muchas naciones del mundo, sobre todo en el terreno económico que al final de cuentas es el que provoca las más serias disidencias.
En este sentido “nuevos” órdenes van y “nuevos” órdenes vienen, todos encaminados a lo económico o lo político. Queda demostrado, que la esencia de los proyectos ofrecidos descansan en los intereses propios de los actores nacionales e internacionales, que jamás han querido llegar a tocar el punto sustancial: jamás se han ocupado del eterno orden, el espiritual, que tiende hacia bienes inaccesibles a los sentidos y a los simples apetitos humanos.
Independientemente de los diversos enfoques que pretenden “ordenar” al mundo, debemos asumir que el mundo en sí es la encarnación del orden; somos precisamente los humanos en quienes recae la responsabilidad de ponernos de acuerdo con ese orden, respetarlo y buscar su vigencia en todo tiempo y espacio.
Pero la humanidad se debate hoy en la tremenda búsqueda de liderazgos en virtud de que los ciudadanos confían cada vez menos en los políticos atados a doctrinas petrificadas y verdades absolutas y cada vez más en los quienes se expresan en conductas inspiradas en principios y valores.
Los supuestos liderazgos actuales, lejos de tener un fin sustentado en la gran causa que representa el trabajo en pro de la humanidad, buscan solamente el protagonismo y su interés particular; se procuran a sí mismos, envueltos convenientemente en las banderas del cambio político, la dadiva económica, la enunciación discursiva de la equidad e igualdad social, pero solo como herramientas para sus fines políticos. Ante esta situación la pregunta es quién ha de representar las verdaderas necesidades de los ciudadanos de este planeta.
Hoy la humanidad requiere de líderes que además de sensibilidad política sean poseedores de una verdadera sensibilidad social y con una transparente y absoluta identificación con sus pueblos.
Con el advenimiento del siglo XXI la situación mundial ha continuado experimentando profundos cambios, la multipolarización y la globalización económica han evolucionado en profundidad, la ciencia y la tecnología han progresado vertiginosamente, la sociedad humana ha avanzado a pasos acelerados y han surgido sin cesar nuevas situaciones y contradicciones pero, debe quedarnos claro, que es irrenunciable mantener como misión común de todos los pueblos, de todos los gobiernos, de todas las mujeres y hombres, la preservación de la paz mundial y la promoción del desarrollo compartido y justo.
En el proceso de exploración y práctica la comunidad internacional debe poner a la altura de los tiempos, y del progreso de la humanidad, el objetivo de procurar la paz y promover el desarrollo por medio de la cooperación, trabajar por ampliar la convergencia de los intereses de los diversos países, y buscar beneficios mutuos.
La cuestión de la paz no puede separarse de la cuestión de la dignidad de la persona y de los elementales derechos humanos.
Se ha de recordar a quienes creen que la vida pública internacional se desarrolla de algún modo fuera del ámbito del juicio moral, que el problema de la paz no puede prescindir de las cuestiones relacionadas con los principios morales, y, por lo tanto, todas las decisiones relativas a ella deben estar sometidas al examen ético que tiene como referente destacado la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
En este sentido, es necesario aprender a concebir nuestro entorno espiritual al cual esta sujeto el hombre por su naturaleza misma, como el encargado de la creación que dé paso, a la paz universal, a través de la luz que le es propia a cada individuo, y a la conciencia de que precisan nuestras emociones. (Continuará)♦
