[130] VISION POLITICA CON FUTURO, ¿ES POSIBLE LA PROSPECTIVA?
Felipe Díaz Garibay
Semanario "Tribuna" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 12 de marzo de 2006.
A la fecha la mayoría de lectores con toda certeza hemos tenido la oportunidad de conocer a través de los medios los innumerables pronunciamientos de candidatos y precandidatos a puestos de elección popular.
No hace mucho, tuve una amena charla con un estudiante de la carrera de Derecho de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, quien planteó con alarmante vehemencia su preocupación por el futuro. Me cuestionó sobre si consideraba yo que a los partidos políticos les interesaba el futuro y en este tenor nuestra conversación fue prolongada; fue insistente en tratar de averiguar qué sería de México en 20 o 50 años y cuál sería el mejor mecanismo para hacer prospectiva en nuestros días.
Las reflexiones de este candidato a abogado me dejaron motivado aunque he de reconocer que más preocupado. Por esta razón he querido compartir con mis lectores algunas ideas sobre el tema.
1. La seducción de conocer el futuro
El conocimiento del futuro es una inquietud que ha motivado a infinidad de generaciones a entregarse a una incesante búsqueda de su significado, orientaciones, ubicación temporal y contextual, así como las posibilidades reales de lograrlo en los términos en que ha sido imaginado. Magos, pitonisas, genios, brujos, dragones y espíritus, toda una gama de personajes hacen su aparición en la ficción y en el mundo real cuando de saber lo que nos espera se trata; conocer el futuro siempre ha sido seductor para los humanos.
Pero las cosas para el hombre se complican más en la medida en que él no se conforma con la antelación de los eventos futuros, sino que intenta moldearlos, darles forma y trabajar sobre ellos a su conveniencia; jamás se conformará con un pensamiento o una idea sobre el futuro sino que intentará un obrar sobre él, cambiar sus rumbos en claro reto a eso que todos llamamos destino.
Todo ello es válido en la medida en que, como humanos, deseamos conocer nuestra ubicación dentro de la proyección temporal de lo que llamamos “futuro”, de lo que está delante de nosotros, ahí aguardando, ofreciéndonos al azar como única posibilidad de definir sus efectos en tanto éste, el azar, regula prácticamente la mitad de nuestras acciones, aunque es necesario recalcar que la otra mitad, podrá ser regulada por nuestra racionalidad, es justo aquí donde entra a la escena la prospectiva como disciplina que intenta contribuir en hacer más racionales las decisiones estratégicas en todos los aspectos de la vida humana.
2. La prospectiva en el marco del futuro
Aunque muchos se oponen, por desinterés o temor a conocer las posibilidades del futuro, en la actualidad la necesidad de anticiparnos a los hechos es ya insoslayable más aún en tiempos en los que pocos dudan de la posibilidad de prever el futuro y de influir sobre él. La prospectiva busca alejarnos de esa insana resignación de ser capaces de construir nuestro futuro pues, cualquiera que sea la escuela en que estemos afiliados, la prospectiva representa un intento más del hombre por agregar racionalidad a sus decisiones ya que incorpora la predicción siempre deseable en tanto parte de la realidad.
Como proceso, la prospectiva parte de la realidad y retoma de ella las armas estratégicas que le producen sus procedimientos, la representa, la analiza con instrumentos disponibles, presenta los futuros factibles, así como el futuro deseado, selecciona el futuro y lo lleva al campo de la inducción o aplicación sobre la realidad, misma que tiene, bajo cualquier concepto, que verse afectada.
3. En el mundo actual, cargado de anacronismos, ¿es posible la prospectiva?
Aún cuando existen en la prospectiva instrumentos metodológicos serios, capaces de sustentar predicciones sólidas sobre bases racionales sustentadas en el rigor científico, ésta tiene limitantes y la mayor de ellas es, justamente, el diseñarse en el futuro, es decir en un espacio temporal que aún no existe en sentido estricto pues como categoría mental el futuro sólo existe imaginariamente en el presente; la prospectiva nos lleva a establecer cómo serán las cosas bajo el esquema de las alternativas propuestas pero no garantiza el consenso, menos aún en sociedades plurales como la nuestra. La prospectiva no debe marginar las aportaciones de la ciencia histórica; por el contrario, debe considerar ciclos históricos cercanos para entender las conductas y tendencias del pasado inmediato, es decir de aquél que no está tan “manoseado” aún por la sensibilidad de las plumas y la tinta, o impactado por las concepciones torcidas, las interpretaciones tendenciosas o las ideologías; al hablar de ciclos históricos cercanos, refiero a lo que está sucediendo ahora, hace un minuto, y es que pocos consideran la otra historia, en presente, la que se está haciendo, que está abierta a un futuro imprevisto, aún no consumado.
