[131] ALGUNA VEZ FUI “JOVEN”. LOS DE AHORA ¿REALMENTE LO SON?
Felipe Díaz Garibay
Semanario "Tribuna" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 19 de marzo de 2006.
La juventud no es un período de la vida, es un estado del espíritu, un efecto de la voluntad, una cualidad de la imaginación, una intensidad emotiva, una victoria del valor sobre la timidez, del gusto de la aventura por encima de la comodidad.
No nos hacemos viejos por haber vivido cierto número de años; en lo personal se me ha dicho con suma frecuencia que “ojalá llegue a la edad que represento”, y en efecto reconozco que mis cualidades fisonómicas no me dan mucho que digamos para aparentar el estado físico de un joven común, pero de verdad créanme amables lectores que nos hacemos viejos cuando empezamos a desertar de nuestro ideal. Los años arrugan la piel, pero renunciar a un ideal envejece el alma y ese, afortunadamente, no es mi caso.
En ese triste sentido puedo afirmar que estoy rodeado de muchos “jóvenes viejos”, bastante viejos, qué pena. Y es que la crisis de valores y el carente sentido espiritual de los nuevos tiempos afecta de manera determinante no solo los estados de ánimo sino también las conductas.
Creo que el mundo se siente solo, esa es mi percepción, la figura del líder verdadero, está lejana, muy lejana en nuestros días quizás por ello la humanidad tenga que inventarlos en la ficción para llenar ese vacío que, lamentablemente, será difícil de llenar, al menos en las próximas décadas.
La escuela de líderes se ha clausurado y no creo que por el momento sea abierta porque la enseñanza que dan las actuales circunstancias en el planeta no daría para más; asonadas, revueltas, crimen, rebeldía, son la tónica que retroalimenta las conductas de las nuevas generaciones. Ese no es el camino. No lo será jamás.
Es necesario mover las conciencias. El mundo está abatido y puede perecer.
Las preocupaciones, las dudas, las contrariedades y los temores son los enemigos que lentamente nos curvan hacia la tierra y nos convierten en polvo antes de la muerte. En efecto, el ave negra se apodera de los mundos internos de cada individuo haciendo mella al esquema espiritual, psicológico y, por ende, conductual de cada uno.
Algunos buscan el refugio, y no me eximo de ello, cuántas veces no me ha asaltado la inquietud, quizás el desánimo al ser testigo de tanta desavenencia a mi alrededor, de tanta maldad y carencia de oportunidad de ser, sin embargo existen principios que nunca deben quedar fuera de nuestros propios contextos, principios que deben caminar unidos a nuestra propia alma para hacernos posible enfrentar cualquier conflicto existencial por fuerte que parezca, incluso aquél que nos crean las vibraciones de seres oscuros que a nuestro alrededor danzan buscando hacernos derribar. No, puede más la fuerza del espíritu, de ello estoy plenamente convencido.
Por esa razón se es joven, eternamente joven, cuando prima la fuerza espiritual, cuando ella nos lleva de la mano a la consecución de grandes metas, de nobles ideales, de lo inalcanzable aún a costa de la pobreza material. Existen muchos, como lo dijo el poeta, que son tan pobres que lo único que tienen es dinero y en torno a él conducen sus vidas, arrastrando entre sus pies a cualquiera en aras de mezquinos fines.
Se es joven, cuando se cree en uno mismo, cuando cada mañana al despertar abrimos los ojos y vemos clarear el nuevo día y somos capaces de reconocer los retos que tenemos frente a nosotros para el nuevo día que comienza y con una sonrisa en los labios vemos a nuestro alrededor y podemos disfrutar de todo lo que tenemos, poco o mucho: una planta que regar, el ladrido de un perro que te saluda por la mañana esperando su ración del día y después de dársela te lame en gratitud, un enfermo que visitar, incluso un motivo para ir al cementerio a dejar una flor a quienes marcaron nuestro destino de manera determinante porque nos dieron la vida.
Es hermosa la juventud, pero más aquélla que se lleva en el alma.
Joven es aquel que se sorprende y se maravilla, pregunta como el niño insaciable "¿y después?".
Joven es el que desafía a los acontecimientos y encuentra alegría en el juego de la vida. Los fracasos lo vuelven más fuerte, las victorias lo vuelven mejor.
Eres tan joven como tu fe, tan viejo como tu duda, de eso está seguro. Tan joven como la confianza que tengas en ti mismo, tan viejo como tu desesperanza y más viejo aún como tu abatimiento.
Permanecerás joven tanto como permanezcas verdaderamente generoso. Tanto como sientas el entusiasmo de dar alguna cosa de ti; pensamientos, palabras, obras.
Tanto como el hecho de darte la impresión de recibir y por consiguiente de siempre estar debiendo y desear más.
Serás joven mientras permanezcas en posición de receptividad; receptividad frente a la belleza, a lo que es bueno y grande; receptividad frente a los mensajes de la naturaleza, del hombre y del infinito.
Si un día, cualquiera que sea tu edad, tu corazón estuviese a punto de ser mordido por el pesimismo, torturado por el egoísmo y corroído por la vulgaridad, que Dios tenga compasión de tu alma vieja.♦