[127] LOS MUROS FRONTERIZOS Y LAS IDEOLOGIAS EXTREMAS
Felipe Díaz Garibay
Semanario "Tribuna" de Sahuayo, Michoacán, México, domingo 22 de enero de 2006.
Tiempos de globalización, de ajustes al sistema internacional, de libre mercado, de xenofobia, de terrorismo y también de desigualdad. Ya en otras ocasiones he referido que la problemática de nuestro planeta en la actualidad tiene una doble connotación. Una de índole tecnológica y, una más, corte ideológico.
La primera, porque en nuestros días el desarrollo tecnológico se usa más bien para la destrucción que para el desarrollo de los pueblos; es más bien un motivo para buscar consolidar hegemonías que una razón para que las naciones del orbe menos desarrolladas puedan acceder a mejores niveles de vida.
La segunda, porque de nueva cuenta y, como en otros tiempos, se hacen presentes las ideologías extremas.
Y para no a hondar en más detalles, la xenofobia por ejemplo así como las causas que motivan el terrorismo, son fiel reflejo de este fenómeno. Ideologías extremas han existido en todos los tiempos, pero resulta inaceptable que, en nuestros tiempos no hayan quedado superadas.
Tal es el caso de la construcción del muro doble en nuestra frontera con los Estados Unidos de Norteamérica (partes de California, Arizona, Nuevo México y Texas), aprobada recientemente por la Cámara Baja de este país por 260 votos a favor y 159 en contra.
La medida es una enmienda a una propuesta de ley más amplia para frenar la inmigración y que es respaldada por la Casa Blanca, lejos de cualquier visión analítica sobre el problema migratorio.
Y es justamente este uno de los puntos de mayor discusión. Eternamente la “cuestión” migratoria se ha visto como un problema, y se le ha dado el tratamiento como tal sin lograr acuerdos trascendentes. Se pasa de lado que, lejos de representar un problema, el tema migratorio, en la agenda bilateral México-Estados Unidos de Norteamérica, representa un fenómeno con el que debemos aprender a convivir.
Los tiempos globalizadotes así lo exigen. Y los principales promotores de este “movimiento integrador mundial” ahora pasan de lado muchas fórmulas que el propio proceso reclama y que son necesarias para darle al menos un matiz más justo; y es así porque las naciones económicamente débiles no tienen opción frente a este monstruo globalizador que devora ya a la gran mayoría de naciones del mundo. México entre ellas.
Como proceso irreversible reclama ajustes en todo sentido. El aspecto migratorio es clave entonces.
Lo grave de todo es que importantes asociaciones civiles norteamericanas se han pronunciado por espaldar la construcción de este muro en la frontera con México, aunque el plan implica un desembolso cercano a seis mil 500 millones de dólares.
No importan los costos, sino ser consecuentes con un proyecto que solamente vendría a violar los preceptos fundamentales del derecho internacional, obligándolo a adquirir otros enfoques en materia de derechos humanos, relaciones bilaterales y multilaterales, migración, por mencionar algunos.
El proyecto fue divulgado bajo la proclama "necesitamos una barda" y es patrocinado fundamentalmente por grupos de estadounidenses religiosos y conservadores con el fin de inhibir la inmigración indocumentada que califican "fuera de control" y motivo que pone en grave riesgo la seguridad nacional norteamericana. De nueva cuenta la fobia terrorista.
Tales gremios ciudadanos señalaron a medios de prensa que entre 10 y 20 millones de inmigrantes ilegales que viven actualmente en territorio norteamericano representan un riesgo para la seguridad nacional por el incremento de los cruces fronterizos, mientras provocan un alza de impuestos.
Se supone que en una eventual construcción de tal murallón sería utilizada la más sofisticada tecnología existente en Estados Unidos y cubriría los tres mil kilómetros de frontera con México, donde además se apostarían unos 150 mil oficiales para asegurar la zona, confirmaron las fuentes.
Funcionarios de aduana indicaron recientemente que el número de inmigrantes ilegales muertos en el intento de cruzar la frontera marcó una cifra récord: un total de 464 personas durante el año fiscal que terminó el 30 de septiembre del 2005.
Las estadísticas demuestran que estos cómputos significan un aumento de los decesos en el orden de un 43 por ciento respecto al periodo anterior.
Las principales causas de muerte fueron las altas temperaturas de junio y julio pasados, aunque muchos potenciales inmigrantes perdieron la vida en accidentes de transito o simplemente se ahogaron.
Entretanto en Estados Unidos, millones de inmigrantes esperan poder normalizar su situación luego que el senador republicano John McCain y el demócrata Edward Kennedy presentaron recientemente en el Congreso un plan de reforma a la ley migratoria doméstica.
Se trata de un proyecto bipartidista, pero Erika Bernal, portavoz de la Asociación de Funcionarios Latinos Electos, recordó a reporteros que existe oposición especialmente dentro del Partido Republicano.
La idea incluye una cláusula para trabajadores invitados, otra de los llamados empleados temporales y la opción de regularizar la condición de millones de extranjeros que ya están en este país, "siempre y cuando cumplan con determinadas condiciones", aclararon los congresistas.
Lo cierto es que luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001, todos los esfuerzos legales para modificar la estricta ley de inmigración en Estados Unidos han resultado ineficaces.
Y seguirá siendo así inevitablemente.
En el norteño país viven y trabajan hoy día unos 10 millones de indocumentados, la mayoría hispanos. ¿Lo considera el gobierno norteamericano?
Con semejante visión maniquea y claramente obstruccionista, es evidente que no se puede tener un diálogo aceptable con quienes en Washington tratan el problema originado en sus propias incapacidades y complejas complicidades y llegando al extremo de no distinguir, que al menos sería lo aceptable, entre los ciudadanos de aquellas naciones que junto a los suyos, murieron horriblemente a consecuencia de los actos terroristas en el Pentágono de la capital estadounidense y en las torres gemelas de Nueva York o en una parte de los campos y terrenos baldíos de Pensilvania.
Mucho menos se puede pretender llegar a algún tipo de formula de compromiso con quienes y como son los que gobiernan a los Estados Unidos de Norteamérica, en la actualidad, han entendido que a todo el mundo hay que medirlo con la misma vara y lo peor, que han entendido como necesidad impostergable crear una política “antiterrorista”, consecuente con el estado de guerra abierta que se vive en la nación estadounidense, producto natural del clima de guerra global que ese país ha llevado al resto del mundo.
Naturalmente, si el Congreso norteamericano entiende que la aplicación de sus políticas migratorias, que ciertamente es una potestad privativa de cada nación, deben pasar por un estrangulamiento de las libertades de tránsito, migración y trabajo, será en definitiva su problema y no el de estos países, porque al fin y al cabo y en el caso estadounidense, los casi 34 millones de estadounidenses de origen hispano (una fuerte mayoría mexicana) influirán y pesarán más en el ánimo de sus legisladores.
Pero el problema está latente y lo seguirá estando. Desafortunadamente los promotores de este proyecto pasan muy por alto que esos ilegales que huyen de las injusticias y desigualdades de sus propios países conforman la principal fuente de mano de obra barata y también calificada que requiere el imperio estadounidense para seguir subsistiendo.♦