No hace daño retomar los ciclos históricos cercanos dentro del diseño prospectivo; ello permite prever los efectos de la prospectiva en ejecución y hasta donde hará posible el cambio de paradigmas o hasta qué punto actuará en la forma de pensar de los individuos. Las experiencias pasadas siempre son altamente aleccionadoras sobre todo en la construcción de proyectos macro para una sociedad específica.
La prosectiva juega un tanto con los tiempos, en algunas situaciones parecería experimentar con lo social, cosa que no es tan recomendable pues diseñar el futuro en el futuro mismo para traerlo al presente, no garantiza la disponibilidad de las sociedades para enfrentar el shock del futurable; lejos de otras y tantas pretensiones, la prospectiva debe ver un poco más a la diversidad cultural del planeta donde no cualquiera podría traer el futuro a estados mentales no aptos para su asimilación y dominio; tiene sus riesgos hacer del futuro presente cuando el pasado es único y, querámoslo o no, determina en gran medida las líneas de pensamiento y, por ende, de conducta humana. La prospectiva debe entender que es en el cambio mental y la adopción convencida de nuevos paradigmas, donde radica el verdadero éxito de las transformaciones, del futuro hecho presente. Ello echa por tierra la pretendida participación y cohesión que representan los elementos por los cuales la prospectiva busca comprometer y lograr consenso entre los actores sociales.
La prospectiva, en estos términos, sólo podrá aplicarse en sociedades estables donde existe una definición de los proyectos de nación y una cierta identidad del individuo; en las sociedades que se debaten por encontrar la elemental subsistencia social y política –amén de considerar su ubicación geopolítica dentro del sistema de relaciones internacionales-, la prospectiva en estos contextos se me ofrece como una verdadera falacia ya que ésta tiene a la participación como componente fundamental, si no hay consenso o identidad entre quienes serán los objetos de las políticas públicas adoptadas dentro de marcos de planeación prospectiva, por ejemplo, no hay futuro posible, es un tanto como querer diseñar en la irrealidad -en lo que no sabemos si será de determinada forma por no haberlo vivido-, y querer obligar a las sociedades a aceptar, en la realidad, excesivas dosis de esa “irrealidad” para conducirse y caminar hacia el futuro.
Hablando de las sociedades estables -yo me pregunto: ¿las hay?-, la resolución de una crisis provoca otras tantas más, ese es el destino de la humanidad, vivir en el conflicto, estadío que provoca siempre cambios, siempre nuevas líneas de pensamiento y, siempre también, una concepción distinta del futuro mismo y de las formas de abordarlo.
4. Prospectiva, ¿para quién?
Lejos de complejidades técnicas, conceptuales, instrumentales, el mundo de hoy requiere alejarse de la desolación que le provocan las aspiraciones ruinosas, la factibilidad entra siempre en escena cuando de administrar o conducir un país se trata, sobre todo en los tiempos modernos que invitan a asumir lo que establece el apotegma: vale más paso que dure y no trote que canse.
Lo factible, lo sano, lo lógico, lo conducente, “lo humano” es diseñar “lo ideal” a partir de “lo real” para evitar los trastornos y las decepciones que han hecho que hoy, justamente hoy y como quizás no en otros tiempos, el Estado deba acudir, él sí, a una cita con el futuro, con ese que viviremos en los siguientes segundos, minutos y horas, para explicar a tantos, con verdadera prospectiva, los porqués de sus desaciertos y deficiencias, para definir los términos de esa reforma, que en su esencia y modo de ver al mundo, a las sociedades y al hombre, es ya insoslayable. Este es para mí el contexto de la prospectiva.
La tan trillada Reforma del Estado, debe ir en busca del recto y justo concepto del hombre y visualizarlo más que en las páginas de los futuros –a donde habrá de llegar un día inevitablemente-, en el presente que es donde se debate por ser y estar, justo ahora, cuando compite por un planeta que original y naturalmente a todos nos pertenece, en este momento, cuando sabe que de lo que haga hoy dependerá, ciertamente, absolutamente todo cuanto sea capaz de hacer en el futuro con o sin prospectiva.
Así, y en materia de prospectiva, en tiempos en que la globalización inunda el desenvolvimiento del contexto mundial, vale la pena cuestionarnos, cuál es el futuro que se desea, ¿el de los poderosos?, ¿el de los desprotegidos? o, en palabras de Azuela, el futuro ¿de los de arriba?, ¿de los de abajo?; para responder a estos cuestionamientos, ahí estarán las páginas blancas del futuro, siempre abiertas, para escribir los veredictos inequívocos de la historia que próximamente estarán repletos de planteamientos de campañas y, no lejos ya, del arribo de un nuevo régimen a nuestra vida política.♦
